Malabarismos, de Carmen Canet

Presentamos una reseña de Trinidad Gan del libro Malabarismos, de Carmen Canet: “Este difícil juego malabar es el que nos propone Carmen Canet en Malabarismos (2016), con el que Valparaíso Ediciones abre su Colección Aforismos, un hermoso volumen por cuyas páginas cruza esa palabra diábolo, esa pequeña llama en equilibrio del lenguaje, ese destello genial, inesperado y magnético que es el buen aforismo.”

 

 

 

 

 

Malabarismos

Carmen Canet

 

Antorchas de fuego danzando en el aire, bolas imantadas que giran y vuelven a caer, bastones fluorescentes en un vuelo de diabólicas piruetas, objetos espectaculares que lanzados con maña trazan sus excitantes cascadas y columnas contra el cielo, que parecen cobrar vida con los juegos de muñeca del malabarista. Pero, ¿y si lo que se arroja y recoge con tal destreza a las alturas fueran esas esferas de cristal que son las palabras?

Este difícil juego malabar es el que nos propone Carmen Canet en Malabarismos, con el que Valparaíso Ediciones abre su Colección Aforismos, un hermoso volumen por cuyas páginas cruza esa palabra diábolo, esa pequeña llama en equilibrio del lenguaje, ese destello genial, inesperado y magnético que es el buen aforismo.

Carmen Canet (profesora y crítica literaria, con publicaciones en distintas revistas como Zurgai, Alhucema, Cuadernos del Sur o Álabe) nos ofrece con este libro su primera obra de creación: una entrega de aforismos (lo que no resulta extraño dado que, además de lectora experta en la tradición europea y española de este género cada vez más en boga, es una apasionada del escribir en breve y ha hecho del “pensar a golpes”( como ella dice) una forma de vida, así nos confiesa: “Lanzada al aire la idea, el aforista tropieza y recoge vidas sucesivas, incluida la propia”

Y si los aforismos son resultado de la experiencia, son un reflejo de las horas vividas, nunca mejor momento para aferrarse a las palabras que un presente de incertidumbres en que el ser humano se ha vuelto sin remedio universo de fragmentos, nunca mejor ocasión para buscar en ese ejercicio de supervivencia que es la escritura, y su alter ego la lectura, el sentido (o mejor, los sentidos posibles) de todos nuestros malabarismos vitales.

Porque eso es lo que consigue Carmen en estas páginas: con su prosa discontinua, en  frases luminosas, evadirnos de la rutina de lo cotidiano, lanzarnos fuera de nuestro horizonte habitual, pero a la vez sumergirnos en las profundidades del yo y del mundo. Y así veremos caminar  por ellas al hombre y a la mujer de la calle, con los ojos bien abiertos, a la espera como nosotros del asombro y la inesperada verdad, con pasos que se reflejan en los espejos del guiño literario   (“Como me gustó que Juana de Ibarbourou le dijera a Caronte ‘Yo seré un escándalo en tu barca’ ),  del secreto autobiográfico , de los cuartos de la soledad (“Dejar los libros abiertos y los folios extendidos encima de la mesa es el pequeño privilegio de vivir solo”), también de ese edificio en espiral de los sueños.

A través de todo un ejercicio de sutileza y lucidez, conjugando en sus textos con excelente ritmo el humor, lo humano, lo social y lo poético,  nos entrega inteligentes reflexiones como si fueran  brasas encendidas en el hogar del pensamiento que, chisporroteantes aún, debemos coger con manos hábiles y rápidas para dibujar con ellas la elíptica de otra visión del mundo.

La autora, con sus breves líneas, malabarea con el lenguaje para conseguir (son sus palabras) una “aparente levedad profunda”, pero esta elección de la brevedad y de una enunciación de la idea concentrada y precisa no renuncia nunca al impacto emocional en el lector. Mostrando gran variedad de registros, nos deja párrafos donde la ligereza de la gramática, el revelador juego de palabras, la lucidez del escorzo elegido o el justo recurso a la ironía convierten una realidad que ella ha observado con cuidado (y que ha hecho materia de su escritura), en un espectáculo de elegante supervivencia.

Un espectáculo fascinante en el que el lector puede disfrutar de un juego libre, al azar si quiere, pues, aunque en este caso la autora haya usado una agrupación de los aforismos bajo signo temático (son cuatro partes bajo los epígrafes de vida, amor y amistad, ideas en vuelo y las artes), esta hoja de ruta sólo tiende a orientarnos y permite al que lee sobrepasar los bordes marcados, buscar ángulos alternativos de acercamiento. Así, el aforismo puede volver sobre un mismo asunto una y otra vez pero siempre ensayando un nuevo giro o desplazamiento en el aire de la mirada. Así, lanzadas en alto las palabras, podemos oír cómo silban al entrecruzarse, cómo surge ese brillo súbito que es su esencia justo en el punto del choque entre pensamiento y realidad.

Pero para recoger ese fugaz chispazo espontáneo ha sido preciso que esta malabarista de la palabra alce una arquitectura lingüística calibrada, que maneje el vuelo de sus ideas con un arte sintético, ingeniosa e incluso humorísticamente, porque quiere trasmitirnos su propio deslumbramiento y llegar a nosotros con verdadero efecto sorpresivo. Y este efecto lo obtiene del buen juego de manos, de la ágil coordinación de imaginación y lenguaje, conformando todo un entramado de asociaciones que van desde el emparejamiento visual de dos imágenes distintas (“La cama es la bandeja del cuerpo”), la inversión de las relaciones lógicas y la asociación libre de conceptos aparentemente contrapuestos (“Por la noche todo se ve más claro”), el incisivo corte hecho en los límites de gramática y sintaxis (“Con lo fácil que es vivir: solo tiene tres fonemas, los otros dos se repiten”), incluso hasta rozar a veces el impactante borde de la greguería o el sinsentido en juegos de palabras donde brilla la poesía ( “La niebla es una anestesia para el paisaje”).

Con sus aforismos, Carmen Canet nos desvela rasgos inéditos de lo real, nos traduce el mundo desde la sorpresa de una metáfora, pone en nuestras manos el cristal giratorio de una calidez poética intensamente humana, la carga de profundidad de su humor y su compromiso social y, sobre todo, una escritura libre.

Y ¿qué es aforismo sino esto? Yo, que no he tratado aquí de definirlo (pues ya dijo Umberto Eco que “nada hay menos definible que el aforismo”), si me atrevo a apuntar, al leer estos Malabarismos, que si algo es el buen aforismo es esta palabra en vuelo que ha trazado Carmen: vemos su movimiento y sus perfiles en el aire de la página y, desde nuestra mirada, se eleva, gira en lo más alto, apunta directamente a nuestro corazón y cae al fin en nuestra imaginación, en nuestra memoria, para repetir allí la magia de sus juegos malabares.

 

 

Trinidad Gan, publicada en  Infolibre ,junio 2016

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