Presentamos una serie de poemas del autor argentino Mariano Rolando Andrade, inspirados en los míticos Mares del Sur. Mariano Rolando Andrade espoeta y periodista, ha trabajado para la Agence France-Presse (AFP) de París. Colaboró en diversos medios en Argentina antes de instalarse como corresponsal de AFP en París, Bruselas y Nueva York. Actualmente se encuentra recorriendo los mares del Sur, narrados por Melville, London y Conrad, así como Apia (Samoa) donde el escritor escocés Robert Louis Stevenson pasó sus últimos años de vida.
TRES CANCIONES DE LOS MARES DEL SUR
Songlines
Aquí la tierra es roja
y el nombre del muerto
no se pronuncia por un año.
La tierra entera es un laberinto
de versos y notas musicales,
esparcidos antaño por ellos
en sus travesías de creación,
para que los hombres canten
y no olviden quiénes son.
La tierra entera es una melodía
que guía a los hombres
a través de lo desconocido,
como la estrella matinal
lo hace más tarde a su turno,
camino a la tierra de los muertos.
Aquí -allí también sospecho-,
la tierra que no se canta
es tierra que morirá.
Si llueve y llega la noche a Prambanan
Si llueve
y llega la noche a Prambanan,
ella se sentará sola
en el umbral del templo
del ánsar de Brahma
para verte partir
sin pedir
que te quedes a consolarla.
Si llueve
y llega la noche a Prambanan,
ella pensará en Sita
repudiada por Rama,
y preguntará
por qué los hombres
hacen ciertas cosas
sabiendo de antemano el final.
Si llueve
y llega la noche a Prambanan,
ella dejará caer
todas las gotas del cielo
y luego caminará,
sola y libre,
hacia el amanecer
que vislumbró al verte partir.
La isla de los muertos de Port Arthur
Un día uno aprende
que todos somos sepultureros,
exiliados en un peñasco arbolado,
esperando que la barca
traiga uno a uno
a nuestros queridos muertos.
Siempre una tumba vacía,
siempre las lápidas hacia el Norte,
para que las piedras huyan del viento
engendrado en el fin del mundo,
y un rayo de sol
les brinde sosiego a la tarde.
En el promontorio claro,
un altar para los más preciados.
En las laderas junto al mar helado,
aquellos sin tanta fortuna:
cada uno sabe
quién es quién entre sus muertos.