Diana Caballero nos muestra el trabajo del artista plástico Aitor Saraiba, (Talavera de la Reina, Toledo, 1983) Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Cuenca. Ha participado en proyectos artísticos para el museo Thyssen-Bornemisza, el MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León), entre otros; además de haber expuesto en una larga lista de galerías desde el 2007 en países como España, Portugal y México.
No hay tiempo para frivolidades.
John Berger
Sea por motivos estéticos, simbólicos, prácticos o incluso económicos, la ilustración hoy por hoy es uno de los soportes artísticos más utilizados.
La manera en que Saraiba asume y construye su arte es singular, -cerámica, ilustración, pintura, foto, murales y libros- son un despliegue de emociones, como él menciona en su autopsicobiografía, su obra es un “robo al múltiple”.
A sus escasos 30 años, Aitor Saraiba ha hecho de todo un poco, no sólo los poetas publican libros y no todos pueden presumir de tener más de ocho publicaciones entre las cuales cuentan tres hermosos tomos: el primero del 2011 bajo el título El hijo del legionario, en 2012 su segunda novela gráfica titulada Pajarillo y Nada más importa del 2013, todos de una serie de narrativa autobiográfica que el mismo autor describe como un viaje a través del tiempo y los recuerdos. En una entrevista para el diario ABC el artista refiere el núcleo de su última publicación: “Un libro con banda sonora que además tiene un playlist al final… El libro busca hacer más fiera a la sociedad. Y me gusta cómo la música se posiciona aquí. Ha sido el hilo conductor de mi vida y se merecía un homenaje”.
Además de las publicaciones anteriores, tiene seis libritos (como él los llama), dos autoeditados y uno que destaca por la utilización de colores, Miradas en el museo Thyssen, el cual nació de un proyecto entre el Museo y Nintendo.
En los libritos encontramos ilustraciones de sus ídolos favoritos, a contarse entre ellos el súper héroe Batman o la cantante Alaska. Un poco de crítica, un poco de sarcasmo y hasta un poco de sadismo habitan sus ilustraciones, el artista se vuelca en la sociedad contemporánea para desplegar dibujos dedicadas al retrato de Madonna en un charco de sangre o bien emitiendo un juicio sobre las actividades del día a día.
Saraiba trabaja con la ausencia, la ficción, las preguntas de la existencia y retoma en definitiva elementos freudianos del “yo”, todo, bajo una pregunta constante ¿Es posible contarse realmente a uno mismo?
Es de los pocos artistas que se toman la molestia de traducir su interior al exterior ―al unir sueños, reminiscencias y viajes―; de lidiar con emociones tan comunes, que pudieran parecer triviales pero que al final del día son lo que tocamos. Cuando vemos una ilustración de Aitor, encontramos un sitio en el que hemos habitado también, en el peor de los casos sino has estado ahí, te buscarás y algún día te encontrarás.
Su trabajo tiene un aparente estilo infantil, que en realidad no guarda nada de infantil, ¿Su fortaleza? las palabras, todas las frases que acompañan su trabajo, expresiones duras, mensajes entre líneas, versos espontáneos. Saraiba dibuja, escribe y piensa en los recorridos existenciales plagados de alegría, dolor, vacío y nostalgia.
Aquello que parece tranquilo en el trabajo del ilustrador, no es para nada algo tranquilo, sino todo lo contrario, el artista analiza de manera mesurada y el resultado es un juicio feroz sobre la visión de la posmodernidad, no sólo en su alcance artístico sino también en lo social.
Su obra está plagada de referencias iconográficas que van desde la poesía hasta el heavy metal.
El dibujo y el texto son para el artista instrumentos que lo conectan directamente con el inconsciente, en sus palabras: “mi relación con la técnica es muy cerrada, muy íntima, el espectador tiene la tarea implícita de descifrar
símbolos, fijarlos dentro de mi propia iconografía y mi propio universo”.
El trabajo de Saraiba se empapa de todo aquello que acontece diariamente, de las historias ordinarias que suceden en la calle. Él vuelve a hablar en sus ilustraciones, de temas que la sociedad actual ha decidido tachar o esconder bajo el pudor, su proceso es orgánico, piensa y ejecuta todo el tiempo, lo observamos en el uso de los colores, el tipo de bolígrafo, los tachones. Al artista lo delata el tiempo y es algo que el lector de su obra puede verificar, las más de 650 páginas en su conjunto son una calca. Lo anterior hace difícil seguir las huellas del artista, su producción es grande y ágil, muy ágil; digamos que mientras yo escribo, Aitor ya ha dibujado algo nuevo y así consecutivamente.
Por si fuera poco, Saraiba se da tiempo de hacer actividades con la gente, su iniciativa “Sanar Madrid, el dibujo como curación”, ha sido una de las más originales, el ilustrador utilizó el arte como un procedimiento de sanación espiritual y mental. En el planteamiento de un juego poético, un desconocido contaba su historia mientras otro intentaba hacer un dibujo para solucionar su problema, se establecía entre los participantes algo curativo tanto para quien dibujaba como para el destinatario. El artista nunca ha vuelto a repetir dicho proyecto pero la idea es en sí algo maravilloso.
Sí han quedado prendados del trabajo de Saraiba, les recomiendo que visiten su página: www.aitorsaraiba.com
Les garantizo que se enamorarán aún más de toda su producción.