Tomás Collazos en La poesía te quiere vivo

 

 

 

 

 

 

 

 

Filósofo y magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Autor de​​ Este poema no existe,​​ Variaciones sobre el país de las mandarinas,​​ Popografías​​ y coordinador de la antología de narrativa​​ Flores de papel. Fundador del colectivo Froidzine. Actualmente se desempeña como editor de libros en la editorial de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Su correo es:​​ tom.collagar@gmail.com.

 

 

 

 

 

 

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Andar​​ a​​ dientes

 

caerse &

pensar que hay puertas en el piso​​ 

pero​​ reventarse​​ la​​ imaginación

hasta​​ el​​ impacto

irremediable​​ 

del​​ cuerpo​​ 

 

una​​ señal​​ en las​​ costillas

para​​ confirmar​​ en​​ la​​ nuca

que nunca hubo pies ni gravedad

​​ ni​​ luces​​ apagándose​​ 

¿&​​ entonces

cómo es que se siembran las semillas​​ 

sino botándose​​ 

de​​ cabeza

contra​​ la​​ realidad?​​ 

)la​​ cabeza(​​ contra​​ las​​ paredes​​ 

hacia​​ las​​ esquirlas de​​ ese​​ 

→ portal que​​ se​​ cierra​​ un​​ segundo​​ antes ←

un​​ segundo​​ más​​ y​​ todo​​ sería​​ diferente​​ 

un segundo antes de aplastar el peso​​ 

con​​ la​​ convicción​​ de​​ quien​​ avanza​​ 

& tropieza otra vez​​ 

porque era solamente el mundo

​​ solamente​​ era​​ la​​ inmensidad​​ abrumadora

del​​ maldito​​ mundo​​ 

(otra​​ vez​​ las​​ ganas​​ ​​ de​​ 

saltar​​ 

sin​​ paracaídas​​ 

entre los​​ objetos​​ punzantes​​ del​​ universo)

 

era solamente mantenerse de pie​​ 

erguirse el esqueleto como una​​ constelación​​ 

para​​ evitar que todo​​ 

se​​ derrumbe​​ 

 

(era estar adentro de un campanazo atronador)

badajo que rebota como una burbuja de piedra​​ 

agrietado​​ corazón​​ 

)airbag(

 

 

 

 

 

 

 

Humedad lacrimógena

 

Tenía tantos cerdos en mis sueños húmedos

que ya no me pude resistir:

 

en la marcha pasada me enamoré de un tombo

y no dejaba de verlo desnudo

o yo quitándole las piezas de plástico

hasta dejarlo todo un Bombombún

 

un tombo y yo

dándonos besos en la mitad del tropel

el gas lacrimógeno cae en cámara lenta

mientras nos desvanecemos

y nos arrastramos sobre las piedras

 

tropezamos con un bolillo de placer

que no era nada más que la mecha

que prende una molocha en el aire

 

¿sabías que el amor es anónimo, señor agente

¿que me excita tu violencia

y descubrí el placer en tu veneno?

¿que ya entendí que el lacrimógeno es un afrodisíaco?​​ 

 

y así tenerte a una lengua de distancia

y que me susurres al oído: “ jóvenes

una requisa a esos culitos​​ 

o se me largan de acá”

 

para decirte

requísame esta y botarme encima tuyo

y empaparme de tu saliva servil

y amarrarte con tus esposas

a un puente en donde violen todas las luces

 

decirte con espuma en la boca

cerdito mío

no seas tímido

que este fuego no quema

sino inunda de nubes en su pirotecnia de flores

 

acabalgarte con tu casco puesto

y sudar tu espalda con mi lengua:

 

la marcha adentro

el escudo afuera

la piedra adentro

la ropa afuera

la arenga adentro

la represión afuera

la rabia adentro

la miseria afuera

la capucha adentro

la ley afuera

 

arriba abajo en zigzag a un lado al otro

afuera lejos lejano cerca turbio

claro inflar oscuro explota grave

ligera torción de regla grávida arrebol

arrebol sufriente en el infierno

fuego sobre las llamas

horno de soles

volcán de volcanes

 

y ahogarte hasta sentir que revienta

una botella repleta de placer:

 

el Icetex se quema

se quema el Icetex

 

 

 

 

 

 

 

: )

 

Mi corazón

es un billete sucio.

