Posesía mexicana actual: Acaxóchitl Blanco Castellanos

Presentamos dos poemas de Acaxóchitl Blanco Castellanos (Ciudad de México, 1977). Es ingeniero de profesión y estudia Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Actualmente realiza un investigación sobre la novela de Alberto Mendez: Los girasoles ciegos, actividad que combina con la enseñanza de inglés académico en El Colmex.

 

 

 

 

 

En el viaje

 

Se llenarán de azul tus ojos

al pisar el Mediterráneo.

Con tu cabello enjuto

de tilde menospreciada,

evocarás ese jardín de aguacates podridos

y ardillas ladronas,

entre las multitudes que te sofocan

y te anegan de ruido.

 

Llegaron los muertos y te estuve esperando

nunca escuché tus pasos.

 

Recorrerás la casa de madera,

vacía de liras,

y la llenarás de silencio.

 

Consumado es.

 

Cogerás el polvo

y deslizarás el rojo en el blanco,

combinarás el amarillo con el azul

para olvidar la noche.

 

Quizás te convenga cerrar los ojos

para interrogar al tacto.

 

En el inconsciente,

existe un punto

en el que podrás encontrar un temor

que incendiará una idea.

Desmembra el mitema

para que inicies un ciclo.

 

Vivifica la idea de otro,

¿por qué no el gorrión de Catulo?

 

Crea un símbolo sobre el placer y la muerte,

conviértelo en grotesco,

o ¿por qué no?

en algo erótico,

y denigra la imagen

conviértela en irreal

para sorprender a los esnobs

y provocar su admiración

cuando regreses.

 

Llegaron los muertos

y se marchitaron los pájaros

 

En el Mediterráneo,

verás a Penélope tejiendo y destejiendo,

quizás te topes con Orfeo en el inframundo.

Entre los viajes,

cuestionarás tu psique,

con el dolor absoluto de Sisifo,

quien nunca termina de alcanzar la cima.

 

Entre el azul y el blanco de la arena,

aparecerá ese niño estruendoso

quien para matar el tiempo,

estudiaba las partituras de Oedipux Rex

en el exilio del ocaso.

 

Entre lo agreste y la arena,

quizás puedas capturar el reflejo de Narciso

antes de que se distorsione el rostro

aprehendelo antes de que desaparezca.

 

Expirarán tus labios descarnados

antes de propiciar el recuerdo

exhumarás la diáspora de la memoria.

 

Al pisar el Mediterráneo,

entre bruces calizas

liberarás una silueta

de polvos blancos.

 

Los muertos llegaron

y te estuve esperando.

 

***

 

En el inicio,

en las partes inconexas del infierno,

el sol se olvido de aparecer,

buscabas un milagro y arrojaste miles de monedas a las fuentes

para que te cumplieran un deseo.

Visitaste ventrílocuos

y leíste las estrellas

en busca de la palabra.

 

En la oscuridad,

escuchas el sonido de tus pasos acallados

y tiembla el eco al roce de la materia.

 

Tus ojos son blancos

y usas gafas en la noche

para que la gente no los vea.

 

Recuerdas el tacto de los olores.

Antes, contabas pasos

pero siempre olvidabas

el número exacto que debías andar.

 

Distendías tus piernas

las encogías

por el miedo

tropezabas

te golpeabas

caías y quedaba al descubierto

tu mirada sin fondo.

Ahora tienes un compañero

él es tus ojos

y éstos se mueven

con la velocidad rutilante.

 

Precipitas el sonido

y tocas el viento espumoso

sobre tu cuerpo inexplicable.

 

La arena crea bruma,

filtra una imagen sin olvido

cierras los ojos

como si ellos estuvieran vivos.

 

La luz provoca figuras oscilantes en la bóveda.

Reflejos que caminan y se convierten en rutilantes.

Cristales en movimiento.

Siluetas.

Un vaivén doloroso

en el contacto con dos cuerpos

que se humedecen.

 

Piel.

 

 

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