Presentamos una nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar. En el camino de la lectura a la escritura, el poeta Mario Bojórquez postula que «No existe redacción clara de un pensamiento confuso, para escribir se necesita primero pensar con claridad, este proceso de construcción de un pensamiento claro implica una formación constante y una práctica del pensar cotidiana…»
Escritura y libertad
Una de las preocupaciones pedagógicas de finales del siglo XX y principios del XXI ha sido la de promover la lectura entre los estudiantes de nivel medio y superior, se piensa que la lectura es un elemento básico en la formación de un estudiante, pues a través de la lectura se obtiene un gran porcentaje del conocimiento que se comparte en las aulas, la lectura también ayuda a desarrollar las habilidades que los programas de lengua y literatura establecen: leer, escuchar, hablar y escribir con corrección y claridad.
Hasta los años setenta, la lectura era esencialmente memorística y unívoca, no se promovía la discusión crítica, de modo que todo cuanto se leía era, al estar en un libro, verdad. Las actividades de la crítica como son la reflexión, el análisis y la discusión de los temas, estaban proscritas del salón de clases, había una interpretación, sólo una, la del docente. Contradecir era un gesto de rebeldía punible que se resolvía en la calificación final.
El estudiante-lector es, según las nuevas teorías pedagógicas a partir de los 80, un “sujeto activo que con sus conocimientos previos, el contexto en que desarrolla la actividad lectora, sus características personales y la adecuada conducción del docente, puede construir interpretaciones pertinentes de un texto, identificar las ideas principales, reconocer el tema y realizar inferencias que le permitan desarrollar las capacidades cognitivas superiores.”
Un articulista comentaba que al dejar de promover la lectura memorística se habría aspirado a desarrollar las capacidades del juicio antes que las de la memoria, afirmaba que pasado el tiempo habíamos perdido la memoria como recurso de conocimiento y que muy poco habíamos avanzado en el tema del juicio. Ni éramos más juiciosos ni recordábamos ya cuál era el propósito de nuestro aprendizaje.
Si leer es una actividad compleja dentro del salón de clases, la escritura es un círculo aún más profundo del Infierno didáctico. Profesores y estudiantes deben enfrentar en algún momento de cualquier curso, la redacción y posterior evaluación de un documento que sirva como referente de lo aprendido en clase. Ya para el alumno tanto como para el maestro, el tema de la redacción de trabajos que reflejen las discusiones y el aprendizaje significativo en un discurso coherente, claro y preciso, es quizá uno de los obstáculos más constantes en la plenitud del proceso de enseñanza.
No existe redacción clara de un pensamiento confuso, para escribir se necesita primero pensar con claridad, este proceso de construcción de un pensamiento claro implica una formación constante y una práctica del pensar cotidiana: observar y pensar, interpretar y discutir, analizar y resumir las partes de un sistema es siempre una actividad complejísima.
Así un texto es también un diálogo constante, ya que ningún texto está completamente aislado de otros textos y porque, también, todo texto exige una respuesta del lector. En este diálogo en las sombras, lector y autor sólo están relacionados por la página escrita, esta distancia o cercanía virtual permite finalmente una larga conversación donde en cada línea leída hay también una línea de respuesta, un pensamiento que enriquece a la letra impresa, los pensamientos del lector que confirma sus ideas en lo leído o que refuta en silencio lo que aparece a sus ojos.
“La libre expresión de las ideas habría sido el gran logro que presumía el contexto del pensamiento moderno”, recordaba Antonio Machado, y agregaba: “No me interesa la libre expresión de las ideas, prefiero antes la libertad de pensamiento, pues, para qué nos sirve la libre expresión de un pensamiento esclavo, preocupémonos primero por pensar libremente y ya después veremos como expresamos ese pensamiento libre.”
Escribir es una actividad compleja dicen todos y cada uno de los estudiosos del tema, ninguno de ellos habla de cómo con la lectura de juego, de exploración, de felicidad íntima podríamos alcanzar otros estadios de la comprensión. Quizá debíamos temerle menos al tema de la escritura en clase, buscar recursos didácticos que sean efectivamente juego, exploración, felicidad íntima, para eso debemos aprender a ser libres, que nuestro pensamiento encuentre la expresión de ese sentimiento de libertad.
Mario Bojórquez