Un cuento de Malena Villar

Presentamos un cuento de narradora y editora Malena Villar (Ciudad Juárez, México). Es editora Junior en la revista Rio Grande Review.  Su novela “Arpías Cómic-Ass Vs. los Buitres de la Psique” está por publicarse. Cursa la maestría en Creación Literaria en la Universidad de Texas en El Paso (UTEP).

 

 

 

 

 

 

 

 

Bienca y sus historias

Recuerdo sus grandes y negros ojos y sus piernas flacas y sumamente peludas, cuando éramos adolescentes. Era la chica más popular de la primaria. Una niña que participaba y ganaba en todas las competencias escolares, además de que en aquellos tiempos, llamaba mucho la atención porque era hija de “madre soltera.”

Ella entró a nuestra clase a la mitad del año escolar, cuando su mamá, que se desempeñaba como secretaria, tomó posesión de su casa de Infonavit. Cerca de nuestra  casa ubicada en la Infonavit Nacional, donde eramos conocidos como la familia de “La Casa de los 40” porque éramos muchos.

1980 anunciaba la llegada del mundo adulto a un pequeño grupo de jovencitas de la clase trabajadora en Chihuahua capital.

Bienca, no es su nombre real, todos en la familia la recordamos con ese apodo porque mi papá nunca pudo pronunciar su nombre verdadero. Así es mi ‘apá, hasta la fecha, crea jocosos nombres alternativos a todo, también lo mismo le sucedió a un perro cocker que me regalaron durante una fiesta sorpresa a quien nombré Glenn, por Glenn Medeiros un cantante de aquellos tiempos. Y mi padre lo apodó Guingo. Y así se le quedó el nombrecito. Mi amiga nunca supo el sobrenombre con el cual nos referiamos a su persona. Ella vivía con su madre, a su padre no lo conocía y su mamá tenía un novio a quien ella se refería como “el viejo.” Quien, era bastante reservado, no la trataba mal, pero a ella no le caía muy bien.

La nostalgia de aquellos tiempos inolvidables me invadió esta mañana cuando alistaba a mi pequeño para que fuera al jardín de niños. Yo no fui al Jardín de Niños porque en aquel tiempo no era obligatorio. Y cuando entré a la edad escolar mi mamá raramente se levantaba a despertarme, mucho menos a despedirme. Mis hermanos y yo recorríamos sin miedo el camino a la primaria, en la mañana, temprano, a veces el sol apenas si se asomaba, todos juntos como siempre, como una pequeña tribu a través de las calles solitarias y tranquilas de la provincia norteña. En chihuahua hacía un frío tan seco que curtía la suave piel de nuestras mejillas infantiles.  Aveces yo soplaba un poco de baho tibio en mis palmas y luego las pasaba por mi cara para darme un poco de calor.

Los cinco hermanos menores de la familia, Lalo, Mario, Toy, Danny y yo despertábamos todos por las mañanas para ir a la escuela. Normalmente los más responables ayudábamos a los más dormilones. Era toda una faena levantarnos porque sólo Lalo y yo nos levantábamos voluntariamente.

Mi madre estaba generalmente cansada y la levantada temprano no se le da mucho.

Hoy que tengo que despertar a mi hijo, hago circo, maroma y teatro, pienso la tizna que es ser madre. Comprendo a quien de alguna manera me crió y me dio sus genes. Un día y otro tengo que despertar a mi vástago de casi cinco años con besos, cosquillas o susurros, o con gritos en el peor de los casos, cuando me ignora. Él se niega a la rutina escolar y eso es desesperante. Aunque es un poco raro porque cuando no tenemos que salir por ejemplo el sábado  o domingo si se levanta temprano. Cosas de la vida… Sin embargo, después de activar a propósito la furia y la química necesaria de mi organismo compuestas por ácidos gástricos, la bilis y y el aceleramiento de mi pulso a fuerza de mostrar mi autoridad ante mi pequeño de cinco años, viene a mi la culpa. Eso es casi todos los días, pero esa es otra historia.

