Presentamos una selección de la poeta, escritora y compositora boliviana Matilde Casazola Mendoza (Sucre, Bolivia, 1943) quien acaba de recibir en su país el Premio Nacional de Cultura, como reconocimiento de una trayectoria de 50 años. Casazola, la más relevante de las poetas de su país, tiene una veintena de títulos publicados y varios álbumes con sus canciones interpretadas por músicos bolivianos de todas las generaciones y estilos. Es Miembro Correspondiente de la Academia Boliviana de la Lengua desde 1996.
Los cuerpos
I
Amo mis huesos
su costumbre de andar rectos
de levantar un semicírculo
para abarcar el cielo
de encadenarse en filigranas diminutas
para favorecer el movimiento;
amo mis huesos con sus curvas
sus salientes
y sus cuevas profundas.
Si hubiera sido insecto,
también habría amado mis antenas
como amo ahora mis ojos con sus cuencas
y mis manos inquietas
y toda esta estructura
en la cual vivo
en la cual soy completa.
Y le doy gracias al discutido Dios
de creación perfecta o imperfecta
de existencia absoluta
o no existencia,
le doy gracias
en uso
de mi cuerpo y su esencia.
Al menos, comprendo su intención:
sé que era buena.
El ala rota
Esta noche recién caí en la cuenta
de que a mi Ángel
le falta un ala.
¿Desde cuándo
estará así?
¿Desde cuándo
siempre bordeando mi camino
rodeándome de esquinas blandas,
lo más suaves posible
mi ángel venía herido?
Oh guardián
dulce enviado
para llevarme a destino seguro
cómo puedo ahora
descansar en ti mi fe.
Rota un ala
cuántas sendas habrás equivocado.
Con razón estos campos
me eran hostiles hace tiempo
y empeñé tanto espejo
con mi llanto.
Traes la expresión grave
y el cansancio
te agita.
¡No te preocupes, sin embargo!
Sigamos
los dos maltrechos,
incoherentes
perdidos.
A algún sitio habremos de llegar
tarde o temprano.
Eres fiel, Ángel mío.
¿De qué sirviera
que intacto
luminoso, etéreo
te salvaras tú solo?
Caigamos juntos
y olvidemos
el destino que nos fuera deparado
en los dominios
de Dios.
¿Sabes que es lindo
no tener mañana?
Infelices hay muchos, te aseguro
y la tierra de las sombras
es generosa:
no termina nunca.
Tierra
Soy un poco de tierra
que adquirió un don milagroso
de la voz y del canto.
Si los creyerais dignos de alabanza,
ensalzad a la tierra bendecid a la tierra,
que ella es la dueña madre de todo
encantamiento,
la fuente origen de perpetuo milagro.
Cuando mis pies detenga, cansada de su
continua ronda,
ella será mi almohada y mi reposo.
¡Oh Pachamama
escalón inmediato de la eterna armonía,
heredera suprema de mi sombra y mis huesos!
¡Salve tierra
una sola,
derrocadora de fronteras!
Por ti la voz y el canto dominaron el aire
e hicieron lagrimear a las estrellas.
Árbol
II
De tus ramas colgaban
las estrellas
árbol adolescente de otros años.
Después
me fui
no sé por qué caminos
y vos te quedaste
allá en el fondo de la huerta,
contando los silencios
las mañanas y las tardes huecas de mis pisadas.
Preguntando
a todos los vientos nuevos
de mi voz y mis cabellos.
Preguntando
una y otra vez
al viejo viento
de aquella extraña luz
que antes venía siempre
a jugar en tus ramas.
Ellos te decían:
“Está lejos…”
Y fuiste anocheciendo
haciéndote cariño silencioso de abuelo.
Esta noche
te hallé
nuevamente,
lleno de lucecitas.
Engalanaste tus ramas
para esperarme.
Y ya ves, no ha pasado el tiempo:
Aquí retornan mis pisadas.
Clavado en el fondo de la huerta,
mi amor adolescente
oh blanco
oh mío de todas las llegadas
de todos los regresos.
Lágrima suspendida entre dos tiempos,
árbol
albaricoque viejo.
Los obscuros
La fruta estaba hecha
para que la gustáramos,
para olerla y gozar su lozanía;
pero nosotros no podíamos comprarla.
El sol estaba hecho
para amar nuestra piel,
estremecer la vida de todo nuestro cuerpo;
pero a nuestra guarida el sol no entraba.
El pan de cada día, en fin, estaba hecho
para hablarnos todas las mañanas
de campos fecundados;
pero sólo comíamos con mendrugos duros y agrios.
