3 poemas de Jorge Galán en portugués

Presentamos tres poemas del poeta y narrador salvadoreño Jorge Galán, recientemente galardonado con el Premio Casa de América de Poesía Americana, por el libro Bajo la interminable noche de noviembre y, merecedor también del Premio Real Academia Española 2016, por su novela Noviembre. La traducción al portugués es de Sandra Santos.

 

 

 

 

 

 

 

PASEO DE UNA NIÑA EN LA PLAYA

 

Ya sin tocar el suelo, sus pies casi de agua
se deslizan, lentísimos, sobre la arena parda
matizada de espuma. Es casi mediodía,
sobre ella las gaviotas planean dulcemente,
el mar que hizo en la piedra motivo de su furia
no se atreve en sus pies, retrocede, no vuelve
sino en rocíos lentos de un azul menos ávido.
Le toca con su música, con su arrullo y se vuelve
un amante imposible que encuentra en la tristeza
el motivo preciso para intentar dormirle,
hechizarla, volverla su sueño, su deleite.
Frágil como la rama que a punto de quebrarse
se aferra al tronco anciano, así el viento se amarra
a su raíz más honda: su cabello que ondea
como bandera única de un país exquisito.
Esbelta como el aire que de puntillas anda
por las altas palmeras, mínima como el frío
que el corazón del alba guarda en su luz más íntima,
inmensa como el cielo que habita en la pupila,
se vuelve la palabra que el día le musita
a los antiguos siglos: el nombre de su orgullo.
Con su traje de baño, tan ingenua, tan simple,
sin sospechar aquello que en su torno sucede,
o notando, si acaso, la tibieza del agua
o las lentas gaviotas que vagan dulcemente.
Nada posee entonces semejante pureza.

 

 

PASSEIO DE UMA MENINA NA PRAIA

 

Já sem tocar o chão, os seus pés quase de água
deslizam, lentíssimos, sobre a areia parda
matizada de espuma. É quase meio-dia,
sobre ela as gaivotas adejam delicadamente,
o mar que descarregou no penedo a sua fúria
não se atreve a seus pés, retrocede, não regressa
senão no relento de um azul menos ávido.
Toca-lhe com a sua música, com o seu marulho e se transmuta
num amante impossível que encontra na tristeza
o motivo preciso para tentar adormecê-la,
enfeitiçá-la, transformá-la em seu sonho, em seu deleite.
Frágil como o ramo que a ponto de quebrar-se
se prende ao tronco velho, para que o vento se emaranhe
na sua raiz mais funda: o seu cabelo que ondeia
como bandeira única de um país singular.
Esbelta como o ar que em bicos de pés anda
pelas altas palmeiras, mínima como o frio
que o coração do alvor guarda na sua luz mais íntima,
imensa como o céu que habita na pupila,
se torna na palavra que o dia sussurra
aos antigos séculos: o nome do seu orgulho.
Com o seu fato de banho, tão ingénua, tão simples,
sem suspeitar o que sucedia ao seu redor,
ou sequer reparando na tibieza da água
ou nas lentas gaivotas que vagam delicadamente.
Nada possui então tamanha pureza.

 

 

RACE HORSE

Para Roxana Elena

Y mira tú, muchacha, de quién viniste a enamorarte,
a quién viniste a amar para toda la vida,
a quién decidiste no olvidar:
es un caballo de carreras, ese muchacho es un caballo de carreras
y corre siempre junto a la barda colmada por espinos
y sus músculos inflamados siempre a punto de reventarse.
¿Quién lo conduce?
Sus estribos son ríos a los cuales muerde para intentar romper.
Sus ojos ven un horizonte de fuego al que no puede dejar de dirigirse.
Sus cascos son de un cristal incorruptible que aniquila a la piedra.
Su crin es el viento azotado por el relámpago.
Una tormenta tiene donde debió tener un breve corazón,
una tormenta a la cual teme incluso el invierno mismo.
Su imaginación es la misma que la de la montaña
y la del grito que corta el silencio de la montaña desolada.
No es de fiar.
¿Quién confiaría su alma a una tormenta?
¿Quién brindaría su piel al cuchillo de fuego
o su voz al silencio de la flauta quebrada por el odio?
Y mira tú, muchacha dulce, te abriste como un cofre
lleno de perlas que parecían brotar de la luz misma
y él ni siquiera pudo notarlo, él es un caballo de carreras
y no le importa ni la ciudad ni el camino que lleva a la ciudad
ni las joyas ni un cuello lleno de joyas ni un cofre lleno de joyas,
solo le importa el bosque y el campo abierto y la playa interminable
pero sobre todo la pista, esa pista de grama, arena y piedra,
y mira tú de quién viniste a enamorarte
a quién quisiste guardar en ti como un corazón nuevo
a quién quisiste abrazar hasta perder los brazos
a quién quisiste mirar hasta cerrar tanto los ojos
que no consigues ya mirar la dicha.
Mira tú, muchacha linda, a quién quisiste amar,
a un obstinado caballo de carreras cuya pista es el mundo.

