Poesía joven de México: Nadia López García

Presentamos algunos poemas de Nadia López García (Oaxaca, 1992). Actualmente es responsable de la columna de creación literaria “Alas y Flores” de la Revista Cultural Mexbcn de Barcelona, España; colabora en el proyecto de traducción en lenguas originarias “Yoohuitsun” de la Enciclopedia de la Literatura en México y es becaria en el área de Poesía de la Fundación para las Letras Mexicanas.

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CIRUELO

 

El árbol había resistido la sequía,

el casi eterno vendaval

y aquella plaga

que lo despojó de toda grandeza.

Pese a ello y con obstinación de roble

permaneció en pie.

 

Vivió como un barco encallado,

una casa de juegos

para la niña que fui.

Quizá por eso mi madre

-en contra de su obsesión

por llenar el patio sólo de árboles

majestuosos, fuertes y sanos-

le concedió más vida.

 

Por meses creí

que ella premiaría la perseverancia

del ciruelo,

su voluntad para seguir

anclado a este mundo.

Pero me equivocaba,

la prórroga llegó a su fin:

A veces la voluntad no es suficiente,

la escuché decir,

mientras el árbol era derribado.

 

Nadie supo en casa

por qué no protesté ni pude llorar

como tampoco supieron

que por años odié al ciruelo,

lo desprecié

por no haber resistido

la mano de mi madre,

por ser árbol

y no quedarse.

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EL GATO

 

 

Tal vez fue darnos la vuelta

y dormir de espaldas, sin tocarnos,

o quizá comer con prisa,

sin decir siquiera una palabra.

 

Tal vez fue dejar que tus antes

y mis antes, siguieran viviendo

en las escamas de cada reproche;

quizá fue alimentar más al gato

que a nuestro amor:

él tan obscenamente gordo

y nosotros tan tristemente hambrientos

-necesitados-

del alimento que habitaba en la piel del otro.

 

Quizá sólo fue juntar soledades

e irnos muriendo de a poquito

así como el gato y sus 12 kilos

que arrastraba con dolor,

y no por ello dejaba de comer

e incluso de pedir más.

A leguas se notaba que no era feliz

comiendo y aun así sus mandíbulas

no pararon.

 

Tal vez fue eso, todo eso,

o quizá en ocasiones

sólo deseamos aquello

que nos hará infelices.

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MUDANZA

 

 

Esta es la voz de una mujer nómada

no de una sedentaria,

digo mudar como se dice:

posibilidad, supervivencia, desarraigo.

 

Costumbre y rutina:

palabras como heridas

a las que me resisto, ahuyentando

toda ocasión de permanencia, de hábito.

El espeso olor a muerte crece en la quietud,

en la pesadez de los días

sujetos al clavo de siempre.

 

Después de un tiempo

cualquier sitio deja de ser habitable

necesario es entonces, mudar espacio y cuerpo,

necesidades y placeres,

cambiar de sitio.

 

Qué complicado es habitar un espacio nuevo

y qué sencillo dejar el antiguo.

Del nuevo, las fatalidades:

limpiar las marcas y presencia

de inquilinos anteriores,

acomodar objetos

que pronto serán llevados a otro sitio,

acostumbrar calles y plazas a mis pies

sabiendo que enseguida serán olvidadas.

 

Yo soy de las que abandona

de las que siempre busca

ese algo, escurridizo,

oblicuo del que nada se sabe

y siempre ha de buscarse

pues al final de toda mudanza

sólo está la siguiente.

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SERMÓN DESDE LA COCINA

 

Bienaventurados aquellos que sin un centro

tienen esa forma rigurosa y modesta

de la cebolla, esa brillante redondez

y vigor para echar raíces,

aun, sin tierra para anclar.

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Datos vitales

Nadia López García (Oaxaca, 1992). Sus poemas han sido publicados en revistas como Punto de partida, Pliego 16, Este País y Revista-Sinfín. Participó en el Primer Encuentro Estatal de Culturas Populares: Oaxaca, y en el Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de México. Colaboró en la organización del Primer Encuentro Mundial de Poesía de los Pueblos Indígenas. Actualmente es responsable de la columna de creación literaria “Alas y Flores” de la Revista Cultural Mexbcn de Barcelona, España; colabora en el proyecto de traducción en lenguas originarias “Yoohuitsun” de la Enciclopedia de la Literatura en México y es becaria en el área de Poesía de la Fundación para las Letras Mexicanas.

 

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