Otra anécdota chistosa era cuando uno de mis hermanos mayores, Víctor, me decía antes de acostarse que lo despertara a las 7:00 am. Cuando llegaba la hora, yo lo despertaba y después de varias veces cuando me ignoraba, le gritaba. Luego él me gritaba que me callara que ya me había escuchado. Entonces confundida y frustrada, yo le decía que para qué quería que lo despertara si se iba a acostar nuevamente o me iba a ignorar.  Y el cínicamente me decía “Ah, para saber que estoy muy agusto dormido.”

Otra ocasión, mi madre medio dormida se levantó a darnos algo de almorzar, de esas pocas veces porque siempre ha estado muy  cansada por tantos hijos y tanto quehacer en la  casa. Danny, uno de mis hermanos menores tenía tos y ella le dijo:

—Tómate el jarabe antes de irte.

Mi hermano le contesta, dirigiendo el frasco hacia mi madre:

—¿Este es? MM-A-T-A-R–R-AAA…. dijo deletreando lentamente el título en la etiqueta.

—¡¡¡NOOOOOO!!! ¡…ése es veneno!!!! ¡Cómo te vas a tomar el venenoooo!!!

Gritó en un momento que quedó inmortalizado en nuestras mentes mientras arrebataba el frasco de Matarratas rápidamente y con la cara desgajada de tan sólo imaginar que su vástago pudiera haber ingerido el veneno.

Llegando a la escuela primaria Quetzalcóatl, cada quien se iba con sus grupos y maestros en busca del aprendizaje, custodiados por la Serpiente Emplumada. Sin preguntas de porqué estábamos ahí, en la escuela. Los niños no solíamos preguntar porqué íbamos a la escuela. Mi hija me dijo en una ocasión que si ella estaba en la escuela, para que la cuidaran mientras yo trabajaba…

Yo pasé a sexto grado y Bienca fue la estrella del final de la primaria. Era una niña que siempre se la pasaba sola en su casa después de clases, porque su mamá llegaba hasta en la tarde de trabajar. A veces nos íbamos a su casa todas las pequeñas pubertas a pasar el rato, sólo pendejeando.

Era mi amiguita una niña muy fantasiosa, muy creativa y académicamente muy competente, que hacía nuestros días de pre adolescentes emocionantes contándonos historias que ella creaba basándose en los personajes del Grupo Menudo y las publicaciones de la vida de estos de las revistas de espectáculos. Un quinteto de jóvenes puertorriqueños quienes cantaban y bailaban música pop y que ahora se conocen como Reencuentro. Fueron famosísimos en los ochentas. Bienca fantaseaba que íbamos todas con ellos a sus conciertos y viajes, pero ella siempre era de quien se enamoraban todos integrantes del grupo, aunque ella tenía su preferido: Miguel Cancel. A mi me gustaba Xavier, el prototipo del príncipe azul y René, el estereotipo del rebelde, a Mary le gustaba Ricky el feito. Jhonny Lozada a ninguna, pero igual da, se enamoraba de Bienca. Claro, en su mundo de fantasía.

Me daba  coraje que todos los integrantes de Menudo, se enamoraran de ella. Era tan buena para contar historias que nos provocaba celos y envidia a las demás amigas. Nos hacía parte de su narrativa tan sutilmente que a veces no nos dábamos cuenta sólo mirábamos sus ojos negros y profundos, su pelo lacio obscuro, su pequeña nariz respingada centro de su hermoso y redondeado rostro moreno, —como Lucerito, la diva infantil de la época. Su delgada y frágil figura crecía como un gigante que nos tomaba entre sus manos y nos manejaba como títeres virtuales, sin darnos cuenta como dábamos vueltas en espiral dentro de su mundo de fantasía. Siempre estaba envuelta por un vestuario a la última moda, y aprovechaba todos los recursos de femineidad enseñados por su madre desde temprana edad. Para un grupo de jovencitas hijas de familias numerosas, tanta independencia y vivencias era demasiado atractivo.

