En Ecuador, El ángel editor, de Xavier Oquendo, ha publicado el volumen oración inconclusa, que reúne la obra del poeta cubano Víctor Rodríguez Núñez (1955). Junto a una muestra de de textos de sus distintos poemarios, presentamos también la reseña que Marialuz Albuja escribe sobre el texto. Rodríguez Núñez ha merecido distinciones como los premios de poesía David (Cuba, 1980), Plural (México, 1983), EDUCA (Costa Rica, 1994); y en España, Renacimiento (1999), Fray Luis de León (accésit, 2005), Leonor (2006), Rincón de la Victoria (2010), Jaime Gil de Biedma (accésit, 2011), Alfons el Magnànim (2013) y Fundación Loewe (2015).
ORACIÓN INCONCLUSA: CUARENTA AÑOS DE POESÍA EN LA ETERNIDAD DEL INSTANTE
Toda puerta de acceso es válida para descender a la poesía. Digo descender porque ésta sólo ocurre cuando nos valemos del mundo de la forma, mirándolo por lo que es, y nos atrevemos a levantar sus velos, aunque en el fondo nos esperen monstruos, fantasmas, goces, maravillas. No descubriremos lo que yace, silencioso, hasta haber emprendido el viaje, como sucede en el terreno de los sueños, en donde nunca nos podremos agarrar de una certeza.
Ya lo dice Aristóteles: “El asombro es el principio de la Filosofía” y, por tanto, de todo cuanto el ser humano pueda crear o revelar. Así lo han demostrado, de múltiples maneras, escritores, músicos, pintores, científicos, así como lo viven y lo vivieron hombres y mujeres de todos los tiempos. Y es que la extrañeza conduce a un nivel del ser que sólo se conoce mediante la contemplación, más allá del pensamiento, de los instrumentos de la lógica, de las aparentes cuentas que nos arranca el tiempo lineal y de la forma que adoptan los sucesos y las variadas formas de la vida en este mundo. Todo presupuesto, entonces, resulta una barrera.
Y, como Víctor Rodríguez Núñez lo expresa constantemente a través de su obra, valiéndose siempre de distintas propuestas estéticas, pero llegando al mismo sitio, sólo el silencio abrirá paso a la profundidad, y es que la poesía nace en el silencio: “la forma es ideológica / con la contemplación el mundo cambia”, o: “Poesía es algo en realidad posible si prescindimos de las palabras”.
Sin embargo, también deja transparentar el conflicto que a todo ser humano desgarra: la lucha incesante entre el estado intemporal de la existencia y aquél que nos arrastra por un ansia de escape, una suerte de inquietud que no nos permite estar en donde estamos, sino perpetuar la pesadilla de cualquiera que sea nuestro dolor. Esta contradicción aparece nítidamente trazada en distintos momentos de su obra, reunida en una antología personal que se titula Oración inconclusa, publicada por El Ángel, con el apoyo del Ministerio de Cultura del Ecuador, y que fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Quito en noviembre de 2016.
El poema Abismos da cuenta exacta de lo dicho:
Vivo entre dos abismos
La paciencia
del que ya anduvo tal vez demasiado
y se acoda en el puente
– única ceremonia de la tarde-
a ver pasar las aguas
Y la impaciencia enorme
del que quiere seguir a toda costa
pero sólo ve el raudal de insomnios
y del puente se lanza
a tu regazo
Siempre, sin embargo, subsiste el ansia de regreso a lo intemporal, al regazo, al agua, a la orilla de lo perdurable que nos espera, con el nombre de Muerte, al final de este viaje. Se nos advierte que no volvamos a confiar en la belleza, que es mejor deshacerse de todo. Se nos hace saber que el que busca “lo otro” nada hallará, pues toda búsqueda implica un deseo de llenar el escenario con actores y formas que nos alejarán del lienzo en blanco. “A la vida no le preguntes nada”, dice, “La vida es sorda / es muda / Y aunque ve por tus ojos / tú eres el sabor / y ella es la que palpa”.
