La voz equinoccial. Ocho poetas ecuatorianos.

 Xavier Oquendo Troncoso nos presenta una muestra de poetas ecuatorianos nacidos entre 1970 y 1973, años que marcan el nacimiento de una vigorosa generación de autores entre los que destacan Pedro Gil, Marialuz Albuja, Ana Cecilia Blum, Julia Erazo Delgado, Carlos Garcón Novoa, Freddy Peñafiel Larrea,  Franklin Ordóñez Luna y Carmen Inés Perdomo.

 

 

 

Voces equinociales

 

 

 

LA VOZ EQUINOCCIAL 

OCHO POETAS ECUATORIANOS

(1971 – 1973)

 

Selección e introducción: Xavier Oquendo Troncoso

 

 

 


Ocho nuevos poetas ecuatorianos


Los ocho autores que conforman la presente muestra de nueva poesía ecuatoriana están amparados por la raigambre literaria de su patria, que sigue siendo desconocida y, a veces, inédita. 

Esta muestra está conformada por voces cultivadas en estilos definidos y distintos. Una de mis grandes preocupaciones es el fenómeno de espejo que se da en la vinculación entre autores. Por aquí y por allá andan algunos poetas repitiéndose entre sí, hablando sobre temas similares, con los mismos argumentos, con las mismas convicciones y hasta con el mismo gesto y porte intelectual. Ahora los poetas no buscan un estilo, buscan notoriedad y la encuentran en la repetición. No concibo una antología construida con textos escritos bajo el mismo tono, la misma postura y las mismas motivaciones. Por eso alguna vez dije, después de leer a uno de esos poetas “exquisitos”, que ya con leerle a él los había leído a todos ellos.

A mí me gustan las voces distintas, las voces que se diferencian de otras para conseguir, no una orquesta con un director, sino varios sonidos, tonos, formas que, aunque hablen sobre lo mismo, lo expresen a su manera. Si así lloviera que no escampe.

Pedro Gil (Manta, 1971) ha sido considerado marginal por una crítica poco exhaustiva. Su obra, sin embargo, es el único discurso serio de la poesía social en esta generación. Construye su voz poética tomando el yo como referente y personaje. Expresa el prosaísmo desgarbado de la realidad a través de las más crudas y poderosas metáforas. Se trata de una voz inusual en la poesía actual del Ecuador.

Marialuz Albuja (Quito, 1972). Su poesía tiene un tono conversacional, intimista. Es imprecadora y apasionada. Trabaja una primera persona que se desborda hasta traducirse a través de consideraciones vanguardistas. Aborda los grandes temas, pero su favorito es aquel que Ortega y Gasset calificó como la filosofía de todos los seres humanos: el “yo y sus circunstancias”.

Ana Cecilia Blum (Guayaquil, 1972) sugiere a través de la expresión del entorno. Su primer libro caló hondo en los años noventa, durante el auge de la poesía erótica en el Ecuador. Sin embargo, su segundo libro —La que se fue— logra un equilibrado tono entre el dolor del desarraigo y la reafirmación de un discurso femenino universal que no da tregua a formas manidas.

Julia Erazo Delgado (Quito, 1972) es portadora de una propuesta poética que se inscribe en la diafanidad filosófica, combinando equilibradamente la sensualidad, la soledad, el amor y la muerte con una dosis de ternura, elementos que conforman una poesía desligada del aspaviento y el lugar común. Su obra refleja un depurado tono metafórico, rico en símbolos y en imágenes.

Carlos Garzón Noboa (Quito, 1972) es el burilador de la joya, de la precisión del lenguaje poético. Sus poemas son creaciones y recreaciones de sí mismas. La voz poética siempre está enfrentada al recurso poético: la recreación clásica, el adagio latino, el soliloquio. Crea así un estilo poco ligado a los referentes de la realidad circundante: hermético e impecablemente construido.

Freddy Peñafiel Larrea (Quito, 1972) no aísla el discurso del autor. El suyo es un trabajo poético con dosis de frescura. El discurso tejido con los hilos de su particular filosofía tiene un cierto ánimo de recrear mitos, a la manera de Eduardo Galeano. La ironía inteligente de esta poesía es presa del recurso hilarante o de admirables espasmos de verdadera ternura.

Franklin Ordóñez Luna (Loja, 1973) trabaja un sólido discurso de amor y homoerotismo. Una poesía difícil de moldear y domar, porque exige rigor y propiedad con las palabras y con el contenido, pero es fácil de asumir por el lector. En ella hay un trabajo de bisturí con el ritmo, con las implicaciones y las connotaciones del discurso poético y, de forma intensa, con la diafanidad del texto.

Carmen Inés Perdomo (Esmeraldas, 1973) incurre en una poesía alejada del yo poético. Es una voz poética más cerebral, sin embargo, a este tono le acompaña una musicalidad y diafanidad que precisa en textos poéticos certeros, vicnulados con temáticas de recreación clásica. Más que emoción hay creación y sosegamiento.

Este grupo generacional no concibe el problema de la creación desde la idea del parricidio literario, porque siente que sus antecesores son sus “hermanos mayores”. Son escritores que no dependen de un discurso colectivo o social, sino que, más bien, hablan desde sus circunstancias individuales. Asientan todo su potencial cognoscitivo y creativo en la ciudad. Prefieren referirse a lo universal y no quedarse en los problemas locales. La literatura de este tiempo permite la intertextualidad y la multiplicidad de géneros. Gracias a la proximidad de las fuentes actuales de información y comunicación, los conocimientos fluyen a gran velocidad y la sensibilidad se desarrolla dentro de entornos tecnológicos y de relaciones sociales impensables tan solo hace dos décadas. La nueva literatura se escribe desde un bagaje de conocimientos mucho más amplio que va cambiando y se renueva constantemente.

