Presentamos un poema del joven autor Erald Aguilar (Torreón, Coahuila, 1989). Tiene estudios en derecho y es Licenciado en Educación Secundaria con especialidad en Español. Fue becario del Festival Cultural Interfaz, Los Signos en Rotación, Chihuahua 2016. Comparte su poesía en diversos foros de lectura de auditorio y en eventos político-culturales.
Martillazo
I
Después de ver una multitud de rostros felices y lenguas de fuera en tantas y tantas fotos en el muro de mi Féisbuc
me adentro en una reflexión enajenante
y me dan ganas de saludar al mundo con una sonrisa en una selfi dentro de un bar.
Es así como dejo que florezca este esperpento de sonrisa desquebrajada
que se desdibuja al instante
porque vienen a mí las imágenes de tantos y tantos cuerpos que brotan desde la fosa clandestina que es México.
II
Este país es un volcán haciendo erupción de cadáveres
y brotan con tal furia que los trozos de dientes y huesos calcinados cubren espacios inabarcables
y cae como copo de nieve la ceniza de quienes se extinguieron bajo las altas temperaturas de un crematorio ilegal
y me arde la nariz por el vaho del ácido donde se disolvieron tantos y tantos trozos de piel y hueso.
III
Según las cifras oficiales son treintayunmil
las personas reportadas como desaparecidas
pero yo me pregunto cuántos
en realidad cuántos cuerpos andarán navegando entre las raíces de los árboles
cuántos torsos y cuántas manos y cuántos pies y cuántas cabezas
estarán enterradas en esta megafosa comunitaria.
IV
Hay un huracán de personas desaparecidas sin un folio de denuncia
porque las familias le temen a la policía
y es que lamentablemente en este país roto de la conciencia
la policía municipal es el narco
la policía federal es el narco
el ejército es el narco
los alcaldes son el narco
los gobernadores son el narco
el presidente es el narco
el Estado es el narco.
V
Entre tanto y tanto desvelo y desesperación
se derriten mis rodillas para hablarle al Santo Señor de los cielos:
Santo y sordo Señor omnipotente no tumbes tu mirada
aguanta como los niños escondidos que han visto a través de una rendija cómo descuartizaban a sus padres
aguanta como las madres que han ido a la morgue a identificar a sus hijos despedazados
aguanta como los hombres que han sido obligados a ver cómo violaban a sus esposas.
Santo sordo y ciego Señor del paraíso
no nos condenes al infierno por haber dejado de creer en ti y en la fuerza de tu brazo justiciero
no nos condenes al infierno porque ya vivimos en este mar de azufre y fuego y espaldas latigueadas
no nos condenes al infierno porque ya vivimos derrumbados por este olor putrefacto que fecunda el viento.
VI
Escribo desde la rabia de un padre que busca a su hijo entre la marea espesa de la burocracia
desde la sólida valentía que proporciona el amor:
¡Mi hijo no está en ese montón de papeles ni debajo de sus escritorios!
Busco las palabras en el diccionario con la furia incontenible de una madre que busca a su hija a pasos cansados en el monte en el desierto
que la busca con la bandera de la esperanza de no encontrarla en las tristes fosas de los huesos calcinados
que la busca con la bandera de la esperanza para encontrarla viva.