La creación como catarsis en Abigael Bohórquez

Abigael BohórquezEl poeta y ensayista duranguense Ismael Lares nos ofrece el siguiente texto en torno a la obra de Abigael Bohórquez, uno de los últimos poetas mito de la poesía mexicana. La obra de Bohórquez, poco a poco, va tomando el lugar que merece en nuestra tradición.

 

 

LA CREACIÓN COMO CATARSIS EN ABIGAEL BOHÓRQUEZ 

 

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El arte ha sido el reverbero de los hombres que buscan la resonancia de su origen. Pensar en el arte es adentrarse en la vida y la muerte, en la vastedad de geografías, trazos y formas de las magníficas culturas que habitan el planeta. Por ello, los hombres dan cuenta de sus experiencias a partir del arte.

Entre los vendavales del universo el hombre se reconoce a sí mismo creador y creado. Desde éste punto el entorno condiciona toda experiencia. Los hombres crean porque buscan levantar su voz ante la naturaleza de la vida. La creación rodea desde siempre a la humanidad; es un halo misterioso que a la vez se nos revela. Desde luego, creación puede significar muchas cosas, pero en general es una palabra que encierra la idea de inventar. El paralelismo con lo divino aparece como realidad espiritual para indicar la creación universal, ahí es donde nosotros, hombres, producto de la poiesis divina, nos asimilamos y reconocemos participes de la creación.

La poesía es un género artístico por excelencia. Para transmitir las sensaciones humanas a través de la palabra, la poesía resulta una acción de carácter místico. Representa para los hombres un contacto con lo divino, pero a su vez terrenal. En este sentido es menester abordar el significado de poesía como la entendía Aristóteles: <<viene del verbo griego poiein, que significa producir, componer, hacer, mas también crear enteramente, inventar>>. El concepto aristotélico de poiesis es más vasto que el habitual nuestro de poesía, y sirve para indicar la creación artística en general, la cual conforme a la tradición realista griega, es concebida como imitación de la realidad sensible.

Con el afianzamiento de la visión aristotélica y con las aportaciones a las que la poética ha sido objeto en autores posteriores (recordemos Ars Poética de Horacio, la Poética de Hegel, el Primer Curso de Poética de Paul Valéry, el Arte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, o Heidegger y su Hölderlin y la esencia de la poesía), la poesía ha replanteado su relación con la creación. Al respecto, Paul Valéry llegó a proponer el siguiente pensamiento de poiesis <<el hacer, el poiein del que me quiero ocupar, es aquel que se acaba en alguna obra y que llegaré pronto a limitar a ese género de obras que se ha dado en llamar obras del espíritu>>.

Según Todorov, la poética se definirá necesariamente en dos extremos, desde lo particular y lo demasiado general. Esto implica que una generalización por medio del discurso no debe ser inflexible, sino que debe atenerse a la descripción de lo específico y de lo singular. Esto significa que se debe teorizar más que apelar una metodología estricta. Como ciencia que se está haciendo, la poética de Todorov es una propuesta para el estudio del discurso literario, por lo tanto, apenas enuncia las bases de la poética para luego entrar en el análisis del texto literario. Desde esta perspectiva se le designa poética al estudio que un autor hace sobre alguna obra de poesía.

Un elemento necesario en la creación poética es la capacidad para desbordar la conciencia, aceptar la creación como una catarsis (catharsis para definir el acto de purgación de las emociones) del pensamiento innovador. Cabría comparar la catarsis con la poesía social que busca purgar a partir de la denuncia, pero no sólo con la poesía que se rebela, sino con la poesía que abre las puertas del alma, la consciencia, la razón, y por qué no, el corazón. Catarsis como desintoxicación. En consecuencia, la poesía debe ser avasalladora, pero a su vez, diligente. Con tales dilucidaciones no pretendo aseverar que la poesía es, en términos vulgares, medicina. La poesía no es cura, per puede ser medio como dadora de vida.

Octavio Paz decía que <<un pueblo sin poesía es un pueblo sin alma>>. Tomando en cuenta a Paz me atrevo a decir que la poesía representa la historia del hombre y su realidad. Sea cual fuere la razón para crear, los alcances de la poesía pueden hallarse a lo largo de la historia de los pueblos. Pudieramos entonces retomar la frase de Octavio Paz y partir desde otra concepción: un hombre sin poesía es un hombre sin alma. Si tomamos en cuenta que la poesía es poiesis, contacto con lo divino, dar vida, crear, recrear en el sentido vasto del concepto aristotélico, podemos decir que sí, la poesía como el adjetivo, cuando no da vida mata. La poesía se ha vuelto necesaria, es así que para Josu Landa, como teórico de la situación poética, <<resulta inconcebible un mundo sin poemas (independientemente del tipo de cosas que ameriten tal nombre) […] (parafraseando a Bécquer) se debe reconocer que mientras haya mundo (esto es, estados de cosas, personas, lenguajes…; todo lo que ha sido, es y está permanentemente siendo) habrá poesía.  Probablemente sea imposible saber a ciencia cierta los términos de dicha necesidad. Tal vez sea inaccesible la comprensión de los modos en que haya conciencia capaz de responder […] nada impide concluir que el cumplimiento del poema en el mundo está vinculado necesariamente a un ámbito propio de realización>>.