El lenguaje literario —sobre todo el poético— suele ser multisemántico y repleto de imágenes herméticas o difíciles. Se trata de una literatura seria que, sin embargo, da cabida al humor y a la ironía sin temor. Son escritores obsesionados por el “oficio de escribir” y por ello lo convierten en tema de su literatura.

 

 

 

 

 

PEDRO GIL

 

 

 

Manta, 1971. Coordina el taller literario de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí y está incursionando en la narrativa. Ha publicado los poemarios Paren la guerra que yo no juego (1989), Delirium Tremens (1993), Con unas arrugas en la sangre (1997), He llevado una vida feliz (2001, antología poética que incluye Los poetas duros no lloran), Sano juicio (2003), Diecisiete puñaladas no son nada (antología poética, 2010) Y CRÓNICO (2013). Poemas suyos aparecen en varias antologías ecuatorianas y latinoamericanas.

 

 

 

 

Diecisiete puñaladas no son nada

 

A Bahieh, Tuti y Omid

 

La pena de morir así no vale la pena.

Octavio Paz

 

Mi hermana muerta

Susurra una canción de cuna en el hospital

No te toca no es tu hora

Reposa ñaño

Rebeldía en los ojos

Sometimiento al latir del corazón.

 

Allá no se haga tu voluntad

Amiga de parias

Sólo tu sufrimiento es perfecto

Perfecto el desangrar de la tarde

Lavado por una lluvia

Tan melancólica

Tan llorosa

Como la niñez perdida en un cementerio

De vivos en un pozo séptico de sacrificios

Pero tu miseria fue de lujo ñaño

Libros peleas ganadas a la humillación

Triunfaste

17 puñaladas no son nada.

 

El alma está lista para más

Miseria de lujo

El cerebro intacto, la bondad intacta

Esas blancas enfermeras bondadosas sonrientes

Esa mulata evitándote el desmayo definitivo

No cruces el puente

Eres demasiado bello

Por eso sigue buscando

La belleza no está entre nosotros

Los voluntarios fallecidos

Busca, busca

Sigue buscando ñaño que cuando estés

Listo La Muerte me ha dado la orden

De no dejarte inundar con sollozos.

 

Ruiseñor sin risa

Reposa, resposa mi hermano no te toca

17 puñaladas no son nada.

 

No puedo conceder tu petición

De fallecimiento,

No puedo

Susurra mi hermana muerta

Mientras cobija mi sueño

             Cobija mi agonía.

 

(De Soledumbre, varios autores, Editorial Mar Abierto, 2009)

 

 

 

 

 

Yo me pasé fumando la noche entera

 

Llego a casa sudando sacrificios

 penetro a mi mujer,

dulce mujer,

persiste mi farmacodependencia

a su abnegada vagina

la hago gemir cariños (también sacrificios).

 

A menudo ella le comenta

 a un Señor de Barbas Blancas

 que no está conforme con su suerte,

esa pena suya

 no tiene importancia

porque somos marido y mujer

hasta que los cuernos

de la incomprensión nos separen.

 

Mentí:

Llego a casa amanecido,

 pidiendo un frío chaulafán de perversidades,

 pero esta vez el amor no entró por la cocina.

 

Yo me pasé fumando la noche entera,

 me recogieron treinta cigarrillos

que se hicieron ceniza

 junto a la mañana.

 

Como han confiscado

 mis pertenencias

 empeñé mis huesos a los usurpureros.

 

Lo que ignora la mecánica: una porción del mundo celebra un bolero,  otra porción

 

baila como cucaracha elegante

 (porque nadie es puro a las doce y media a.m.)

 

Mis amigos pagan mi bebida

ellos entienden que estamos perdidos en la tierra

por eso son presuntos autores de mi religiosa vagancia.

 

Esto se vuelve desconcertante

 como un negro tocando saxofón en la penitenciaría

 (no seas quejumbroso:

 te dan la libertad de escoger la prisión que te guste).

 

Desconcertante, como la mirada de un burro.

 

Yo me pasé fumando la noche entera, la luna estaba llena y no quiso cenar

 

Penetro a mi mujer, dulce mujer y luego de esquivar puñaladas hambrientas y mezquinas quedo totalmente asombrado de estar vivo.

 

(De Delirium tremens, Editorial Eskeletra, 1993)

 

 

 

 

 

 

Dios, amor y muerte

 

A los muchachos del Taller.

 

Si hasta los muertos te humillaron

¿hacia dónde irás poeta cuando duermas?

no lo sabe el sol

que es un pensador incendiario

no lo sabe la lluvia

que es un sollozo largo largo

no lo sabe la noche

que es el refugio de pensamientos que sollozan

no lo sabe el hombre

que arde cae y recae.

 

Queda impune el crimen a la lírica

quedan los huérfanos envejecidos por la espera

la espera de la ternura difunta que regresa

cuando duermen

quedan los poetas llenos de premios

vacíos de talento

eso sólo queda ¡sólo eso queda? no lo sabe nadie.

 

El sufrimiento de ayer

hoy es una risa larga larga larga

imagino la cara que pondrán

Dios mío ante el sufrimiento

de mañana.

 

Por que los años enfermos de mi juventud no encuentran mejoría

Por que no viví yo mas la poesía vivió en mí

Por que no cesan los homicidios por amor los suicidios por odio

Por que penetré a mi ciudad sin amarla

y espero como mal padre el reconocimiento de sus hijos.

