Ha muerto Emmanuel Carballo

 

Poeta, narrador, impulsor de editoriales y revistas, Emmanuel Carballo es el mejor crítico mexicano en la segunda mitad del siglo XX . Murió a los 87 años. Presentamos aquí un ensayo de Juan Domingo Argüelles con fotografías de Pascual Borzelli Iglesias.

A continuación una crónica gráfica del homenaje nacional que recibiera Emmanuel Carballo en julio de 2009 en el Palacio de Bellas Artes.

 

 

 

Una manera de vivir distinta*

 

 

 

Emmanuel Carballo 1 Foto PBI

Soy en las letras mexicanas una figura molesta pero necesaria. Mi papel se presta más a la censura que al elogio. Y es natural, el crítico es el aguafiestas, el villano en la película del Oeste, el resentido, el amargado, el ogro,  y la bruja de los cuentos de niños, el viejo sucio que viola a la chica indefensa, el maniático, el doctor Jekyll y mister Hyde; en pocas palabras, el que exige a los demás que se arriesguen, mientras él mira los toros desde la barrera.

Emmanuel Carballo 10 Foto PBI

Si lo anterior fuera cierto, el oficio del crítico estaría más próximo al mundo de la delincuencia que a la ley de responsabilidades. Y yo creo que la crítica es (o debería ser) una profesión como otra cualquiera, con sus derechos y obligaciones.

 Emmanuel Carballo 6 Foto PBI

El crítico tiene la obligación de probar que sus juicios son ciertos, que no habla de memoria sino que, por el contrario sus ideas están respaldadas por la realidad estética de la obra que analiza. Por otra parte, tiene el derecho de decir lo que piensa tal como lo piensa, sin eufemismos, sin presiones, en voz alta y con toda la boca. Si yerra, que las letras mexicanas se lo reprochen; si acierta, que aplacen su sentencia de muerte y lo dejen vivir en paz sus contados días.

 Emmanuel Carballo 2 Foto PBI

En México, para mi desgracia, y a todos los niveles, la crítica es una actitud nefasta, subversiva, que atenta contra las tradiciones, y en último caso, contra la seguridad nacional. La crítica es un delito, o más bien una suma de delitos, cuyo único propósito consiste en negar la acción cotidiana y patriótica de una pandilla de muchachos buenos y sustituir ese hecho, ante los ojos del público, con elogios desmedidos a un reducido grupo de terroristas que desea implantar en México la literatura de nuestros días.

Emmanuel Carballo 7 Foto PBI

Mis simpatías, no debo ni quiero ocultarlo, están con los disidentes, los subversivos, lo que luchan por implantar una manera de vivir distinta. En los momentos más significativos de sus vidas como escritores, José Vasconcelos y no Antonio Caso, José Juan Tablada y no Efrén Rebolledo, José Gorostiza y no Jaime Torres Bodet, Octavio Paz y no Rafael Solana, Juan Rulfo y no Ricardo Garibay, entre muchos otros dilemas que podría citar, representan los primeros la voluntad de ruptura y los segundos (pese a sus aportaciones) la conformidad en cierto modo el statu quo literario. De las dos partes en pugna, juego a ser redundante, opto por la primera, la de los acróbatas que ejecutan sus piruetas a gran altura y no tienen, abajo, una red que los proteja.

 *Texto tomado con autorización de Emmanuel Carballo de Notas de un francotirador. México: IPN, 1996.

 

 

 

 

 

Homenaje en sus 80 años

El magisterio de Emmanuel Carballo

Juan Domingo Argüelles

 

 

 

 

Juan Domingo Argüelles y Emmanuel Carballo

 

 

 

1. Emmanuel Carballo (nacido en Guadalajara, Jalisco, el 2 de julio de 1929) es ensayista y entrevistador ejemplar, editor, crítico e historiador de la literatura mexicana e hispanoamericana y uno de los máximos conocedores de la producción literaria de los siglos XIX y XX.

     Autor de cuatro libros paradigmáticos (Protagonistas de la literatura mexicana, Protagonistas de la literatura hispanoamericana, Diario público y Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX) y de historias, colecciones de ensayos, un tomo de memorias y varios volúmenes de bibliografías, Emmanuel Carballo llega a sus 80 años con la autoridad de ser un sabio y gozoso historiador de nuestro patrimonio literario, el mejor y más acucioso lector y crítico de la narrativa mexicana de los siglos XIX y XX.

     Para Emmanuel Carballo:

hay que leer a conciencia, conocer al autor, conocer su momento, su contexto, su realidad, las circunstancias en que surgió su obra. Por supuesto todo esto debe estar supeditado a la teoría literaria y al análisis estilístico. Sólo así se podrá entender con amplitud la obra, y sólo así —encontrando lo que tiene de evidente y de oculto una obra— se podrá ofrecer una interpretación crítica que haga un servicio a las personas que la lean.

