Poesía centroamericana actual: Juan Carlos Vargas-Alcocer

En el marco de la muestra de poesía centroamericana, presentamos algunos poemas de Juan Carlos Vargas-Alcocer. Nació en San José Costa Rica 1967. Estudió Arquitectura, Administración de Negocios e Ingeniería en Computación. Es Ingeniero de Sistemas en la empresa privada y profesor en las facultades de Administración de Empresas de la Universidad Nacional de Costa Rica e Ingeniería de Sistemas de La Universidad Latina, imparte cursos en los programas de Bachillerato y Licenciatura de ambas carreras.

 

 

 

 

Historia del canto y los fuegos fatuos que
extravían a los marineros en el mar

.

Esa mujer se parecía a la palabra nunca

desde la nuca le subía un encanto particular,

una especie de olvido donde guardar los ojos,

esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Juan Gelman

 

 

Su hechizo es como el canto de las sirenas,

enloquece a los hombrescon sólo mirarla a los ojos.

 

Yo lo sabía desde un principio,

pero no las circunstanciasde la vida

que me llevarona caer en las redes de su embrujo,

así como los de antesy los que vendrán después.

 

Bella,despiadada e insensible,

sumisa y cariñosa,después da la vuelta

y te aplastacomo un vil insecto.

 

Sigue su vidacomo si nadaporque de su lado

el sentimiento no existe,dejando detrás

un rastro de cadáveresmalolientes y descompuestos.

 

Me dije:”con ella tendré cuidado”,

pero no fue así,mal signo ahora

cuando de mi cuerpoaflora

ese olor que caracterizaa los moribundos

 

Mis brazos divaganextrañando la piel

que nunca estuvo y este pueril sentimiento

sigue esperando el estertorque antecede al ocaso.

 

Ese golpe de gracia que vienepara convertirme

en un muerto másque se volverá putrefacto y polvo,

aun lado de su caminopor la vida

 

 

 

Confesiones de un peatón que se creyó poeta

 

¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente,

o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?

Jaime Sabines

Los que se creen al decir “soy poeta”

todas caerán rendidas a mis pies

 

Porque soy experto en el uso de las palabras

y fácilmente las puedo enamorar

 

“Soy poeta” porque el amor y yo

la pasamos juntos todo el día

y lo conozco perfectamente bien

 

Los que se creen al decir “soy poeta”

obtendrán un lugar de privilegio en la sociedad

el aplauso, los libros y las dedicatorias en la primera página

es lo que voy a hacer para sobrevivir

 

Será algo así como recibir premios,

repartir besos, leer en los festivales

y encontrar en el correo un jugoso

cheque mensual proveniente de mi editorial

 

Pero no soy de esos, soy poeta

porque las estrellas, la soledad y la tristeza;

me acompañan más que cualquier otra persona

 

Porque tiendo a ser loco, ateo, alcohólico,

sensible y de visión romántica;

pero con un gran desencanto por la vida

 

Me rebelo contra el sistema,

apoyo las causas sociales,

tengo un trabajo; padezco de otredad

y desarraigo por el status quo

 

Soy poeta porque lo que mejor sé hacer

es soñar de forma empedernida,

fracasar en el amor, bailar con la muerte

y la mayoría del tiempo; hablar conmigo mismo.

 

 

 

Epitafio para una triste antología

 

¿Irá alguien al periódico del pueblo

y reunirá en un libro los versos que escribí?

Edgar Lee Masters

Aguardando la mesa donde serán

consumidos finalmente,

siento la vida, como los peces

moribundos apilados en un barril.

 

Sé cómo es vivir en cementerios,

que albergan las pocas almas

de un pueblo, que decidió

no regresar de los recuerdos.

 

Del otro lado, no es tan fácil,

una sensación que no descifro;

regresa siempre

y me recuerda que:

 

“Yace aquí

quien alguna vez

quiso cerrar círculos,

envió señales de humo,

mensajes en botellas

y esperó… y esperó.”