Y vaya que hasta la condición de ser “hija de madre soltera” que en aquellos tiempos era todavía tabú, la ponía aún más en una condición interesante. Su mamá muy espléndida le proporcionaba discos LP, revistas de moda y espectáculos, y lo último en diseños de ropa juveniles. Valentinos era su tienda favorita, donde todas hubieramos querido adquirir nuestros vestuarios. Lo único raro, era que su mamá, aún en secundaria, no la dejaba depilarse las piernas.Y todos los niños hacían mofa de sus “piernas de chango,” como le decían. A ella no le afectaba. Era muy segura de sí misma. Lucía siempre muy bonita, inclusive, ella ya había tenido varios novios para ese tiempo. Era como una niña caracterizando a una mujer. Y, curiosamente era atractiva aún para hombres más grandes. Porque además era bastante provocativa. Como una Lolita versión mexicana.

En una ocasión cuando salimos temprano de la escuela, nos dirigimos a su casa, éramos como cinco niñas. Vivía un edificio multifamiliar de esos que financiaba el Infonavit, construidos con ladrillos naranja claro, donde había seis departamentos, distribuidos en tres a la derecha y tres a la izquierda, ellos ocupaban el de en medio a la izquierda. Subimos las escaleras de concreto en forma de caracol hacia el segundo piso y nos sentamos en su sala,  todas con cara de bobas esperando escuchar sus historias. Cuando en una de esas charlas nos dice que le gustaba el baile folklórico. Nos enseño su falda de algodón circular, decorada con listones de colores, en verde limón con líneas magenta, azul y amarillo a través de todo el faldón terminada en encajes. Luego empezó a bailar.

Tal sorpresa nos llevamos cuando en el faldeo, nos dimos cuenta que no traía ropa interior. Todas nos volteamos a ver con disimulo y nuestras caras empezaron a brillar de sudor y rubor puberto. Algunas pretendimos no ver las viudas negras, otras se llevaron las manos a sus caras. Ella continuó su danza, faldeando, en trance, ondeando con su música interna y mostrándonos toda su intimidad. Nos había abierto las puertas de su casa y enseñado su intimidad. Ella sugirió que alguien más bailara y todas muy serias y con sonrisas nerviosas, nos retiramos del lugar. Guardando esa escena bizarra en el lugar más profundo de nuestra cajita de recuerdos pre adolescentes.

En general nos reuníamos durante las tardes. Una vez, entramos a su casa y nos enseñó una portada de una revista. Me dijo

—¿Qué es esto? y yo ingenua contesté:

—Un gancito.

Un pastelito de chocolate alargado que se come en México que en su interior tiene mermelada de fresa y crema dulce de color blanco, al morderlo, el chocolate se desquebraja en tu boca y se desaparrama el delicioso interior y las chispas de chocolate que lo cubren.

Se me antojó, quiero uno.

Era un pene erecto de un hombre negro con unas gotas de eyaculación en la punta. En el glande, dirían mis amigas, quienes si hablan correctamente. Esas imágenes no estaban todavía en mi mente. Me sorprendí. Nunca había visto uno. Me perturbó y quise saber más, ver mas ejemplares. Pero nunca lo expresé verbalmente.

Ella se rió incansablemente de mi ingenuidad. Creía que estaba retrasada en conocimientos. Después  le platiqué a mi hermana que Bienca tenía esas revistas y me mandó pedírselas, y me las prestó. Las revistas circularon durante semanas por todo el barrio de Infonavit Nacional, en Chihuahua, donde crecimos mis hermanos y yo.

