Mathieu Gervais, doctorante en Ciencias Políticas de la Ecole Pratique des Hautes Etudes (EPHE), reseña para Círculo de Poesía la última obra de Fabrice Flipo, Naturaleza y política: contribución a una antropología de la modernidad y de la globalización. La traducción al español de esta reseña fue realizada por Luis Martínez Andrade.
Reseña del libro Naturaleza y política: contribución a una antropología de la modernidad y de la globalización[1] de Fabrice Flipo
Fabrice Flipo se lamenta del poco reconocimiento que la ecología ha tenido en el campo intelectual francés, en particular, en el de la filosofía política. Según él, esta situación está ligada al desequilibrio que existe, por un lado, entre las numerosas críticas científicamente construidas por la teoría ecología y, por el otro, por las deficientes respuestas que le aportamos. De ahí, tomando en serio las críticas realizadas, Flipo intenta aportar una respuesta que sea filosóficamente solida. Este punto de partida justifica la estructura de su libro en cuatro grandes capítulos, cada uno construido en torno de una controversia y de una acusación formulada a la ecología: 1) la acusación de anti-humanismo, 2) la acusación de anti-democratísimo, 3) el rechazo de la ecología tanto del liberalismo como del marxismo, 4) la acusación de anti-modernismo en razón del “re-encantamiento”. Los capítulos son densos y se apoyan en diversas referencias bibliográficas. En ese sentido, el libro nos ofrece una excelente síntesis de todos los conceptos ligados a los intereses (enjeux) ecológicos y los coloca en un contexto filosófico, por lo general desconocido. La obra podría ser leída como una introducción a la ecología política.
En el primer capítulo, Fabrice Flipo aboga por la necesidad de los “derechos de la naturaleza”. Lejos de oponerse a los “derechos del Hombre”, estos derechos parecen completarlos permitiendo considerar a la naturaleza como un fin y no como un simple medio. Esto conlleva a una toma de consciencia del hombre en tanto realidad natural y no simplemente como un sujeto de derecho abstracto.
En el segundo capítulo, el autor aborda la sospecha de anti-democratismo que existe entre los ecologistas. Si los ecologistas critican las reglas democrática esto no es sino en nombre de una “democracia más completa, más profunda” y para oponerse a los daños de la acumulación capitalista que la amenaza. El autor también se adscribe a desmontar la crítica de un vínculo entre el fascismo y la ecología. Para ello, demuestra que la crítica del progreso realizada por la ecología no es retrograda y que las referencias a la tradición no son tradicionalistas. Asimismo, Flipo vuelca la crítica de Jean Jacob (Histoire de l’écologie politique) quien ve en la década de los treinta el crisol intelectual y fascista de la ecología. A pesar de lo que piense Zeev Sternell (Ni droite, ni gauche. L’idéologie fasciste en France), esto es, según Flipo, falso. Pues los pensadores de los años treinta de quienes se hace referencia, en torno a la revista Ordre Nouveau no eranfascistas sino “personalistas” y eso es una gran diferencia. En fin, el autor denuncia la idea que el catastrofismo ecologista le haga el juego al autoritarismo. Otro de los aspectos del catastrofismo en cuestión, es la insistencia sobre la no-violencia la cual impide al ecologismo de toda desviación autoritaria o terrorista. Al hacerlo, Flipo defiende un ecologismo de inspiración libertaria contra las “contradicciones” de un ecologismo de centro-derecha expresado, según él, en la figura de Dominique Bourg. La crítica ecológica no puede funcionar que en su cuestionamiento del sistema político y económico y sobre bases libertarias y autogestionarias “ni el Estado, ni el mercado”. Por el contrario, ella es ilusoria cuando niega la cuestión social y espera preservar el ambiente sin reformar el orden establecido (lo que corresponde, según el autor, a las tesis defendidas por un ecologismo de centro-derecha).