 

Dios verdadero intercedo por la multitud de tus misericordias

para el profeta que lleva la mentira en la saliva

para el profesor de moral que se masturba en nombre de sus discípulas                                                            

comprensión mucha comprensión

para el jovencito que se masturba en nombre de su maestra

misericordia para la viuda que alcanza la felicidad en el karaoke

el Infierno.

 

Por los alcohólicos anónimos

por Edgar Alan Poe y sus recaídas en beneficio de los genios

yo que voy hacia ti encarnizado por la duda

que fui humillado hasta por los muertos

ruego me alcance tu perdón

porque no vivo yo

vive en mí la poesía

y mata.

(De Soledumbre, varios autores, Editorial Mar Abierto, 2009)

 

 

 

 

 

Los asaltantes

 

Vagan por la Carretera Inmunda

             donde los cuerdos

predican a los locos

han visto a la luna

                        nadar sobre amantes licensiosos,

a la mar abrirse para Dios.

Hay de todo en una Calle de Nadie.

Las madres solteras

                            cosen para olvidar.

Sudan dos cuerpos adúlteros.

Sudan y se aman.

Hora en que los santos fornican

                           en su propio infierno.

Hora

en que la vergüenza invade al solitario

                         después de la masturbación.

Las hembras del ambiente

                                        usan nombres falsos,

                                                     penas reales.

Una niña abraza a su hija.

Arden cuerpos adúlteros.

Arden y se aman.

                         Tienden la sábanas conyugales.

Los asaltantes

se persignan, asustados ante la mirada del cielo,

(Sólo quedan ruinas del

                                          Museo de los Sentimientos).

El ingenuo se acerca

                                         con un pan en la billetera.

Los asaltantes esperan,

                                           ya acostumbrados

                                               a la mirada del cielo.

Saben

                  que hay de Todo en una calle de Nadie

 

(De Con unas arrugas en la sangre, Editorial Mar Abierto, 1997)

 

 

 

 

 

MARIALUZ ALBUJA BAYAS

 

 

Quito, 1972. Ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar (1997), Llevo de la luna un rayo (1999), Paisaje de sal (2004), La voz habitada (coautora, 2008) y La pendiente imposible (2008), obra premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador. Su poemario Detrás de la brisa ganó Mención de Honor en el concurso nacional César Dávila Andrade 2011. Sus textos han aparecido en revistas literarias y en antologías nacionales e internacionales (Argentina, México, España, Venezuela, Perú y Canadá). Es traductora del inglés y del francés. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, al francés, al portugués y al euskera.

 

 

 

Colina al final de la playa

 

el mar en tus riscos golpea los cuerpos

que ayer olvidaron los pájaros.

 

Montículo herido

¿Quién bebe en tus manos de lodo?

¿Quién limpia tu sangre?

¿Quién besa los ojos de tus ahogados?

 

Señal inequívoca del ascenso

edificada sobre los ecos de la pendiente

sostienes ciudades

o restos de ellas

la sal te corroe la cara.

 

¿Quién llega en la noche a cerrarte los párpados?

¿Quién viene a llevarse tus muertos?

 

Acuérdate a quién le arrancaste la voz.

 

 

(De: Paisaje de sal, Quito, Libresa, 2004)

 

 

 

 

El frío me araña los huesos.

 

Padre, me has desterrado.

Voy en busca de un lugar para quedarme

y sólo me encuentro con las colinas donde se eleva tu casa en el horizonte.

 

No sabes que ya no soy yo,

que hace tiempo me dejé esperando un tren que jamás llegaría,

que una tarde me abandoné en un mercado repleto de gente

mientras mi boca se perdía en las delicias de la fruta.

 

Ahora tú me echas.

Pero no sabes que ya no soy yo

que hace tiempo me abalancé bajo las ruedas de un coche

que una mañana desperté en otra tierra

y sólo volvió mi vacío.

 

A veces me espanta la noción de mi cuerpo

llamándome desde ese lugar al que no tengo acceso.

Sin embargo pueden ser bellos el destierro y el abandono

como lo son las gotas de sangre en el cristal destrozado por un puño.

Como lo es mi dolor brillando en la oscuridad.

Él será la tierra ambulante que habrá de sacarme a flote

cuando todo lo demás comience a hundirse.

 

Me has desterrado, padre.

Tal vez sea justo.

Pero hace tiempo que ya no me importa saberlo.

 

 

(De: La pendiente imposible, Quito, Abya-Yala, 2008)

 

 

 

Bastaría con que el correo

-en el que envío cartas y fotografías a mi madre-

se extraviara.

Bastaría con que se cayera el avión que me debe llevar dentro de poco a mi ciudad

para que junto conmigo desaparezcan los diarios,

los poemas, las fotografías, sus negativos

y toda evidencia de mi existencia terrena.

Permanecería en la memoria de quienes me quieren

mientras no les diera un infarto cerebral, como le ocurrió a mi abuelo,

que olvidó el sabor de la naranjilla, su propio nombre y hasta el rostro de mi abuela.

 

Sin embargo aquí estoy,

atesorando las voces de mis hermanos,

jugando con ellos en un parque donde nunca estuvimos de niños,

invocando a mis padres,

dibujando mi sombra en los fragmentos que me quedan de su errancia.

 

Y no importa que después ya nadie sepa de nosotros,

pues el absoluto es hoy,

y en su fuego de relámpago

brillamos.

 

(De: La pendiente imposible, Quito, Abya-Yala, 2008)

 

 

 

 

 

Te duermes.