La vida, entonces, aparece como subyacente a lo manifiesto. Y el ser humano, el poeta, el árbol, las ostras, los caminos, se despojan de significado propio ante la naturaleza impertérrita, indiferente, que se abre paso a través de los seres, sin cambiar ella misma, como el lenguaje, que también se despoja de significados y de presupuestos para que pueda existir la poesía. De lo contrario, tendríamos palabras sin lenguaje, recordando a Tranströmer, cuando se trata, como también lo plantea Rodríguez Núñez, de lograr que las palabras desaparezcan para dar paso a su esencia.
Filosofía profunda la que hila estos textos de principio a fin. Cuarenta años de poesía recogidos por su propio autor. La organización de los poemas, divididos en secciones que corresponden a cada título publicado desde 1979 hasta 2016, va desde lo más reciente hasta lo más antiguo (siguiendo el orden temporal regresivo que Jorgenrique Adoum utilizó para su antología No son todos los que están, obra que marcó a Rodríguez Núñez desde sus inicios). Así pues, en este viaje que comienza con despegue, Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, España, 2015, y publicado por Visor en 2016, hasta Cayama, publicado en Santiago de Cuba, con editorial Uvero en 1979, el lector se encontrará con distintas propuestas estéticas y con una riqueza inagotable de vivencias, recuerdos, reflexiones, irónica crítica social y política (sin llegar jamás a lo panfletario), versos que lindan con el poema formal, sin caer en el molde rígido, textos vanguardistas que caminan por el filo del surrealismo, incluso del neobarroco, poesía de la experiencia o de la emoción, discursos polifónicos y también íntimos y personales, donde el yo se expone totalmente, imponiéndose a la forma, luchando contra el silencio que tanto anhela, cediendo ante él, escapando de la muerte y, en otros momentos, yendo en su busca.
No soy crítica literaria ni creo en ella. Nunca se me olvidarán las palabras de Rilke sobre la inutilidad de dicha disciplina. Por tanto, mi lectura de Oración inconclusa, como la de todo lector que se acerca a un texto con curiosidad, ha consistido en dialogar con estas páginas donde hay vida, un honesto deseo de desentrañar lo que no tiene forma ni sonido, una obediencia a la necesidad de expresar cada cosa desde una perspectiva que le sea ineludible a lo que se quiere decir.
No existe una filiación del poeta con una escuela o con un estilo; tampoco, una voluntad de forzar y de mantenerse apegado a un molde. Y esto siempre es renovador, sobre todo porque no se trata de una escritura que se basa en la identificación sino en el desprendimiento, polaridades que no pertenecen solamente al ámbito de la escritura, sino que también aparecen como materia prima de esta poética que las expresa, con total claridad, cuando el yo se siente un extranjero también en su casa, un cosmopolita que no se ha olvidado de La Habana, donde su madre sobremuere y que, al mismo tiempo, lo ha olvidado todo: la escopeta de pino que le consagró el abuelo, los peces amarillos que bebían las vacas, imágenes reales que sobreviven pese al olvido porque la poesía les da su eternidad. Nos encontramos con un viajero que, sin embargo, se ha bañado dos veces en el mismo río, refutando toda ley, pero también siguiendo el agua a todas partes.
Rodríguez Núñez accede a la profundidad. Por eso no le teme al cambio, al riesgo, aunque a veces experimente “miedo escénico de publicar”, como lo dijo en una entrevista después de haber ganado el Premio Loewe. Intenta hablar por otros aunque sabe que “cada uno sólo puede hablar por sí mismo”, y arriesga la forma para alcanzar otra esencia.
De ahí que nunca pierda el piso de la realidad donde se encuentran los gamines de Colombia, los niños de la calle en Nicaragua, la gente de su Cuba natal y la de todos los lugares por donde ha pasado su yo, como un viajero inagotable, como otro personaje de la totalidad en que nos hallamos inmersos y que se manifiesta a sí misma en sus múltiples criaturas.
Esta oración tenía que ser inconclusa, como lo es el diálogo con el silencio. La poesía jamás termina de escribirse, al igual que la vida: lo palpa todo en el instante, sin que la muerte -ni ningún final- pueda arrasarla.
