Presentamos, en esta nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar, un acercamiento que Mario Bojórquez hace de Platón, a través de un breve apartado de las Notas biográficas acerca de Platón, escrito por Patricio de Azcárate, filosófo y experto en la obra de Platón y Aristóteles.
Apuntes para una literatura ancilar: Platón
Platón estaba enamorado de un joven llamado Aster, que estudiaba con él la astronomía, así como de Dion, de quien ya hemos hablado. Algunos pretenden que también amaba a Fedro. Se cree encontrar la prueba de esta pasión en los epigramas siguientes que pudo dirigirle:
«Cuando tú consideras los astros, yo quisiera ser el cielo para verte con tantos ojos como hay de estrellas.»
«Aster, en otro tiempo estrella de la mañana, brillabas entre los vivos; ahora, estrella de la tarde, brillas entre los muertos.»
A Dion:
«Las Parcas han tejido con lágrimas la vida de Hecuta y de los antiguos troyanos; pero a ti, Dion, los dioses te han concedido los más gloriosos triunfos y las mas vastas esperanzas. Ídolo de una inmensa ciudad, te ves colmado de honores por tus conciudadanos. ¡Querido Dion, con cuánto amor abrasas mi corazón!»
Estos versos fueron grabados, se dice, sobre la tumba de Dion en Siracusa. Platón había amado igualmente a Alexis y a Fedro, de que hablamos más arriba. Acerca de ellos hizo los versos siguientes:
«Ahora que Alexis no existe, pronunciad solamente [XXVI] su nombre, hablad de su belleza, y cada uno tome su rumbo. Mas, ¿por qué, alma mía, excitar en ti vanos pesares que en seguida es preciso ahogar? Fedro no era menos bello, y le hemos perdido.»
Se dice también que obtuvo los favores de Arqueanassa, a la que consagró estos versos:
«La bella Arqueanassa está conmigo. El amor abrasador reposa aún en sus arrugas. ¡0h! con qué ardor ha debido abrazaros, a vos que habéis gustado las primicias de su juventud.»
Se le atribuyen también los versos siguientes sobre Ágaton:
«Cuando cubría yo a Ágaton de besos, mi alma toda entera estaba en mis labios, dispuesta a volar.»
Otros:
«Te doy esta manzana, si eres sensible a mi amor; recíbela y dame en cambio tu virginidad; si me la rechazas, tómala también, y considera cuán fugaz es la belleza.»
Otros:
«Mírame, mira, esta manzana que te arroja un amante, cede a mis votos ¡oh Xantipa! porque ambos a dos nos marchitaremos igualmente.»
Se le atribuye también este epitafio de los Eretrienses, sorprendidos en una emboscada:
«Somos Eretrienses, hijos de Eubea, y reposamos cerca de Suza, bien lejos ¡ay de nosotros! del suelo de la patria.»
Los versos siguientes son igualmente de él:
«Cypris dijo a las Musas: Jóvenes, rendid homenaje a Venus, o envío contra vosotras el Amor con sus dardos. –No te chancees, dijeron las Musas; este niño no se separa de nuestro lado.» [XXVII]
Estos en fin.
«Un hombre iba a colgarse; encuentra un tesoro, deja allí la cuerda en lugar del tesoro. El dueño de éste, no encontrándole, coge la cuerda y se ahorca.»
Platón (427 a 347 a. de C.) fue hijo de Aristón y Perictione descendía por parte del padre de Codro el último rey de la Ática, y por parte de madre de Solón, uno de los llamados siete sabios de Grecia, con estas características familiares Platón fue un joven príncipe en la Atenas de aquellos días. Su nombre verdadero fue Aristocles y el sobrenombre le viene de ser un joven muy ejercitado en los deportes de la época y su fama de contar con torso muy desarrollado, Platón vale por el de las espaldas anchas. Conoció a su maestro Sócrates a la edad de veinte años y dedicó la mayor parte de su obra al personaje que habría de mostrarle generosamente el ejercicio de la reflexión; en una mezcla singular de ideas entre las de su maestro y las suyas propias construyó el edificio filosófico del Idealismo. Su obra conocida como Diálogos ha representado para el pensamiento occidental un fuente inagotable de sabiduría y de fundación del pensamiento filosófico. Al final de su vida Platón fundó la Academia, así llamada por que sus reuniones se desarrollaban en el antiguo jardín de Academus, en este lugar acudió a clases el filósofo de Estagira, Aristóteles, que continuaría la tradición de la escuela fundada por Sócrates.