Regresas a casa.

Tu madre baña a tu hermana tierna.

Su risa infantil se refleja en el agua, llenándola de uvas, de pétalos nuevos.

Tu hermano se ha lastimado las rodillas

su sangre gotea en la arena.

Tú, del otro lado, te aferras a la maleza.

Un remolino se abre bajo tus pies y te llama.

Despiertas.

 

No tienes ya tierna hermana

ni hermano pequeño a quien las rodillas le sangran.

Tienes casi treinta años,

una hermana que es madre,

dos hermanos que ya no recuerdan la infancia.

 

Has visto ciudades rodeadas de muros

donde invisibles las olas anuncian la luz.

Has vuelto a soñarlo.

Deseas ser hija

sentir el calor de tu madre dormida

pasar todo el día en la casa del valle

mirando los aguacates lustrosos que cuelgan tímidamente de los árboles del jardín,

las mariposas que pierden el rumbo, igual que tú,

entre la huerta y el mundo.

 

Deseas ocasionar la catástrofe que te permita ser, otra vez,

la pequeña que escribe poemas.

Deseas convertirte en la loca de la familia

en la perdedora feliz y risueña

que puede sentarse a mirar el silencio

porque es incapaz de otra cosa

pero no tienes ya tierna hermana

ni hermano pequeño a quien las rodillas le sangran.

 

Has visto ciudades cubiertas de insomnio

donde la lluvia se estrella y sacude la tierra.

Un remolino se abre bajo tus pies y te llama.

Despiertas.

 

(De: La pendiente imposible, Quito, Abya-Yala, 2008)

 

 

 

 

 

Anochece y me entrego.

Quisiera atrapar con mis manos la China del Norte

sus restos fragmentados por la memoria

que no sabe cómo volver al portal

donde una joven asiática vendía bebidas frente a los sumideros de la ciudad.

La ciudad que detuve en fotografías

sin la locura de su realidad descomunal

sin el olor de sus esquinas inundadas de basura

sin el concierto de sus plazas y veredas.

 

Me entrego al velo de la nostalgia.

Una caricia de copos blancos me roza

como una nieve de fantasía cubriéndome los ojos.

Me dejo besar por las flores que caen.

Soy una flor estropeada por las lágrimas.

Llevo un anillo de bodas en la mano izquierda

pero me siento más sola que nunca.

Pedaleo entre los autobuses y miro mi sombra reflejada en el asfalto.

La veo fragmentarse sobre los bordes de las alcantarillas

y me pregunto quién se la traga.

 

Jamás podré ser como antes.

No escribiré ya las mismas palabras.

No leeré los mismos poemas en un libro

se me habrán extraviado entre las páginas

y otros ocuparán su lugar

como hay otra que ocupa mi cuerpo.

 

Debajo de la tierra descansa la intensidad que un día se me desbordó.

La busco entre los transeúntes del Asia Lejana.

La sigo buscando este instante

acaso perdida en la línea final de la noche.

 

Pero amanece.

Y estoy de regreso.

 

(De: La pendiente imposible, Quito, Abya-Yala, 2008)

 

 

 

 

 

CARLOS GARZÓN NOBOA

 

 

Quito, 1972. Es Poeta y pintor. Fundador y Editor del Periódico de Poesía. Su obra literaria consta en varias antologías y revistas nacionales y extranjeras. Es autor de los libros Erial (2003), y coautor de La Voz Habitada:, (siete poetas ecuatorianos frente a un nuevo siglo, 2008). Ha sido invitado a varios encuentros literarios dentro y fuera del Ecuador.

 

 

 

 

POESÍA

 

Y todos cuantos vagan,

de ti me van mil gracias refiriendo

San Juan De La Cruz

 

 

Quise crear tu cuerpo con el don de los cánticos:

inasible barro para esta voz mutilada.

 

¿Hasta cuándo serás aquel no sé qué que que-

da en mi garganta?

 

 

 

 

 

OBRAJE

 

Es tu voz desgarrando cada verso.

Es entrar maniatado en la contienda.

Es el lobo al mirar nuestro reflejo.

Es la zona del fuego que no quema.

 

Es la línea ilegible de la mano.

Es errar sobre páginas desiertas.

Es la herida en la frente del hermano.

Es el Hijo en el vientre de la Bestia.

 

Es el inútil oficio del paria

que, en silencio, remienda este poema.

 

 

 

 

SUDARIO

 

En este papel

yacía un poema.

 

¡Aquí está la prueba!

 

 

 

 

MÍSTICA

 

¡No le toques ya más,

que así es la rosa!

 

J. R. J.

 

Mis manos despiertas:

arbustos resecos

que buscan en sueños

la flor del poema.

 

¿Será una certeza

sentir que mis manos

deshojen sin tacto

la rosa perfecta?

 

 

 

 

 

 

 

QUE DESPIERTE EL CANTOR

A Rafael Alberti

 

 

Este viejo poeta,

en un bosque talado,

sueña que, niño,

desenjaula su canto.

 

Con el alba en la voz,

resucita a los árboles;

y su canto es el trino

de algún río sagrado.

 

Arboleda perdida,

entre tus manos,

ya comienza a brillar

el primer fruto.

 

 

 

 

RÉQUIEM

 

     El músico se acercaba al final de la partitura. En cuestión de minutos, sería un instrumento roto bajo tierra. “Algo habrá que hacer”, pensaba este hombre concebido por claves y bemoles. Sus orejas de corcheas no se resignarían al silencio después de toda una vida escrita en pentagramas. Sin embargo, para el decisivo instante, el músico estuvo ya preparado. Y, a las tres de la tarde, murió con una sonrisa y una melodía en la memoria.

