En el marco del dossier de poesía de Lituania preparado y traducido por Dovile Kuzminskaite, en colaboración con María Sebastià-Sáez, presentamos la poesía de Antanas A. Jonynas (1953). Poeta y traductor. Se graduó en Filología Lituana en la Universidad de Vilnius. Empezó a publicar en 1973, en 1977 se publicó su primer poemario Metai kaip strazdas (´El año como el tordo´) al que le siguieron otros poemarios por los que le han sido otorgados numerosos premios. Desde el año 2011 ejerce como el director de la Unión de los escritores de Lituania. Reside en Vilnius, Lituania. Estuvo en México, invitado al Encuentro Internacional de Poesía CDMX 2015, organizado por Círculo de Poesía. Sus poemas has sido traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, español, ruso, sueco, noruego, polaco, esloveno, rumano, estonio, letón, georgiano, holandés entre otros idiomas. Traduce poesía, teatro y prosa del alemán, ruso, ucraniano y letón. En 2003 recibió el Premio nacional de cultura y arte.
foto: Rayo Reyes Osorio
Soledad
por la orilla del estanque corre
un perro grande azul
arriba luce el río
brilla el remo roto de la luna
cuando navego silente
casi sin tocar las ramas caídas del sauce
esos suspiros de los juncos susurrando desesperadamente
el perro se sube encima de la colina
abre sus fauces
y lame del cielo las constelaciones
cuando me inclino a sacar agua
dos estrellas más titilan en el fondo de la barca
una rana me mira asustada
La zona de la frontera
todavía nos perseguirían los radares deshechos
observarían nuestras huellas en la nieve
los vidrios de los binoculares limpiados ya hace mucho
las placas de hielo se acurrucan del frío en la arena
sobre la que jadean durante la noche
los perros policía ya innecesarios
negando alguna ley de conservación de energía
nos calentamos entregando nuestro calor el uno al otro
los rayos duros crujen sobre la corteza de la nieve
no llegaremos a tiempo al transbordador que de nuevo
nos hundirá en el continente
por qué ahora tus ojos son tan azules
qué implican de qué enfermedad es este brillo
no apaguemos esta noche la luz pálida en el cuarto
cuando me despierte te veré con los ojos cerrados
tus pestañas sonrientes
hacia dónde ir con prisa no podremos huir
estaremos siempre en la zona de la frontera
no temo al reloj marchando
de todas maneras somos inclusiones del tiempo
Mirando desde la calle Subaciaus
las manos de la mujer amada estas manos
arrancan cuidadosamente las ramas de cerisuela
de las que caen los ruiseñores cantando
a la corriente agrietada del río
que recuerda las manos de la mujer amada
suavemente y sin piedad
caen los ruiseñores
los tocones podridos entre los juncos secos
y los cráneos pálidos de los corzos
seco resquebrajado cielo del limos
cae en terrones
sobre los paraguas de celuloide
los suburbios polvorientos como los rosales silvestres
se agarran a los pendientes
y lloran sus lágrimas sucias
por los callejones del casco antiguo
como los dedos de la amada clavándose
en el cuerpo del río tirado en el valle
así el amado quiere huir
pero la amada lo está sujetando
como las flores como las yemas
los ruiseñores caen en la boca
Bella durmiente
quién soy en esta habitación
en esta ciudad este mundo
las narices tiemblan delicadamente
los labios apenas abiertos
la artería del cuello pulsando
de verdad existo todavía
en la blanca precisión de los objetos del dormitorio
tan fácilmente destruible
por el sueño tuyo
sobre tu cara inclinado
con los contornos en extinción
y un instante ya carente de algo
con que sentir el horror que se está acercando