     Emmanuel siempre ha entendido la crítica y la historia de la literatura como un magisterio. Es de los que creen que un crítico y un historiador de las letras debe contribuir a la educación del lector, tal como lo entendían también Altamirano, Justo Sierra, Guillermo Prieto, Gutiérrez Nájera y tantos más que convirtieron las páginas de los diarios en un aula abierta. (Esto, claro, fue hace mucho tiempo, pues ahora a la mayor parte de los periódicos no les interesa contribuir a la educación cultural de los lectores; lo que más les apura es la venta de publicidad.)

 Juan Domingo Argüelles y Emmanuel Carballo 3

2. Con pocas excepciones, resulta lastimosa la forma en que nos vamos haciendo viejos. Pero más visible aun y más lastimosa (porque nos defrauda y nos desmoraliza) es la forma en que envejecen nuestros maestros. Y no me refiero a la decadencia, a la ruina física, sino a una devastación más profunda.

           Algunos desembocan en incongruencias tan gigantescas o absurdas que se vuelve imposible reconocerlos en aquellos que fueron. Comienzan en la izquierda, y aun en el marxismo o en el partido comunista, impugnando los poderes establecidos, oyendo rock pesado, entrándole a la mescalina y a la mota y acaban en la peor y más zafia y más recalcitrante derecha (porque hasta en la derecha hay relatividades).

            Además de Gabriel Zaid, congruente en todo momento, otro de los muy pocos que me parece que han sabido envejecer con plena dignidad y sin flaquezas de espíritu es Emmanuel Carballo: que sigue manteniendo su áspera voz y su inquisitiva y necesaria mirada a veces incluso en medio del desierto, en un tiempo en el que la crítica se ha convertido más en una rama de la publicidad que de la literatura. Con su implacable sinceridad, hasta para consigo mismo, afirma que ha llegado a la edad en la que hay que hacer testamento y que corresponde a los jóvenes realizar la tarea que les toca.

Juan Domingo Argüelles y Emmanuel Carballo 4

3. Conocí a mi maestro Emmanuel Carballo (y utilizo el término maestro en el más amplio sentido y no en su acepción restringida de la docencia formal) hace casi treinta años, al iniciar la década de los ochenta. Coincidimos en el periódico El Día. (Y a partir de ahí coincidiríamos en otros más.) Él era el crítico y ensayista con toda la barba (que ya había publicado sus mejores libros), y yo era un imberbe reportero y reseñista de la sección cultural.

             Él tenía, entonces, más o menos la edad que yo tengo ahora (50 años) y yo tenía casi treinta años menos. Él era certero y culto, y yo era pretencioso y arrogante, y creía ser culto. Él, desde el periódico, daba cátedra de historia y apreciación de la literatura, y yo practicaba el vuelo con la sensación de que volaba muy bien y a gran altura, una sensación que las más de las veces nos marea y no nos permite pensar. Yo escribía una columna semanal de reseñas de libros a la que, con ingenua fatuidad, puse por título “Prólogos prescindibles”, presuntamente a mi parecer muy lírico y aliterado, hasta que Emmanuel me dijo: “Es que sin son prescindibles, ¿para qué los leo?”

            Yo creí que Emmanuel no entendió mi propósito de hipócrita humildad y ello lo atribuí al abismo de las casi tres décadas que nos separaban, pero lo cierto es que Emmanuel había vuelto hacía mucho tiempo del sitio al que yo apenas iba. Años después me ruboricé cuando llegué a la conclusión de que, en efecto, si esos prólogos eran prescindibles, entonces ¿para qué los escribía?

            Con el tiempo, Emmanuel, al igual que Beatriz Espejo, se hicieron mis amigos, además de mis maestros, sin haberme dado clases jamás en la universidad. Ojalá los hubiese tenido de profesores, porque algunos de los que tuve hicieron que aborreciera la universidad y las clases de literatura, y no los nombro aquí por cortesía y por pudor; por cortesía, para que no digan que soy indelicado, y por pudor, para no exhibirme yo mismo públicamente. Si, en general nos es imposible escoger a nuestros profesores, al menos hay que ser capaces de saber elegir a nuestros maestros.

            Sabemos que un maestro no sólo enseña lo que sabe, sino que, por encima de todo, enseña lo que es. Nadie puede dar ejemplo de lo que no hace ni de lo que no es. Nadie puede conseguir que los demás crean en algo si el que ofrece las lecciones teóricas no cree en lo que enseña. Las lecciones que me ha dado, y a las que ha sido fiel Emmanuel Carballo, son sobre todo dos:

  1. decir lo que se piensa, y
  2. pensar lo que se dice.

Contra toda consecuencia, pero siempre con honradez intelectual y con conocimiento de causa.

 

Consuelo Sáizar,  Beatriz Espejo, Stasia de la Garza y Joaquín Diez Canedo

4. ¿Qué es lo que admiro de Emmanuel Carballo, desde hace mucho tiempo y, ahora, al celebrar sus 80 años? Admiro su coherencia intelectual, su congruencia moral, su sinceridad y su lucidez para emitir juicios favorables o desfavorables, su ausencia de mezquindad para aceptar la natural insolencia e impertinencia de los jóvenes, al recordar que él también fue joven y, añadido a todo esto, su falta de prejuicios (a favor o en contra) al comenzar a leer un libro, para juzgar la obra de un autor.