 

     Transcurridos algunos años, empezó a brotar de su tumba aquella melodía. Los habitantes del lugar, al percatarse de este hecho, propagaron la noticia por los pueblos aledaños. Desde entonces, muchos conocidos y forasteros acudían todas las tardes para escuchar el misterioso concierto. Hasta que, cierta noche y con afán de esclarecer tan rotundo engaño, el sacerdote del pueblo decidió profanar la tumba del músico. Y, en efecto, al abrir la fúnebre caja musical, no encontró ningún milagro: sólo las flautas blancas de unos dulces huesos.

 

 

 

 

GRAVEDAD

 

El círculo se cierra.

Saltemos hacia dentro

con los brazos abiertos

para recibir nuestro cuerpo.

 

 

 

 

VANIDAD

 

A Arthur Rimbaud

 

Página en blanco,

aún no soy digno de ti.

 

 

 

 

 

 

ANA CECILIA BLUM

 

 

Guayaquil, 1972. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales. Fue tallerista de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. Ha ejercido la cátedra en Lenguaje y Comunicación a nivel superior. Ha publicado los poemarios Descanso sobre mi sombra, (1995), Donde duerme el sueño (2005), La que se fue, (2008) y Libre de espanto (2012). Ha colaborado con algunos suplementos literarios del país. Desarrolla una intensa actividad literaria y de promoción cultural. Sus textos poéticos se incluyen en diversas antologías nacionales y extranjeras. Ha sido ganadora de varios premios y menciones. Actualmente se especializa en Lengua castellana en la Universidad Estatal de Colorado. Reside entre Ecuador y los Estados Unidos.

 

 

 

 

LA QUE SE FUE

 

Camina en otras calles.

Sucumbe en otra lengua.

 

Lejos de su casa,

escoltada por el anonimato,

con la alforja vacía de país y herencia

asiste

al velatorio del espejismo.

 

Entre los monumentos de la muerte

ha olvidado:

de qué savia está hecha su sangre,

de qué oficio se yerguen sus huesos.

 

No quiso retornar cuando pudo,

es tarde

para alcanzar las carabelas.

 

Lo que dejó

se lo comió el apetito de la ausencia.

 

Volver al mismo mar

es volver al desencuentro.

 

(De La que se fue, 2008)

 

 

 

 

 

LAS NIÑAS BIEN

(Puerto de Manta, playa El Murciélago.)

 

 

Con la nieve asoman

las mañanas junto al mar de Manta

cuando el colegio apestaba

y nos íbamos

a patear las olas

entre sorbos de ron.

 

Debajo de las palmeras

los quiosquitos fueron

cocos inmensos

y las chicas de colegios nocturnos

que allí atendían

nos regalaron

el ojo de la envidia.

 

Si acaso hubiesen sabido

que detrás de nuestro buen nombre,

detrás de nuestras risitas

y poses de clase,

adentro, en las mochilas caras

se agazapaba la miseria.

 

Allá en el Murciélago

hicimos juramentos de olas:

largarnos algún día.

 

Ahora, lejos

en estos campos de greñas gélidas,

recuerdo esas arenas calientes

donde el sol se divertía

y nosotras nos pasábamos

el último cigarrillo…

 

(De La que se fue, 2008)

 

 

 

 

 

DE MUSOS E HIDALGOS

 

Ellos, los que quisieron beber sangre en mi garganta, los que nunca perdonaron haberme escapado de la orgía. Ellos, un día repartieron invitaciones al entierro, entonaron cantares de muerto, prepararon el baúl para los huesos, se inventaron el plagio de los ecos, apostaron robarme para siempre la palabra, ahogar  la certeza del talento. Ellos, los dioses de cera,  todavía duermen en la misma aldea, y conspiran los mismos males; mas mi verbo, hoy, lejos, desde otro mundo y otro tiempo, libre del espanto, ya prueba su venganza.

 

(De Libre de Espanto, 2013)

 

 

 

 

ILEANA, MUÑECA INMENSA DE POCOS CABELLOS

 

Edificamos nuestras tardes, con la devoción teatral de la poesía. Arriba, las conversaciones largas; el aliento corto de la ciudad, abajo. Un día, cuando La Muñeca ya no pudo levantarse, llegué a su lecho, y le susurré sobre el llamado de las tierras frías. Me marché entonces con un beso en la mano y la certeza de su venia, aun cuando los inequívocos presagios del tarot la desafiaron. Hoy, en esta tarde que ya no es nuestra, la recuerdo. La recuerdo desde la extraña plenitud de las horas, en lo alto, donde después de la estatua hay otra estatua luminosa, en la isla que es solo la isla gritando en la distancia, en el arpa salobre de los días detrás de un tristísimo triángulo que canta. La recuerdo..

 

(De Libre de Espanto, 2013)

 

 

 

LA NIÑA DE LAS MANOS CHUECAS

 

Yo no tenía zapatos y me quejaba hasta que conocí a un hombre que no tenía pies

 (Proverbio Hindú)

 

Sus manos están siempre frías. No importa la temperatura de adentro o de afuera, ellas van con frío y vas a sentirlas así si tú las tocas. Sus manos son pequeñas, y una más pequeña que la otra; son extrañas, no son comunes, no son como todas las otras manos del mundo. Sus manos se mueven diferentes, se caen para un lado y para el otro con un ritmo torpe, errático, seco. Apenas tienen fuerza para las más elementales labores diarias, pero lo logran, y aún más, poseen el carácter para golpear el teclado, inventar historias, trazar garabatos. Sus manos a menudo juegan y sonríen y pintan y cantan y preparan el té; pero también lloran y gritan y se retuercen de ira y rompen tazas. Sus manos podrían asustar si las miras muy de cerca, son feas, bastante chuecas, doloridas y rebeldes; pero son sus manos y ella las quiere, las acepta; son las únicas que tiene, y aunque no sean suficientes, bonitas o completas, existen, existen, y son suyas.

