Presentamos algunos textos del poeta, traductor y crítico literario Rei Berroa (República Dominicana, 1949). Obtuvo el Premio Internacional Trieste Poesía por el conjunto de su obra poética (2011), Premio Mihai Eminescu (Rumanía 2012) y Medaille de Vermeil de la Academia de Artes y Letras de París, Francia. Ha publicado 40 libros de versos, antologías y ensayos, entre ellos: Fortunario insólito (Monterrey, 2014), Son palomas pensajeras (2014), Libro de los dones y los bienes (2014 y 2010), Eufemistica per vivere tranquilli (2011), Otridades (2010), De adinamia de mente de umnesia (2010), Libro de los fragmentos (2007; 1988).
Fotografía por Vanja Macovaz.
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UTILIDADES DE LA RISA
Desde ques mar el agua,
desde ques tiempo el ahora
y desde ques también vida el sueño
con sus verticales coordenadas
de llanto y de ternura,
sus horizontales herramientas
de alivio y de dolor,
de lo real amarilleando
entre lo espeso y lo flüido,
la risa
ha puesto sus huevos en la arena
movediza de la lengua,
estruendosa se dispara por los huecos
bien abiertos de la boca y el gaznate,
arruga las esquinas de los ojos, los obliga
a prestarle atención al desahogo,
se hincha imprevisible en los carrillos,
en las narices del barro en el que estamos contenidos,
nos libera de la ira y del espasmo de la hora
y nos saca de los miedos en que quieren que vivamos
los que ostentan el poder y lo blanden
ante el ojo del votante o parroquiano.
Aunque dure solamente
unos minúsculos segundos destilados
a esta frágil existencia que parece interminable,
la conciencia de la risa
fortalece las paredes en que habita nuestro pulso,
nos ablanda el nervio adolorido de la angustia,
las terribles soledades que sufrimos a veces sin saberlo,
le quita máscaras al río crecido del orgullo,
nos descuajaringa, corta la ceguera irreductible
que marchita la flor del loto en la laguna
y a su modo nos lima sutilmente a los humanos,
todas las aristas del cuerpo y de la idea,
del tiempo y de las mañas que maneja cuando pasa.
Antídoto que limpia de inmundicias las arterias de la vida,
la etapa de la risa es señal inconfundible
de que es el hombre, no los hados o el omnipotente,
quien fabrica los telares de su propia humanidad.
……….Por ello, no hay que fiarse nunca de los dioses
……….que no quieren o no saben o no pueden reír o sonreír
……….aunque sólo sea por un breve instante iluminado.
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COMO PIEDRA
Perdido he de mi cuerpo la color.
Desvencijado ando como piedra
que tantos bienes proporcionó al humano
-casa y cobijo, seguridad y reflexión-
pero nunca supo sus orígenes o la raíz
de su dureza impenetrable y de su yerma sequedad
y ahora hasta ha extraviado su dirección
con el moverse impreciso y desquiciado
de los ejes o las capas de la tierra
en Puerto Príncipe o Santiago,
en Yakimoto o Israel.
Perdido he mi estatura o dimensión o sueño dilatado
de ser alguna vez puerta luminosa
que abre mundos sorprendentes
donde quepan todos los que anhelen
cualquier bien que beneficie a su vecino
o indivisible túnica que pueda ponerse todo el mundo
para aliviar el miedo que a veces nos ocupa
cuando la idea nos embarga
del ser o del noser.
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EL ÍNDICE DEL CIEGO
Para Louis Braille, visionnaire
Como si toda la realidad no fuera
nada más que puntos en relieve,
el índice del ciego es un ojo
que, tocando las simas de lo ignoto, se acomoda
y está a sus anchas en la cima del saber.
El ojo del ciego es un índice
que va de lo tangible no vivido
a lo intangible ya intuido y descifrable,
haciendo de sus dedos instrumentos
que le llevan al gozo de aprender.
Es un bastón el índice del ciego
que golpea los valores de la bolsa en el oído
e inventa en las finanzas del buen juicio
imposibles inversiones hasta entonces ignoradas
por la ciencia, el alquimista o quien se lance hacia el azar.
Compañero inseparable del pulgar gracioso,
el índice del ciego es una física posible
que discierne con la punta de la lengua
qué hace la mano en el papel o qué es el tiempo,
qué hace el humano cuando ama o cómo se enamora.
Es una lengua el índice del ciego
que con sólo seis puntos cotidianos
irriga en sus papilas las vocales,
más de veinte consonantes y el almario
de todas las palabras con que armamos el vivir.
