Notas al pie, por Mónica Morales Rocha

Presentamos una serie de textos breves de la poeta Mónica Morales Rocha (Irapuato, 1976) en los que explora la hibridez de la reflexión ensayística y el poema en prosa. Es autora de Letras Des-amor-dazadas (2009), Nombrarlo todo (2015); y coautora de A cuatro fuegos (2011) y Poemas para calentar la orejita (2014). En 2014, junto a Gabriela Bojórquez y Hadia Farfán, grabó el disco Noches de Luna Brava, un diálogo amoroso entre poemas y canciones. Reside en Tijuana desde hace más de tres décadas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS AL PIE

(Fragmento)

Por Mónica Morales Rocha

 

 

Sociofisiológica

 

Luego de ciertos hechos, de los silencios que arrastran, una puede andar por la vida con la impresión equivocada. No se atina, siquiera, a sospechar la verdadera huella que se dejó al paso. No se adivina la manera en que otros le recuerdan. Una pudiera creerse intrascendente.

Solo a veces, entonces, se coincide de nuevo y es posible “la obtención de la conciencia de sí a través del otro.” (Mead, 1999, p. 271). Es así que nos sabemos, por fin, gloriosas y sonreímos con la mirada vuelta brasa. Nos queda claro, pues, el rol protagónico en ese juego recíproco de gestos.

 

De los recuerdos

 

Dice Mead que te recuerdo porque la zona de mi sistema nervioso central “afectada” por nuestro encuentro se “excita” ante el estímulo de volver al lugar de los hechos. (Mead, 1999, p. 348).

¡Ah, Mead!

 

“¿Me estás oyendo, inútil?”

Los más soberbios, podemos jurar no escribir para obtener aprobación alguna, fuera de la propia. Negamos la posibilidad del diálogo. Nos complace pensarnos en el ejercicio íntimo del monólogo constante. En el disfrute autogratificante y egoísta de la lengua. Sí, somos tan textuales y disfrutamos la textualidad, el regocijo textual, en la más onanista de sus expresiones. Sin embargo, dice Mead, jamás podríamos ser objetos para nosotros mismos fuera de la estructura y la experiencia social. La lengua misma nos llega [la aprehendemos] en la interacción con los otros. “Uno busca inevitablemente un público oyente, tiene que volcarse ante alguien.” (Mead, 1999, p. 173).

Escribimos, pues, con las ventanas abiertas. Andamos la vida exponiendo el texto.

 

“Me he querido mentir que no te amo”

 

Recuerdo a Owen y te olvido un poco. Ando los días diciéndome que no. Negándome el sentir. Perfecciono el acto de vivir sin amarte. Me juro convencida de la impresión de realidad en mi discurso. Voy de espectadora, en primera fila. Soy mi propio auditorio. (Goffman, 2001, p.91).

Ah, si no fuera porque, por “la carne también se llega al cielo.” (Owen, 2012, p. 62). Por tu carne, al menos. Lo sé.

 

“Lo decible y lo mostrable”

Llevo, pues, tu nombre cosido a mi lengua. Así resulte imposible expresarte, te nombro. (Wittgenstein, 2002, p. 35). Me hablo de ti a deshoras. Me cuento las bondades de tu cuerpo.

En afán científico, llevo el registro del ángulo en que tus ojos reflejan la luz. La incidencia de tus pasos en mi vida. La frecuencia de ciertos marcadores textuales en tu discurso, a mi oído.

Te nombro. Porque “el nombre significa el objeto. El objeto es su significado.” (Ídem, p. 33). Y al nombrarte existes. Me significas, objeto y nombre… y el embeleso es. ¿Te lo muestro?

 

 

 
Referencias
Goffman, E. (2001). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu.

Mead, G. H. (1999). Espíritu, persona y sociedad. España: Paidós.

Owen, G. (2012). Me he querido mentir que no te amo. México: FCE.

Wittgenstein, L. (2002). Tractatus logico-philosophicus. España: Alianza Editorial.

 

 

 

 

 

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