Bienca salió con honores de la primaria, de todos los eventos académicos, oratoria, danza, declamación, para lo único que no era buena, era para el deporte. Aún así era muy destacada y su mamá era muy activa en la sociedad de padres. La señora fumaba mucho, siempre tenía sus Raleigh a la mano. Cocinaba y nos invitaba a comer, era muy agradable, pero en ocasiones estaba enojada, mucho y regañaba a mi amiga por cualquier incidente, de una forma muy dura.

Terminada la primaria, Bienca entró a otra secundaria, la mejor de la ciudad, decía ella, la Federal 2. Las otras entramos a la federal 5 porque era la más cerca a la casa. Ella continuó segura su camino de competencia. Mientras yo figuraba de manera natural en los cuadros de honor, sin hacer ruido. Ella competía ferozmente por los primeros lugares en su escuela. Y lograba siempre ser una de las primeras. Yo nunca competía, pero destacaba de manera natural, sin proponermelo.

Años después, para 1985, ¡ya teníamos 15 años! fuimos Bienca y yo a un concierto donde se presentó René, quien ya para ese entonces era conocido como el “Ex Menudo”, Tino, el “Ex-Parchís,” otro grupo famoso durante los ochenta, pero estos jovencitos de orígen español y Juan Ramón, el hermano de Tatiana, una actriz y cantante mexicana, originaria de Monterrey, quien se convirtió en la Reina de los Niños, después de descubrir que le redituaba más cantar canciones infantiles y vestir ridículos vestuarios mezcla de princesa de Disney y la Mujer Maravilla. Desde que salió Juan Ramón a escena no me quitaba los ojos de encima y se acercó a cantarme al oido. Luego René me sacó a bailar al escenario Crazy Little Thing Called Love, Amorcito Loco, versión en español. Él me seleccionó entre todo ese grupo de jovencitas deseosas de una mirada de los ídolos juveniles, luego me subió al escenario. Mi amiga no se iba a quedar  con los brazos cruzados y se lanzó ella también al templete de madera y yo me hice famosa en la secundaria porque bailé con René, porque él me seleccionó.

La popularidad de Bienca iba en ascenso y todo el mundo quería ser su novio. Un buen día mi vecino, Erlen, salió con que estaba enamorado de ella. Bienca traía un anillo de oro con un rubí. Él se lo pidió y nunca se lo regresó. Según él se le había desecho con el ácido de una bateria de coche. Tiempo después se lo vimos a su novia de verdad. Ella jamás volvió a hablar con él.

El chilango también se enamoró de ella y robó unos cuantos besos y agasajos de mi amiga. Una vez que estábamos platicando afuera de la casa de ella. Bienca estaba sentada en posición pretzel, de repente entre risas y cuitas, se oyó una sonora flatulencia emerger de entre sus piernas. El chilango se hizo después de la vista gorda, y se buscó otra novia con menos problemas gaseosos.

Una lista interminable de amores fallidos recorrió la adolescencia de mi amiga. Besos por aquí, besos por allá. Fiestecitas, moda, tardeadas en las discoteques (antros) más populares de la época, donde hacían concursos de baile, en donde ella se desenvolvía como pez en el agua. El Robin era la disco para los fresas y la Posada de Rey, para los proletarios, la plebe… Bienca iba de un antro a otro, bailando, haciendo coreografías e incrementando su historia de relaciones precoces.

Fue en la secundaria cuando Bienca conoció a Saúl, quien se convirtió en su novio de años. Su mamá continuó su rutina de trabajo y Saúl empezó a entrar a escondidas a la casa de mi amiga. Ellos empezaron a tener relaciones sexuales, hasta que un día, ella se asustó porque creía estar embarazada. La relación terminó porque su mamá se dió cuenta de que su hija, probablemente sería madre soltera, como ella. Eso no sucedió.

