Alta y baja cultura. De qué escribimos cuando escribimos sobre celebridades.

Presentamos un interesante ensayo  aparecido el 29 de julio de 2015 en la revista Poetry. Se trata de un recorrido a través de diferentes autores que escriben sobre celebridades del mundo, principalmente cantantes y actores. Cada vez más frecuentemente podemos encontrar en poemarios referencias a la cultura popular y según Kathleen Rooney hasta podríamos pensar que existe una poética que está generándose alrededor de este tema. Lo que es cierto es que escribir sobre celebridades que parecen inalcanzables, los acerca a nosotros. La traducción corre a cargo de Pablo Robles Gastélum.

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Alta y baja cultura
De qué escribimos cuando escribimos sobre celebridades.

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Por: Kathleen Rooney

Traducción por Pablo Robles Gastélum

 

 

Tan solo un vistazo a las páginas web y revistas de las celebridades sirve para confirmar que es posible ganarse la vida tomando fotos de personas muy famosas haciendo cosas ordinarias: paseando perros, cargando gasolina, dejando a sus hijos en la guardería. Es difícil saber con exactitud cuál es el deseo que estas imágenes evocan o buscan satisfacer—quizá el husmear detrás del velo que arropa y esconde a las celebridades para encontrar algo genuino, o simplemente el recordatorio de que a pesar de ser seres glorificados, las preocupaciones de estas estrellas no distan tanto de las nuestras. Lo cierto es que la creciente demanda por conocerlas en su intimidad se ha generalizado, si no universalizado.

La primavera pasada, la editorial de la Universidad de Wesleyan publicó el primer libro de poesía de Sarah Blake, Mr. West, cuyo principal atractivo es el análisis que hace sobre el espectáculo general de las las celebridades y la insaciable curiosidad que existe por saber cómo son como seres humanos. Esta ‘biografía lírica no autorizada’, como Blake la llama, yuxtapone la vida de dos artistas: Kanye West, un hombre de raza negra, y la suya, una mujer blanca y futura madre. “La extrañas y yo lo extraño pero // definitivamente no puedo decir si, cuando tú piensas en la muerte, tú, Kanye, piensas en el// corazón,” escribe Blake en “El sistema circulatorio de Kanye,” hablando sobre la muerte de su abuelo y la muerte de Donda, la madre de Kanye West. Al escribir sobre sus vidas en modo de conversación, Blake incita a los lectores a preguntarse: ¿Qué podemos realmente conocer acerca de las superestrellas, observándolas desde tan lejos de esa órbita de glamour en la que viven? ¿Qué podemos realmente conocer en definitiva de cualquier otra persona? Su respuesta: Las personas tienen mucho que aprender de su experiencia con las celebridades, particularmente de la sensación –que resulta familiar para cualquiera que se considere a sí mismo como fan- de identificarse con alguien que muy probablemente nunca han visto en persona.

Mr. West construye el enigma e inaccesibilidad de las celebridades –y la forma en que sus imágenes son intervenidas- dentro del texto. Por cuestiones de derechos, Blake no puede transcribir muchas citas de canciones de West en el libro. Utiliza entonces barras rectangulares de censura con pequeñas referencias para que el lector pueda llenarlas por sí mismo. La sección de “el rostro falible,” por ejemplo, tiene un epígrafe que dice “Kanye West ‘Through the Wire,’ línea 6, segundo verso” –una estructura que evoca una cita bíblica- que, si el lector corrobora, dice “Y él explica la historia de cómo los negros vinieron de la gloria.”

Por décadas, los poetas han hecho uso de las celebridades como una manera de mezclar la “alta” y “baja” cultura o reconciliar el arte elitista y el pop, Frank O’Hara, por ejemplo, escribió sobre Lana Turner y Billie Hollyday. Sin embargo, recientemente la escritura poética que involucra celebridades da otro tipo de saltos y ha, en definitiva, florecido: El libro de Daniel Nester sobre la banda Queen, God Save My Queen: A Tribute (2003); Fort Red Border (2009) de Kiki Petrosino; Maybe the Saddest Thing (2012) de Marcus Wicker y Letters to Kelly Clarkson (2012) de Julia Bloch, son algunos ejemplos. Incluso las celebridades empiezan a escribir sobre otras celebridades, incluyendo a Amber Tamblyn, cuya tercera colección Dark Sparkler, consiste en poemas acerca de actrices muertas, desde Marylin Monroe hasta Dana Plato, y los recientes libros de James Franco, Directing Herbert White y Hollywood Dreaming, un estruendo donde retumban constantemente nombres de personas igual de famosas que él.

La respuesta cínica a esta reciente erupción de poemas sobre celebridades podría ser que se trata de un intento barato de atraer atención o una forma desesperada de impregnar a la poesía de un significado cultural: Mi poema no puede ser igual de relevante que Kanye, entonces tal vez si escribo sobre Kanye puedo indirectamente adueñarme de un fragmento de su relevancia. Pero en el mejor de los casos, la poesía sobre celebridades resulta bastante compleja, capaz de moverse no solo dentro del espacio entre la fama y la no-fama sino entre pequeños huecos y sentimientos en común que sobrepasan todo tipo de distancias humanas, incluyendo las de raza y género.

Históricamente, desde La Iliada y La Odisea, el trabajo del poeta había sido el de crear mitos. Uno podría argumentar que al escribir sobre celebridades, los poetas contemporáneos participan en varias tradiciones sobre la creación de mitos, ya sea poesía de devoción (por ejemplo John Donne dirigiéndose a Dios), o simplemente poesía para un silencioso e inalcanzable amado (Dante a Beatriz, Petrarca a Laura).

