Presentamos, en el marco del dossier de poesía española contemporánea, el trabajo de Carlos Marzal (Valencia, 1961). Ha merecido distinciones como el Premio Nacional de la Crítica, Premio Nacional de poesía y el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe. También traduce, escribe novela, aforismo y ensayo. Ha sido codirector, durante los diez años de su existencia, de la revista de literatura y toros Quites.
El corazón perplejo
Desventurado corazón perplejo,
inconsecuente corazón,
no dudes.
No tiembles nunca más por lo que sabes,
no temas nunca más por lo que has visto.
Calamitoso corazón,
alienta.
Aprende en este ahora
el pálpito que vuelve con lo eterno,
para latir conforme en valentía.
Los números del mundo están cifrados
en la clave de un sol tan rutilante
que te ciega los ojos si calculas.
Ciégate en esperanza,
errátil corazón,
suma los números.
Un orden en su imán te está esperando.
Desde el final del tiempo se levanta
un ácido perfume de hojas muertas.
Respíralo y respira su secreto.
Abre de par en par tu incertidumbre.
No permitas
que encuentre domicilio la tibieza,
ni que este inescrutable amor oscuro
cometa el gran pecado de estar triste.
Acógete a ti mismo en tus entrañas
con tu abrazo más fuerte,
tu mejor padre en ti, tu mejor hijo,
gobierna tu ocasión de madurez.
Insiste una vez más,
aspira en estas rosas
su pútrido fermento enamorado.
En este desvarío de tu voz
se desnuda el enigma, transparece
la recompensa intacta de estar siendo.
Aquí estamos tú y yo,
altivo corazón,
en desbandada.
A fuerza de caer, desvanecidos.
y a fuerza de cantar,
enajenados.
El origen del mundo
A Felipe Benítez Reyes
No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal;
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.
No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde
detrás de los trabajos amorosos
y de las efusiones de la literatura.
El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.
Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen, cuando lamen
la herida más antigua, cuando palpan
la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de su hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio,
un conjuro ancestral.
Nos dirigimos
sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes cómo crece
la flor de carne abierta.
La pretérita flor.
Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.
Ubi sunt
Todo está en donde estuvo, todo late
en el primer latir
de la primera aurora cautivada,
y en su cautivo corazón en pálpito.
Todo fluye
en el mismo fluir de un mismo río,
por el agua tenaz de un cauce idéntico.
¿Acaso es que no sientes en tu piel
la salvaguardia de otra piel pretérita,
las sangres centinelas de tu sangre,
las sombras que fecundan a tu sombra?
¿No sabes escuchar bajo la voz
los coros primordiales de las voces,
ni el ser de la palabra en cuanto somos,
ni el eco de vivir en lo que hablamos?
Lo que antes eran hombres hoy es tiempo,
las mujeres que han sido son del aire,
la arena vagabunda, nuestros hijos.
¿ En el volar, no ves el vuelo inmune?
¿No amas, en el amar, el amor único?
A fuerza de mudarse, nada cambia;
de tanto discurrir, todo está inmóvil.
Hay una sola frente pensativa
que entiende la hermandad de cuanto existe
y en cuanto ha muerto ve lo que no muere.
¿Qué se fizieron, pues? ¿Dó los escondes?
Cierra los ojos para ver más claro
y sal fuera de ti para morar contigo.
Color
A José Saborit
Me atengo a la emoción
y no me atañe nada que la explique;
me ajusto a mi dilema y me conmuevo,
y no me incumbe nadie
que me despierte del vivir sonámbulo.
Por natural acontecer,
por puro suceder,
por simple cumplimiento estoy convulso.
Color, no te averiguo,
me coloro.
Me corono de ti, color de espasmo.
Me consterno de ti, de ti me iriso.
Como restalla un látigo en el aire,
igual que se difunde
la resquebrajadura entre los hielos.
Como la combustión de un imposible.
