La poesía de los once jóvenes poetas de Baja California que aquí se presentan se caracteriza por el desplazamiento vital y geográfico: ellos mismos transitan por la península (en el interior, de un extremo a otro) o se adentran en ella desde otras latitudes (lo que caracteriza a un buen número de los bajacalifornianos es que ellos o sus familias migraron de otros estados e incluso de otros países); por proximidad territorial atraviesan las dos californias (la mexicana y la estadounidense) y algunos de ellos van del español al inglés con naturalidad; otros han abandonado ese Norte y, sin embargo, la presencia peninsular, y sobre todo la experiencia cultural fronteriza, parecen dejar una marca indeleble en su escritura. El estilo de su poesía, por lo tanto, es heterogéneo, va de la recuperación del poema lírico tradicional a la reflexión experimental de herencia mallarmeana, que de manera constante se entrevera con el bilingüismo o se adentra ya de manera definitiva en la escritura en inglés. Esta poesía es regional y cosmopolita, reflexiona sobre su propia materia y hace diversos guiños a la cultura popular.
Antes de dar paso a esta breve muestra, agradezco la colaboración de Hamlet Ayala para convocar a estos poetas y su poesía.
Mijail Lamas
Alejandra Victoria Godoy (Fontana, CA, 1992). Tiene estudios de bachillerato en música en la Escuela Superior de Música en Culiacán, Sinaloa y de Diseño en el ITESO en Guadalajara. Formó parte de la Banda Sinfónica Juvenil de Sinaloa. Ha ejercido la gestión y coordinación de eventos artísticos en Culiacán y Guadalajara. Vive en Tijuana.
Crush
Me llenas la casa de niños que corren y gritan con risas que todo lo pintan de rosa y de lila. Me cambias las calles por ríos y los carros por piedras que nadan y hacen música de piedras. Me llenas los brazos de pellizcos fantasmas que no duelen pero erizan desde el hueso caliente hasta el vello sensible.
Nada en esta casa tiene aun tu nombre, nada de aquí te pertenece pero, poco a poco, van cambiando las paredes, cobran minúscula vida los muebles y a los árboles del patio les da por ya no ser tan secos. Las voces de las cosas van tornándose en tu timbre y los huecos se hacen sólidos recuerdos de tu ausencia.
Cada vez me das más hambre, cada vez estiro más las horas en que estás.
Pero aguardo a que seas fiebre que va y viene, a que baje la marea y me dejes de temblar. Aguardo a que me suelte el puño y que me deje de cuidar. Voy a huir de aquí en cuanto pueda.
7.
Es un jardín tan verde que parece negro, que no es el mismo de noche que de día y todo él es laberinto.
Reina un canto agudo que es silencio y se le desborda tanta vida que da miedo.
Es el jardín de la manzana y la pregunta.
Es el jardín en donde habita el tiempo.
*
El miedo, el mar
Las flores del laberinto
El infinito desafiante del cielo
Los bichos venenosos de la madre tierra
Mece el movimiento circular del reloj de arena y el final se vuelve el eco del canto triste que en el sopor se esconde.
*
No hablar de lo vacío, de lo pobre del espíritu, de la infertilidad de los días.
Ningún ser humano debe verter sobre el otro sus cifras negativas ni sus ojos llenos de espacio en blanco.
Quieto, inmóvil e inactivo debe quedar el fantasma/ sombra de la chispa que ardía antes de que sus colmillos blandos de intoxicante veneno vaporoso geste huecos y termitas en la carne ajena.
Arturo H. Villalba (La Paz, 1994). Licenciado en educación. Fue becario del Festival Interfaz 2016 en la categoría de poesía.
¿El espejo en qué espejo se mira?
El espejo se pasea por la calle,
no lleva monedas en los bolsillos
y no sabe desde dónde lo mira la tristeza.
No ve su reflejo
cuando mira en los aparadores
de las tiendas,
ni encuentra en los vidrios
—que sabe transparentes—
la figura de quien le hizo polvo
el corazón.
No sabe de amor sino de Roma,
nunca entiende las rimas.
Desde que alguien descubrió
que la luz no le toca la piel
lleva lentes oscuros
y un bastón.
