A Iris
Una solución que te hunde vale más
Boris Vian
Porque amaneciendo pensaba gritarle
para alcanzarla e invitarle un encierro con toda su pérdida memoria
contagiar las esporádicas juergas en íntima bendición,
la última vez se encaminaba a soltarse
ya la luminosidad de su asombro se perdía
en el cansancio que da el desierto día.
Cargo unas notas dentro del bolsillo
para cuando esté frente a ella, una decisión firme
y hasta que el ebrio mar encendía una plegaria certera a mi razón
me mantendré en paz y alejado,
aunque siempre me aproxime en cada parpadeo que tenga
todas las cartas que recibí fueron las últimas.
Y si no me encontrara sentado en compañía del abismo
contagiado con la nostalgia que da vomitar en la terraza de este edén,
tardes que no reconozco, platicando con figuras talladas con mi vista
sé bien que dictó esto pensando en la tentadora huida;
De noche me persigue en los pasillos de esta construcción,
me llama para ir a balbucear ante la luna
las interminables formas del letargo ancestral.
Resbaló en el lodo ante una sacudida de astros,
suelto a arder viejas notas para abrirme paso
y ya nada se escucha ahí adentro,
tropiezo a gusto fulminado por la felicidad inexorable del gallo
con la ventaja de no creerle al tiempo ni a todo lo que se cuenta en él.
De ninguna manera y de todas confundo sus sentencias en este lugar
en que nada se amontona ni se olvida
y así entonces tardar una respiración
para expulsar el adormecimiento de ideas.
Carcajadas saltan de las comisuras del destierro que me da su placer
esta naturaleza y su soberbia disipan a las mentes de su alma creadora
hacen engendrar del suelo inundado de comedia y materialidad
severa secreción cerebral sin fin ni comienzo.
No he despertado inútilmente
le confió mi compañía a la miseria diestra
un puñado de combustión se eleva en esta madrugada desde mi pecho
avanzó con solo pocos golpes térmicos
y con una eternidad última de saciedad.
Subo a ver la noche debajo del vapor,
tumulto de erosiones que entierran cada poro de luz
ya con un último aliento, el silencio de una tierra colérica.
.
girando frente a un gran canal
inmutabilidad profunda
que da el cansancio y el aburrimiento.
Hay veces que en el piso se dejan deslizar
enigmas sobre el andar,
edificantes tropiezos
en una asfixiante quemadura,
con ninguna bendición llegar a solas
ante la corriente de hirientes voces
en el deseo de una eternidad.
No miras nunca a la bestia
que agita su lengua divinizada
entre polvo y ceniza.
La impetuosa vida espontánea
sin memoria alguna,
sin una orilla cálida que buscar,
sin esa garra absoluta del tiempo.
Indómito el sueño callo.
la lluvia es arrancada de las hojas
entre una deformación de la brecha
al paso sin incomodidad saltan las mejorías,
las largas miradas burlan a las horas.
Los vientos se arremolinan al centro
por la fiebre las flores emergen
la luz con absoluta duda las envuelve
pongo la mano en sus botones
y le quito los estorbosos pliegues.
Mi aliento buscando resurgir
en los mínimos movimientos de su calor.
La llama de la muerte hace su entrada
adormecida en los tuétanos
rapta queriendo esparcirse
en medio del rumor de la ciudad.
Grita la gente, le gritan al vacío
y miran junto al precipicio
su espanto queda reducido
ante la estampa vieja y natural.
¡Se van a caer de ahí!
Jajaja…te puedes caer de donde sea.
Ya solo inerte en la flaqueza acordonada
en sal de ardor
sin ningún filo de arena,
espuma a tope solidificándose,
ya todo el asunto ha pasado
en la sinfonía desconcertante.
Atiza el cigarrillo.
De este lado, el invierno
hace sudar y quita el aliento
es semejante al insecto
que pudo nacer en toda la conmoción
y lleva por nombre el nuestro.
Apenas te arroje la hora inexorable
ven de este lado
tendré los ojos puestos en no caminar,
para que nada me moleste
abriré la atrancada mirilla
y dejare que pase todo ese aire cancerígeno,
no te haré esperar.
Aquí hay de todo
un error propuesto a esclarecerse,
una dieta de costosa manufactura
fría y donada por el gran accidente de la suerte,
la mayoría de las películas en blanco y negro
que pude traerme cuando me caí en el hospicio,
recién acabo de sacar los muebles
ocupaban mucho espacio como para verlos diariamente,
sabanas que están sin arrugar
que se secan mientras llegas.
Evoquemos la dicha
sin discutir los mismos rasgos del dominio,
entre la cubierta de nuestros labios
y tu corazón afligido
que sigue el consejo de la total indiferencia.
dirige tu dulce voz
donde florece la esperada muerte,
dormita con la sombra de mi locura
reúne palabras
en soledad de contenidas horas
inseparable alma.
Bésame
hunde todo tu pecho
ante mi afligido corazón inhóspito,
recorre con el roce de tu aliento
la sangre erosionada de mis días,
reconoce como tuya mi carne
enraizada en esta humareda.
Cierra fuertemente los ojos
fuma despacio en aquella pocilga vacía,
consanguínea con el festín de ruidos innombrables.
