Cuento mexicano actual: Nylsa Martínez

En esta ocasión presentamos dos relatos de la narradora bajacalifornia Nylsa Martínez (Mexicali, 1979). Ha publicado las colecciones de cuento Roads (Ed. Paraíso Perdido, 2007) y Tu casa es mi casa (CONACULTA e ICBC, 2009). En 2010 reunió el trabajo de 12 jóvenes narradores en la antología Ni desierto, ni maquila, ni frontera, Nueva narrativa mexicalense.

 

 

 

 

 

 

Tanga-man y su identidad secreta

 

¿Cómo fue mi experiencia con Tangaman?, te lo platicaré. Fue como sentir la ausencia de sal o azúcar en un beso, de no encontrar pimienta entre los suspiros, de un aroma a sexo insípido invadiendo la habitación. Mucha tanga, poca acción.
Para describir sus movimientos en la cama, podría decir que posee un sexo loco y desabrido, su tacto es como una sopa Maruchan: helado_horroroso- artificial_plástico. Su vientre es plano, lienzo donde mil pinceles se han deslizado y sigue siendo un lienzo vacío, sin tendencia artística.
Sus pies rozaron por la parte baja de mis pantorrillas y esa cosquilla inicial se diluyó en un tacto robótico.
Lo mejor de todo ese show barato fue su tanga, ese accesorio que me hizo descubrir su verdadera identidad, Él es Charlote, por eso nunca los vemos juntos en la serie. Lo descubrí por su ensayada manera de besar mi cuello, me recordó al capítulo donde Charlote se encuentra con los negros encadenados en el fondo de la mina, ¿recuerdas?, cómo primero lamía sus cuellos y luego de retirar el sudor, los comenzaba a besar. De esa manera hizo conmigo, solo que yo no estaba bañada en sudor, por eso no se excitó. Así supe quien era.
Yo me sentí frustrada, había deseado tanto el estar con él. Me acuerdo que desde los dieciocho años no me perdía la serie, evitaba hasta a mi novio con tal de estar frente al televisor, me encantaba verle las nalgas mientras combatía contra los infernales vengadores. Hasta coleccioné las cartitas que solo vendían en las sex-shops cuando sacaron el álbum.
El/lla se sintió avergonzado/a de que le hubiera descubierto, de cualquier manera le pedí que me firmara el poster que había llevado a nuestro encuentro. Nunca más nos volvimos a ver, no me quedaron ganas de volver a fantasear con un superhéroe.

 

 

Los tres cochinitos

 