Voluntad de color,
color querer,
antojarse color, color saberlo.
No quiero decir más.
Quiero decir con nada.
No pinto más en mí.
Estoy en blanco.
Estoy en color vivo.
Música de la luz, te escucho y lloro.
Ágape
A Tito Ruiz y Lourdes Román
Con determinación aventurera,
con certidumbre de su maravilla,
con exceso de fe,
con el exceso que la fe merece,
tracemos un buen plan.
Con abundancia de nuestro corazón.
Seamos pródigos.
Dispongamos las sillas en la sombra,
bajo la caridad provecta de un olivo,
o al perezoso escudo de una parra:
¿no veis en la indolencia de esas uvas,
un brindis vertical con cada grano?
¿No veis transparentarse
todo el azúcar próspero del cielo?
Démonos a conciencia
el merecido ágape, el banquete.
Comamos lo supremo en lo más simple:
alta conversación,
el pan flamante
y el lustre del aceite en su oro lánguido,
la madura energía de tenernos,
la fruta fresca,
el vino inteligente.
Que corra el vino hasta volvernos sabios
desde el hondo saber de la alegría:
aquel que mira el mundo envuelto en llamas
y canta su holocausto, sin tormento.
Que no se acabe el vino,
el animoso vino de los fuertes,
antes de habernos vuelto temerarios
en el amor de cuanto está al alcance.
Y celebrémonos.
Que sobrevenga en el azar del día
la perfumada sal de la concordia.
Y que jueguen los niños, endiosados,
y eduquemos la vida en su alboroto.
Cómo nos merecemos nuestra fiesta.
No hay nada de arbitrario en este obsequio.
Y debatamos.
Que en abandono cada cual profese
su mar del desvarío:
la vida va en su vela y boga plácida,
tanta canción
aplaca las tormentas.
Larga vida a nosotros.
Convidados de carne, buen deseo.
Buen apetito en nuestras bodas últimas.
Que las tantas del alma nos sorprendan
videntes en afán, en ilusiones.
Y muera en el exilio
cualquier bituminoso pensamiento
que pretenda ultrajar
el arrebol de otra mañana invicta.
Cumbre del corazón
Todo mi corazón cabe en tu mano
y en este corazón ya cupo el mundo:
el mundo que no cabe en parte alguna,
salvo en tu mano dios, la continente.
Todo mi corazón late en tu mano.
Se marcha por el tacto hacia las cosas,
se adueña de tu mundo, que es el mío,
para llamarse entonces mundo nuestro,
lo solo para dos, lo contenido.
Todo mi corazón sabe en tu mano,
conoce por tu piel la piel del mundo,
que nunca nos contiene en cuanto somos,
algo que sólo puede el corazón.
Todo mi corazón crece en tu mano,
que lo eleva a la altura tuya y mía,
nuestra cumbre mejor, los contendientes.
Todo mi corazón lee en tu mano
las líneas que tu mano ha dibujado,
para que el corazón, su gran cartógrafo,
se remonte a las fuentes trazo a trazo.
Todo mi corazón canta en tu mano,
se hace rima de todo cuanto escuchas,
y tú lo escuchas todo,
y todo canta.
Todo mi corazón sangra en tu mano,
se purga con dolor de un mundo enfermo,
se purifica en ti,
y tú lo sanas.
Todo mi corazón es, en tu mano,
la mano que ahora escribe este dictado
que dicta el corazón incontinente.
Mi tuyo corazón ya no es el mío,
mi tuyo corazón arrebatado,
la propiedad privada de tu mano.
Nada de cuanto he escrito lo he entendido.
Nada sabe de ti la inteligencia.
Tampoco el corazón,
y sabe todo.
A pájaros
A Luis Landero
Vamos a volar pájaros,
salgamos de una vez.
Hay demasiado adentro en este día,
y adentro es fealdad,
adentro es húmedo.