En Chihuahua cada Octubre llegaba la Feria Expo Ganadera y todo la ciudad se preparaba para ver el ganado, ir a los juegos mecánicos y entrar en la casa de los espejos y del terror.  Bienca a costumbraba a ir con su mamá y sus tías y por su parte, mis hermanos y hermanas mayores también asistían. Era una buena oportunidad para exponerse, las feromonas de humanos y ganado estaban tan revolucionadas que el aroma se mezclaba con el de los algodones de azúcar, los hot cakes, los tacos y el excremento del ganado.

Entre el ambiente polvoroso iban todas las jóvenes con sus mejores vestuarios a modelar por las veredas de lodo y excremento de vacas, cerdos, chivas, esparcido por todo el lugar de la “Expogan” a buscar su futuro con algún vaquero millonario dueño de rancho. Y vaya que había buenos ejemplares. Como un murmullo se oían las voces de la “Maldita Primavera” de Yuri, Las Mujeres Divinas de Vicente Fernandez y también “Y por esa Calle Vive” en la peculiar voz de Antonio Aguilar dentro de los palenques, en la mezcla de sonidos, aroma a licor y los alaridos entre los vendedores ambulantes quienes invitaban con sus gritos desesperados a probar suerte y jugar la lotería o ganarse el muñeco de peluche más grande y empolvado de la feria.

Bienca me invitó a la Feria y yo emocionada fui con mi madre:

—Amá, me deja ira la Feria.

—No se, dile a tu papá, además no tengo dinero.

—Dice la mamá de Bienca que su mamá paga.

—No, dile a tu papá.

—Apá, me deja ir a la Expogan

—No.

—¿Porqué? Va la mamá de Bienca.

—¡Pues por eso!

Todos mis hermanos mayores soltaron sonoras carcajadas. No fui a Expogan con Bienca. Después iría con mi familia “La Familia de los Cuarenta” como nos apodaban los vecinos.

Alingresar en el Colegio de Bachilleres 4, después de la secundaria, gracias a el buen promedio y las relaciones de su madre, Bienca entró en el turno matutino y nosotras al vespertino. De igual manera ella continuó su carrera académica entre los mejores promedios del plantel, aunque acá había más competencia. No logró nunca ser la reina ni destacar en los deportes. Y mi promedio bajó considerablemente. Así como la amistad con mi amiga fue haciéndose más lejana.

Su nivel académico disminuyó al entrar al Tecnológico de Chihuahua, escuela que abandonó y, para ingresar a la carrera Contabilidad, en donde se decía en aquel tiempo, tomaban clases las más bonitas de toda la Universidad Autónoma de Chihuahua y posteriormente abandonó sus estudios.

Supe que contendió para reina del Tecnológico y durante el desfile de las concursantes en el gimnasio universitario Manuel Bernardo Aguirre, usó un vestido verde, blanco y rojo porque tenía una relación de amasiato con un político priista quien, decían era casado y este le patrocinó el vestuario, lo que provocó la rechifla de todos los jóvenes de los planteles universitarios. Después le perdí la pista.

Una vez paseando por la calle Aldama, de Chihuahua, como veinte años después, una mujer muy parecida se me atravesó por enfrente del carro y tuve que frenar. Me vió directamente a los ojos y me dijo descubriendo sus pechos morenos, también trabajo con mujeres y hago trios si te interesa. Te doy buen precio.

Nunca volví a saber de ella.

 

 

 

 

 

 

 

Datos vitales

Malena Villar. Ciudad Juárez, México. Editora Junior en la revista Rio Grande Review. Docente y narradora. Estudió la Licenciatura en Diseño Gráfico en la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.), donde imparte Diseño Editorial. Ha trabajado para El Paso Times, El Norte de Ciudad Juárez, El Diario de El Paso y El Diario de Juárez. Participó en la exposición colectiva “Bluring The Borders” en UTEP 2010. Su novela “Arpías Cómic-Ass Vs. los Buitres de la Psique” se encuentra en etapa de edición. Cursa la maestría en Creación Literaria en la Universidad de Texas en El Paso (UTEP).

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