Como no ve su reflejo
no sabe dónde se le esconden los fantasmas
que se alimentan de estar muertos.
Descalza
La despedida se quita los tenis,
—esos que brillaban cuando pisábamos
y que hacían oler a chicle nuestras huellas—
para guardar sus pies en una cajita de zapatos.
Mientras nos alejamos de ella
nos ve con la mirada vidriosa,
llamándonos por aquel nombre
con el que mamá nos llamaba
cuando vertía en las palabras el enojo.
Nos mira y nos llama desde lejos
sin tratar de alcanzarnos.
Se queda inmóvil,
porque sabe
volveremos
a decir
adiós.
Beatriz Torres Limones (Tijuana, 1994). Estudió Lengua y Literatura de Hispanoamérica en UABC. Es colaboradora de Editorial Poiesis. Vive en Playas de Rosarito, Baja California.
Vacío que se expande por los cuerpos
hechos de plástico
se arrastran faltos de plasma
se secan sobre la ardiente nada
escupen los dientes de plata…
Plato lleno de agua
baña mis ansias.
Plato lleno de carnes nuevas
sacia mi hambre.
Plato falto de alimento
acompáñame en la ausencia.
Plato desbordante de caldos
hierve en el hueco de mis manos.
Plato limpísimo y blanco
despójame de impurezas.
Plato que vacío caes de sus manos a nuestras
pobres manos sin fe
no nos dejes caer en el sueño famélico de los que mueren esperando…
Un poema
Nada existe fuera de tu cuerpo,
un templo, una casa,
la cama…
Hay una serie de objetos inútiles, de nombres que no me traen algún recuerdo.
Fuera de ti los silencios empiezan a temblar, las paredes se caen, todo pierde su sitio.
¿Alguna vez lograste no derribar nada?
Aquí todo está bien, la casa y yo seguimos de pie.
César Velázquez Cervantes (Ixtlán del Río, 1992) Migrado desde los 5 años a Rosarito, Baja California.
Panorama, Mural
Reposa la ceiba de ojos cansados
entre los médanos carmines,
una mujer reza callada
no duerme -en las sacras redes
de un salvaje onanismo-
sueña, no sueña;
En tierra seca
umbrosos gusanos arrastrándose,
en el mar ígneo
índigos pescados nadando,
furiosas olas rompiéndose;
Despeña cardos
en la tranquila espuma
negra, negra espera:
laxa escama del hombre
el mar y sus índigos peces
nada-ando en cardumen;
Despierto el perro
sangra las albricias,
sauco perro de áureos colmillos
muerde matinal al hijo
-durmiente aún-
incapaz de sentir la mordida;
Aúlla su brama,
fornica en seda,
su verdusca rabia advierte de la infección,
un sino que heredaremos en descomposición.
El Último Hombre Y La Última Mujer
4
Hablan del mundo,
Se les caen los labios.
Hacen una carta para la paz mundial,
Se les caen las manos.
Sienten el miedo que aqueja a toda la humanidad,
Les arrancan la piel.
5
Camina el último Adán por el fuego,
lo espera la última Eva nadando en el vientre de un volcán activo.
6
Saborean el fin de los tiempos:
Él eyacula polvo de sangre sobre la boca espinosa de la última muerte.
Ella mastica fetos podridos y de su boca escurre la saliva negra del fin de la estirpe.
Khiabet López Morales (Acapulco, 1993). Es estudiante de Lengua y Literatura de Hispanoamérica en la Universidad Autónoma de Baja California en Tijuana. Una muestra de su poesía aparece en la antología “Las voces de los faunos” publicada por Colectivo Entrópico. Fue becaria del Festival de Cultura Interfaz Culiacán, 2016.
Nonato
Tengo un hueco en las entrañas,
una ausencia que solloza con ritmo lento
las carencias del alma.
Llevo dentro dicha creadora,
una garantía prometedora de vida
y a pesar de eso más muerta que nunca vago
por las calles de tu sombra.
Destellos de luz se cuelan por mi entrepierna.
Seres nonatos cantan melodías tenebrosas.
Llanto ensordecedor el de mis huesos
al escuchar el eco de tus muslos contra los míos.