Muestra de Poesía
Con raro olor a mundo
Acaba de llegar César Vallejo
y trae quemaduras de la guerra
roto el bastón de apalear sombras
la levita turbia
como siempre
de tristeza
Acaba de llegar César Vallejo
con su esqueleto de huesos robados
y la sonrisa seca
el corazón
un nudo de pañuelo
cuarenta años de fiebre en la mirada
Acaba de llegar César Vallejo
pregunta por el Che
y por los asnos
saluda a los ausentes
y comienza un poema
sencillamente humano
Con raro olor a mundo
de Con raro olor a mundo, 1980
Prólogo —a La arboleda perdida de Rafael Alberti
Cuando el cometa Halley
ese viejo maleante de los cielos
cruzó a navajazos el vientre de la noche
mi abuela
que aún no era la abuela
de nadie en este mundo
soñó tener su limpia cabellera
y puso en el mortero seis huevos de gorrión
que volvió
quién sabe cómo
polvo enamorado
para rehacer su rostro húmedo
a la triste manera de la luna
Pero en otro rincón de este planeta
que gira como un enjambre de avispas
cuando el cometa Halley
guardaba ensangrentada de noche su navaja
un niño gaditano con ojos de bahía
quiso peinar la rauda cabellera del cielo
con su tridente de marinero en tierra firme
Ha tenido que pasar
desesperado
el siglo
han cicatrizado las heridas de la noche
el niño no es el niño
sino un viejo
poeta del destierro que regresa
la abuela no es la abuela
sino una abeja
que aguijonea el alma
a otro niño que peina en el recuerdo
la limpia cabellera
de una noche del mundo
de Con raro olor a mundo, 1980
Antipoema
A punto de escribir
“el estado natural del hombre es la tristeza”
te me has aparecido
casi resplandeciente
Pensaba continuar
“y todo lo que haga
será para llegar a la alegría”
mas te veo desnuda —como nunca te he visto—
pecosa delgadísima llorando
Y tal vez concluir
“lo bello es una treta de la muerte”
para besar tus huesos
y buscar en la piel
el sitio más feliz
Todo esto
criatura
para quedarnos solos
al final de un poema que no engaña
de Noticiario del solo, 1983
Mitomanía
Verdad es el lagarto la canasta de lirios el revólver La verdad como la envidia está en todas partes Hasta en el cielo donde se pelean los astros La verdad es la única sombra que no ciega Pregúntale al que sangra por un puñal de nieve Verdad es la yema el alba el framboyán la nube Como el triángulo la verdad es roja Y callo pues ya he dicho demasiadas mentiras
Si dices la verdad te quedas solo Hasta Tritón la luna de Neptuno bien podría no ser un mundo inerte y estar toda cubierta con volcanes de hielo y escarcha de nitrógeno He dicho la verdad y me arrepiento Hasta el propio Neptuno bien podría tener su campo magnético inclinado y mostrar sus auroras fragantes no en los polos sino en el ecuador No me dejes mentir
La verdad ante todo Aunque cueste Como mi madre la verdad es ingenua No hay moral sin verdad Aunque cueste la vida Sin verdad no amanece Y como yo la verdad es inmadura No hay arte sin verdad Aunque cueste Sin verdad no hay sentido Como mis hijos la verdad es cándida No hay amor sin verdad Aunque cueste la muerte La verdad ante todo Jamás olvides esta gran mentira
de Cuarto de desahogo, 1993
¿Arte poética?
