Poesía cubana: Waldo Leyva

Presentamos un texto del poeta cubano Waldo Leyva (1943). En 2010 mereció el X Premio Casa de América de Poesía Americana por el libro “El rumbo de los días” (Visor, 2010) y en 2012 el Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora de Venezuela. La fotografía es de Rayo Reyes Osorio.

 

 

 

 

 

ES TOCABLE LA SOMBRA

 

 I

 

Íntima es la madera

Y dolorosa el agua que fluye hacia la espalda.

La tarde cae, viene desde algún sitio sin huella,

Sin sonido. Es tocable la sombra.

Mi piel en el espejo tiene anuncios que muerden.

Salgo a la calle con la misma pregunta

Pero mi voz no asombra,

ni recuerda el timbre de otros días.

Nadie tiene respuestas; los que pasan

buscan rumbos distintos,

Si me miran creen descubrir, mapas ajenos,

historias que no le pertenecen,

Dados marcados por otros tiempos.

Vengo de allí, les digo,

solo me he adelantado un poco.

Mírenme, les repito, yo estoy

a donde ustedes deben llegar mañana

Si antes no se borra su sombra en el camino.

Pero pasan de largo a través del espejo

Y los veo multiplicarse, perderse sin retorno.

 

 

 

 

II

 

UN TROPIEZO SIN FONDO

 

Distante está el árbol y aún más lejos la luz,

Pero su sombra inquieta llega y parte al instante

Dejándome manchada la ventana.

Anoche tuve un sueño que intento recordar;

En él también la sombra era una torpe ruta,

Un tropiezo sin fondo.

Sé que había un rostro, cierta canción antigua,

La espalda mutilada de una muchacha desconocida.

Yo estaba allí pero no puedo descubrir

en qué zona del sueño, ni si era mi sombra

la que cruzaba por la espalda desnuda

De la mujer sin rostro.

Siento que venía del dorso de las cosas,

Y me busqué las manos sin hallarlas.

Cambio la luz de ahora, y el aire alejó las ramas,

Pero la mancha de la sombra sigue moviéndose

En el sucio cristal de la ventana.

 

 

 

 

III

 

LA MANCHA

 

Una mancha amarilla intenta ser el sol

Mientras la mano se alarga en el pincel

Y busca dentro, En la piel lacerada del artista.

La luz se oculta.

Finge el árbol que es árbol en la tela

Y mueve sus ramas torpes

manchadas de un violeta que recuerda una  tarde

Que se niega a morir en la  memoria del pintor.

Habla el pincel, conozco ese lenguaje

Que advierte del peligro mortal que nos acecha.

Solo se salvarán, nos dice, los que sepan mirar,

Aquellos para quienes los fantasmas de luz

No resultan un anuncio del porvenir.

Hay una mancha saliendo de la tela,

No sé si es una sombra,

O el accidente que marca la ruta de otro lienzo.

Me detengo en sus contornos,

Siento su vibración oculta, su olor a cieno antiguo,

La temperatura que nace de su pigmento torpe.

Vuelvo al amarillo de la izquierda,

Y no encuentro la relación entre el sol que no existe

Aunque el pintor lo anuncia,

Y esa mancha que crece hasta cubrir la tela

Hasta tomar por asalto las paredes

Las calles, las ventanas, la ciudad inocente

Y el perfil de la Isla con su verde manchado de violeta.

 

 

 

 

 

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