Rodolfo Hinostroza, Premio Nacional de Cultura

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Círculo de Poesía felicita al poeta peruano Rodolfo Hinostroza por haber merecido en su país el Premio Nacional de Cultura, Edición 2013, en la categoría Trayectoria. Hinostroza es uno de los pilares de la poesía latinoamericana ya que, entre otras cosas, operó un cambio estético que, en los años sesenta y setenta, tendía puentes entre la estética del coloquialismo y el barroco. 

 

 

Relato de Otelo

 

Sí, te amo! Y cuando no te amo

                                                    vuelve otra vez el Caos.

                                                               Shakespeare.

 

 

“…Cierta vez, en Aleppo,

sí, fue en Aleppo donde me desgracié con ese turco

circunso:

le ceñí con sus propias babas, y su lengua morada

escupió las plegarias,

y así

salvé mi vida. Esta vida que tan poco valía, y que hoy

pesa en tus manos

como un cofre de ébano. Signorina.

Aunque yo caiga

tumbado sobre un sueño de paz

roto por las matracas de la guerra, nada se habrá

perdido si es que no

te he perdido.

Aunque yo caiga sobre los amargos tablones del recuerdo,

y recoja el final de la experiencia, y encuentre que

sólo es un ave mojada,

y el término y sentido de este viaje se extravíen

como arras oxidadas de algo que no ocurrió, nada se

habrá perdido

si he logrado hacerme amar por ti.

“Moro! por quién has combatido”. “Moro!

Para qué has combatido”, me gritaron los jinetes ociosos

viéndome hablar contigo.  Y en verdad, Signorina,

después de este

feroz ascenso de flecha malherida, he vuelto la cabeza

por ver a quién servía, y no he encontrado a nadie.

Pero los tuyos

escupen a escondidas cuando paso, y los míos me

niegan, y ese callado

impulso de grandeza que me arrancó de esclavos y galeras

ha cesado, y es como si de pronto, en la alta noche

el rumor del mar cesara, despertándonos,

y el helado temor y la premonición trepasen la

garganta como arañas.

Hacia Chipre, una vez,

un insolente rubio me dijo que yo apestaba a rata. No

pude sino herirlo

y entonces me arrojaron del barco, y quedé solo otra vez,

por mi olor, por mi piel, por esta mi mirada que

ahuyenta a los buhos.  Y quedé solo

después de haber contado una penosa historia

de brutalidad y miseria, de espanto y gargajos, y una

avidez de amor

arriba de la piel, debajo de la piel

tensa como un tatuaje, Signorina…”

 

 

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