Presentamos una gran muestra del trabajo de poetas colombianas contemporáneas. A propósito del debate que ha surgido por la mínima participación de escritoras en la delegación colombiana que estará en París en los actos del Año Francia-Colombia y por la exclusión, una vez más, de la poesía de los sitiales privilegiados de la programación oficial, el poeta Federico Díaz-Granados les recuerda a los comisarios, curadores y responsables del Ministerio de Cultura un listado, urgente y afectuoso, de algunas poetas vivas de su país. La imagen de portada es de Debora Arango.
MARUJA VIEIRA
(Manizales, Caldas, 1922)
El nombre de antes
No es fácil escribir
el nombre de antes.
Es como volver a un traje antiguo,
unas flores, un libro,
un espejo, amarillos por los años.
Con aquel otro nombre
era como tener entre las manos
toda la luz del aire.
Ahora vuelvo
a mi nombre de antes.
Mi nombre de ceniza,
el que anduvo conmigo por el tiempo
y por las soledades.
Ahora estoy frente a mí, frente a mi nombre,
con la fría y terrible sensación de regreso
que conocen los náufragos.
Pero escucho una risa y unos alegres pasos.
Todo no se ha perdido.
Aquí estoy otra vez, frente a la vida,
con el nombre de antes.
OLGA ELENA MATTEI
(Poeta antioqueña nacida en Arecibo, Puerto Rico, 1933)
El Desconocido
Despierto,
llena de conmoción,
del más intenso sueño:
Un beso hueco
con un hueco
negro
aspirando galaxias
en mitad
de las gargantas!
Galaxias ácidas
que recorrieron
todos mis nervios
convirtiendo
mi cerebro
en una supernova
efervesciendo!
Y eras tú, el desconocido,
el que aún no ha venido.
El que he estado buscando
entre todos
los rostros
de soldados
egipcios
y de ejércitos
chinos
plasmados
en barro…
El que busqué hace años
dentro de los ojos
de mis amigos…
El que sigo buscando
sin que jamás desista…
El que hoy me ha besado…
Tú, el que
tal vez no exista!
AMPARO OSORIO
(Bogotá, 1951)
Resurrección
Caminaré de nuevo.
Levantaré las ruinas de mi casa
y las ruinas de mi corazón.
Me vestiré de alas y de soles
de presencias amadas.
Hallaré en otros labios
aguas para mi sed
y en otros ojos
prolongaré caminos.
Yo signada de viento
desafiando conjuros…
ceñiré nuevamente mi relámpago.
LUZ MARY GIRALDO
(Ibagué, Tolima, 1951)
¿Canto de pájaros?
Sorda la vida
y este dolor de huesos rotos.
¿Por qué tan poca luz
por qué los ángeles se esconden
y corre sangre en los puntos cardinales?
Piden un canto de pájaros
un arcoiris en palabras
nada de ausencias, cruces, miedos, ruidos.
Anestesio el dolor
lo escondo entre las páginas
levanto mi cuerpo desvalido
y el rojo se extiende como sábana.
Sorda la vida y este dolor
de huesos rotos.
PIEDAD BONNETT
(Amalfi, Antioquia, 1951)
Las cicatrices
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
EUGENIA SÁNCHEZ NIETO
(Bogotá, 1951)
Señales particulares
Al mirarme al espejo no estaba allí
alguien que no reconocía me observaba
de aquel rostro sólo poseía mi pensamiento
levantaba los brazos como pidiendo auxilio
mis brazos se reflejaban
pero aquel rostro continuaba en silencio
ningún gesto delataba un rasgo común.
El día, la noche caía uno a uno
permanecí largo tiempo
procurando recuperar mi imagen
a cambio diversos rostros me atrapaban
no tenía certeza de nada
en varios espejos a la vez me buscaba.
Diversas imágenes hacían gestos, reían
fui asumiendo uno tras otro los múltiples rostros
me acostumbré a ellos
la que fui se perdió irremediablemente
ni la memoria lograba retener un gesto
Alguien murmuraba suave al oído: Nada es, nada es
observé mis dientes transformados al filo del espejo.
MERY YOLANDA SÁNCHEZ
(Guamo, Tolima, 1956)
Periódico viejo
Cuando ya no importa
que los muertos se mojen
es fácil cubrirnos de la lluvia
con un periódico viejo
las manchas de las noticias
se deslizan por el cuello
dejando nombres propios en la piel.
Recorremos el invierno
atragantados con los mismos titulares
de ayer, de mañana y cien años más
con un hombre inmóvil en cada semáforo
como última señal
de que estamos cambiando de piel.
