Stefhany Rojas Wagner (Bogotá, 1994) es poeta, editora y gestora cultural. Co-fundadora y directora de Abisinia Editorial y de la revista argentina Abisinia Review (www.abisiniareview.com). Ha coordinado, en coautoría, las antologías Yo vengo a ofrecer mi poema. Poesía de Resistencia (Bogotá, 2021), El libro del polen (Buenos Aires, 2022) y Morir es un país que amabas. Poesía y Memoria por nuestros Líderes y Lideresas Sociales (Próximo a publicar). Breve tratado de la melancolía es su primer libro de poesía, uno de los títulos ganadores del VIII Premio Nacional de Poesía Obra Inédita (2020), publicado en España por Valparaíso Ediciones (España, 2021).
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El rock de los pobres
Nosotros los pobres
caminamos con los pies desnudos
sobre el pavimento caliente del futuro.
Descubrimos el rostro a la aurora
y nos escupen las palomas.
Naufragamos en nosotros mismos.
Tenemos el bolsillo roto,
el pan duro del desespero,
el brote de ruda en la billetera.
Nosotros los pobres
bailamos la pólvora de diciembre
embutidos en ropa de segunda mano.
De niños nos sacan los piojos
sobre un pañuelo,
nos aplastan el cabello con saliva
y nos echan café en las heridas.
Somos los desposeídos de sentido común,
los amputados de fantasía,
los que se limpian la nariz con los dedos.
Nosotros los pobres
incomodamos la vista, olemos raro
y viajamos apretujados en los buses.
No sabemos qué es el Banco Mundial,
pero bebemos de su agua putrefacta.
Nuestras manos atrapan la luz del firmamento,
estamos desesperados por vivir,
sacamos nuestro ataúd
del hocico de la locura.
Lo sabemos, el contrato se rompió
y el delirio se rompió.
Este nombre no nos pertenece,
este cuerpo está vacante.
Nosotros los pobres
caminamos con los pies desnudos.
Nadie se detiene y nos lleva a casa.
Rompemos la guitarra contra el concreto.
Somos esta deliciosa música.
Rock and roll a diez mil pies de altura
Elvis toca sobre la línea ecuatorial
en un avión que viaja al sur,
huye de un país con hambre,
huye del cementerio.
Se sienta en mis piernas como un niño,
con la nariz rota y un infarto irremediable.
Mira la piel metálica de este buitre;
los picos de las montañas alumbran
a través de la ventana de polietileno.
Todo es bello cuando se oxida
y se pierde en el espacio.
Es este reflejo pálido de la noche
lo que me pone neurótica
entre la sangre y la niebla.
Le digo: espera hago una llamada, cariño,
espera que hay un hombre al otro lado de la línea.
Sí, estoy enamorada, sí, es como la cocaína.
Hola, te llamé con mi caja negra,
¿Ves la luna desde la tierra?
Aquí estoy con Elvis y la vemos.
Suponemos que salimos de la atmósfera,
suponemos que lo distante es nuestro reino,
los muros de la capital que nos vomitan.
Dime, ¿ves los satélites?
solitarios como nosotros,
hostiles en el tiempo como nosotros,
perdidos en el firmamento
entre esquirlas y astronautas.
Te estoy abrumando, ¿verdad?
Vuelve a la cama.
Adiós.
Elvis pregunta por qué vuelo con él
kilómetros lejos de casa,
no es por la montaña blanca de mis pulmones,
no es por el aceite bajo el músculo muerto,
no es por el agua envenenada del hígado;
hay esperanza,
hay una ducha con sales minerales,
hay palabras de fantasía en la boca
de este hombre en el teléfono.
Lo siento, Elvis, tengo que dejarte en este asteroide.
Tengo que marcharme de este manicomio.
Atado de claveles rojos
Si fui débil antes, voy a ser débil ahora,
estoy diciendo que soy un ser inagotable,
voy por las calles y el viento me enloquece.
Mis amigos dicen, Stefhany cuídate un poco,
y le doy vueltas a la botella de ginebra.
Sí, mi amor, soy frágil, pero no tanto como tú,
ya me voy a dormir entre tus brazos,
cruzo la ciudad sobre mi cohete envenenado.
Sí, mi amor, me voy a poner la pijama,
no quiero pensar en esta cicatriz durante diez años más,
estoy aprendiendo a dibujar autorretratos,
no duermo las cinco horas que te dije
y perdí el apetito hace dos semanas.
Estoy bien esta noche,
llena de humo y sillas vacías,
repitiendo poemas como si fueran plegarias.
Mis amigos dicen que lo piense con cabeza fría,
la ginebra sigue dando vueltas en mis manos.
A veces siento que no hay nada que pueda hacer.
Sí, mi amor, cuando muera
siembra claveles en mi boca,
llévame a casa.
Del libro Breve tratado de la melancolía
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Estefanía Angueyra