Presentamos, en el marco del dossier de poesía española contemporánea, una aproximación al trabajo de José Antonio Mesa Toré (Málaga, 1963). Actualmente, es director del Centro Cultural Generación del 27. Desde finales de los 80 forma parte del equipo editor de la revista Litoral. Algunas de sus colecciones de poemas son El amigo imaginario, La alegre militancia, La primavera nórdica y Aburrimientos.
BARES DE CARRETERA
El lento planear de los ventiladores
sigue la melodía, frecuencia modulada
de una voz que demora sobre los mostradores
del carmín displicente el fin de madrugada.
A estas horas, el timbre de los despertadores
debe estar alertando a la ciudad velada
de que se acerca el día. Un trajín de ascensores
y un trueque de palabras que nunca dicen nada
será toda la historia. Pero tú, en la trinchera
de los últimos bares, resistes el combate
del recuerdo y esperas que un cuerpo te rescate
de otro cuerpo. Sin rumbo, tomas la carretera
y un veloz tiralíneas que temblase es el coche
en el que vas huyendo de ti o de la noche.
TI VOGLIO BENE
Me envías una escueta postal de tu viaje
con unas cuantas faltas leves de ortografía
–aunque eso no importa, ya sabes mi manía
de perseguir tus líricas traiciones al lenguaje.
Hablas de la ciudad, del mediocre hospedaje
en pleno centro de Florencia y todavía
hacia el final te tiembla la azul caligrafía
cuando dices que sientes mi sombra entre el paisaje.
¿Quién puede comprenderte, mi lejana turista?
Hoy me mandas suspiros, promesas, algún beso,
y ayer mismo huías con un hasta la vista.
No temas: estaré aguardando el regreso
en el sitio fijado y a la hora prevista,
para ver como un tonto las fotos del suceso.
De El amigo imaginario, 1991
LA ALEGRE MILITANCIA
La mañana en que un muerto salió de nuestra casa
yo seguí respirando alegremente.
¿Acaso el aire estaba más pasivo
que de costumbre? Yo seguí creciendo
sin esfuerzo en el libro de familia,
disfrutando del sol a pesar de las gafas
oscuras, de la pía corbata lastimera
en la orfandad del pecho.
Yo seguí con la vista
puesta en los firmes culos allegados,
en escotes de pésame y juventud risueña.
Me avergüenza pensarlo.
Pero el dolor jamás hará campaña
del lado de la muerte.
La mañana en que un muerto sale de nuestro tiempo,
es la vida, tan viva, tan sol sobre el tejado,
es la vida, tan puta y diplomática,
quien gana más adeptos.
LA NIEVE EN LA PIZARRA
(CURSOS DE ESPAÑOL PARA EXTRANJEROS, COLEGIO DE SAN AGUSTÍN, MÁLAGA)
¿Cómo se llama la patria de estos precozmente
despiertos? La Tierra.
¿Dónde se sienten en casa? Donde se encuentran
como iguales.
GÖRAN PALM
No están en el verano amable de sus ojos
ni tampoco resbalan por la piel inexperta
que se enrojece y luego escuece y duele
en el roce nativo de unos labios. Las lágrimas
no parecen tener razón en la inconsciencia
de sus contados años ni en el grato desorden
del horario extranjero. Pero son un ribete
de nieve en las palabras que ensayan sin rubor,
un tímido temor, una corazonada
de que cuando regresen y llamen a las puertas
pródigas de su país les abrirá el invierno.
Para siempre el invierno, para nunca el verano,
que fue temblor, arena de bronce sobre el bronce
huidizo de los cuerpos. En la música extraña
de una precaria lengua dibujan los contornos,
el silencio de un país apenas alumbrado
por el haz ojeroso de una triste bombilla;
un país que es un barco y lento cabecea,
y rompe el hielo, el hilo, el halo de la vida
buscando sólo el Sur.
–No enciendas tu cigarro en la luz de una vela pues muere un marinero…
Y las lágrimas vuelven, nieve sobre la piedra
oscura del idioma, porque el Sur queda lejos
cuando se abraza el Sur; y las lágrimas trazan
límites o recuerdos, distancias o fronteras
mientras los marineros mueren entre la espuma
fría, azul, amarilla, soñando con el Sur. Soñarán también ellos,
desde el umbral tapiado, un horizonte de altas
palmeras y obeliscos, postales del naufragio
en la noche encalada y los días eternos.