YIRAMA CASTAÑO GÜIZA
(Socorro, Santander, 1964)
Rumor del valle
Para Karin Kuhfeldt
Cuando comencé a viajar,
no pude resistir la tentación de parar
en la estación equivocada.
Pequeño pueblo de bombilla en la escalera,
habitar cualquiera de tus casas era bailar
en una ronda de gaitas y tambores.
No importaba la lengua arenosa,
ni el calor colándose en la pared de la cocina.
Bastaban eso sí los olores de la tierra,
la lentitud descalza en el centro de la plaza.
Nadie tenía nombre
y sin embargo todos se llamaban.
Las mujeres pintaban sus labios
en punto de las seis
y los hombres aplastaban fichas
en medio de los gritos y la fiesta.
Pero un día llegaron los falsos monjes
a pintar con aerosoles
agujeros negros en tu cielo.
Pequeño pueblo,
ahora que vuelvo con el camino despejado,
ahora que la brújula señala el norte sin equívoco
hay algo que no entiendo,
todos callan
y una fila de cantadoras
con velas en las manos
alumbran la marcha
que aleja a los niños
de la prometida tierra.
ORIETTA LOZANO
(Cali, Valle, 1956)
Esta noche
Como duelen los vientos esta noche
cuando lejos los tambores de la guerra
se acarician tristemente y pedazos de cielo
se desprenden podridos, fatigados.
Esta noche en la habitación con aroma de durazno
los amantes susurran como soldados heridos
y recuerdan su primer beso como una suave bala.
En los vejados divanes, los abuelos de risa lánguida
sólo esperan la fría caricia de la muerte
y se entretienen, tejiendo, sus horas de recuerdos.
La noche avanza como un gran dios que hechiza en el miedo
más allá de los bosques y las sombrías trampas,
más allá del salvaje amor de la hembra humillada.
En esta noche de mirada de lobo
cómo duele el silencio que reposa como muchacha febril
detrás de los cristales de las casas.
CLARA SCHOEBORN
(Cali, Valle, 1957)
Viajes
Para llegar a mí misma
primero me quitaré las partes que soy.
Simple como un sol
recobraré mi debilidad.
Me iré hacia otros,
me poblarán sus voces,
la temperatura de sus partos.
Habré muerto como nunca
hacia afuera -derramada-
para nacer como nunca
de lo perdido -de un escape.
Una flor cree que es una flor
pero todo lo que hay en ella
es una flor.
CATALINA GONZÁLEZ RESTREPO
(Medellín, Antioquia, 1976)
Pirómanos
Personajes que se van quemando con los días,
goteras que caen a la fogata,
está nevando con chispas de fuego.
No me pidas sed
no hagas camino con las llamas
no juegues con las cenizas de la que soy
no codicies mis huesos
no me dejes el fantasma de la espera
lejana no me ames.
Bébete el granizo de la que seré
derrumba las fortalezas de la muerte
hazme tragar el sol del miedo
ahógate con el agua evaporada de mis dedos
que estoy bailando en el erebo
y tengo los ojos rojos.
LUCÍA ESTRADA
(Medellín, Antioquia, 1980)
VIII
Quien vuelve la mirada, reconoce su rostro entre la sal,
bajo las piedras, en el arbusto silencioso,
en el sabor amargo del trébol,
en el muro del jardín donde una noche mediste con tu mano
la distancia del azul.
Voces oídas a lo lejos, cantos que te previenen contra el olvido.
Crece mi corazón entre la hierba.
Mi sombra en la ventana descifra un paisaje incierto.
Todo lo que mires volverá de la herrumbre para sostener tus pasos.
ANDREA COTE BOTERO
(Barrancabermeja, Santander, 1981)
Lección única sobre cosas viejas
Ya dije
no sé quién inventa el olor de las casas,
no sé.
Más aún si lo que te gusta es mirar desde arriba
la vista ruinosa de los tejados
y la pared deslucida
y los muros
y las sucias puertas de las casas viejas de aquí.
Más aún,
si ya no recuerdas que
no es el olor
sino la bondad de la cosas
al exhibir su derrota.
CAROLINA DÁVILA
(Bogotá, 1982)
No nos engañe la apariencia
Las primeras que anochecen son las nubes
a las seis y quince
más oscuras que el universo
sirven de fondo a las luces
que inútiles aún
se van encendiendo
Pero no nos engañe la apariencia
después, más de lo mismo
la media noche es igual al medio día
como si el tren que se detuvo entre dos pueblos
los hombres que conocen nuestros movimientos
la muerte de otro poco de esperanza
pasara, fugitiva
impunemente
sin hacer mella
sin dejar cicatriz en su blancura.
