En esta nueva entrega de nuestra columna de arte, presentamos un texto de Irene Calvo en torno al origen y el enigmático trabajo de la escultora brasileña Maria Martins. Irene Calvo es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Granada, ha trabajado como investigadora de arte contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid. Desde el 2014 ha sido Coordinadora de ¡Ah! Magazine y es redactora así como colaboradora en Madriz.com. Se especializa en la interpretación del patrimonio, tiene una amplia experiencia dentro de la gestión artística, el comisariado, la coordinación y el montaje de exposiciones así como un entusiasmo particular por la educación en museos, la comunicación y el marketing.
“Sé que mis diosas y mis monstruos siempre van a parecer sensuales y bárbaros.
Pero no se olvide de que yo soy de los trópicos y vengo de lejos.”
Maria Martins
Maria de Lourdes Alves Barbosa (Campanha, Brasil, 1894 – Río de Janeiro, Brasil, 1973) fue una de las artistas del grupo surrealista, liderado por André Breton y, además, fue la única escultora surrealista brasileña.
Maria tuvo la fortuna de nacer en una familia de bien, su padre era ministro de justicia, senador y miembro de la Academia Brasileña de las Letras y su madre pianista, lo cual proporcionó a la pequeña Maria una educación no formal y extraordinaria en artes, política, literatura y música. Nunca cursó estudios reglados – no olvidemos que pese a la modernidad de su familia, y de la propia artista, eran los primeros años del siglo XX y se trataba de una mujer de familia burguesa, de tal forma que su destino estaba prácticamente marcado desde su nacimiento: debería casarse con un hombre de su misma clase social y su educación estaba enfocada a ello, aunque parece que se permitieron ciertas licencias con Maria-.
Imagen 1. Maria Martins
En 1915 se casó con el historiador Otavio Tarquínio de Sousa, con quien tuvo una hija. Sin embargo, Maria y sus adelantadas ideas sobre el amor, la pareja y el papel de la mujer en la sociedad no encajaban con Otavio, de quien terminó divorciándose en 1924, año en el que acompañó a su padre a París para que éste recibiera un tratamiento médico. Es en este momento cuando, por primera vez, entra en contacto directo con las corrientes artísticas europeas. Comenzó a recibir clases de pintura, aunque finalmente se decantó por la escultura.
Más tarde, en 1926, ya de vuelta de París, se casa con Carlos Martins Pereira y Sousa, embajador de Brasil y la pareja que Maria necesitaba, un hombre de mente abierta y liberal, que entendía las necesidades de la artista y la apoyaba en sus proyectos. Maria adopta el apellido de su marido y pasa a ser conocida como Maria Martins.
El trabajo de Carlos será decisivo en la carrera de Maria, ya que, gracias a sus viajes, tendrá la oportunidad de conocer a otros artistas y movimientos artísticos. Uno de sus primeros destinos como diplomáticos fue Japón, lugar que inspiró a la artista la utilización de la terracota y el mármol, y donde comenzó a experimentar con la técnica escultórica de la cera perdida.
Imagen 2. Boiuna, 1942
Después de Japón, los Martins vivieron en otras capitales europeas y tuvieron dos hijas. Pese a su maternidad y el trabajo como embajadora consorte, Maria siguió produciendo piezas distendidamente durante la década de los 30, hasta que el matrimonio se mudó a Nueva York como embajadores de Brasil. Este cambio supone un impulso automático en la carrera de la artista, que comienza a dedicarse de lleno a la producción artística.
Es en estos años cuando André Breton conoce a Maria Martins y queda fascinado con su obra, así que le invita a participar en el grupo surrealista. La influencia de Breton en la obra de Martins también se puede apreciar durante este periodo.
Imagen 3. Yemenjá, 1943
Maria realiza una primera exposición en la Corcoran Gallery de Washington y, con casi las mismas piezas, en la Valentine Gallery de Nueva York, con escasa repercusión, aunque obtuvo algunas ventas. Sin embargo, en una segunda exhibición en la Valentine Gallery en 1943, y aunque compartía espacio con Piet Mondrian, logra vender todas sus obras, gracias en gran parte al apadrinamiento del grupo surrealista y, de manera personal, de André Breton. Por el contrario, Mondrian no vendió ni una sola obra. Al clausurarse la muestra, Maria quiso comprar una obra del neerlandés con parte de los beneficios que había obtenido de las ventas. La obra fue “Broadway Boogie Woogie” y la compró por 800$. Martins contactó con el MoMA para donar la obra al museo, pero el centro declaró que no estaba interesado en tal donación. Maria, de carácter fuerte y decidido, no dudó en utilizar influencias diplomáticas para forzar la aceptación de la donación y el MoMA terminó recibiendo la obra en sus fondos. Cabe decir que hoy en día es una de las obras más importantes del museo y se exhibe al lado de la obra de Maria Martins, como recuerdo de esa exposición en la Valentine Gallery, y de ese importante gesto, por parte de la artista, de asumir la responsabilidad histórica de no dejar que Nueva York perdiera la obra de Mondrian.