            Sé que yo no estuve a la altura de las expectativas de mi maestro, pues a mí no sólo acabó por hartarme el medio literario, sino que también preferí dejar pasar y dejar hacer, sin meter demasiado mi cuchara en los guisos de ese medio literario tan fecundo en murmuraciones y patrañas. Preferí la comodidad cordial de Reyes a la incomodidad estruendosa de Vasconcelos. Emmanuel, en cambio, sigue fiel a Vasconcelos (la inteligencia más ingobernable que ha dado la literatura mexicana), y de Reyes sólo ha tomado las buenas lecciones de excelente prosa y de amenidad. Emmanuel ha sido y es un francotirador que nunca se amilana.

            En 1947, en Estados Unidos, un reportero le pregunta a Vasconcelos qué opina sobre la reelección de Obregón. Y él responde: “Sobre eso no se opina, sobre eso se escupe”. Alfonso Reyes no lo hubiera dicho jamás. Emmanuel Carballo, en cambio, lo emula siempre: expresa sin reservas lo que piensa y, digno vasconcelista, asume las consecuencias.

            Al escribir esta apología, recuerdo la primera línea del prólogo de Protagonistas de la literatura mexicana: “En los primeros meses de 1958 principié a trabajar en este libro”. En esos primeros meses del 58 yo aún no nacía, y creo justo decir que, para efectos de la lectura, uno no nace cuando sale del vientre de su madre, sino cuando sale configurado, rehecho, transformado de entre las páginas de un libro. A los Protagonistas y a otros libros de Emmanuel yo les debo mucho, y hoy hago un pequeño abono a esa gran deuda, comenzando por decir muchas gracias y muchas felicidades, querido amigo y maestro Emmanuel Carballo.

Ciudad de México, 2 de julio de 2009

 

Stasia de la Garza, Joaquín Diez Canedo, Consuelo Sáizar y Emmanuel Carballo

Stasia de la Garza, Joaquín Diez Canedo, Consuelo Sáizar y Emmanuel Carballo

Medalla Bellas Artes

Consuelo Sáizar y Emmanuel Carballo

Emmanuel Carballo, Stasia de la Garza, Joaquín Diez Canedo, Consuelo Sáizar y Juan Domingo Argüelles

 

 

Stasia de la Garza, Emmanuel Carballo, Joaquín Diez Canedo y Consuelo Sáizar

Stasia de la Garza, Emmanuel Carballo, Joaquín Diez Canedo y Consuelo Sáizar

 

Joaquín Armando Chacón, Emmanuel Carballo, Beatriz Espejo, Eraclio Zepeda, Nilda Chacón y Elva Macías

Joaquín Armando Chacón, Emmanuel Carballo, Beatriz Espejo, Eraclio Zepeda, Nilda Chacón y Elva Macías

Nilda Chacón, Eraclio Zepeda, Víctor Manuel Mendiola, Emmanuel Carballo, Joaquín Armando Chacón y Paulina Lavista

Nilda Chacón, Eraclio Zepeda, Víctor Manuel Mendiola, Emmanuel Carballo, Joaquín Armando Chacón y Paulina Lavista

Emmanuel Carballo y Joaquín Diez Canedo

Emmanuel Carballo y Joaquín Diez Canedo

Emmanuel Carballo 3 Foto PBI

En cultura, con los panistas, se transita de la exquisitez ilustrada a la soberbia rupestre.

                                                                                           Pascual Borzelli Iglesias

Datos vitales

Emmanuel Carballo nació en Guadalajara, Jalisco, el 2 de julio de 1929. En su juventud frecuentó la poesía y la prosa narrativa; a partir de la madurez se ha dedicado a la historia y la crítica literarias. Realizó estudios de derecho en la Universidad de Guadalajara, en cuyo departamento de Letras es profesor e investigador de tiempo completo. En Guadalajara fundo la revista Ariel  y en la Ciudad de México, en compañía de Carlos Fuentes, la Revista Mexicana de Literatura. Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores y de El Colegio de México. Creó la Editorial Diógenes y fue director literario de Empresas Editoriales. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y forma parte del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. Obtuvo en 1990 el Premio Jalisco de Letras y es, desde mediados de 2004, Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara. Ha recibido, además, las siguientes distinciones: Premio Iberoamericano Ramón López Velarde. Premio Mazatlán 2006. Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 2006. Premio Nacional Periodismo Cultural Fernando Benítez 2006. Medalla Alfonso Reyes 2008 , otorgada por la UANL en reconocimiento a su trayectoria literaria y Medalla de Oro de Bellas Artes en 2009. Algunas de sus obras son El cuento mexicano del siglo XX, Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX, Notas de un francotirador, Protagonistas de la literatura mexicana, Protagonistas de la literatura latinoamericana y el volumen de memorias, Ya nada es igual.

 

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