Las celebridades se encuentran elevadas y separadas de los demás, pero también nos muestran algo esencial sobre nosotros. Desempeñan la misma función que los dioses griegos antiguos, ofreciéndonos una representación engrandecida de nuestros propios vicios y virtudes. O como Leigh Stern lo describe en A Brief History of My Life Part VII, “De verdad las únicas cosas que Lindsay Lohan y yo / tenemos en común son nuestras preocupaciones // sobre la fama y la pérdida de peso, y sin embargo reconozco / una relación de afinidad, como si esas dos cosas importaran // más que nada en la vida.”

La poesía efectiva provoca siempre que veamos algo nuevo. La mejor poesía sobre celebridades nos puede ayudar a dimensionar su propia planitud o hacernos descubrir algún aspecto nuevo sobre nosotros mismos. En “In the Locker Room, I Introduce Myself to a Naked Mickey Rourke,” Chris Green escribe sobre un encuentro celebridad-persona normal. La voz poética se encuentra primero con la novia del actor, Carré Otis, de quién dice, “He leído que / Mickey la golpea a veces / de manera violenta.” El poema termina, “Luce […] un aspecto extraño / (como su pene), / un dulce gruñido. / Tiene algo de mundano.” En 36 líneas, Green captura la atracción y repulsión hacia la celebridad.

El poema de Green, como otros, muestran un involucramiento simpático con las celebridades, incluso cuando son críticos. “May 15,” un poema del libro The Daily Mirror de David Lehman opera de manera similar, mostrando un encuentro en donde la voz poética admira a una estrella, aunque esta se comporte poco amable. Empieza: “Sinatra, aparece entre la niebla, / me ve sentado frente a él / ‘¿Quién chingados eres?’ / Solamente un fan más, dije.” Luego se convierte en una elegía y continúa: “el día en que él murió / hice anagramas con su nombre.”

Kiki Petrosino juega también con el acercamiento semi-divino a una celebridad en su libro Fort Red Border, cuyo título es un anagrama del nombre de Robert Redford. El libro abre con una serie de 14 piezas líricas desde la perspectiva de una persona involucrada sentimentalmente con el actor. El primer poema “Wash,” toma como premisa que el actor, referido como un personaje más y en tercera persona, está ayudando a la voz poética a lavarse el cabello:

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“Él nunca usa el grifo para lavarme el afro con shampoo –solo una vieja jarra de barro.

Redford utiliza la bomba del jardín para llenar la jarra.

Luego la deja en el sol para que se caliente.

Para que esté tibia en el momento en que llegue a mí.

Ese es el punto de hacer las cosas naturalmente:

Te toca lo que el sol te da, no lo que tú haces a la medida.”

 

Esta especie de fantasía íntima hace que el lector voltee a ver a Robert Redford de nuevo e incita el difícil cuestionamiento sobre qué es lo considerado “natural.” Es una escena que sería notable por su ternura, pero lo aparenta todavía más porque uno de los personajes es Robert Redford. Petrosino toma la fortaleza –como lo sugiere el anagrama[1]– de la celebridad, normalmente impenetrable, y lo abre a lo ancho para la primera persona del poema, invitando a la consideración de la política racial que implica que un hombre blanco funja como un sirviente enamorado que atiende a una mujer afroamericana anónima.

En algunas ocasiones, sin embargo, la primera persona en este tipo de poemas se dirige a una segunda persona ausente, la celebridad misma sugiriendo que él o ella pueden ser los últimos destinatarios, perfectos, románticos, los objetos eróticos de una profunda contemplación. Ellos pueden ignorar a los poetas, sí, pero el resultado de la poesía misma, el anhelo, puede convertir esa indiferencia en algo productivo.

El libro de Julia Bloch Letters to Kelly Clarkson, un epistolario de poemas en prosa dirigido a la ganadora de la primera temporada de American Idol (¡Ídol! Claro), es en gran medida acerca de ese mismo fenómeno –prestar una minuciosa atención a alguien que no te la presta en lo absoluto. Bloch escribe:

 

“Querida Kelly,

Escuché que te separaste el cabello con una raya para tu próximo video musical. Yo misma estoy dividiendo tareas conforme a lo que se puede frente a la televisión, las depresivas gesticulaciones hacia el orden.”

Marcus Wicker utiliza una idea similar de epistolario en su primer libro Maybe the Saddest Thing, escribiendo cartas de amor a celebridades que nunca van a contestarle, incluyendo RuPaul, Pam Grier, Justin Timberlake y Jim Kelly. En “Carta de amor a Flavor Flav,” incluye un epígrafe de Langston Hughes –“Sabemos que somos bellos. Y feos también”- y le pregunta al rapero, “¿En qué te has convertido?” al mismo tiempo cuestionando y alabándolo, y concluye “Cómo es que has vivido diciendo nada /guardar las mismas palabras cada día / un tipo de libertad o de belleza. / Por favor, dime que no nos estoy mintiendo.”

Al igual que Astrophil and Stella de Sir Philipp Sidney en los 1500’s, la buena poesía sobre celebridades complica la relación entre el sujeto y el objeto, el yo y el otro, recordándonos que todos somos potenciales amantes de celebridades, con corazones que le lloran a otros corazones que no llorarán de vuelta: “Afecto de verdad, y conformidad en el verso de mi amor por mostrar,” como diría Sidney en el primer soneto de la secuencia. En otras palabras, cualesquiera que sean sus demás cualidades, lo mejor que tiene la poesía sobre celebridades no es sino al menos un poco de amor, aunque ese amor sea ambivalente.

 

[1] Fort: Fortaleza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Fort: Fortaleza



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