Próximos al estreno mundial de la séptima entrega de Star Wars: The Force Awakens (La Guerra de las Galaxias, Episodio VII: El despertar de la fuerza) el próximo 18 d diciembre, presentamos 3 poemas: El despertar de Han Solo, de Ana Merino; A Alicia disfrazada de Leía Organa, de Luis Alberto de Cuenca y; Princesa Leia, vestida de novia, de Federico Díaz-Granados.
El despertar de Han Solo
(Ana Merino, Madrid, España, 1971)
Desdibujas las rutas
obligadas de los mapas
y te inventas atajos
en un laberinto
de dientes afilados
y de bocas inmensas
con piel de meteorito.
El tiempo en una nave
se transforma en kilómetros
y la vejez no existe
solo el trazo impreciso
de la vida
recorriendo galaxias.
Han puesto precio a tu cabeza
pero a ti no te importa
los besos de princesa
te sacarán del fondo venenoso
de un mal sueño.
El espacio vestido de abandono
se parece al desierto
de una orfandad amarga
que siempre has masticado.
Cada lugar que habitas
se llena de promesas
y el Halcón Milenario
es una alfombra mágica
que busca en el ocaso
el rastro que dejaron
las risas de los niños
que juegan a imitarte.
Despertarás Han Solo
convertido en un hombre diminuto
en un mundo de gigantes,
sin un mar ni una balsa
donde poder ser náufrago mil veces.
Despertarás envuelto
en un plástico duro
como el caparazón de los insectos
y sentirás unas manos inmensas
moviéndote los brazos y las piernas.
Los besos de princesa
son saliva de niño
escupiendo disparos
de tu pistola láser.
Contrabandista
de granos de arroz y de lentejas
despertarás con ganas
de quedarte dormido para siempre
pero tendrás que conformarte
con el abismo de las noches
enterrado debajo de una almohada.
A Alicia, disfrazada de Leía Organa
(Luis Alberto de Cuenca, Madrid, España, 1950)
Si sólo fuera porque a todas horas
tu cerebro se funde con el mío;
si sólo fuera porque mi vacío
lo llenas con tus naves invasoras.
Si sólo fuera porque me enamoras
a golpe de sonámbulo extravío;
si sólo fuera porque en ti confío,
princesa de galácticas auroras.
Si sólo fuera porque tú me quieres
y yo te quiero a ti, y en nada creo
que no sea el amor con que me hieres…
Pero es que hay, además, esa mirada
con que premian tus ojos mi deseo,
y tu cuerpo de reina esclavizada.
Princesa Leia, vestida de novia
(Federico Díaz-Granados, Bogotá, Colombia, 1974)
Y sé que a la princesa
Leia irán dirigidas mis últimas palabras
cuando la luz se apague, y que repetiré
su nombre en mi agonía, como si ella tuviese
un nombre, antes de hundirme en la noche total.
LUIS ALBERTO DE CUENCA
Te conocí en las noches de mi infancia.
Tenías 18 años y eras una sola mujer:
Leia Organa ,
Senadora y Princesa de este corazón más roto y fragmentado
que tu soberana Alderaán.
Te perseguí por los viejos de cine de barrio,
tuve tus posters en los muros de mi cuarto stickers en mi ventana
y repetí de memoria cada una de tus palabras.
Tú eras mía y desde entonces siempre lo has sido
Eras la primera, la única y la última de mis mujeres.
Algo de ti tiene hoy mi soledad.
Algo de tu belleza este rencor y cobardía
frente a postales de planetas con dos soles
y naves que huyen con aprendices, piratas mercenarios y viejos guerreros.
Princesa Leia, regresas vestida de novia.
Por qué ese ademán de tristeza cuando oyes la suite de la Batalla de Yavín
Por qué esos gestos si a este amor lo pronuncia un idioma que no nos pertenece
Cuántos siglos, cuántas millas y a qué velocidad viajaron tus lágrimaspara llegar a este cuerpo.Ante cuál religión te persignas cada día,ante qué rituales inclinas tu cabeza, pequeña princesa. Ahora que la vejez llega con sus finos deterioros,a esta edad que es más lenta que la tuya.Ahora que llega con sus polvos en las estanteríasyo deseo cantar, pequeña princesadel mismo modo que te amo:igual que una gota de aceite extraviada en el universomás y más lejos de mi muerte.
Si de niño
jugaba a encontrar tesoros en el centro de la tierra
o gigantes criaturas y grandes minerales en el espacio
y pintaba mapas en cuadernos cuadriculados
Qué diré de este amor de lápices de colores y papel mantequilla
Que nunca tuvo horóscopos, canciones ni peluches.
Qué diré de ese amor que pronuncia tu nombre y dibuja tu rostro
mientras me recoges una vez más,
como ayer, como en el cine matinal,
como en los sueños que nunca pude atrapar,
como la primera navidad o el último halloween.
Me recoges como antes y como hoy,
Leia Organa de Alderaán,
la primera, la única y la última de mis mujeres
y siempre vestida de novia.