Poesía hindú: Jayanta Mahapatra

ePresentamos en Círculo de Poesía un poema de Jayanta Mahapatra (1928), poeta hindú. Su poesía es una mezcla de lirismo y elementos de la cultura hindú. Es conocido por ser el primer poeta hindú en ganar el premio Sahitya Akademi para poesía inglesa. Ha publicado más de veinte de libros de poesía. La traducción es de Aureliano Carvajal (1986).

 

 

 

 

 

Esperando

 

Estoy sentado aquí, esperándola, sentado aquí

con la piel vacía colgando sobre mis hombros

como me he sentado tantas veces

junto a la misma ventana, en la misma vieja silla.

De vez en cuando observo mis cuadernos

me encuentro a mis palabras flotando

hacia el desierto al otro lado de la página.

Como el humo alejándose en la tierra ardiente

de mi propia carne. Cierro mis ojos cansados.

E intento no pensar en la piel dispuesta y tibia

de la niña de dieciocho años con la que estuve el mes pasado.

Estiro mis labios solitarios en una mueca imperdonable.

Giro el rostro hacia la oscuridad de mi recámara

y observo; pero yo no recuerdo ahora

cuándo fue que mi barba empezó a crecer.

Le permití al minuto desatar la hora sobre el suelo;

pero cada vez que regresaba, y yo tenía que hacerlo todo

nuevamente, con tal de relajarme.

Toco mis hombros; están desnudos, contritos.

Como la forma de una banca desierta bajo la lluvia.

¿Se me estaba acercando alguna especie de cambio?

¿O era la piel vacía del tiempo, esperando una excusa

para mover la sangre, para ocuparla en algo?

Allí están mis cuadernos, también mi bella esposa,

pero llevo con ellos mucho tiempo, mucho tiempo enamorado,

me han ido desgastando las orillas lentamente.

O tal vez no sean ellos mismos el motivo;

se trata del lugar de donde vengo, y de lo que

de pronto descubrí que deseaba en realidad:

la vida que mi vida busca, cuando llego a

resolverla; pero ha tomado otro camino

hacia donde no pude conocerla en absoluto,

mientras regreso al sitio en donde estaba, en la misma ventana,

sin pronunciar palabra, esperándola,

la piel vacía ondeando como banderas blancas en una guerra perdida.

 

 

 

 

 

 

Waiting

 

I sit here, waiting for her, sit here

with the empty skin drooping over my shoulders

as I had sat waiting many times before

beside the same window, in the same old chair.

Once in a while I’d open my notebooks,

find the words I had written float away

into the wilderness on the other side of the paper.

Like the smoke drifting over the burning-ground

of my own flesh. I shut my tired eyes.

And I try not to think of the quick warm skin

of the eighteen-year-old girl I met last month.

I stretch my lonely lips into an unforgivable grin.

I turn my face over in the darkness of my room

and peer into it; but I don’t remember now

when my beard started to grow,

I let the minute drop the hour to the ground;

but each time it came back, and I had to do this

all over again, to put my mind at ease.

I touch my shoulders; they are bare, contrite.

Like the shape of a deserted park bench in the rain.

Was some sort of change coming over me?

Or was it time’s empty skin, waiting for an excuse

to advance the blood, to keep it occupied?

My notebooks are there, my pretty wife too,

but I have been with them long, long in love,

and they have worn me slowly around the edges.

Or maybe it isn’t because of them, themselves;

it is because of where I came from, and of

what I suddenly realized I was really waiting for:

the life that my life seeks, when I go in

to answer it; but it had gone the other way

to where I couldn’t meet it at all,

as I go back to where I was, by the same window,

without a word, waiting for her,

empty skin flapping like truce flags in a losing war.

 

 

 

 

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