Poemas de Edgar Mata

Presentamos algunos textos de Edgar Mata (Parral, Chihuahua, 1976). Ha publicado textos en la revista Solar, del Instituto Chihuahuense de la Cultura. Metamorfosis, revista de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Actualmente estudia la licenciatura en filosofía. Ha participado en el séptimo encuentro de poetas de Ciudad Juárez.

 

 

 

 

A Jorge Armando Moreno Leos

 

(Latin plural of Sicarius “dagger-men” or later contract-killer, Hebrew סיקריקים) is a term applied, in the decades immediately preceding the destruction of Jerusalem in 70 CE, (probably) to an extremist splinter group[1] of the Jewish Zealots, who attempted to expel the Romans and their partisans from Judea using concealed daggers (sicae)

 

 

 

El niño mató bajo las órdenes de

Es un monstruo, producto de la decadencia de

Fue dejado en libertad por

Yo lo vi cuando él vendía la

Tenía trece años al

Sólo quería ayudarme con

Me golpearon muchas veces en

Por eso se unió a

El gobierno del estado declara que

Apenas se había graduado de

 

Se llamaba

Amó a

Fue amado por

Murió torturado en

 

La policía federal nada informa sobre

Las autoridades se deslindan del

El tribunal superior de justicia no

El informe dice que

 

¿Quién me responde por la

¿Quién me regresa a

¿Quién?

 

 

 

 

 

Herencia

 

Cualquier instante de la vida humana 

es un nuevo argumento que me advierte 

cuán frágil es, cuán mísera, y cuán vana.

Salmo XIX.

Francisco de Quevedo.

 

El álbum de jazz que me regaló, dijo, era su favorito.

También te dejo estos libros.

A él le gustaba mucho esta novela, y del disco,

amaba el segundo track.

Pero nunca entendí el jazz,

nunca me lo explicó.

Te juro que le pedí en más de una ocasión…

pero a mí me gusta la trova, ¿verdad que es más comprensible?,

y soltó el llanto.

Se fue sollozando mientras yo

deseé preguntarle por qué, cuándo fue que él…

pero en ese vaivén de anécdotas y lágrimas contenidas

me extravié.

Tomé los objetos, entré a casa tembloroso,

quizá abrumado por saber tanto y nada,

y puse el disco.

Intenté disfrazarme, usar una máscara descrita con tanta pasión…

Algún día, me dije, este anillo que ha dejado huella en mi falange

quizá podría traer consigo un brevísimo viaje,

alguien

sería un mimo interpretándome,

imaginando que alguna vez

caminé en esa calle, entré a la cafetería donde suelo pasar horas,

mientras dejo rastros de mi piel, de mi aroma,

en ese libro que ahora usted coge entre sus manos

y lee con tanta

dolorosa

e inefable

indiferencia.

 

 

 

 

 

 

 

Lascivia

 

Alguien tomó la foto…

ella se tragó la lente con su piel,

y a lo largo de sus muslos

recortó al tiempo volviéndole carne,

le agregó dos gramos de lujuria por cada cicatriz que reconozco

y en cada tatuaje que escribí con los dedos erizados

pero eso ya es recuerdo, una mera proyección

satisfecha con tu imagen,

con cada cuenta del rosario, de la gota blanca sobre mis sábanas

Alguien tomó la foto y volví a tenerte cerca

y el insomnio se convirtió en mujer

 

 

 

 

 

 

Venus en pixeles

 

En un mero coqueteo

rayano en temeridad

un guiño

una sonrisa

(la timidez

no

ha

vencido

querido Prufrock):

Le arrojo una lanza de miradas

que le traspasan el cuerpo

Le destino un racimo lujurioso

a sus caderas

le sonrío los muslos

Le abro de una tajada los pechos

mientras ella

-enmudecida esposa de sal-

observa

al pasado

…la he dejado herida

 

 

 

 

 

Canibalezcamente

 

Conocí tu vientre una tarde calurosa

mientras centraba la noche en el esquinero de mi lujuria

y

decidí

cenarte

con el aderezo de cuatro o cinco pecados capitales

de ésos que guardo como imposibles.

Tu vientre fue un escapulario

colgado en mi sueño

y escribí mi nombre en él

y platiqué de encantos, oh Gomorra femenina, sin temor

a convertirme en sal.

Conocí tu vientre y no pido perdón

porque prefiero la condena al oprobio

del ostracismo de tu piel,

por si llegase a perder un centímetro de tu ombligo

y preñarme de tu preñez miles de veces

Conocí tu vientre, y al devorarlo,

una vez reducido a nada en mí, dentrísimo mío,

querida

no hubo nada mejor que hacer.

 

 

 

 

 

Sin título

 

A las nueve en punto de la noche, encierro la voz en un cántaro.

Al apagar la luz, entre la esquina del dormitorio,

hay un cristalino bullicio de ti surgiendo medio serio,

medio atolondrado;

pero abro bien los ojos

y únicamente está la silla cercana a la puerta que da al baño,

con algo de ropa encima de ella y un pequeño libro que olvidaste

-y del que me he apoderado para condicionar tu regreso-,

el sendero que dejaste hacia la calle,

la ceniza en el piso, en el buró, en el amoroso desorden

de este maldito cuarto hambriento de ti.

Con esa puntualidad inquebrantable,

el reloj me observa ciclopédeo, mitológico

y a las nueve de la noche

justo al apagar la luz, entre la esquina del dormitorio…

 

 

 

 

Datos vitales

Edgar Mata (Parral, Chihuahua, 1976). Ha publicado textos en la revista Solar, del Instituto Chihuahuense de la Cultura. Metamorfosis, revista de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Actualmente estudia la licenciatura en filosofía. Ha participado en el séptimo encuentro de poetas de Ciudad Juárez.

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