Al girar con el pulgar la página del día
buscando alivio en la sutura de la hora,
el índice del ciego, a veces anular, a veces medio,
se desliza por los impuros filos del alfabeto alado,
abriendo puertas con las llaves de su luz.
Son tan sólo seis irrelevantes estaciones
que clavan sus puntas geométricas en el ojo
táctil del leyente y sesenta y pico veces se combinan
para darle al invidente la esperanza, la delicia
de hacer el mundo y sus relieves a su imagen y color.
Sueña el índice del ciego que es un ojo
y que todo, si está escrito,
lo puede introducir en su memoria digital.
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EN BLANCO Y NEGRO
Ya no está Dios en los colores de la tele.
Cambiándole sus sexuales orientaciones,
con lo divino se han quedado los políticos
y algunas viejas escuelas horoscópicas
que atan los vejámenes del día
con sus dioses de baraja o pacotilla.
Siguen los pobres aferrados al Mesías
que aliviará, quién sabe dónde o menos cuándo,
las infinitas adversidades
que otros dioses en batola
les rociaron de soslayo.
En los templos se burlan de Dios los que predican,
haciendo de Él o de Ella una humilde
servidora del talego, de acuciados
intereses que jamás revelarán al feligrés
o a los recaudadores de impuestos del Estado.
De repente en el tímpano del hombre
cae un rayo que estremece su fémur invencible
y entonces se hace Dios enunciación voraz
en la lengua, el ojo, el gesto despojado.
Afortunada o desafortunadamente
ya no aparece en la tele y sus colores
y anda desorientada su figura
paseándose por las ondas de la radio,
por los bosques o en los polos,
buscando la compaña inevitable
de la hormiga o de la oveja,
de la foca o las termitas,
del zorrillo, de la cebra, del pingüino,
en cuyas formas de ébano y marfil
se encuentra Dios en su asamblea,
pues ahora sólo existe en blanco y negro
y es una masa inmaterial de ficción descolorida.
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CONTRASEÑA
Dejar caer el guante a sus pies
o sobre la tonsura prepotente
de los que nos viven desde arriba.
Probar la pulpa que disuelven
en su paladar los mismos dioses
allá en su Edén lleno de ángeles
en desconcierto por no poder fornicar
en ninguna etapa de sus angelismos
o lleno de huríes generosas
que no cesan de abrirse o destaparse
para solaz del mártir o elegido.
Ponerle coto a lo vedado,
desatar sus límites más íntimos
y que todo lo proscrito sea abolido
desde los carrillos bien inflados
de la rosa de los vientos
a las guaridas donde tienen que esconderse
los que sufren sin quererlo de algún mal
determinado por rancios fanatismos.
Dejar que el mundo nos revele
su mundanidad a solas
y al unísono nos abra todas sus ventanas
para mirarle a fondo el interior
descubriéndole secretos sospechables.
Que suene su música impertérrita al oído
del que practica cualquier forma
de creencia o descreencia,
de pensar o no pensar
y que caiga sin piedad
en esa pesadilla melan
cólica de querer mejorar las condiciones
en las que sobrevive,
plagada de percances, casi toda
nuestra humanidad, necesitada a cada instante
de sí misma y de sí misma
rechazada como engendro esmirriado
que nació sin porqué ni para qué
sino sólo para morirse enteramente
y por ello inventa maravillas postriméricas.
Que nos diga de una vez por todas
a quién es que favorece o en qué lado está,
por qué tan poco le importamos
en el amor o en la carrera incierta
del vivir y sus tantos sueños truncos
para saber nosotros claramente
a qué atenernos o dónde encontrar
las premisas irreconciliables
del cálculo, la duda o la mesura.
Que se quite Dios la máscara
por siempre y cuanto antes
nos revele ya su contraseña.
¡Y acabemos!
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EL JUICIO DE SÓCRATES PASADO POR LA TELE
Hacía muchos años que llevábamos incrustadas sus preguntas bajo las costillas.
Medio muerto traíamos el sueño de justicia, cuando en mitad de la pantalla
apareció el viejo Sócrates ya cicutado su silencio y su verdad a solas
después de explicar en silogismos convincentes que jamás
había pronunciado algunos de los juicios que el joven
Aristocles (Cabezotas o Platón, eran sus motes)
había escrito en sus memorias, publicadas
día a día, en diversas páginas de la guía
de la tele que todos leían y miraban
en una gran pantalla tipo plasma
puesta en el ágora de Atenas
por los que odiaban
la mayéutica.