Esperarán tal vez que una palabra ajena
brote bajo la nieve y les devuelva el Sur,
esa flor que no existe, que jamás ha existido,
si no es en la memoria de aquellos que navegan
la soledad profunda.
EL SOL DE LAS NOCHES
Cuando la noche asusta, llámala “día”;
llámala domingo o lunes.
En mitad de la noche cambian los días de nombre
como si el sol no se pusiera nunca.
GÖRAN PALM
A Francisco Díaz de Castro
Nuestra casa, sus tardes con un libro,
las noches lujuriosas, las de calma
frente al televisor, las buenas noches
en compañía –copas, versos, risas–,
la soledad a secas, y la muerte
ya sin tapujos; nuestra vida, en suma,
se nos llenó de velas, lenta suma
de la luz en las páginas de un libro
o puede que recado de la muerte.
Y era triste mirar con cuánta calma
ardían, se apagaban como risas
de juventud camino de las noches.
Y también era dulce. Nuestras noches
bajo su brillo fueron una suma
de costumbre, de amor, de locas risas.
Y las velas hablaban como un libro
que alumbrara el misterio, con la calma
de quien ya sabe la hora de su muerte.
Iban así muriéndose de muerte
natural, centinelas en las noches
de invierno sin cuartel y nieve calma.
Rendidas por el sueño, por la suma
verdad del tiempo, yertas sobre el libro,
lágrimas más allá de nuestras risas.
Es tan corto el futuro de unas risas
y tan largo el presente de la muerte.
Los versos que se enfrían en tu libro
fueron también el sol de algunas noches
y nombres que la agenda sigue y suma,
y al fin borra, te dieron luz y calma.
Porque he visto que todo acaba, calma
pensar en esos versos, en las risas
de entonces, en las copas, en la suma
de los años; pensar en nuestra muerte
como velas caídas en las noches:
un final elegante para un libro.
Que nuestra muerte sea un mar en calma,
las risas que enamoran a las noches,
el libro en el que cuadre cualquier suma.
De La primavera nórdica, 1998
VIDA EN EL AIRE
¿Dónde puse esta vez la vida? ¿Dónde
he vuelto a olvidarla? ¿En qué momento
se me fue de las manos? ¿La perdí
de vista, se escapó, me la quitaron?
No quisiera perderla para siempre
porque de tanto usarla le he cogido
cariño. Mala o buena, es mi vida
y para mí la quiero a cada instante.
Me entristece no verla, me enfurece
no dar con ella, porque fue un regalo
que me hicieron, un cálido presente
de sueños sucesivos, de trabajos
y de días, quizás de besos fríos
remontando las noches del deseo.
Y ahora la he perdido. Y me he perdido.
Puede que la dejase en otros ojos,
debajo de una lágrima, cegada
por su bendita luz; o desviviéndose
en un cuerpo más justo que este cuerpo
sin vida; en un país de nieve, muerta
de miedo, tan pequeña y miserable
bajo la alfombra sucia del destino.
Como sal en la herida, como lluvia
sobre el fuego sagrado del amor,
mi vida, ¿dónde está? ¿Dónde la puse
esta vez y por qué me he olvidado
de la dichosa vida nuevamente
si la tenía toda por delante?
LLANTO POR EMILIO
Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Juan Ramón Jiménez
A la memoria de Emilio Blanco
Y seguirán los pájaros cantando,
Emilio,
y nosotros haciendo lo de siempre,
lo nuestro, lo que tú en la sombra hacías:
imprimir unos versos, darle tiempo
a un poema, ponerle voz a un libro…
Y seguirán los pájaros cantando,
Emilio,
y a fuerza de vivir, también los tuyos,
nosotros, dejaremos tu recuerdo
olvidado entre días laborables,
tal foto que envejece en los despachos.
Y seguirán los pájaros cantando,
Emilio,
y cada hora estarás un poco menos
en el frío paisaje funcionario
y en la memoria infiel de tus amigos.
Hasta irte de nosotros para siempre.
Porque los hombres siguen a lo suyo.
Es verdad que más solos. Pero siguen
aferrándose al tiempo, desatándose
de los nombres caídos, del pasado
que pudiera apagar el débil fuego
que aún les queda, Emilio. Que nos queda.
En tu mesa, vacía de llamadas,
escribo estas palabras para ti.
Las sé violetas mustias. Dicen poco.
Quise que perdurase en ellas algo
de tu vida. Tu ejemplo.
Respire en el poema
tu memoria entrecortada, tus cenizas
den aliento a mis versos. Así sea.
