Presentamos dos textos inéditos del poeta costarricense David Cruz (San José, 1982). Publicó en España recientemente, bajo el sello de Valparaíso Ediciones, el poemario A ella le gusta llorar mientras escucha The Beatles. Cruz es poeta, narrador y periodista. Premio Joven Creación (2004) y VII Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón (2011). Ha publicado los poemarios Natación nocturna (2005) y Trasatlántico (2012).
Ágrafo eléctrico
El último habitante de la ciudad táctil
sabe que sus manos no son reales.
Entre cables y circuitos
intenta descifrar su árbol genealógico,
pero todo son datos fríos e inconexos.
Por su cabeza deambulan
los transeúntes de muchas vidas.
Recuerda todas las mañanas
cuando abordaba el metro
y miraba un libro de Ángel González.
Se resignaba a que jamás comprendería
la tristeza que puede dejar una guerra.
A veces le dan ganas de tirarse
por la ventana desde el sexto piso.
Entonces recuerda que a los hombres como él
no se les entierra,
que a los hombres con códigos de barras
no se les marchita el rostro,
que a los hombres de hojalata
no se les pudren los recuerdos.
Clases de cálculo mecánico para principiantes
con Alan Turing
La máquina no quiere pensar.
Se deprime cuando ve los noticieros.
Se siente tonta cuando Kasparov la desafía.
Es fea cuando mira las revistas.
Quiere meterse en clases de esgrima,
pero no aceptan su petición porque no es ágil.
La máquina no quiere morir.
Jamás entenderá lo que es una lágrima.
No tiene militancia política.
No distingue entre carnívoros y vegetarianos
-las lechugas son rebanadas
igual que los filetes de res-.
No sabe que puede acabar con todo si se acuesta
sobre los rieles del tren.
No le tiene miedo al Dios que la creó,
porque no se va a extinguir como él.
La máquina no sabe su número de serie.
Nunca le dieron su manual de uso para comprenderse.
No puede embriagarse cuando las cosas van mal.
Cuando observa una mujer hermosa no la desea.
No le gusta ir al zoológico,
ni los juegos de azar,
ni armar dinosaurios,
ni masturbarse,
ni va a lecciones de quiromancia en los suburbios.
La máquina no moriráde malaria.
Sus genes no vienen enfermos.
No busca una ínsula como recompensa
por sus servicios.
No desea retirarse a cultivar vino en Ribera del Duero.
No hará yoga en la Costa del Sol
para olvidar su pasado en un laboratorio
de Detroit o Tokio.
No cantará su cumpleaños, ni alabará a Fellini.
No recitará la canción cursi
con la que sus padres se conocieron.
La máquina no imagina una vida que no ha vivido.
Sólo escarba sobre un cráter de Marte.
No sabe si se busca a sí misma o nos busca a nosotros
que miramos los infografías de su misión
en el televisor de un bar,
mientras acabamos el último trago de cerveza
de este martes cualquiera.