 

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El análisis del concepto poiesis es primordial para la comprensión de cualquier obra poética. En este sentido quisiera hablar de la obra de Abiagel Bohórquez. Es necesario aclarar que el estudio de la obra bohorquiana es tan amplio como el término poiesis. Como hombre y poeta, Abigael sufrió la injusticia en carne propia, el rechazo, la marginación, el escupitajo, la burla, la desazón. No es de asombrarnos su profundo compromiso social como poeta. Por tanto, es cierto que la poesía Bohorquiana fue social, como puede verse en la mayoría de sus obras líricas, y que sus lectores no necesariamente fueron marginados, pero también lo es que su lirismo e innovación iban dirigidos a transmitir su nueva visión de poesía. Pero para el poeta caborquense la poesía no sólo era poder creador, sino catarsis y desintoxicación. Para el artista es imposible mantenerse ajeno al mundo. Manríquez Durán, en la presentación de Heredad (Antología Provisional 1956 -1978) dice al respecto que <<el poeta caborquense se escucha a sí mismo>>, se reconoce humano, miserable, desolado; se reconoce desierto. Así, considerando las palabras de Bohórquez, él mismo se sabe <<parte prohibida de la tierra: fuego, arena, soledad […] el que sabe de cierto: el desierto>>.

Cabe mencionar la soledad extrema y desilusión que habita en la obra de Abigael, donde se hace latente la angustia, la pasión ardiente, la pesadez de la vida, pero que a su vez le dan una maduración poética inmejorable. En el horizonte de la poesía mexicana quedan las imágenes, el ritmo atronante, la espontaneidad, la mutación de palabras y la profundidad de Bohórquez. Pensar en su poesía debe ser un elemento primordial para quien busca descubrir el don imaginativo, la expresión lírica e intensidad poética.

En la poesía Bohorquiana, resulta imprescindible retomar y recrear el bagaje poético heredado de sus antecesores. Es por eso que debemos pensar en la poesía de Bohórquez como fruto de la gran diversidad de autores que influyeron en su obra, misma que se relacionan de manera dialéctica para su propia inspiración. Ya Manríquez Durán adelanta que <<una de las figuras más visibles en la poesía de Bohórquez es Salvador Novo (recordemos el poema Tlamatini que Bohórquez le dedica en su libro Digo lo que amo)>> indudablemente, figura principal del grupo Los Contemporáneos, influencia básica en la poesía de Abigael. El erotismo, la moral, la rebeldía, el humor, la ironía y su abierta vida homosexual fueron algunos de los tópicos que convierten, tanto a Novo como a Bohórquez, en auténticos guerreros del embelesamiento poético. A su vez la obra de ambos escritores esta empapada de un inigualable lirismo y calidad literaria. Ambos poetas cultivaron a su vez el género dramático.

Desde luego Salvador Novo no fue la única influencia de Abigael Bohórquez, si de lecturas se trata podemos decir que la obra Bohorquiana es inmensa en cuanto a cantidad de paralelismos, pero hay algo más en la poesía del vate caborquense estrechamente conectado con otros poetas entre los que destacan: Cernuda, Pellicer, Efraín Huerta, García Lorca. También podemos afirmar que si el lirismo del poeta sonorense es fundamental en su escritura, lo es su profunda vocación por la musicalidad, no en vano dedica varios de sus poemas a Silvestre Revueltas, Debussy y Juventino Rosas, por mencionar sólo algunos.

<<Creación y destrucción son nociones antitéticas para los hombres pero idénticas para los dioses […]. Los dioses crean, destruyen y, aveces, se autodestruyen. Al inmolarse, recrean al mundo>>. Esta última premisa que lanzara Octavio Paz, concreta lo que más difundió Abigael con su poesía: la costumbre renacer.

En Los Misterios de Eleusis, cuyo origen se remonta probablemente al siglo VI a. C. , hay una respresentación del drama de Deméter y de Proserpina, con una enorme proyección esotérico-espiritual; el iniciado debe morir para renacer, someterse a una transformación anímica total. El concepto de morir para renacer es común a muchas iniciaciones. En este sentido podemos establecer un paralelismo con la poesía de Abigael Bohórquez. Tras la muerte cotidiana, esa que se presenta cada noche, o incluso cada segundo de nuestra existencia, Abigael busca apasionadamente en cada poema, renacer a una nueva vida que se le brinda en el ejercicio poético pues, como bien dijera Manríquez: <<queda el vestigio de su verso aromado y la infinita navegación a la deriva, […] queda la costumbre de morirse cada día>>, para finalmente, volver a nacer.

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