 

(De Libre de Espanto, 2013)

 

 

 

LA FOTOCOPIA

 

Tócame con tus ojos de cenizas azules,

con las sílabas que saltan de tus teclas,

desde la cima de un monstruo verde,

desde el fondo de una grieta congelada.

 

Tócame a través de una hoja,

esa fotocopia de las claves cotidianas

que te toca de una esquina

que me toca con la otra

y que en su existencia de hoja simple

de hoja única

de hoja rota

rayada

loca

 

nos deja tocarnos

 

me deja que te toque

 

porque al mismo tiempo

te toca

y me toca.

 

(De Libre de Espanto, 2013)

 

 

 

 

 

JULIA ERAZO DELGADO

 

 

Quito, 1972. Es periodista. Ha trabajado en la cátedra universitaria. Dirigió el centro cultural Galería Imágenes (1997-2000). En la actualidad colabora en el Periódico de poesía del Municipio de Quito. Sus textos han aparecido en importantes revistas ecuatorianas y extranjeras y en antologías de la lírica ecuatoriana actual. Es coautora del libro La voz habitada, Siete poetas ecuatorianos frente a un nuevo siglo (Quito, 2008). Ha publicado el cuaderno de poesía Imágenes de viento y de agua (2008) y el libro Verbal (2008). Ha representado al Ecuador en eventos poéticos en Ecuador, España, Venezuela y Colombia.

 

 

 

felicidad

 

una flor bordada

 

llena el espacio

ahuyenta las distancias

 

aún en el tambor

en el vacío

en la nada

 

aún hilo

en la rueca que da vueltas

 

 

 

 

 

imagen

 

la vida un palomar

 

plumas negras

gráciles

deformes

 

volando en todas las direcciones

 

 

  

 

 

el agua espejismo

 

la luna y las estrellas miran el agua de la tierra

 

el agua abre sus ojos sobre la montaña

se desborda como un vestido de encajes

cubre el vientre del planeta

 

el cuerpo de un hombre es de agua

aún quedan algunos  pozos de los que beber

la sed nos alcanza velozmente

 

el agua de la tierra mira la luna y  las estrellas

 

 

 

 

 

desiderativo

 

leer el horizonte

 

aferrar las raíces a los ojales de la tierra

 

dialogar con la vida

 

construir una transparente vecindad

 

en medio de la comarca de su oquedad

 

 

peligrosamente frente al abismo

 

 

enorme mar de piedras y fósiles

que no alcanzamos a humedecer

 

 

  

 

 

ruido salvaje

 

el invierno sepulta tus huellas irremediablemente

 

una araña recupera sus hilos sueltos 

unos pies corren descalzos por la casa

 

no quedan rastros de ti

solo un poco de azúcar derramado sobre la mesa

 

 

 

 

 

fantasmas

 

algunos girasoles crecen en el centro de mi casa

parecen no necesitar del sol

 

miran mi rutina de absurdas lecturas

giran su cuello desde el sofá rojo hasta la cocina 

 

vuelven a dormir

 

 

 

 

aroma

 

                              a Josué, recuerdo de agua

 

ocurren las horas los días

una tormenta

el hambre la sed

 

no estás

 

sabanas africanas

la aurora el ocaso

 

una leona

tras una cálida presa

 

aspiro tu aliento

guardo la flor del baobab

 

a pesar de las sombras

la caza se consuma

 

 

 

 

espantapájaros

 

deseas

una jarra de té hirviente sobre la mesa

encuentras una estela de polvo y polillas

 

deseas

un timbre que anuncie visitas halagüeñas

no hallas la puerta ni la ventana

 

deseas

una copa con bebida fresca

un desierto te ha dividido los labios

 

los lugares que no te conocieron te reclaman

las esquinas que te vieron pasar no te conocen

 

alguna vez apareces

cargando tus bronquios secos

 

alguna otra

tu alma de espantapájaros

tu crucifixión

 

ha claudicado la velocidad de tus palabras

la novela de aventuras que inventaste

 

has muerto

 

 

 

 

FREDDY PEÑAFIEL LARREA

 

 

Quito, 1972. Es periodista, profesor de Literatura y editorialista. Ha publicado Del amar, de la mar (1995), Del asombro de la sombras (1997), Anzuelos (2003), Presagios (2009) y Transitares (2013). Ha sido galardonado con el primer lugar en el concurso “Escribir y Publicar” (1997), segundo lugar en la bienal de poesía “Jorge Carrera Andrade” (1995) y mención especial en el concurso de poesía “Hugo Mayo” (1995). Su obra consta en múltiples antologías de poesía.  

 

 

 

 

la mujer que oigo

 

cuando ella llega

escucho el sonido del papel de regalo que se rompe

cuando yo tenía cinco años

y esperaba un regalo más grande que mis manos.