 

 

 

RACE HORSE

 

Para Roxana Elena

 

E olha tu, rapariga, de quem vieste a apaixonar-te,
a quem vieste a amar para toda a vida,
quem decidiste não esquecer:
é um cavalo de corrida, esse rapaz é um cavalo de corrida
e corre sempre junto à barda repleta de espinheiros
e os seus músculos inflamados sempre a ponto de rebentar.
Quem o conduz?
Os seus estribos são rios aos quais morde para tentar romper.
Os seus olhos vêem um horizonte de fogo ao qual não pode deixar de dirigir-se.
Os seus cascos são de um cristal incorruptível que aniquila a pedra.
A sua crina é o vento açoitado pelo relâmpago.
Uma tormenta tem onde devia ter um breve coração,
uma tormenta temida até pelo próprio Inverno.
A sua imaginação é a mesma que a da montanha
e que a do grito que corta o silêncio da montanha desolada.
Não é de fiar.
Quem confiaria a sua alma a uma tormenta?
Quem ofertaria a sua pele à faca de fogo
ou a sua voz ao silêncio da flauta quebrada pelo ódio?
E olha tu, rapariga doce, abriste-te como um cofre
cheio de pérolas que pareciam brotar da própria luz
e ele nem sequer pôde notá-lo, ele é um cavalo de corrida
e não lhe importa nem a cidade nem o caminho que leva à cidade
nem as jóias nem um pescoço cheio de jóias nem um cofre cheio de jóias,
só lhe importa o bosque e o campo aberto e a praia interminável
mas sobretudo a pista, essa pista de grama, areia e pedra,
e olha tu de quem vieste a apaixonar-te
quem quiseste guardar em ti como um coração novo
quem quiseste abraçar até perder os braços
quem quiseste olhar até fechar demasiado os olhos
que não consegues já olhar o destino.
Olha tu, rapariga linda, quem quiseste amar,
um obstinado cavalo de corrida cuja pista é o mundo.

 

 

 

LA ADIVINANZA

 

Mi capa es la tiniebla pero mi sombra es luz.
Se halla en mi mano una moneda dispuesta a la limosna
pero mi voz es lo terrible, cuando así lo desea.
Si dijera esto a un niño le preguntaría ¿Quién soy?
Y sería solo una adivinanza y no un enigma y una proclamación.
Mi espalda es el invierno que oscurece a los árboles
pero mi rostro es la blancura de la nieve más fría.
Si hundo mi pie en el fango es tan solo en la hierba que aparece una huella.
Veo, escalones abajo, los incipientes actos de los magos,
y escucho, por encima de mí, las palabras de Dios
en la lengua monumental de sus profetas.
Veo a los ángeles en un palacio interminable
jugando como ínfimos infantes en interminables jardines
y escucho la confesión del viento en los antiguos árboles
y la profecía del mundo en la boca del mar
y revelo la edad de las estrellas a los hombres
y el corazón del hombre a la desolación de los abismos.
El beso de Dios arde en mi frente.
Soy hijo y no puedo ser otra cosa más que hijo.
Los trigales se inclinan a mi paso
y el rey pide consejo y ejecuta conforme lo que digo.
Mi mano es pesada como el hacha de piedra.
Para mis ojos no hay distancia ni tiempo
ni lugar ni cortina ni pared ni secreto.
Sobre mi cabeza los gorriones y las ramas altísimas
y las antiguas torres y el universo mismo.
Bajo mis pies el mundo
y bajo el mundo, los nombres de los muertos.
Si le hablara a los niños, podría preguntarles, fingiendo ser astuto,
¿Saben los nombres de los muertos?
Mi capa es la tiniebla pero mi sombra es luz
y al revelar aquello que en mí se ha revelado me vuelvo yo el misterio.
Mi destino es la hora más postrera del hombre:
La claridad penúltima…
El último silencio.

 

 

A ADIVINHA

 

A minha capa é a escuridão mas a minha sombra é luz.
Está na minha mão uma moeda disposta à dádiva
mas a minha voz é o terror, quando assim o deseja.
Si dissesse isto a uma criança questioná-la-ia “Quem sou?”
E seria só uma adivinha e não um enigma e um anúncio.
A minha coluna é o Inverno que escurece as árvores
mas o meu rosto é a brancura da neve mais fria.
Se afundo o meu pé no pântano é apenas na erva que aparece uma pegada.
Vejo, escadas abaixo, os incipientes actos dos magos,
e escuto, acima de mim, as palavras de Deus
na língua monumental dos seus profetas.
Vejo os anjos num palácio interminável
brincando como ínfimos infantes nos intermináveis jardins
e escuto a confissão do vento nas velhas árvores
e a profecia do mundo na boca do mar
e revelo a idade das estrelas aos homens
e o coração do homem à desolação dos abismos.
O beijo de Deus arde na minha cara.
Sou filho e não posso ser mais que um filho.
As searas curvam-se à minha passagem
e o rei aconselha-se comigo e executa o que lhe digo.
A minha mão é pesada como o machado de pedra.
Diante os olhos não há distância nem tempo
nem lugar nem cortina nem parede nem segredo.
Acima da minha cabeça os pardais e os ramos altíssimos
e as antigas torres e o próprio universo.
Debaixo dos meus pés o mundo
e, debaixo do mundo, os nomes dos mortos.
Se falasse às crianças, poderia perguntar-lhes, fingindo ser astuto,
Sabem os nomes dos mortos?
A minha capa é a escuridão mas a minha sombra é luz
e ao revelar aquilo que em mim se revelou me transformo eu no mistério.
O meu destino é a hora mais tardia do homem:
A claridade penúltima…
O último silêncio.

 

 

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