Imagen 4. Catálogo para la exposición de 1943 en la Valentine Gallery
En cuanto a la producción artística de Maria Martins, la escultora estaba muy influenciada por los temas selváticos, los mitos e iconografías amazónicos, así como lo vegetal, lo orgánico y lo sexual, todo desde un punto de vista muy natural y celebrador de la vida y la muerte. Estos fueron los sustentos de su obra a lo largo de su trayectoria. Aunque ahora nos pueda parecer normal que una artista trate estos temas, en los años 40 del siglo XX, no lo era tanto. La obra de Maria tenía un mensaje sexual, muchas veces más que evidente, que a muchos incomodaba y a otros atraía. Martins se propuso utilizar ese poder de atención, para enseñar a la sociedad norteamericana los mitos y leyendas del Amazonas y de la selva brasileña, a través de cuidadísimos catálogos de sus obras, en los que explicaba las historias de los dioses amazónicos.
Imagen 5. N’oublies pas que je viens des tropiques, 1945
Las formas orgánicas de las esculturas de Martins son un deleite visual, establecen un juego entre la obra y el espectador y le envuelven en una historia íntima; una danza invisible que comienza en la pieza y concluye en los ojos de quien la mira. Sus formas extraídas de la naturaleza nos proporcionan el confort suficiente para continuar la observación, que se va tornando en una investigación de las formas no identificadas.
Una de sus obras más famosas es “Lo imposible”, de la cual realizó varias versiones entre 1944 y 1949. Quizás la obra que aúna todas sus influencias. Se puede apreciar lo orgánico, lo sexual, lo selvático y lo surrealista. Un retrato de una relación erótico-amorosa que consume a la vez que produce.
Es sabido que Maria y Carlos Martins tenían una relación abierta en la que, tanto ella como él, tenían amantes y relaciones secundarias, un tipo de relación muy avanzada para su época y que la pareja llevaba en perfecta sintonía. Una de las relaciones que quizás más marcó a Maria fue la que tuvo con Marcel Duchamp, con el que estuvo años y al que influenció en gran parte de su obra, y viceversa.
Imagen 6. The impossible, 1946
Muchas veces se recuerda a Maria simplemente como la amante de Duchamp, sin caer en la importancia de la carrera artística de Martins y de la enorme influencia que ejerció en el dadaísta. Se ha dicho también que Maria fue la modelo de la pieza “Étant données”, y aunque parece que así fue, en cartas de Duchamp a Martins el artista habla de la obra como “nuestra escultura” y parece que la pieza fue concebida como un proyecto de los dos artistas, así que Martins fue mucho más que una musa o una modelo, formando parte activa en esta obra, e influyendo con su propia obra en la producción de Duchamp, según investigaciones de Francis Naumann. Tras la ruptura de los dos artistas, la relación se enfrió y, aunque siguieron manteniendo correspondencia, el tono fue simplemente amistoso y se centraba en los asuntos artísticos. A partir de entonces Duchamp nunca volvió a mencionar el papel que tuvo Martins en esta obra o en ninguna otra.
Imagen 7. A tue-tête, 1950
Tras un breve paso por París, a finales de los años 40, ciudad en la que Martins recibió una fuerte influencia del escultor Constantin Brancusi, la pareja vuelve a Brasil en 1950 y la obra de Maria no es bien recibida en la sociedad tradicional brasileña. Un gran golpe, después de su reconocimiento en Estados Unidos y Europa. Lo explícito de su obra no está bien visto, el surrealismo no ha calado en este país y Maria tiene que luchar por hacerse un hueco en su tierra natal.
Afortunadamente se involucró en la organización de la I Bienal de São Paulo y gracias a este evento comenzó a introducirse en los circuitos artísticos brasileños. En 1955, Maria ya era una artista valorada en Brasil y recibió varios galardones.
Imagen 8. O canto do mar, 1952
En 1956 realizó su última exposición en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y escribió un texto a propósito de la muestra, en el que defendía la libertad de expresión. Aunque Maria recibía muy buenas críticas, por otra parte nunca dejó de ser vista como una excéntrica rebelde y sus piezas como antiestéticas y mal acabadas.
En estos años Maria sufre de fuertes dolores en las manos, los cuales le impiden realizar esculturas y decide retirarse para dedicarse a la literatura. Como excepción, elaboró, a finales de los años 50, dos esculturas para la nueva ciudad de Brasilia, pero el dolor no cesaba y dejó de crear por completo.
Maria Martins falleció el 27 de marzo de 1973, a los 78 años, en Río de Janeiro.
Referencias:
http://mam.org.br/wp-content/uploads/2014/05/Completo-MM_Catalogo.pdf
http://www.ia.unesp.br/Home/Pos-graduacao/Stricto-Artes/manoeljcanada.pdf
http://www.escritorasyescrituras.com/maria-martins-surrealista-brasil/
Si deseas saber más acerca del trabajo de Irene Calvo puedes seguirla en Twitter @theindygirl
También puedes encontrar a la editora de la columna de arte de Círculo de Poesía en Twitter como @ianadianad