La obra más marginal
en la que alguien se pregunta menos por la razón
es el último instante posible
de ser todos y no ser nadie.
La duda no carcome, ennoblece
se diferencia abismalmente de toda mediocridad;
la última utopía añorada ya está resuelta
es una vil y contagiosa instrucción mental.
Somos ya lo único de cuanto dependemos
conoces el hampa del hambre,
el humor de la saciedad,
la sinrazón de la belleza,
la náusea de varias columnas del derroche
y la alegría de minar todo recuerdo;
El hocico de la acusación,
la burla de la impotencia,
el amor dado a medias,
la amistad dependiente y nada franca.
La obra más marginal
en la que no se encuentra motivo de pertenencia
es el último pensamiento posible
de acecharlo todo y confundir la nada.
Marea
dejando caer las espaldas en las rotas ramas
con los gestos de tus piernas blancas,
oyendo el golpeteo de nuestro aliento
envejezco y mudo en tus sales.
Nuestras lenguas balbuceando ante la luna
viento y tierra nos esconderán de las voces
que se pasean solo un poco sollozando,
por nuestros lados goteando se mece
el fondo endurecido de toda brisa,
la oscuridad nos adentrara al temblor
que no es de esta cálida tierra
Los hombres te temen,
las mujeres te sofocan
entrare si me levanto para cuando estés en la marea.
Junto a los recibos que siguen cayendo de mi bolsillo
deje varios escritos en tu nombre
he tenido ganas de reducirlo todo,
intento seguir el trasvolar de las verdes y gustosas moscas
que no sé cómo se han multiplicado
me entretengo inhalando de mi pañuelo,
prendo allumettes para reaccionar
me digo:
nada de enviarlos,
ni corregirlos,
ni tan siquiera hojearlos
sirven para mantener calor aquí.
Sostengo la risa
siempre sí se secó el aceite del piso.
Todo viene a mí, con tenacidad me estrujo los ojos
pienso en esto que estuvo tan lejos de tus palabras.
Te veo ocupada en tus obligaciones
me recuesto algo cercas
la hierba fresca me causa repulsión
mirándote busco la mía que no he quemado.
He venido hasta aquí durmiendo poco
bebiendo nada
me tratas de entretener con un libro
desconozco al autor,
me cansan sus renglones
pero me interesa saber cómo murió.
La mujer del cuadro se me asemeja a ti
solo pienso en besarte,
te digo muy despacio:
a mi ángel de la guardia lo deje morir de hambre.
Destello
A Alma
Atravieso la resonante avenida de contraflujo
frente a esos cerros desgajados por la urbanidad
la inmediatez de diminutas luces llegan a ser inabarcables
como los sorbos de la mañana que se agolpan en mis pasos
prendo un cigarrillo arriesgando mi equilibrio en una viga.
Ahora que estoy fuera del lecho de la ciudad
no hago caso de las falsas concepciones que me trae la altura
ceremoniosamente escucho a Chet Baker
dejo que el polvo se acomode en mis ropas
me esparzo como puedo,
me consuelo.
Perdido en mis contemplativos deseos
que me hacen sumirme en una desconocida quietud
veo consternarse esta noche
encuentro mis juicios equivocados.
Su presencia me place igual a su evocación
(callada, dormida, pálida, tibia)
le he visto tomar el primer sitio,
afortunada por algo significante al olvido
su aliento es este humo de mi mano en soledad.
No queda más que refugiarse en otra adoración suprema
renegar de la plenitud si no es conducida con saciedad.
seguir con la angustiosa fabula sin destino
ejemplo claro de nuestra brevedad,
que solo la carencia nos hace ver imágenes de esperanza
agotamiento de mirar hacia el mismo trayecto.
Pesa mucho desprenderse de esta hora
refulgente mascara que me trae de nuevo el extraño silencio.
¿Para qué volver a soñar?.
párate para poder tomar esto
y lo demás que se quedó girando en la habitación.
Así que esta vida te ha arrastrado tan bien como lo he esperado
si salimos es igual, todos tienen enemigos que encontrar
hoy orgulloso de no terminar en una zanja con la boca mosqueando
te demuestro después de tus tantos años
que en lo absoluto he tenido temple
entre todos estos caminos erráticos.
Después de irme pleno como llegue ya lo habré superado
antes aunque me aferraba de todo
el desdén estaba por delante,
no estando preocupado por fracasa
ni enganchado a ninguna idea,
ni visitando a los ojetes de mierda
bebamos de nuestra estridente botella
que cayendo no se quiebra en el giro de este viaje.
Saltando por mentes escupidas por la turbia felicidad
que sin saber cómo funciona la suerte nos aprovechamos como nadie,
que volteamos por igual a la duda interminable,
que ante todo anduvimos solos y con todos los irreconocibles,
porque perpetuamos restos de nuestra alma sin ningún remordimiento.
rehuimos cuanto pudimos de las preocupaciones de poco valor
aquí mezclados entre ruidos y mucho más escándalo
que nuestros delirantes hábitos.
Venera la separación con la muerte.
Luriel Lavista (Edomex, 1990). Autodidacta. Limpiaparabrisas. Dibujante ocasional. Gusta de la Música Concreta. Colaboró con: “Correspondencia” Molino de Letras 89 (2015): 26-27. Revista de poesía El Humo.