Duerme, vuela, respira Emilio el aire
tuyo, y nuestro, y eterno de la Nada
sin que a tu corazón le cueste nada.
Y que sigan los pájaros cantando.
LA TARDE SIN MAÑANA
(Homenaje a Juan Rejano)
La tarde es ya mi vida.
Su cielo, la memoria que se escinde
en un millar de estrellas.
El día poco importa.
Los días son escombros de torres derrumbadas;
y la cuerda de hormigas que asciende por las bocas
de la ciudad insomne con su salario triste;
y maletas sin dueño dando vueltas
como almas en pena; y caballos hinchados
en un río de plasma.
Los días, que no pasen,
que se queden por hoy a nuestra puerta:
La tarde es ya mi casa, mi casa transitoria,
donde todo es aún joven, hasta las telarañas
de los sueños remotos.
Y en mi casa no cabe el hollín de los días,
sus negras aguas negras, sus lápidas con nombre,
dando vueltas, dando vueltas…
(Inéditos en libro)
Datos vitales
José Antonio Mesa Toré nació en Málaga en 1963. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga, en la que fue profesor durante siete años. Actualmente, es director del Centro Cultural Generación del 27. Desde finales de los 80 forma parte del equipo editor de la revista Litoral, que ha recibido la Medalla al Mérito en las Bellas Artes 2006 del Ministerio de Cultura y para la que ha preparado, entre otras colaboraciones, las ediciones María Victoria Atencia: El vuelo; Felipe Benítez Reyes: Ecuación de tiempo; La poesía del mar; Mar de Málaga (Antología poética); Los ojos dibujados (El autorretrato en la poesía española y el arte contemporáneos), Deporte, Arte y Literatura, Los sonidos negros (Antología de flamenco), Animalia (Los animales en la poesía española y el arte contemporáneos), Poesía a la carta, La ciudad en el arte y la literatura, Humo en el cuerpo, La Noche, Escribir la luz (fotografía y literatura), Málaga, meeting point (Artistas y escritores foráneos en la Costa del Sol) y Líneas marítimas. Ha sido director de la revista Puente de Plata y lo es actualmente de El Maquinista de la Generación. Asimismo, dirige las colecciones poéticas Las entregas de Elena, La lámpara verde, El castillo del inglés, Cazador de nubes y La cama de Minerva. En 1991 publicó el trabajo de investigación Manuel Altolaguirre: Ensayo bibliográfico con el Centro Cultural Generación del 27, para el que también ha editado, como comisario de tres exposiciones, los catálogos Luis Cernuda: Málaga, ciudad del deseo, Picasso y la poesía, Darío y Manuel Carmona: De lo vivido a lo soñado, la antología El 27: una generación deportiva y el cuaderno Manuel Altolaguirre: Sobre la poesía (compuesto en la Antigua Imprenta Sur). Es autor de los libros de poemas En viento y en agua huidiza (1985), El amigo imaginario (1991, Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos I), La alegre militancia (Antología) en 1996, Tierra calma (Antología), La primavera nórdica (1998, Beca de ayuda a la creación del Ministerio de Cultura) y Aburrimientos (2009). Su obra poética ha sido recogida en las antologías más importantes de las dos últimas décadas y traducida al inglés, francés, portugués, alemán, italiano, sueco y árabe. En 2005, publicó una edición del libro La flor de Californía (Signos/ Huerga y Fierro), del poeta malagueño José María Hinojosa. Ha colaborado en los diarios Sur, La Opinión, Diario 16, Diario de Málaga, El Mundo y El País. Como profesor invitado, ha impartido conferencias y/o lecturas en EE. UU. (Dickinson College, Pennsylvania; Le Moyne College y Syracuse University, Nueva York), Suecia (Instituto Cervantes de Estocolmo y Festival de poesía de Malmö), Italia (Instituto Cervantes de Roma), Francia (Instituto Cervantes de Toulouse) y Cuba (Feria Internacional del Libro de La Habana). Es tutor de los alumnos de Dickinson College y de la Universidad de Verona (Italia) que realizan sus prácticas anualmente en el Centro Cultural Generación del 27 en Málaga. En noviembre de 2006 fue comisario, junto a Lorenzo Saval, de la exposición Litoral, travesía de unas revista (1926-2006), organizada por el Centro Cultural Generación del 27, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y la Junta de Andalucía. En colaboración con los poetas Jesús Aguado y Aurora Luque, ha publicado en 2011 una Antología de poesía andaluza contemporánea.