Ceñí el tiempo a tu cintura,
quise hacer eterno
el momento más efímero de nuestras vidas.
Gran idiotez la mía al creer que el tiempo me tendía la mano
cuando lo único claro eran las manecillas del reloj marcando
retrasos.
Ausencia
El silencio que vive en mis labios
saborea las limas amargas del árbol de mi vida.
Árbol que grita sin cesar bajo un cúmulo de rencor,
habitan en él finas estrías de sombra
que juegan con la luz.
Tiempo fugaz que no regresa ni voltea.
La calle que habita en mí duerme tranquila
cuando las voces de mi interior callan.
Seres extraños dicen ser mis amigos, yo no les creo.
Les digo que se vayan, ellos me invitan a jugar con fuego.
El silencio que vive en mis labios
se cansa de sollozar
y es que la ausencia cansa y enferma
Soledad te has convertido en mi mejor amiga
te llevo de la mano, te canto y te bailo.
Hoy me declaro víctima del tiempo
Víctima y victimario.
La vida es mi verdugo.
Extrañar es algo que traigo desde adentro.
Intenté llenar vacíos con indiferencia,
hoy acepto que la ausencia vive muy cómoda en mi costilla izquierda.
María Medusa (Ciudad de México, 1995). Estudia Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado dos poemarios: Pastel (Editorial Ramen, 2015) y Malaria Maracuyá (Editorial Poiesis, 2015). Es parte del colectivo feminista Maracuyá.
rétro-futuriste
What are human rights? Canned tuna? Canned meat? Canned flesh? Canned beans? Canned tofu? Canned me?
French is my secret language
C’est tout et c’est rien
French is my secret language
I found it in a little envelope
The paper was yellowish and cold
Esperanto is a mischief my mother told me to not commit
Esperanto is a green owl
Esperanto is a quick smile
How to turn 365 into 120
Instead of once a day,
Ten times a month
How to turn 120 into 52
Instead of ten times a month,
Once a week
How to turn 12 into 104
Twice a week,
Instead of once a month
Inside the first page of my diary:
Two hearts
- Old flames
Broad City, Ana Carrete, María Mercromina, Fumiko Imano, Ruby Roth, Yoko, Judith Butler
- Burning passions
María LLopis, Virginie Despentes, Isa Chandra Moscowits, Solange, Laci Green, Paul B. Preciado, Mirion Malle, Sayak Valencia
Will she find me and draw me inside a heart in her journal?
Some of the most cherished HS memories are the ones that have a drive-to-the-diner-at-2-am-and-drink-milk-shakes-and-potato-chips-and-wish-we-were-eating-tortilla-soup-instead filter and soundtrack
Some others have a new-order-while-riding-bicyles-and-smoking-pink-french-cigarettes-and-listening-to-almodovar-movies-in-the-background
Contraportada sin ISBN
Galaxias se esconden en tus miradas lejanas
Miles de hormigas recorren mis pensamientos entrelazados
A dónde vamos a llevar la canasta de estrellas caídas
Vamos a contar flores a la pradera
Los conejitos se escaparon de la carta que te escribí
Relámpagos se tiñen en su melena morada
Es difícil arrancar la corona azul de mi frente
Y no es invisible por más que la ignore
Cosas incoherentes que la madre dice
La capacidad destructiva del Palacio de Versailles
Veinte mil lágrimas en el corazón del museo
Trabajos de papel y sueños de polvo colorido
Méraly Reyes Tovar (Tijuana, 1993). Fue becaria del Festival Interfaz organizado por ISSSTE-CULTURA en 2015, en la categoría de poesía. Actualmente alterna su residencia entre la India y Nepal.
La invisibilidad que te sostiene
Avánzate
Echa por fin el polvo de tu niebla
al sinfondo de este frasco en que habremos de rendirnos.
Tiéndete. Ábrete con todos tus símbolos húmedos y heridos
amanecidos cada luna como sombras ajenas en tu boca.
Broten de tu cuerpo plumas u oscuridades, deja que se escuchen.
Deja que estiren sus graznidos a galaxias más lejanas
como de ríos irrecuperables en el paisaje de un hombre que no volvió.