Para María Santucho y Víctor Casaus
Saqué unos ojos miopes
una nariz bisiesta
unos labios que no puedo juntar
un pelo de camello
más un cuerpo de atleta retirado
También el mal genio de mi padre
el dolor en el lado de mi madre
el lunar sospechoso de mi abuela
el cólico nefrítico de todos
y hasta las fiebres constantes de mi hijo
Razones que me obligan
a tener mala opinión de la belleza
de Los poemas de nadie y otros poemas, 1994
Secreto profesional
El árbol que con desesperación
hace gestos al cielo
La mañana que voltea su rostro
salpicado con leche de crepúsculo
El río que de súbito
ha perdido la voz
entre la algarabía de las piedras
La sombra del ahorcado
su aliento de ceniza
Todo esto tiene
viajero
algo que decirte
Suma
esa canción descascarada
que ha gritado el olvido
Ese cerro que otra vez se despide
con su pañuelo limpio
donde se puso el sol por cobardía
Esa noche sin pétalos ni fiebre
a pesar del invierno
que hoy también claudica
Todo te dice que
a la muerte
no la conocerás
de Oración inconclusa, 1999
I [unos ojos que le han robado al cielo]
Ahora qué hace ella
De rodillas entre dos golondrinas
Vicente Huidobro
1
hoy te ganas la vida vigilando
la muerte de una vaca
la academia no da para el divorcio
menos para el amor
en el prado del sueño americano
entre ortigas y zarzas
se escucha solo el eco de la muerte
que se esmera sin desfallecimiento
paisano Baudelaire que rechina dientes
en la tripa del libro ninguneado
instrucciones escritas terminantes
del dueño de la hacienda
que ninguna criatura
coma del animal sino la muerte misma
de desde un granero rojo, 2013
[Santa María]
sin media luz donde caerse muerto
tirado en esta playa
como el cangrejo que no tuvo suerte
y el niño perdonó
compadeces a la piedra que te guiña un ojo
su fresca militancia
y la bicicleta cargada de caracoles
te cruza entre las muelas
la arena en las cesuras
hace que las claves no estén en tiempo
el mundo es una güira pintada como quiera
para la discreción de los turistas
nadie te contó antes
lo que se aprende si sales del agua
de despegue, 2015
Datos vitales
Víctor Rodríguez Núñez (La Habana, Cuba, 1955) es poeta, periodista, crítico, traductor y catedrático. Ha publicado los poemarios Cayama (1979), Con raro olor a mundo (1981), Noticiario del solo (1987), Cuarto de desahogo (1993), Los poemas de nadie y otros poemas (1994), El último a la feria(1995), Oración inconclusa (2000), Actas de medianoche I (2006), Actas de medianoche II (2007), tareas (2011), reversos (2011), deshielos (2013), desde un granero rojo (2013) y despegue (2016). Han aparecido recopilaciones de su obra en Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España y México, siendo las más reciente El mundo cabe en un alejandrino (2015). Se han editado antologías de sus poemas en alemán, chino, francés, inglés, italiano, macedonio, serbio y sueco; amplias muestras de su poesía han sido traducidas a otra docena de idiomas. Ha recibido los premios de poesía David (Cuba, 1980), Plural (México, 1983), EDUCA (Costa Rica, 1994); y en España, Renacimiento (1999), Fray Luis de León (accésit, 2005), Leonor (2006), Rincón de la Victoria (2010), Jaime Gil de Biedma (accésit, 2011), Alfons el Magnànim (2013) y Fundación Loewe (2015). Durante la década de 1980 fue redactor y jefe de redacción de la revista cultural cubana El Caimán Barbudo, donde publicó numerosos trabajos sobre literatura y cine. Una selección de sus entrevistas con poetas hispanos se encuentra en La poesía sirve para todo (2008). Compiló tres antologías que definieron a su generación, así como La poesía del siglo XX en Cuba (2011). Ha realizado ediciones críticas o estudios sobre Julián del Casal, Dulce María Loynaz, José Coronel Urtecho, Emilio Ballagas, Cintio Vitier y Francisco Urondo, entre otros poetas. Ha traducido poesía tanto del inglés al español (Mark Strand, John Kinsella) como del español al inglés (Ida Vitale, Juan Gelman, José Emilio Pacheco). Edita las series latinoamericanas de las editoriales británicas Salt y Arc. Doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Texas en Austin, es catedrático de esa especialidad en Kenyon College, Estados Unidos.
MARIALUZ ALBUJA BAYAS, Quito, 1972. Magíster en Estudios de la Cultura, con mención en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha publicado Las naranjas y el mar (1997), Llevo de la luna un rayo (1999), Paisaje de sal (2004) y La pendiente imposible (2008). Esta última obra fue premiada por el Ministerio de Cultura del Ecuador. También participó en el libro colectivo La voz habitada, que recoge el trabajo de siete poetas de su generación. Sus textos han aparecido en diversas revistas literarias y en antologías nacionales e internacionales en Argentina, México, España, Venezuela y Perú. Es parte de la muestra permanente, Prometeo Digital, de la Academia Iberoamericana de Poesía. Trabaja como traductora y editora.