 

 

 

Hoy sólo basta verte para que sobren las palabras

 

Es el rincón donde a tu lado, leí una noche

entre tus tiernos puntos,

un cuento de Daudet.

César Vallejo

 

No hubo tiempo para dedicarte un poema.

 

No quise cerrar la puerta

del lugar donde estuviste,

la cama intacta,

las almohadas donde tu olor persiste.

 

Pero tu nombre va inscrito en estos versos.

 

En el apacible ruido que causan

las aspas de una tormenta

que trajo de vuelta tu nostalgia.

 

Seguís presente

en esta larga y solitaria noche

que desliza sus suaves dedos por mi espalda.

 

Mi dormitorio guarda

un rincón que en vos insiste,

el pequeño espacio donde volvés siempre.

 

Es el rincón exacto

que conserva oscuro este deseo,

un frustrado terco amor…

este inútil deseo de quererte.

 

 

 

Esta mujer que no tiene remedio

.

Esta mujer que no tiene remedio.

Merece ser quemada

como un santo,

apedreada

como cualquier adúltera,

merece,

la cruz

porque me salva.

Felipe Granados

Aprendí a quererte

sin alcohol ni marihuana,

los sábados de noche

junto al murmullo de la gente

y la desnudez de las estrellas.

 

Supe de aquellos dedos que quisieron

verse atrapados en el dédalo de tus cabellos,

la palabra que intentó salir y se contuvo,

los besos que acabaron en tu frente,

todos; destinados a morir en su banal intento.

 

Quise verme jugar

con el reflejo de la luna que se estrelló en tu espalda,

amanecer al lado tuyo cuando despertaras;

o volverme uno de esos tantos cigarrillos

que con mucho afán desgastabas

hasta extinguirlos en la comisura de tus labios.

 

Quise ser tus ojos,

la palabra en tu boca,

cualquier suspiro que naciera de tu alma;

la persona eterna en tu recuerdo

y tu recurrente pensamiento.

 

Pero no.

No te lo creas,

no fui yo, no fueron míos.

 

Fue tan sólo ese otro,

fueron de ese otro,

el hombre que también quiso quererte.

 

 

 

Lugar común, una noche al final de este verano

 

Si quisieras oír lo que me digo en la almohada

el rubor de tu rostro sería la recompensa

Raúl Gómez Jattin

Hoy no hay estrellas

tan sólo luz y música.

El siempre pretexto

de pasar un tiempo juntos.

 

La vida cotidiana se vuelve a reflejar

en el fondo de una botella de cerveza

junto al presagio de otra noche

que acabará en lo mismo.

 

Como es usual al lado tuyo,

te miro de reojo; me pregunto:

¿Qué será de la flor dormida

que se esconde debajo de tu falda?

 

Muy probablemente

pase la noche, la luz, la música,

y este verano interminable

sin que pueda darme cuenta.

 

 

 

Datos vitales

Juan Carlos Vargas-Alcocer. Nació en San José Costa Rica 1967. Estudió Arquitectura, Administración de Negocios e Ingeniería en Computación. Es Ingeniero de Sistemas en la empresa privada y profesor en las facultades de Administración de Empresas de la Universidad Nacional de Costa Rica e Ingeniería de Sistemas de La Universidad Latina, imparte cursos en los programas de Bachillerato y Licenciatura de ambas carreras. Es miembro activo del Taller “Miércoles de Poesía” del Instituto Tecnológico de Costa Rica dirigido por el escritor costarricense Adriano Corrales. Parte de su obra ha sido publicada en revistas independientes tanto en Costa Rica como en Chile. Mantiene un Blog de poesía en la siguiente dirección: http://lalibretademilo.wordpress.com/ Su primer libro pronto a publicarse se titula “Certidumbre de los días” y actualmente trabaja en la elaboración de su segundo poemario.

 

 

 

 

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