Cuento mexicano: Mario Calderón

Presentamos un relato del poeta, narrador y ensayista Mario Calderón (1951), “Génesis”, perteneciente al volumen En la página del entorno (BUAP, 2017). Calderón ha desarrollado un método para la lectura del entorno individual o, simplemente, de adivinación. Es capaz de descifrar el sentido de los objetos detrás, delante y a los costados de un sujeto para dar cuenta de su pasado, su pasado y aún de su futuro.

 

 

 

 

GÉNESIS

 

En el segundo nivel de la realidad, el superpuesto a la naturaleza, con el ímpetu creador, herencia de los dioses, el hombre una noche, por insatisfacción, dijo: “Que se haga la luz”. Creó la lámpara eléctrica y la situó como luna sobre los árboles de metal y de concreto. Las tinieblas se iluminaron y se vivió la noche como si se tratara del día. La nueva luz representó una fuerza motora que al ir venciendo las sombras constituyó el numen que se afirmaba como parte del nuevo espíritu de la creación.

El hombre añadió: “Que se haga la nueva tierra” y apareció el asfalto en el interior de las casas y en las calles. Agregó “Que se haga el agua” y el líquido se destiló, se elaboraron los vinos, el brandy y la cerveza. El hombre vio que todo estaba bien fabricado. Entonces decretó “Que se realice mi versión de los animales” y en el mundo se conocieron el ferrocarril como gusano; el automóvil, cuadrúpedo con cuatro neumáticos; el avión igual que pájaro; y en el mar surgieron los barcos y los submarinos parecidos a los peces para poblar los océanos. Vio que su oído sólo servía para escuchar ruidos cercanos y, emulando el mismo órgano, se fabricó grandes orejas a las que bautizó  con las palabras de radar y antena parabólica. Así como la fauna representaba los diversos instintos, los nuevos ani-males, anima-les simbolizaron también impulsos de movimiento, y del mismo modo que el sistema nervioso de la vida instintiva en el cuerpo humano pende del sistema vegetativo, también las nuevas bestias de la civilización, igual que las de la era primaria de la tierra, se alimentaron de las plantas, pero de los vegetales antiguos que formaron yacimientos con la vieja sabia que ahora es el petróleo.

            Cuando la humanidad adquirió conciencia de organismo macro, empezó a comunicarse, primero como langosta produciendo un zumbido intermitente al que nombró telégrafo. Después se comunicó mediante un grito al que denominó la radio.

            El nuevo hombre se sintió muy solo y por esa causa creó al robot, primero lo formó de metal con cerebro de computadora. Vio que aquellas criaturas no expresaban emociones, sin embargo no los destruyó, únicamente los convirtió en esclavos. En seguida, de una de sus células creó al otro hombre a imagen y semejanza suya. Lo vio aparecer y  le llamó “mi clonación” que significa “mi doble”, “mi alter ego”. Al mismo tiempo desarrolló la telepatía por cable y le llamó teléfono. Desarrolló la mirada a distancia, a la que nombró televisión.

            En la oscuridad, sus fantasías se hicieron visuales. Se regocijó con ellas y a ese fenómeno le llamó cinematógrafo.

            Cuando llegó a la juventud, al vigésimo siglo, el segundo de la nueva época, por una protuberancia, península, semejante al falo, La Florida, en Cabo Cañaveral, comenzó a eyacular hacia el universo, siempre con el deseo de no sentirse solo y de poder encontrar un útero cósmico.

            De pronto, lanzó su vista por la ciudad y vio autos circulando por una gran avenida mientras los de la calle perpendicular se detenían. En seguida fluía el tránsito por la perpendicular y los vehículos de la avenida más importante hacían un alto absoluto. Vio las calles limpias y el agua en todos los grifos metálicos: advirtió el espíritu  manifestándose a través del orden, era una inteligencia meciéndose pesadamente sobre la urbe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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