 

 

(De presagios, 2009)

 

la casa de los abuelos

 

pelo cortado a mate

comedor enorme donde entraba toda la familia

y los recuerdos de todos y algunos fantasmas

a un lado

maíz tostado y jugo de naranja siempre

las vacaciones las pasaba en casa de los abuelos

en el cuerto en que mi abuelo escribía

lo miraba trabajar

leer

escoger discos

y yo alelado

en lugar de salir a jugar

acompañaba a mi abuela en la cocina

y me encerraba en el cuarto de los libros

leía todo y muchas veces

mi abuelo tenía su sillón propio

le encantaba escribir

y llevarme al peluquero

desde su balcón se veía pasar la ciudad…

 

(De transitares, 2013)

 

 

 

 

 

poema de parís

 

dentro de las agujas de reloj

el tiempo líquido me obliga a crecer

camino desandado

imágenes de otros poetas

laberintos que me rodean

silencios de cantantes que me gustan

y después

el silencio

el propio

el del latido del corazón

sabores perdidos en los mapas de una historia

que nunca es la misma

 

(De transitares, 2013)

 

 

 

 

ayahuasca

 

se reúnen los apóstoles

encienden un tabaco de maíz

el más anciano y el más sabio tocan tambores sagrados

a lo lejos un cóndor saluda la llegada del humo sagrado

beben plantas sagradas

bailan

salen por la puerta del sol

y escriben…

 

(De transitares, 2013)

 

 

 

sol

 

“sous les pavés, la plage”, nanterre,  mayo 1968

 

debajo de la arena de playa no están los adoquines de parís

los hemos buscado

cavado

barrido

soplado

 

y por más húmedo que esté el sol

bajo esa arena, no está parís

 

 

(De presagios, 2009)

 

 

 

 

infierno ocho

 

una presentación de libro

una exposición de pintura

-cualquier hecho que reúna a más de una persona, me es insoportable-

las sillas lejanas están ocupadas

y las voces que preguntan

por uno

por una

por un dos

quisieran ser ahogadas en fuentes de agua mineral

empujadas de puentes de jardines japoneses

ahorcadas en bonsais

 

no quiero un grupo

donde haya más de una persona

yo me basto para hacerme

insoportables compañías

y preguntas

 

busqué un bonsái la semana pasada

y al no encontrar a quien ahorcar

solo lo aplasté con el pie

y, sonriendo tras mucho tiempo,

salí.

 

 

(De presagios, 2009)

 

 

 

anzuelos taoístas

 

3

 

las olas van hacia el centro del mar

regresan

los peces lo saben

esperan.

 

 

4

 

cuando el universo no existía

la luz

la sombra

el viento

y el fuego

vivían abrasados en un punto luminoso

 

vinieron la lluvia

truenos

tormentas

mercurio cayendo del cielo

 

el punto luminoso se mantuvo

 

una mañana

viniste despistada

soplando sobre tu pastel de cumpleaños

el orden primero se deshizo

el universo dijo agú

 

 

(De anzuelos, 2003)

 

 

 

quito

 

tus manos acariciando mi cuerpo

los rumores de los carros

            por las avenidas que se van

un poste de luz nos enceguece de repente

            un gato se desliza

            debajo de las alcantarillas

 

un guardia dispara al aire

botellas se rompen llenas de borracheras abandonadas

 

una puerta se abre

ciudad se cierra

 

las luces de plástico reemplazan las luces

                                                           de las estrellas muertas

 

el ejido está en reparación de nuevas flores

los amores eternos

            por fin

                        se evidencian con la duración

                        de un segundo

 

la lluvia ya no nos moja

desde que aprendimos a utilizar el paraguas

 

esta ciudad cenicienta se va definitivamente a la mierda

gritó

un segundo antes de saltar a las vías del tren

un niño gato que nunca había visto una ciudad

con tantas hormigas

y tantos silencios

como ésta.

 

(De anzuelos, 2003)

 

 

 

 

FRANKLIN ORDÓÑEZ LUNA

 

 

Loja, 1973. Licenciado en Ciencias Sociales Políticas y Económicas y en Lengua y Literatura. Especialización en Filología Española en la Universidad Complutense de Madrid. Fue Coordinador del Taller de Literatura de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay. Libros de poesía: Mapa de sal, (2001),  A la sombra del Corsario, (2004),  A cambio de monedas o palabras, (2007), Del Neo José y otras historias, (2008). Reside en Cuenca. Se desempeña en la cátedra y el periodismo. Textos poéticos suyos han sido publicados en España, Argentina, México, EEUU.

 

 

 

 

RUM TUM TUGGER

 

 

Para Juan Diego, entre Jesús y Madonna.

 

I
Cabrón, volverás cuando la ciudad esté a oscuras. Perro de la dicha.
Desde el tejado, pediré permiso para arribar al lecho de tu corazón.
Sube, baja, trepa. Encadémonos con los brazos hasta el amanecer.

 

 

II

Porque tu corazón es una grieta.
Porque escudriñas en la noche y tus cuchillos son música en mis labios.
Porque asomas en mi tejado cuando te place, tomas posesión de mi carne, mis huesos; desnudos clavamos el amor donde nos da la gana.
Porque te aterra mi historia de Jesús y los gladiadores (Tonto, la inventé para ti, para que te ames en mis palabras)

 

III

Te he dicho que el silencio es música en tus manos.
Que dormido cuelgas las alas y te enroscas en mis brazos.
Volverás cuando la ciudad esté a oscuras. Me engatusarás hasta el amanecer.

 

 

 

 

 

 

A pesar de que la ciudad esté envuelta en chatarra y ruido,

furia y veneno.

De que la gente grite,

retroceda y lastime con sus heridas abiertas.

De que la luz esté distante y solo atesore el recuerdo

(el amor envuelto en pirámides y serpientes)

A pesar de que mi vientre se retuerce con el peso de la muerte,

sí, estoy aprendiendo a ronronear.

