Poesía de El Salvador: Jorge Galán

Presentamos un texto inédito del poeta salvadoreño Jorge Galán (San Salvador, 1973) para festejar los dos millones de visitantes en Círculo de Poesía. Galán ha publicado su poemario más reciente, El círculo, bajo el sello de Visor. Publicó recientemente la novela La habitación al fondo de la casa, que ha sido un éxito de ventas en España y que ya se traduce a distintas lenguas europeas.

 

 

 

 

 

Mañana de noviembre

 

El mundo es frío, noviembre cuelga de las ventanas,

se estira y se congela. Las nubes grises de nieve

se desploman sobre los tejados y el día es blanco

como la piel del conejo desollado que hierve en una olla.

Atrás algo se aleja sin que me atreva a mirar:

no son mis hijos, no tengo hijos ni mujer ni parientes,

los niños que corren alrededor no son distintos a todo lo que fui,

mi mano apretó los rostros de cada uno hasta deformarlos,

hasta hacerlos morir dotándoles de días felices,

mostrándoles el otro lado de la sombra. En la luz

permanecen como parte de un espectáculo interminable,

juegan y juegan imitando a una bailarina que da vueltas

y no puede parar y continúa erguida día tras día…

El día es frío, todo se mueve afuera. Sin que lo note,

todo avanza o crece o decrece, el minuto

es la tecla de un piano, alguien la hace sonar para mí,

alguien canta en susurros, las cosas suenan

este invierno donde estoy tendido sobre un sillón

y observo a otro que mueve, es joven

y su espalda está sana, sus piernas están fuertes,

si salta es capaz de chocar contra la curvatura de la tierra.

El sillón es mullido, cálido como el interior de una manzana.

Alguien manchó los cristales de las ventanas con almíbar.

Una costra que imita un continente hundido impide ver afuera,

pero el aroma aún es dulce como el recuerdo de una fiesta.

Tengo cien años. Ciento ocho. Catorce. Todo está por llegar.

La niebla se separa para dejarme salir y entro en una ciudad luminosa.

Ni un solo árbol. Ni un solo patio colmado de flores malvas.

No es un sueño de lo que hablo, es la vida, el instante

que lleva mis pensamientos de una tristeza a otra, de una música

a otra, de una calle a otra calle, de una muerte a otra muerte.

Los niños son las agujas de un reloj que no marca el tiempo pero sigue

rodeando su centro hacia atrás y adelante, sin avanzar realmente,

sin ir más allá de una hora que no puedo olvidar.

La navidad es una carroza tirada por caballos sin ojos.

Negras crines que arrastran polvo y nieve dejando un rastro

de crías de culebra en el piso. Lo veo llegar, escucho

villancicos cantados por voces sombrías, cuentan

la historia de lo dejado atrás. Los niños corren alrededor, manos

intentan tocarlos. Manos de largos dedos. Muñones.

Cuencas desiertas son las ventanas de las casas en la orilla.

La navidad tiene todos sus focos quebrados.

Los hornos parecen chimeneas. Los pavos y los patos quemados.

Pianos rotos suenan en las esquinas sin gente.

Mi paseo me lleva a una colina donde observo mi antigua casa.

Un cerro lleno de cuevas donde se esconde alguien.

Alguien que no se atreve a salir. Sus ojos son arañas que brillan

en la terrible oscuridad. Recorren su rostro. Se hunden y salen.

Observo mi reflejo en su piel briosa. Digo algo. Un nombre.

Lágrimas bajan por pómulos semejantes a hojas de partituras.

Es incapaz de repetir lo que he dicho. ¿Pero quién se esconde

en la profundidad? ¿Quién es ese que retrocede al escucharme?

Un cerro no es una casa pero mi casa no existe.

Nunca ha existido. Mi casa es el crepúsculo de la tarde.

El viento del norte construye paredes que unen el occidente y el oriente.

Adentro, me he movido como la melodía de una caja de música.

El mundo es frío. El mundo es bullicioso. Los que están de fiesta

no merecen estar de fiesta. No este día terrible. No

bajo esta luna a punto de explotarme en las manos. No

bajo la tempestad que se produce bajo mi pie tremendo, detenido

sobre los restos de una civilización y un instante.

No puedo repetir las palabras que en la noche me hablan del mar.

La tristeza no es una palabra, es un clamor que se detiene.

El mundo es frío. Y esta mañana sin duda soy el mundo.

 

                                                                 Último día de noviembre, 2014.

 

 

 

 

 

 

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