Filósofo y magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Autor de Este poema no existe, Variaciones sobre el país de las mandarinas, Popografías y coordinador de la antología de narrativa Flores de papel. Fundador del colectivo Froidzine. Actualmente se desempeña como editor de libros en la editorial de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Su correo es: tom.collagar@gmail.com.
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Andar a dientes
caerse &
pensar que hay puertas en el piso
pero reventarse la imaginación
hasta el impacto
irremediable
del cuerpo
una señal en las costillas
para confirmar en la nuca
que nunca hubo pies ni gravedad
ni luces apagándose
¿& entonces
cómo es que se siembran las semillas
sino botándose
de cabeza
contra la realidad?
)la cabeza( contra las paredes
hacia las esquirlas de ese
→ portal que se cierra un segundo antes ←
un segundo más y todo sería diferente
un segundo antes de aplastar el peso
con la convicción de quien avanza
& tropieza otra vez
porque era solamente el mundo
solamente era la inmensidad abrumadora
del maldito mundo
(otra vez las ganas de
saltar
sin paracaídas
entre los objetos punzantes del universo)
era solamente mantenerse de pie
erguirse el esqueleto como una constelación
para evitar que todo
se derrumbe
(era estar adentro de un campanazo atronador)
badajo que rebota como una burbuja de piedra
agrietado corazón
)airbag(
Humedad lacrimógena
Tenía tantos cerdos en mis sueños húmedos
que ya no me pude resistir:
en la marcha pasada me enamoré de un tombo
y no dejaba de verlo desnudo
o yo quitándole las piezas de plástico
hasta dejarlo todo un Bombombún
un tombo y yo
dándonos besos en la mitad del tropel
el gas lacrimógeno cae en cámara lenta
mientras nos desvanecemos
y nos arrastramos sobre las piedras
tropezamos con un bolillo de placer
que no era nada más que la mecha
que prende una molocha en el aire
¿sabías que el amor es anónimo, señor agente
¿que me excita tu violencia
y descubrí el placer en tu veneno?
¿que ya entendí que el lacrimógeno es un afrodisíaco?
y así tenerte a una lengua de distancia
y que me susurres al oído: “ jóvenes
una requisa a esos culitos
o se me largan de acá”
para decirte
requísame esta y botarme encima tuyo
y empaparme de tu saliva servil
y amarrarte con tus esposas
a un puente en donde violen todas las luces
decirte con espuma en la boca
cerdito mío
no seas tímido
que este fuego no quema
sino inunda de nubes en su pirotecnia de flores
acabalgarte con tu casco puesto
y sudar tu espalda con mi lengua:
la marcha adentro
el escudo afuera
la piedra adentro
la ropa afuera
la arenga adentro
la represión afuera
la rabia adentro
la miseria afuera
la capucha adentro
la ley afuera
arriba abajo en zigzag a un lado al otro
afuera lejos lejano cerca turbio
claro inflar oscuro explota grave
ligera torción de regla grávida arrebol
arrebol sufriente en el infierno
fuego sobre las llamas
horno de soles
volcán de volcanes
y ahogarte hasta sentir que revienta
una botella repleta de placer:
el Icetex se quema
se quema el Icetex
: )
Mi corazón
es un billete sucio.
Algo como un partido de fútbol
narrado por William Vinasco Ché
o los dientes de mi amigo basuquero
del centro.
Aparte de esto regalo huesos
cuando me caigo de los zapatos.
Me recargo de amor
con una genkidama de chocolate,
pero solo cuando mis amigos
están salvando el mundo.
En salada de frutas
No solo se trata de flotar en los oasis de frutas como parece a veces, de ser una manzana que cae por las cascadas hasta convertirse en una mora, solo por el simple hecho del placer, digamos, esa transformación radical de una cebolla en una mandarina alada, sino se trata entonces de hacer de la vida una ensalada de, digamos… el tiempo, el tiempo de las frutas, el tiempo de las frutas en las ensaladas, el ciclo de la mora hasta encubarse en un nudo de besos, un grito del tiempo que es una mora al revés, la humedad que se estira sobre el espacio cuando se unen dos frutas, dos moras al revés, y la ensalada del tiempo es como un batido todavía en la licuadora, entonces si se piensa no importa el espacio de los árboles, digamos, sus pájaros y paisajes no son tan importantes cuando las frutas giran en la licuadora, quiero decir, si cortamos en pedazos un calendario de nubes tristes y frutas deliciosas, dividiendo el mar-batido en dos mitades de la licuadora del tiempo, al final los limones serán agrios y las manzanas ácidas, a menos que el espacio no distancie las frutas en la licuadora en la que se deshace la ensalada del tiempo: una mora, una mandarina, un jardín de nubes para transformarse en un gran tornado de frutas, como la licuadora pero gigante, sobre toda la ciudad, capaz de alterar el espacio, de modo que la ventana de la mora sea una con la ventana de la mandarina, en un agujero de gusano pero de frutas, en agujero de frutas sobre los calendarios y las ensaladas, de ventana a ventana, de frente a frente, ojos con ojos, las frutas se besan a través de la ensalada del tiempo, la mora se hace blanca hasta convertirse en una nube, la mandarina se pone verde hasta convertirse en un aguacate con alas, mora de nubes alrededor del aguacate volador, mandarina sobre la mora, dando vueltas, ventana con ventana, en la licuadora gigante del tiempo, la mora y la mandarina se desenredan como todas las frutas, en realidad fueron ya mil veces un manantial del que brotan todas las vertientes de nubes y frutas y tormentas de abrazos, pero igual mora y mandarina en la ensalada licuada gigante del tiempo no están separadas, dan vueltas sobre sí mismas, esquivando las cuchillas al fondo de la licuadora, dándose besos, haciéndose nieblas difusas, revolviéndose las moras, las manzanas, las naranjas, mientras las frutas, quiero decir, mientras las frutas no puedan salir a encontrarse.
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