 

(De Neo José y otras historias, 2008)

 

 

 

 

Ven
acércate
escucha el delfín que navega en mi vientre

 

(De Mapa de Sal, 2001)

 

 

 

 

 

AUTORETRATO

Momificaré el pasado y lo enterraré
En las catacumbas de mi corazón
Inventaré un alfabeto y en las paredes
Contaré mi historia.

 

(De Mapa de Sal, 2001)

 

***

 

Carne, solo carne, estoy lleno de otros cuerpos, sudor,
esperma malsano.
Los dioses son de paja y han caído en mi barro.
A quién pedir un pedazo de cielo donde derribarme.

 

 

(De A cambio de monedas y palabras, 2007)

 

 

 

 

MANUEL

 

Vale la pena haber nacido / sólo por oír pasar el viento, dice Pessoa;
yo prefiero las cadenas de tus labios,
tus manos como garras,
tu esperma por mi sangre.

 

(De A cambio de monedas y palabras, 2007)

 

 

Aún es tibia tu desnudez en mis labios.
la hierba de mi corazón guarda tu rastro.

(De A la sombra del Corsario, 2004)

 

 

 

 

 

 

PLEGARIA

Lléname con tu licor. Embriaga mi vientre.
Soy pradera: deja tus cometas al viento.

(De A la sombra del Corsario, 2004)

 

 

 

 

 

CHUECA

Qué importa tu nombre
si en aquel portal,
desnudos,
aún se besan nuestros labios.

(De A la sombra del Corsario, 2004)

 

 

 

KEANU REEVES

Sabes a mares del sur
ceniza de marihuana.
Llego a tus nalgas.
Qué importan los versos,
la música, Manhattan.
Qué importan las torres desplomadas,
el sur comiendo cieno,
el vacío de los desterrados.
Qué importa el mundo
soy pez de tu mar en llamas.

 

(De A la sombra del Corsario, 2004)

 

 

 

 

 

CARMEN INÉS PERDOMO GUTIÉRREZ

 

 

Esmeraldas, 1973. Es Periodista. Es autora de los poemarios Silencio en llamas, 2005, Naufragio del Canto, 2008, Tempestad en la Floresta, 2013. Consta en las antologías: Mujeres poetas en el País de las Nubes, México, 2005-2006; La voz de Eros: dos siglos de poesía erótica de mujeres ecuatorianas, 2006; Antología de poesía Rayentrú, Chile, 2007; Nueva Poesía Hispanoamericana, Madrid, 2007; Antología poética Cascada de flores, Chile, 2008, la voz habitada. Siete poetas ecuatorianos frente a un nuevo siglo., 2008, Antología Poesía en Paralelo Cero 2010, Antología Poesía ecuatoriana contemporánea. De César Dávila Andrade a nuestros días, 2011,  Poetas de la Mitad del Mundo (Antología de poesía escrita por mujeres ecuatorianas), 2013. Mención de Honor en Poesía en el Concurso Internacional Editorial Novel Arte  “2008 de Arte y Letras”, Córdoba- Argentina, 2008.

 

 

 

 

PÁJARO HERIDO

 

Descansan, sobre mis manos,

abatidos pensamientos:

ocultos a la mirada

de los dioses.

 

Como crear o desvanecer entre sombras

un engañoso templo,

una palabra destruida entre los labios.

 

Soy un cuerpo incierto

que se levanta de las tinieblas

hasta volverse angustia,

melodía silenciosa

que danza en este desierto

como un ave

que en su vuelo se deshoja.

 

 

 

 

 

CÁNTICOS DE INVIERNO

 

Como una gran fogata,

la pradera se avizora 

en un pálpito.

 

Viene mi nostalgia:

harapos de hojas,

sueño,

            olvido,

                        llanto,

campanadas de horizonte,

                                          trinos,

en la bóveda lluviosa  

de mi melancolía.

 

Llevas en los párpados

el mensaje de los cánticos.

 

Como gotas

siento que gimes,

                            huyes.

 

Mis alas frágiles,

                           tristes,

se sumergen

en un puñado de lágrimas.

 

Son turbios los rincones del crepúsculo.

 

Una mentira

sujeta la hoja.

 

 

 

 

OTOÑAL

 

I                                                             

 

Vuelve el cálido céfiro

a los lagos de invierno de la tarde.

 

II

 

Observé al sol desplomarse

en los ojos de los náufragos.

 

 

III

 

No retrasé el destino

en la mirada del caminante

a la hora del ángelus.

 

 

IV

 

Hojas caen

sobre palpitantes restos.

 

V

 

Salvé su halo

mas perdí sus huellas.

 

 

 

 

RETORNO

 

Huyen agónicas por el atardecer.

 

Vibran sus cuerpos sobre la espuma.

 

Se detienen en el último rayo.

 

Besan el mar con sus alas.

 

Se deslizan sobre la arena desnuda.

 

Revolotean bajo la lluvia.

 

Dejan sobre el silencio un trino inexplicable.

 

 

He narrado antiguas historias.

Mi existencia busca su nombre

y el sueño ofrece un lecho

para abrirse como pájaro.

 

 

 

 

 

 

Una hoja,

            no lejos del viento,

            golpea mi boca.

Cae

en la delicada lluvia de las palabras.

 

 

 

 

 

 

Las palabras se cubren de pétalos.

 

El fulgor del cuerpo

lleva la flor.

 

 

 

 

Cuando florezca un verso

danzaré en el fuego

y sus lenguas atraparán

mi sombra.

 

 

 

 

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