También había música y otras cosas dulces,
pero habitaban en el aire alto
y nosotros sólo captábamos sus ecos.
Nos debatíamos en la cueva obscura,
en el cuartucho húmedo
donde la única verdad es la Miseria.
Entonces, no aprendimos
el himno de alabanza,
y la sonrisa en nuestros labios
era una flor enferma.
Dicen que Dios hizo a los hombres iguales
y semejantes a él en armonía y en belleza,
¿cómo es entonces, que ahora
formemos este vértice inmundo
del que huyen todas las miradas
y contra el que se vuelven bruscamente las espaldas?
-Hablo por boca del que se arrastra
por húmedos rincones
de morada siniestra.
Dice que de él también era la tierra.-
¿Quién hurtóme el rojo clavel,
llamarada impetuosa;
quién bloqueó mis salidas
quién me esperaba
aún antes de pensar nacer
con la triste cadena?
No estuvo equilibrada en mi balanza
la desdicha, con la bienaventuranza.
Te regalo de antemano mis huesos,
para que hagas con ellos
trémulas flautas
que canten elegías
mientras a blanca mesa se sientan prósperas familias
y hay sol,
y hay pan,
hay fruta.
Pero llora, es verdad, en todo el aire
trémula flauta, su llanto innumerable.
Este mi Dios tiene callos en los pies,
es un apasionado de la música selecta
(¡cómo ama los violines!)
y tiene unas cuantas muelas rotas.
Ya os estaréis dando cuenta de que mi Dios no es ningún superhombre.
Lo adoré mucho tiempo
en altares fastuosos,
en templos misteriosos
perfumados de incienso,
pero mi Dios estaba caminando conmigo por las calles
tropezando en las piedras
muerto de hambre algunas veces
y otras, ¡qué azul! columpiando de los árboles.
Le alquilo mi corazón desde el comienzo,
y es tan insólito este inquilino
que por timidez no le cobro casi nunca.
Además, a veces me paga adelantado.
Debo reconocer que es un gran compañero;
lo prefiero a todos los dioses verdaderos.
Y tengo la ventaja
de que morirá conmigo.
(O a lo mejor me hace trampa y permanece vivo…)
Pero no.
Aunque desconcertante, siempre me ha sido fiel.
Cuando más ha de decirme:
-¡Ven! Yo conozco un sitio…-
Datos vitales
Matilde Casazola Mendoza (Sucre, Bolivia, 1943) Poeta, compositora e intérprete en canto y guitarra. Tiene hasta el momento 19 libros publicados y su obra está recogida en antologías nacionales y extranjeras. Es Miembro Correspondiente de la Academia Boliviana de la Lengua desde 1996.
Su primer libro, Los ojos abiertos, se publicó en 1967, al que siguieron Los cuerpos (1976); El espejo del Ángel (1981): Los racimos (1985); Amores de alas fugares (1986); Y siguen los caminos (1990); Estampas, Meditaciones, Cánticos (1990), Tierra de estatuas desteñidas (1992); Poesía y Naturaleza (Edición bilingüe castellano-alemana, 1993); A veces, un poco de sol (1994); La noche abrupta (1996); Obra poética (1996); Este amor que enmudeció la garganta de las aves (1999); La carne de los sueños (2004; 2007); Las catedrales subterráneas (2008); Las moradas transitorias (2009), Jardín de Claroscuros (2013). Editorial 3600 está publicando su poesía completa en sucesivos volúmenes; hasta el momento: Obra Poética Vol. I Serie autobiográfica (2015) y Obra Poética Vol. II Serie temática (2016).
En cuanto a canción, Su inspiración musical está enraizada en las formas tradicionales, a las que aporta con una visión más libre y el sello de la poesía que imprime a sus textos. Ha ofrecido recitales en Francia, Suiza y España y ejerció por varios años la cátedra de guitarra. Diversos y famosos intérpretes graban sus obras, muchas veces adaptadas a nuevos ritmos y con diferentes propuestas estéticas.
Ha recibido numerosos premios, entre ellos la Gran Orden de la Educación por su aporte a la Cultura, 1988; el Premio a la Cultura “Manuel Vicente Ballivián”, 1995; Premio Unesco “Cerro Rico de Potosí”, 1999. Escudo de Armas de la ciudad de Sucre “a la mejor Compositora Nacional”, 2000; Premio “ORFEO Músico Latinoamericano 2002”, Valencia, España, 2002; Premio al Pensamiento y la Cultura “Antonio José de Sucre”, 2003 y, en días pasados, el Premio Nacional de Culturas de Bolivia (2017).