Vayámonos a azules, a intemperies,
cúmulos de algodón,
las musarañas
de estarnos en las nubes,
por sus cerros.
Doctoremos la vista en lo que corre.
Marchémonos a nidos,
nos espera
nuestra felicidad, arborescente.
Basta con arrullarla entre las manos,
y sentirla latir
-es una alondra-,
para que exulte, viva,
y que exultemos.
Vayámonos a piedras,
a ese lago que aguarda pensativo,
y quebremos sin más
sus turbias aguas lúgubres.
Delincamos,
contra toda esa luz que nos delata,
ahora que nos queremos sigilosos.
Descamisemos
a nuestro más vestido;
descorbatémoslo de tanto nudo
como lo tiene ahogado, con el aire
que todo lo enrarece, en la garganta.
Que aprenda a respirar en lo que fluye.
Cierra ese libro abstracto,
y sal a comprender lo que has leído.
Pongámonos a carne pasajera,
vámonos a mirones.
¿Quién sabe qué sentido es el del verde
con que nos quiere verdes el deseo?
A ver qué levantamos,
con un poco de suerte, hasta la boca,
con un poco de arrojo, hasta la muerte.
¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?
¿Estamos a vivir
o es que no estamos?
Datos vitales
Carlos Marzal (Valencia, 1961). Se licenció en Filología Hispánica, sección de Literatura, por la Universidad de Valencia. Ha sido codirector, durante los diez años de su existencia, de la revista de literatura y toros Quites. Ha publicado los siguientes libros de poemas: El último de la fiesta, Sevilla, Renacimiento, 1987; La vida de frontera, Sevilla, Renacimiento, 1991; Los países nocturnos, Barcelona, Tusquets, 1996; Metales pesados, Barcelona, Tusquets, 2001 (Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de poesía 2002); Fuera de mí, Madrid, Visor , 2004 (Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, 2003); El corazón perplejo (Poesía reunida, 1987-2004), Barcelona, Tusquets, 2005; Ánima mía, Barcelona, Tusquets, 2009. Se han publicado hasta la fecha las siguientes antologías de su obra: Poesía a contratiempo (Poéticas y prosas), Edición de Andrés Neuman, Granada, Colección El maillot amarillo, Diputación Provincial de Granada, 2002; Sin porqué ni a dónde, Edición de Francisco Díaz de Castro, Sevilla, Renacimiento, 2003. Ha publicado la novela Los reinos de la casualidad, Barcelona, Tusquets, 2005. Premio de la Crítica Valenciana, 2006.; y el libro de relatos Los pobres desgraciados hijos de perra, Barcelona, Tusquets-Editores, 2010. Es autor de los ensayos, El cuaderno del polizón (Apuntes sobre arte), Valencia, Pre-Textos, 2007, y Los otros de uno mismo, Renglón Seguido, Universidad de Valladolid, 2009. Ha traducido, asimismo, la obra poética de Enric Sòria, en el volumen Andén de cercanías, Valencia, Pre-textos, 1996; la de Pere Rovira, La vida en plural, Valencia, Pre-textos, 1998, la de Miquel de Palol, Antología poética, Madrid, Visor, 2000, la de Joan Vinyoli, realizada en compañía de Enric Sòria, titulada Y que el silencio queme por los muertos, valencia, Pre-Textos, 2010, y la de Màrius Torres en el volumen colectivo de traducción Palabras de la muerte, Barcelona, DVD, 2010. Sus aforismos, bajo el título de La arquitectura del aire, han aparecido en Tusquets- Editores en 2013. Ha sido editor literario de dos libros taurinos: Sentimiento del toreo, Tusquets, 2010, y La geometría y el ensueño (Una muestra de poesía taurina), Fundación José Manuel Lara, Colección Vandalia, 2013. Es habitual colaborador de las revistas literarias, y columnista y crítico de los diarios ABC, Levante y El Mundo. La revista Litoral le dedicó un número monográfico en el año 2005.