Cuento Mexicano: Indira Isel Torres Crux

Presentamos un breve relato de Indira Isel Torres Cruz. Estudió Letras Hispanoamericanas por la Universidad de Colima y literatura chilena en la Universidad de la Serena, Chile. Escribe poesía y relato, desarrolla el proyecto de música y poesía escénica: Shows Bravos. Ha participado en lecturas teatralizadas con Pablo Rulfo. Becaria interfaz del programa Los signos en rotación en el año 2014.

 

 

 

 

 

 

 

Crónica de los jodidos

 

Papá está jodido, hoy no puede caminar, estamos jodidos, sentados en la sala. Yo perdí veinte mil pesos por una contrata de una persona que no encuentro; había imaginado mi viaje a Uruguay, debo esperar para ver si junta mi dinero esa personita. Papá no puede ir a trabajar a pedir extinguidores, mamá irá a tomar la ruta para irse a cuidar al niño de la maestra Paula. Papá dice que siente que se le queman los pies, como un cerillo, como una estufa. Mamá dice que ella no tiene tiempo de justificaciones, de todas maneras hay que trabajar. Papá me pregunta cómo me encuentro, le digo que me tiene harta mi trabajo, no me hayo, quiero irme a escribir a otro lado. No encuentro formas para expresarme como quiero.

Soy malagradecida quizá, pero necesito respirar, volver a Chile, estudiar algo más de literatura. Le platico de mis bitácoras, de mis investigaciones. Papá me dice que tiene sed y voy a la tienda a comprarle un Topochico, luego me dice que le vuelve a doler las piernas; me pregunta por mi hijo. – ¿Cómo va con el pañal?- Le respondo que aún siente vergüenza, no avisa para ir al baño y de repente se orina en la escuela.

Mi madre se ve en el espejo, está acostumbrada a preguntar si se le ve bien lo que trae puesto. -Qué importa dice papá, lo que traigas puesto no es importante; vas a tomar el camión y a encerrarte en una casa para cuidar un niño-.

Mamá lo ignora, pregunta si voy asistir a la fiesta de la abuela Emma, le digo que no, que no me interesan las celebraciones. Tengo más de dos años volviéndome selectiva, digo “sí” y “no” según sea el caso.

Me aburré convivir con la familia, fuera de padres y hermanos: no me interesa mi tío, mi abuela, mis primos, no me intereza toda esa familia que come pozole y tamales. (ME HARTA QUE SE JUNTEN PARA HABLAR DEL QUE NO ESTÁ).

-No quiero ir mamá.

-Debes de ir, (me regaña).

-No me interesa.

-Vendrán tus tíos de Estados Unidos.

-Y quiénes son mis tíos del gabacho, ya no causa impacto saber que viene unos tíos del otro lado.

Mamá me dice que me estoy amargando, le digo que no; mejor dicho me estoy volviendo la silla de mi trabajo: estática, seria, derechita, útil para lo que es, ni más, ni menos.

Sonríe y me dice que lo bueno es que voy madurando, por lo pronto, a pesar de estar jodida.

Estamos así, qué más se puede hacer en este país donde no funciona la manecilla del baño donde trabajas, donde no hay café para echar andar el camino, porque la institución no tiene para motivos ardientes y miserables. No tengo seguro social, ni plaza; por ahora mis únicas presunciones son leer a Graciela Montes y contar un relato que habla sobre tener un monstruo en el bolsillo y eso significa haber encontrado una cosa diminuta y terrible, llena de miedos y vergüenzas.

Papá me dice que el significado de jodido lo traemos todos en el país, hasta el más repetido antropólogo.

-Papá, le corrijo, eso no es novedad, y además la perfección es aburrida. Entonces insiste

-Claro, hasta el más imbécil y cliché antropólogo.

-Esos más, vuelvo a corregir.

Saco mi libro de poesía y reviento el día con un poema de Emilio Coco donde habla de estos gustos a la edad adulta, donde la vejez se vuelve una ventana en un hotel de cincuenta cinco pisos.

Papá me platica de sus estudios en la UNAM, de su terrible huida en el octavo semestre, de su falta de fe al término.

Mamá toma su mochila, lleva un cambio extra por si la vomita el niño que cuida.

Yo sigo leyendo a Emilio Coco: “por haberme ahorrado tanto estrago/ te doy gracias, Señor”.

Voy a la Torá en hebreo. Imagino mi vida en Israel. Me apresura el tornado que mató en seis segundos a trece personas. Las noticias son el lobo feroz. Papá dice que son los últimos tiempos, el final del mundo.

Mamá dejó impregnada la casa con su perfume imitación Chanel.

Papá insiste en su dolor de piernas y en que mi madre aún se ve muy bella a pesar de estar jodida como la vida misma.

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