Oblígales liturgias o espejos donde al verse de frente
queden así de rotas como algunas olas
y las anguilas de tus transparencias se revuelvan todas
allí donde cualquier tempestad de dioses
fuera apenas un silbido o una lengua de miel.
Reconócete siempre en lo que nunca fuiste.
Hay una sola marcha que a todos atraviesa
y hoy se nubla en las miradas que otros nos impiden.
Mañana solo queda su temblor.
Ay, la redondez lastimosa de estas realidades
que se beben como un té suave los delirios más terribles
afanosas de llenarse los pulmones con lo contrario del aire
en su anhelo imposible de ser verdad pisada por otras almas.
Avánzate
Ábrete camino en el polvo de tiniebla donde las estrellas, sabes, hace mucho que dejaron de
sentirse, pero avánzate
que en algún pronto ahora
no sabrás diferenciar al palosanto de la muerte
y tus sueños espesos humearán alrededor de lo que fuiste:
huesos vacíos de ave devorada por su propia invisibilidad.
Aquí donde el mundo supo acumular su piel vencida –o nuestro tiempo- vinieron el lenguaje y los cinco sentidos a decir: “no es nada”.
Selene Ángeles Díaz (Ciudad de México, 1993). Estudió la licenciatura en Traducción en la UABC. Creció en la ciudad de Tijuana.
Algas
Si nos arrastráramos al vacío
ya fuese por inercia o por atajo
cuánto pesarían nuestros silencios
qué tono tendrían esta vez las dudas
O si flotáramos en un cielo
mar abierto nos encontráramos
ya sin movernos
sin intentar
¿qué tocaría primero el fondo?
tu índice o la certeza fría del hundimiento
Si las algas se prolongaran hacia nuestras extremidades
¿tomaría tu mano o abrazarías mi cintura?
Mi cabello se enredaría con los tentáculos de la curiosidad
Tu boca escupiría tinta
y mi sexo se volvería espuma
El encuentro sal
Si yo bajara
¿me verías desde la superficie?
o nadarías con la mirada
lo imposible
El salto que no te atreves a dar.
Luz
Las luces eternas
no existen
Hasta el sol se apaga
para nosotros
El mundo entero es una metáfora
Las estrellas
brillan a los lejos
en el cielo de nuestros ojos
La paz es de otra galaxia
La paz es un invento
pero su luz nos llega
arriban sus vestigios
ya extintos
Lo cubre todo sin tocarnos
Es un roedor, un ave
espuma de mar
Bajo el influjo dorado
de una llama más lejana
Fantasías por poseer
Delirios por sostener el oro
con nuestras manos débiles
El oro es una mentira
Las estrellas no brillan,
arden
La paz es un invento
Las luces eternas no existen
El fuego, al final
siempre se apaga.
Hamlet Ayala (Guadalajara, Jal. 1993). Poeta y gestor cultural. Ha publicado textos de creación y periodismo cultural en las revistas Paso de Gato, La Revista de la Universidad de México, Círculo de Poesía y Río Grande Review de la Universidad de Texas en El Paso. Vive en la ciudad de Tijuana.
Luz perdida
Se ha ido la luz
y voy a tientas chocando con los bordes
palpando insinuaciones de todo cuanto habita en este cuarto
y que cede a mis manos que cortan la penumbra
buscando dónde asirse.
—Mis pupilas boqueando
como peces de luz que en silencio se asfixian—
Las cosas me esquivan
se ríen de mí sin que yo pueda verlas.
Alcanzo el sillón como una balsa en medio de la nada
y me siento a esperar la llegada de un rayo
que devuelva la casa.
El destello tímido que arroja mi pantalla
hace volver mi rostro en medio del oscuro
y borra por completo los contornos del aire.
En una esquina
alguien da lumbre a una vela
y pasea la llama sobre ciertos rincones
que antes fueron lugar de maravillas
y hoy albergan el peso de su ausencia
las cenizas de la quemazón
bañadas por la luz que las invoca.
Algo de cera ardiente se rinde poco a poco
y cae sobre la mano que sostiene la vela.
Yo siento ese calor y entiendo: esa mano
es mi mano. Y ese rostro es el mío
y no me reconoce.