Poesía boliviana: Melissa Sauma

Leemos poesía boliviana. Leemos poemas de Melissa Sauma Melissa Sauma Vaca (1987). Recibió el Premio Nacional Noveles Escritores de la Cámara del Libro. Su libro más reciente es Maneras de parar el mundo (2021, El Ángel Editor y 2022, Editorial Llamarada Verde).

 

 

Melissa Sauma Vaca (Santa Cruz​​ de la Sierra,​​ 1987)​​ es​​ Poeta y fotógrafa.​​ 

Ha publicado​​ Luminiscencia​​ (2017, Editorial 3600 y 2017, Editorial Llamarada Verde), que recibió el Premio Nacional Noveles Escritores de la Cámara del Libro de Santa Cruz, 2017, y​​ Maneras de parar el mundo​​ (2021, El Ángel Editor y 2022, Editorial Llamarada Verde).​​ Cursó el Diplomado de Escritura Creativa de la UPSA y participa en el taller y editorial de poesía Llamarada Verde.

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Todo en todo

 

 

Pensar que todo está hecho de lo mismo:

de nosotros

 

que en el suelo que piso estarán disueltos​​ 

los huesos de mis hijos​​ 

cuando yo no sea más que una frase escrita​​ 

en lo que un día fuera parte de un bosque.

 

Que todo cuanto existe está formado​​ 

de una misma materia en distintas proporciones

y un pequeño ejercicio del azar es el que determina​​ 

que la rosa sea rosa y el lince sea lince.

 

Que en cada átomo de mi ser está contenido​​ 

el vacío contenido en los átomos de cualquier otra criatura

que es esa la sustancia que compartimos​​ 

lo que nos separa y unifica.​​ 

 

Que en la tierra y el agua y el aire y el fuego

está la bitácora del pasado y del futuro​​ 

y todo lo que construimos es parte de algo que ya existe​​ 

y seguirá existiendo cuando nos hayamos ido.​​ 

 

Que no nos vamos nunca​​ 

que seguimos transitando el fluir de la vida​​ 

como fósil, nevado, nube o río. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Personas bajo la lluvia

 

Los que corren por el mito aceptado en la infancia

los que se cubren la cabeza con la lista del mercado​​ 

o con un sobre de papel madera tamaño oficio

los que intuyen que cubrirse es inútil​​ 

los que leen poemas bajo orondas gotas​​ 

que resbalan deformando el libro

y dirán que las figuras que la tinta escurre

son también poesía

los que huyen de la lluvia como de cualquier cosa​​ 

que acaso pudiera alterar el orden

los que buscan el sol en el reverso de las nubes​​ 

y miran a contraluz esperando el arcoíris

los que siempre llevan un paraguas bajo el brazo

los que venden paraguas

los que usan impermeable aunque no llueva

los que tienen la piel impermeable

los que son lluvia

los que se quejan del clima y ponen mala cara

los que hacen como si no hubiera llovido

los que bailan

antes, durante y después de la lluvia

los que cantan

para que llueva, para que deje de llover, porque ha llovido

los que ven llover desde la galería y escriben sobre la lluvia

los que clasifican las gotas en tamaño, velocidad y frecuencia de caída

los que catalogan a las personas en situaciones de lluvia

los que escriben tratados de supervivencia a diluvios​​ 

los que ponen música y suben el volumen a la melancolía

los que escuchan en la lluvia una música​​ 

los que esperan que dure poco porque tienen que hacer mucho​​ 

los que no perciben que ha llovido

hasta que el río desborda

y hay que mudarse de país

y ya no hay tiempo

para hacer maletas

o despedirse​​ 

de los vecinos.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Vacío

 

Tememos al vacío​​ 

porque desconocemos su materia.​​ 

 

El vacío​​ 

el que nos contaron​​ 

el que imaginamos​​ 

 

no existe.​​ 

 

Muchas veces salté​​ 

y en el minuto final​​ 

una mano frenó mi caída​​ 

 

era mi mano.​​ 

 

Muchas veces permanecí

algo me detenía​​ 

aferrada al camino​​ 

 

eran mis pasos.​​ 

 

No hay antagonismo​​ 

entre salto y permanencia

así como el vacío no se opone a lo pleno.​​ 

 

El vacío es sólo la sustancia​​ 

de la que estamos hechos.​​ 

 

Quien teme al vacío​​ 

se teme​​ 

 

a sí mismo.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Agradezco

 

Agradezco

el instante en que elegí vivir este momento
la firmeza de mis pies en el suelo
la levedad de mis brazos en el viento


el equilibrio

 

el fuego cada atardecer
las mañanas de agua fresca

 

transitar esa fina línea que divide el cielo de la tierra
sentir lentamente cómo se disuelve

 

poder abrazar cada uno de mis reflejos
sentir en este cuerpo


el pulso del universo.

 

 

 

 

 

 

 

Lumbre

 

Mi hogar es este fuego 
que danza en espiral en mis entrañas

este canto que bulle en mi garganta 

y baja por mi sangre hacia la tierra

esta música de ríos subterráneos 

que intento transmutar hacia palabras.

 

Mi hogar es todo suelo bajo mis pies descalzos 
mis ganas todas de​​ 
bailar sobre la lluvia 
todo paisaje entre la amplitud de mi abrazo.

 

Mi hogar es este ahora
este latido incesante
esta certeza de saber

 

que allí donde estoy puedo habitarme

 

y allí donde soy 

estoy en casa.

 

 

El vuelo de los fresnos

 

Los fresnos cuando vuelan eligen ser semilla

despliegan a sus costados finas plumas​​ 

alas traslúcidas, naves efímeras

que se lanzan en espirales al vacío.​​ 

 

Los fresnos cuando vuelan elevan blancas velas​​ 

planean entre las trémulas ramas de otros fresnos​​ 

buscando en el paisaje una señal de permanencia

el espacio luminoso en que su sueño germine.​​ 

 

Cuando deciden volar, los fresnos visitan sus raíces

beben de la humedad de la tierra el impulso​​ 

para el gran salto final, para el inicio​​ 

de su nueva travesía más allá del infinito.

 

Algunos viajan apenas a unos metros​​ 

y en cuanto caen se clavan presurosos en el suelo​​ 

satisfechos por la proximidad del linaje

estallan de alegría en blancos pétalos.  ​​​​ 

 

Otros viajan de forma indefinida​​ 

perdidos en la batalla de los vientos​​ 

tan lejos que no renuncian nunca​​ 

al deleite de ser siempre semilla.

 

Lo cierto es que ya casi​​ 

nadie cultiva fresnos​​ 

se sabe que los fresnos​​ 

se cultivan a sí mismos.

 

Un poco de luz y lluvia bastan

un suelo firme

para desplegar entre sus flancos

su promesa de futuro.​​ 

 

Quizás los fresnos no lo sepan

pero poseen una fuerza​​ 

latente, contenida

en un espacio diminuto.

​​ 

Todo el poder de un bosque​​ 

condensado en la semilla

la intensidad del sol​​ 

en cada brote.

 

Años después quizás los fresnos​​ 

verán volar veleros desde sus latitudes​​ 

recordarán el primer salto​​ 

evocarán su semejanza con las nubes.

 

Son indistintos los frutos de los fresnos​​ 

intacta fresnitud ser bosque o ser semilla​​ 

lo único vital es que los fresnos

recuerdan, ejecutan y replican

la técnica de vuelo de los fresnos.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer