Foja de Poesía No. 481: Alejandro Baca

Presentamos algunos textos de Alejandro Baca (Estado de México, 1990). Ensayista, crítico y poeta. Director del Colectivo Órfico de Poesía. Director del Proyecto Centauro de Cine-Poesía. Coeditor en Cuadrivio Ediciones. Forma parte del consejo editorial de la revista Ritmo de UNAM y del consejo editorial de Proyecto Almendra de INFOCAB. Publicó el poemario“Apertura del cielo” en editorial Naveluz (proyecto de UNAM).

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[Mi patria es el diluvio]

 

Mi patria es el diluvio

que no terminó de caer

alguna vez

en alguna parte.

El temblor de los trenes

por la mañana,

esos trenes de arena

que delinean

las mañanas

de las tardes,

las tardes de las noches.

Mi patria no es de pan y vino.

El vino lo bebemos,

el pan lo almacenamos

en alacenas derruidas.

Mi patria

son las alacenas derruidas

que nos alejan

de los gusanos-devora-sueños.

Es la madera carcomida

de sol y sombra.

Mi patria es la lluvia

que hizo de la alacena

un hervidero de musgo.

Mi patria no es el musgo,

es la combustión

y el desconsuelo.

Algunos que como yo

escapamos del derrumbe

acomodamos la humedad

que se forma en nuestras sienes

y nos preguntamos

¿quiénes somos?

también nos preguntamos

¿dónde somos?

por último nos preguntamos

¿qué somos?

Nos sabemos tan perdidos

como el pan que nos forma,

nos sabemos al vino agrio,

a la ventisca.

Sabemos que afuera llueve

y cada paso

es un dado arrojado al abismo.

Un siete.

Un grito exorbitado que se pierde

en la intermitencia de los grillos,

en el diluvio que alguna vez

no terminó de caer.

Mi patria no es mi lengua

pues los que abandonamos la colmena

nunca nos comprendimos

con el resto de los refugiados.

Hoy nos reconocemos

al tocar nuestra espalda,

al tacto helado que nos enmascara.

Mi patria es el camino,

los cuarenta días,

las cuarenta noches.

Mi patria somos

y nosotros somos

los que comemos,

bebemos

y nos formamos del diluvio.

Las gotas secas,

la intermitencia.

Alguna vez alguien nos habló

de las tierras blancas

de las tierras de miel tan agria

que empalaga.

Ese día algunos creímos.

Ese día comenzaron las preguntas,

el camino,

y mi patria

fue el temblor

de los trenes

por la mañana.

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[Ángeles vuelan…]

 

Ángeles vuelan cerca de mis manos,

en las llanuras incandescentes

se respira el olor a barro

con el que moldearon las figuras

de mis ojos

y sólo un aleteo bastó para formar,

de las grietas,

el holocausto seminal

del que hoy brotan las almendras.

 

[Los ángeles vuelan]

 

Los ángeles vuelan

cerca de mis manos

se esconden

en el parpadeo de las mañanas

en las turbas revoltosas

de las aves tormenta que en gris

se desvanece

los ángeles viven en abril,

en sus lluvias de sol
y viento,

en el azul de sus faros rotos.

En las heridas de los niños

que guardan navajas en las cicatrices.

A veces quisiera gritar un poco,

olvidar mi nombre,

recordar los meses fríos,

la aridez del pavimento,

y antes de arrancar tres letras

de mi cuello aparece Abril

y los ángeles vuelan cerca de su rostro.

 

Las flores se marchitan

ante la exhumación del viento

y de la blancura del invierno

sólo queda la mirada

en la que se bañan todas las palomas.

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[Tiro los ruegos]

 

Tiro los ruegos al viento

y sólo la luna refleja los rostros

carcomidos por las charcas.

Una noche creí escuchar al alba

posarse en los alambres

que se enredan

frente a mi ventana,

sólo era un ave.

Un ave que se miraba en el agua

estancada

con el rostro de la noche y plumas.

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[Alguna Vez]

 

Alguna vez has sentido que la noche

te aborda

por la comisura de los labios,

y se esparce entre los andenes

de un cuerpo siempre paralelo.

Has sentido el frío;

te pregunto,

el temor, el miedo.

La inexorable tristeza de no saber

la hora exacta

del amanecer o del ocaso.

Cuando el repetido e incesante

goteo

de la lluvia que se ha ido

se cuela por la ventana,

y sordo te preguntas

si todos los naufragios iban cargados

de piedras preciosas

o sólo llevaban troncos partidos

para apuntalar las fortalezas.

Yo sé que lo has sentido,

sé bien que tu espalda ha temblado

y te has enroscado del dolor

bajo los árboles sin sombra,

que sembrados una noche de verano

nos enmarcan.

Sabes tan bien de la intermitencia

de los ríos

y la dieta de las sirenas

(que nadan en la gruta).

 

Y todavía te atreves a llorar frente a mis huesos.

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El espíritu de los centauros (fragmento)

Carta I

 

Cuando los barcos partieron; nosotros, el musgo que crece alrededor de las catedrales habíamos terminado de cubrir todas la letras, éramos el olvido, y la lluvia que se alejaba nos mostraba la vida en un chubasco. Nadie recordaba los empedrados caminos que nos devolverían a nuestra patria, agradecíamos cada piedra pintada bajo el canto del cenzontle. Era la danza de la armónica. Habíamos perdido el camino y la voz del norte era cellisca negra, pólvora y cal.

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El espíritu de los centauros (fragmento)

Carta II

 

Cuando, secos, los tallos se fundían con los pastizales adoquinados y las estepas formaron un paso al cielo, comprendimos que la fuga era imposible desde el arco quebrado que nos enmarcaba. Éramos las flechas clavadas al suelo y el verano terminaría muy pronto.

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Datos vitales

Alejandro Baca (Estado de México, 1990). Ensayista, crítico y poeta. Director del Colectivo Órfico de Poesía. Director del Proyecto Centauro de Cine-Poesía. Coeditor en Cuadrivio Ediciones. Forma parte del consejo editorial de la revista Ritmo de UNAM y del consejo editorial de Proyecto Almendra de INFOCAB Ha publicado narrativa, poesía y ensayo literario en periódicos y revistas como El Columnista, El Clarín Puebla, Revista Ritmo CCH, Suplemento cultural Laberinto, Revista Flint, Invisible Gazzete, El Avispero, Revista Moria, entre otras. Ha sido publicado en las antologías de poesía nacionales e internacionales. Publicó el poemario“Apertura del cielo” en editorial Naveluz (proyecto de UNAM).

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