El despertador no pudo ser más injusto, apenas se habían reunido tres horas de sueño en el cuerpo de Patricia, muy poco, poquitísimo. Su mano derecha se extendió para dar fin a la tortura del bip bip incesante, el movimiento perdido en la torpeza de la oscuridad, culminó en el derrame de un vaso con agua.
Son las seis de la mañana, el sol sigue en un sueño profundo y la única pregunta que ocupa el inicio de día, es el menú para el desayuno. Huevos, leche, quesadillas, yogurt, cereal…, un mundo de posibilidades junto con un refrigerador vacío. Pan. Allí siguen los tres cochinitos que compró en la panadería la noche anterior, única posibilidad. El siguiente paso será devorarlos.
Y quizá el remordimiento de su exceso de peso pudo haberla detenido, pequeño fantasma que hace aparición especial en los capítulos más tortuosos de su vida; quizá la idea de tomar el carro, ir al supermercado, comprar algo decente, nutritivo, bajo en calorías, saludable pudo seducirla, pero no, ése no es precisamente su estilo. Tantas posibilidades, tanta gastronomía: el restaurante de la esquina, el de su amigo el gay; su amiga la quedada, la del chocolate caliente, de las galletas perfectas. Un suspiro y a mordidas va acabando con los tres bronceados panes.
El espejo le dice que su vientre es plano, mientras la respiración se comprime bombeando una redondez magnífica en sus senos, firmeza digna de un comercial televisivo, ella es perfecta, super chica-cocodrilo al ataque.
Al llegar a la estación de radio saluda como siempre al guardia, su mano derecha se agita en el aire mientras su mano izquierda sostiene un termo con café. El recorrido por el pasillo es el habitual, el de las mañanas: sonreír, decir “buenos días”, verle las nalgas a Gonzalo, decirle “aló” a Mauricio, buscar como desesperada la mirada de Aarón.
Allí están, tremendos ojos grises cruzándose premeditadamente, de manera instantánea el mundo se convierte en un lugar habitable. El calor puede resultar sofocante en la cabina, le sorprende cómo la respiración se le agita invariablemente cada mañana, cómo las manos le cosquillean, la interacción desequilibrada de sus células, saber que le es indispensable desear. Un toc toc en la puerta es innecesario, bastaría con una seña a través del gran cristal que constituye la pared, pero aprecia el gesto de formalidad. Es él.
Entra, es tiempo de iniciar el programa, y se enoja por haber buscado anticipadamente la mirada de Aarón, por qué buscar adelantadamente a ese felino que ha de ronronear durante cincuenta y seis minutos frente a ella.
El programa inicia…la receta para un delicioso postre no puede ser más atinada en esta mañana…fresas, hacer pequeñas rebanadas, colocarlas en un tazón para luego bañarlas en chocolate, tomarlas con los dedos, depositarlas en su boca, morderlas, mezclar lo ácido con lo dulce, deliciosas. Y no solamente una, que sean muchas, pueden preparar tantas como deseen, con intensidad, que la humedad en tu boca vaya disolviéndolas, a veces sentir que se te acaba la respiración, pero no importa, sacar un poco más de aliento, el beso dura lo mismo que el deseo.
El cuello…, residir en él. Que el chocolate sea muy dulce, es hermoso sentir las manos en una espalda desnuda, tibia, más chocolate; que los ojos grises atraviesen tu mirada; que tu mano se vaya deslizándose por su muslo, y sentirte bien al saber que está firme, son mejores las fresas que puedes morder con seguridad.
Queridos amigos, ¡es increíble!, pero esta mañana no tenía nada para desayunar en mi refrigerador. Su mano se desliza sobre la superficie de la mesa, la madera se siente helada, limpia, perfecta; y si los centímetros fueran más diminutos ya estaría sobre esos dedos que se entretienen con una pluma. ¡Ay Patricia!, y entonces ¿qué hiciste?, ¿cómo resolviste tu desayuno? Hubiera podido devorarle los labios como pedazos de cochinito, como uno de los tres cochinitos que acompañó con los respectivos vasos con leche. Nada, me he esperado para escuchar las sugerencias que tengas en esta mañana, ¿qué novedad me tienes? No escucha ni la más mínima palabra de ese discurso, su lengua inicia un recorrido en ese abdomen, el chocolate le sabe bien, las fresas se pueden compartir, de fresas lleno su cuerpo, de fresas el pelo, de chocolate las fresas. Y el recorrido va descendiendo poco a poco, se recomienda desinfecten muy bien las fresas, son muy peligrosas. Su mano izquierda toma posición, le avisa que el peligro se acerca, está instalada en la entrepierna haciendo una caricia ondulante, los labios apenas rozan el falo matutino, el de la cabina de radio, el formal.
¿Tu qué opinas Patricia?, ¿será bueno cocinar la carne con jugo de manzana?, él también puede saltar sobre la blusa azul del día de hoy, lo botones serían un obstáculo pequeño, la dureza que se encierra bajo el sostén también azul se justifica, agradable esa caricia junto al sorbo café. ¿Ya lo has intentado?, los labios Aarón cierran la pregunta y la comunión con esos ojos grises continua. En absoluto, pero es una buena idea, buena idea es combinar el gris de tus ojos con las cortinas de mi casa, justo con las de mi recámara, seguir en el recorrido por tu abdomen, un poco de crema chantillí hace deliciosa la mezcla de las fresas y el chocolate, no detener a tu mano que busca un diálogo con mi vientre, con la humedad mutua. Terminar una conversación sobre tus muslos, aumentando el raiting del público, de mí, la fiel radioescucha de tu cuerpo. Bueno amigos, el tiempo se nos ha terminado, pero los esperamos mañana en este su espacio de cocina.
Se desprende de los labios que secuestra en los comerciales, busca los ojos grises, le encanta la mirada de ese felino que ronronea en los minutos fuera del aire.

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