En esta nueva entrega de El Síndrome de Esquilo, la columna del narrador y periodista Vicente Alfonso (Torreón, 1977), presentamos una interesante reseña sobre la nueva novela del novelista Juan José Rodríguez (Mazatlán, 1970), La novia de Houdini, editada por Océano en su colección Hotel de Letras. Juan José Rodríguez es una de las voces más originales de la narrativa mexicana actual.
Del truco a la magia
A mediados de este año visité el Museo de Historia Natural del Smithsonian Institute, en Washington. Corrían las vacaciones de verano, y familias de todo el mundo curioseaban entre miles de elementos en exhibición: huesos de dinosaurio, jaibas gigantes, momias egipcias, escorpiones vivos… pero, por mucho, la pieza que más visitantes atrae es una piedra: el famoso Diamante Hope. Rareza entre las rarezas, se calcula que la joya de 45.52 quilates atrae más de siete millones de visitantes al año, cifra que debe ser verdad, pues durante los minutos que estuve en esa sala debieron ser más de cien las personas que pasaron apiñándose alrededor del diamante y su base giratoria. ¿Por qué hechiza así a la gente?
Recordé el diamante gracias al libro que leí esta semana: La Novia de Houdini, del mazatleco Juan José Rodríguez. Recién publicada por editorial Océano, se trata de una novela de aventuras que me devolvió, a lo largo de 179 páginas, el gusto de leer para saber qué pasa en el capítulo siguiente. Y atizó también una de las aficiones que conservo desde la infancia: la magia ejecutada por trotamundos.
Ambientada a inicios del siglo XX, los personajes de La Novia de Houdini son ilusionistas profesionales que se mueven de un continente a otro con una obsesión común: el diamante del que hablé más arriba. Como es de imaginarse, terminan asociados, y forman una compañía que recorre los caminos de Sinaloa presentando un espectáculo. Comandada por Lorenzo Ludovico, mago formado en los escenarios de Europa y América, la tribu incluye a Antonio de Orsini, lanzador de cuchillos, Shackleton, médium capaz de comunicarse con los muertos, y Florissa, escapista capaz de enamorar a hasta al más elusivo de los hombres. Completa el cuadro un mexicano que decide abandonar su rutinario empleo como administrador para tratar de conquistar a la muchacha.
Varios aspectos sorprenden en la literatura de Juan José Rodríguez, quien antes había publicado Asesinato en una Lavandería China, Mi nombre es Casablanca y El Gran Invento del Siglo XX. Destaca, ya lo dije antes, su habilidad para construir situaciones fluidas. Para explicar el modus operandi de este autor, resulta útil el consejo de uno de sus personajes. Un auténtico tahúr: “No acabes con tu suerte en una noche. Dejemos algo de fortuna en el fondo de la baraja para el día siguiente. Esto nunca termina. Dejemos un poco de agua en el oasis para poder mirar las estrellas en medio de la noche”. Mesura, es pues, la clave. Tal como lo hace el mago con los naipes, el narrador no muestra todos sus recursos antes de que la partida termine. Dosifica la información de manera que el suspense del relato va creciendo, envolviéndonos en una novela que incluye traiciones y giros inesperados.
Pero el libro sobresale, además, por lo bien que el autor investiga sus temas. No sólo porque echa luz sobre los trucos que hace siglos utilizan magos e ilusionistas, también porque, con precisión de joyero, amalgama pasajes reales y ficticios. Entre otros momentos históricos, pasan por sus páginas el hundimiento del Lusitania, la trágica muerte de la soprano Ángela Peralta en Mazatlán y la transformación, debida a una casualidad, del joven Erik Weisz en Harry Houdini, un escapista escéptico que dedicó muchos esfuerzos a demostrar que el más allá no existe.
“A pesar del truco, a pesar de la trampa, siempre existe un riesgo de no salirse con la suya en el instante de mentir”, leemos en la página 17 de La Novia de Houdini. Una vez más, la voz parece hablar también del antiguo oficio de narrar. Hoy que abundan los libros huecos, llenos de estridencias, novelas como ésta confirman que una historia bien contada será siempre el mejor de los hechizos. Ya lo dijo el gran Lorenzo Ludovico: nunca confundas un truco con la magia.
Twitter: @vicente_alfonso