Fue así como
llegamos a saber,
sin casi darnos cuenta,
que el loco a quien todos
envidiábamos, pues podía decir
lo que quisiera sin haber jamás escrito
nada y no tener, por tanto, nadie pruebas
contundentes que pudieran llevarlo al tribunal,
tenía leales seguidores en todas las escuelas del Estado,
menos en su casa, donde Jantipa lo había puesto en su lugar
más de una vez, pues no quería higienizar los fondillos de sus hijos
sin preguntarles si era posible conocer la virtud sin antes practicarla. Dicen
que también ella testificó contra el marido porque éste ya no le servía para nada.
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DARLE DE VIVIR A LA MUERTE CON LA LENGUA
-¿o no será mejor?-
DE LINGUA OMNIA DE MORTE
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Es sólo huesos la muerte.
Es todo carne la lengua.
Destemplada babel que llaman la sinhueso
es ese diacrónico recurso
que nos lleva a las ideas: la lengua.
Inflexible organización que llaman esqueleto
es esa instancia sincrónica
que nos saca del mundo de la idea: la muerte.
Toda ella es un silencio arrebatado
que sabe, sin embargo, con diáfana certeza
lo que hace o que deshace sigilosa: la muerte.
Toda ella es un ovillo de palabras
que no tiene extrañamente idea exacta
de gramática, retórica u orácula: la lengua.
Bajo el cielo raso de la tierra
baila día y noche como loca la muerte,
invencible idea que habitamos
sin apenas darnos cuenta
de su infinita ubicuidad ilimitada.
Bajo el cielo raso de la boca
se agita día y noche como loca la lengua,
poderoso músculo sensual que utilizamos
sin apenas darnos cuenta
de sus bien delimitados avatares.
Nadie se ofrece nunca
para echarle una mano a la primera
que todo lo detiene sin remedio
cuando clava el hueco de sus ojos
en la risa o la mirada del viviente.
Sin la ayuda necesaria del cerebro o del sentido,
es sólo un meneo desechable la segunda
que todo lo echa a andar en el oído
del hablante que se oye o del oyente
que le escucha, que lo mira y le sonríe.
Pelos no tiene en la lengua la lengua.
No tiene cómo desearse la muerte la muerte.
En la punta de la lengua
tenemos constante a la muerte
que nos saca la lengua y se ríe de nosotros cada rato.
En la punta de la muerte habitan
las cenizas de una lengua que nos arranca
de la muerte si bien no puede reírse ya de nadie.
Aunque se lance contra el tiempo y lo congele
cubriendo con su velo las ventanas de los ojos,
destemplando los rojos hilos de la sangre,
deteniendo en seco el pulso en el que íbamos
audaces, pertinentes y a la lengua
vaciándola de todo fundamento,
jamás hay que temerle a la ira de la muerte,
pues ella no es más que una ficción
que nos hemos inventado
para darle un poco de sentido al vivir
y sus efímeras sustancias.
En cambio a la ira de la lengua
sí que hay que temerle a cada instante,
pues se aviene contra el hombre y lo condena
dejando la campana del renombre reventada
y a nosotros nos reduce a tanto desconcierto
que hasta la muerte echa a correr muerta
de miedo y llorando en las orillas de la pena
por faltarle las palabras
con las cuales advertir a los que viven del origen
misterioso de la lengua y sus sentidos inmutables.
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Datos vitales
Rei Berroa (Gurabo, República Dominicana, 1949). Es autor de 40 libros de versos, antologías poéticas, traducciones y estudios de crítica literaria. De sus libros de versos destacan: Son palomas pensajeras (en prensa, 2014), Fortunario insólito para convivir con la lengua y unas cuantas cicatrices (Monterrey, 2014), Libro de los dones y los bienes (México, 2013; Caracas, 2010), Eufemistica per vivere tranquilli (Trieste, Italia, 2011), Otridades (Zamora, España, 2010), elegido entre los 10 libros de lectura recomendada por la Asociación de Editores de Poesía de España; De adinamia de mente de umnesia (Villahermosa, 2010) premiado en el Primer Concurso sobre el Azheimer y la Memoria, en Murcia, España; Libro de los fragmentos y otros poemas [Caracas, 2007, agotado el mismo día que salió a la calle]. En 2009 recibió la “Medaille de Vermeil” de la Academia Francesa de Artes, Ciencias y Letras. En 2011 recibió el Premio Internacional Trieste Poesía por el conjunto de su obra poética y en 2012 el Premio Mihai Eminescu de Rumanía. La VIII Feria del Libro de Nueva York se le dedicará a su obra en septiembre.