Algo como un partido de fútbol​​ 

narrado por William Vinasco Ché

o los dientes de mi amigo basuquero

del centro.

 

Aparte de esto regalo huesos

cuando me caigo de los zapatos.

Me recargo de amor

con una genkidama de chocolate,​​ 

pero solo cuando mis amigos​​ 

están salvando el mundo.

 

 

 

 

 

 

 

En​​ salada​​ de​​ frutas

 

No solo​​ se trata​​ de​​ flotar en​​ los​​ oasis​​ de​​ frutas como​​ parece​​ a​​ veces,​​ de​​ ser una manzana que cae por las cascadas hasta convertirse en una mora, solo​​ por el simple hecho del placer, digamos, esa transformación radical de una cebolla​​ en una mandarina alada, sino se trata entonces de hacer de la vida una​​ ensalada de,​​ digamos… el tiempo, el tiempo de las frutas, el tiempo de las frutas​​ en las ensaladas, el ciclo de la mora hasta encubarse en un nudo de besos, un​​ grito del tiempo que es una mora al revés, la humedad que se estira sobre el​​ espacio cuando se unen dos frutas, dos moras al revés, y la ensalada del tiempo​​ es como un batido todavía en la licuadora, entonces si se piensa no importa el​​ espacio de los árboles, digamos, sus pájaros y paisajes no son tan importantes​​ cuando las frutas giran en la licuadora, quiero decir, si cortamos en pedazos un​​ calendario de nubes tristes y frutas deliciosas, dividiendo el mar-batido en dos​​ mitades​​ de​​ la​​ licuadora​​ del​​ tiempo,​​ al final los​​ limones​​ serán​​ agrios​​ y​​ las​​ manzanas ácidas, a menos que el espacio no distancie las frutas en la licuadora​​ en la que se deshace la ensalada del tiempo: una mora, una mandarina, un jardín​​ de nubes para transformarse en un gran tornado de frutas, como la licuadora pero​​ ​​ gigante, sobre toda la ciudad, capaz de alterar el espacio, de modo que la ventana​​ ​​ de​​ la​​ mora​​ sea​​ una​​ con​​ la​​ ventana​​ de​​ la​​ mandarina,​​ en​​ un​​ agujero​​ de​​ gusano​​ pero​​ ​​ de frutas, en agujero de frutas sobre los calendarios y las ensaladas, de ventana a​​ ventana, de frente a frente, ojos con ojos, las frutas se besan a través de la​​ ensalada del tiempo, la mora se hace blanca hasta convertirse en una nube, la​​ mandarina se pone verde hasta convertirse en un aguacate con alas, mora de​​ nubes alrededor del aguacate volador, mandarina sobre la mora, dando vueltas,​​ ventana​​ con​​ ventana,​​ en​​ la​​ licuadora​​ gigante​​ del​​ tiempo,​​ la​​ mora​​ y​​ la​​ mandarina se​​ desenredan​​ como​​ todas​​ las​​ frutas,​​ en​​ realidad​​ fueron​​ ya​​ mil​​ veces​​ un​​ manantial​​ ​​ del que brotan todas las vertientes de nubes y frutas y tormentas de abrazos, pero​​ igual mora y mandarina en la ensalada licuada gigante del tiempo no están​​ separadas, dan vueltas sobre sí mismas, esquivando las cuchillas al fondo de la​​ licuadora,​​ dándose​​ besos,​​ haciéndose​​ nieblas​​ difusas,​​ revolviéndose​​ las​​ moras, las​​ manzanas,​​ las​​ naranjas,​​ mientras​​ las​​ frutas,​​ quiero​​ decir,​​ mientras las frutas no puedan salir a encontrarse.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Estefanía Angueyra

Christian Rincón

Stefhany Rojas Wagner

Alexandra Espinosa

José Rengifo Delgado

Daniela Pérez Taborda

Laura Andrea Garzón 

Ana López Hurtado

Andrés Restrepo

Daniela Prado

 

 

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