En un apasionante sub-capítulo titulado “De los (nuevos) movimientos sociales”, el autor se toma el tiempo de regresar sobre ciertas referencias filosóficas de la ecología, de Hegel a Deleuze. De este acápite, retomamos en particular la asociación de la Psychologie des minorités actives de Serge Moscovici y de la Critique de la raison dialectique de Jean-Paul Sartre para fundar sólidamente una teoría ecológica del cambio social. Flipo muestra que el medio real de cabio debe ser no solo la toma del poder sino la transformación de “serialidades”, es decir, los modos de relaciones y de clasificaciones colocadas por el sistema económico-político en vigor. Con esta finalidad, las transformaciones de los “estilos de comportamiento” de las minorías son susceptibles de remodelar las serialidades por debajo, a manera de que todo el mundo se mantenga como mediador de la serie y no más sometido a su definición por un soberano.
En el tercer capítulo, el autor busca demostrar la superación del liberalismo y del marxismo por la ecología. Subraya de manera astuta que la ecología, según el liberalismo, sería un “estatismo encubierto” (étatisme masqué) en cuanto que es, por el contrario, tachado de liberalismo por los marxistas. Irreductible tanto a uno como al otro, la ecología en realidad rechaza ambas teorías. Ella desarrolla tanto la crítica del estatismo como la de la necesidad del desarrollo de las fuerzas productivas. Flipo muestra en particular que la ecología se engancha a la puesta en cuestión de la racionalidad económica en cuanto se encarna en el Estado, necesaria para la teoría marxista como para la teoría liberal. El liberalismo es entonces culpable de hacer abstracción de los fines, de la cuestión del Bien en cuanto el marxismo se muestra incapaz de criticar la racionalidad económica burguesa. Finalmente, es con la ayuda de la utopía y a Ersnt Bloch que permite al autor de concebir una convergencia “verdes-rojos” y la superación de la racionalidad económica como “falso universal”.
La última parte de la obra se interesa en la relación entre ecología, ciencia y religión cuestionando el proyecto de “re-encantamiento” . Esto se elabora más claramente en la tesis del autor que considera a la ecología como una crítica necesaria de la modernidad liberal. Esta modernidad establecería, a la manera de Marcel Gauchet, un esquema histórico lineal que opone religión y ciencia: de un lado la edad de la sumisión (era religiosa) y, por el otro, aquel de la libertad (era política). Fabrice Flipo devela y denuncia aquí la estructura profundamente alienante (y etnocéntrica) de este esquema que postula el progreso y la razón económica como leyes universales. Por tanto, la superstición es del lado del fetichismo del crecimiento y de la producción, y el obscurantismo del lado de una ciencia prometeica que haciendo abstracción de las finalidades sirve de hecho al proyecto liberal. Al contrario, la ecología encarnaría la realización de una ciencia más pura, a través de la unificación de las disciplinas científicas en un proyecto de relación al mundo basado sobre su libertad. En este proyecto de refundación de lo universal, no hay más ruptura entre ciencia y religión, pues ambas son modalidades políticas – es decir, sometidas a la libertad del hombre – de nuestra relación con el mundo. La ecología propone entonces una nueva relación con la naturaleza, una nueva antropología y una nueva cosmología. Ella despliega de un lado una relación critica a l real, a partir de los aportes de las ciencias y contra el falso universal del progreso y de la modernidad. Por otro lado, ella establece una relación igualmente critica y dialéctica de la Historia, a partir de una reivindicación de la utopía y de una relación libertaria con la naturaleza que alimenta la búsqueda del Bien y de lo Verdadero de manera abierta, es decir, imposible a ser reificada.
El libro de Fabrice Flipo es una lectura realmente estimulante ya que de manera solida coloca la originalidad y la necesidad de la ecología como filosofía política. Sin embargo, el conjunto de referencias y de temas abordados, en ocasiones, extravían a un lector que no cuente con una formación filosófica. Ciertos puntos pueden ser puestos a debate, pensamos por ejemplo en la crítica al marxismo que parece ser categórica, o en la definición de religión que soslaya el aporte de la sociología de la religión. En fin, esta obra de gran calado filosófico deja abierta la cuestión de la ecología como movimiento, pues asociando las referencias y los autores, Fabrice Flipo esboza una coherencia intelectual la cual en ocasiones es difícil percibir a qué fuerza social puede corresponder.
[1]Fabrice Flipo, Nature et politique: contribution à une anthropologie de la modernité et de la globalisation, Paris, Ed. Amsterdam, 2014, 432p.
por Mathieu Gervais
Doctorante en Ciencias Políticas
Ecole Pratique des Hautes Etudes, Francia