ANNABELL MANJARRÉS FREYLE
(Santa Marta, Magdalena, 1985)
Premonición
Incluso antes de esta historia
De copas y espadas
Anudada en mi garganta.
En esos tiempos
En el que parecíamos
Ejemplo del amor
Encarnado en la tierra.
Yo, como Casandra
En quien jamás creíste,
Ya escribía poemas de desamor.
BEATRIZ VANEGAS ATHÍAS
(Majagual, Sucre, 1970)
El gran amor en vilo
6
Yo sé bien cuando me sueñas.
Siento tus sobresaltos
en la escena agónica
donde el beso no pudo ser.
Sé si tu sueño conmigo
es territorio para el golpe seco
o si en tu mundo han florecido
los girasoles que comienzan a caer
como ángeles maduros.
Yo sé bien cuando me sueñas,
pende mi vida del hilo de tu sueño.
Y cuando cansada te ofreces al día,
empiezo yo a soñarte,
y tú sabes bien cuando te sueño.
MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY
(Santa María, Huila, 1982)
Noche
Todo se ha detenido:
las horas de los hombres que duermen,
las alas de los pájaros que hallaron el nido
y el rayo de sol que vi partir tras la tarde.
Sombras misteriosas inician su danza,
festejo nocturno,
luto del espejo,
que niega la existencia.
ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN
(Barranquilla, Atlántico, 1982)
Telar de certezas
Hay ciertas formas de morirse que viven de los instantes,
ciertas palabras dichas que desdicen,
ciertos olores que pudren a los jazmines,
ciertos soles que oscurecen las avenidas de recuerdos,
ciertos números que nombran las calles calladas,
ciertas amenazas que vuelven valientes la cobardía de los sueños,
ciertos amores que se entierran al germinar las aves.
Una costura repleta de agujas sin hilos ensartados.
MARÍA GÓMEZ LARA
(Bogotá, 1989)
Contratono
único tono
el agua contra el agua
Blanca Varela
aprendimos
a despertar en medio de la noche
con el ruido del agua
conocíamos la errancia
de hace años nuestro sueño era frágil
los ojos entrecerrados casi abiertos dormíamos
como quien vela
atentos al derrumbe
las manos en la cabeza
por si los escombros
y los pies alzados
ya para correr
pero una madrugada gota
a gota
lo intuimos
oímos resonar
el nuevo escape
algo nos cantaba
en contratono
que esta vez huir
sería quedarse
YENNY LEÓN
(Medellín, 1987)
cuando el intruso
atraviesa la piedra
el vacío se desdobla
la noche no revienta
un espasmo de sentidos anudados
blanquea sobre el árbol
hasta que la luz con su penumbra
deja caer
gota a gota
su plumaje antiguo.
SANDRA URIBE PÉREZ
(Bogotá, 1972)
[Cartografía]
Trazo el poema y su desnudez me aterra.
El fervor con que se aferra al papel
es el mismo de la sangre en tránsito.
Cada palabra es una iluminación
que antecede a la niebla,
un paso certero hacia el abismo.
Y esa verdad de tinta que se enreda en los ojos,
ese mapa de horas a punto de extinguirse
se convierte en la memoria inútil de tu tiempo.
La sombra es ahora un pájaro del que no puedes huir.
Toda la música de lo escrito arde en tus venas
y te condena a tu propia destrucción.
ALEJANDRA MORENA MORAES
(Bogotá)
Hambre
me escruto al vacío
el fulgor
la luz palideciendo bajo mis cejas
me veo hecha cicatrices
crispada como una hoja seca
con la piel
templada a los huesos
DIANA MARCELA GÓNZALEZ
(Bogotá)
Pursuance
Errante, horadando el fulgor del mundo en los montes arcanos
Derribó estructuras para adentrarse en las laderas infatigables
de improvisaciones que son semejantes
a la espiral de fuego.
freejazz
Para ampliar el horizonte de la vida
De tal forma que el vuelo sea mayor
de alas de águila
de rayo infatigable que es rosa del sonido.
TANIA GANITSKY
(Bogotá, 1986)
Los tigres atraviesan las flores
sin el cuidado de rodearlas.
Me aproximo.
Recojo el desastre que flota en el aire.
Los pétalos enfermos,
los granos de tierra
fuera de su espacio y tiempo.
Por acá han pasado los tigres.
Mi escritura guarda su desastre.
LILIAN SILVA
(Bogotá, 1980)
Ausente
A la intemperie de los paisajes heridos,
en la niñez que aun mece el columpio,
vive la mirada de una anciana
soportando el juego del despojo
sonríe con la boca seca
escucha el pasar de los niños con la pelota,
acostumbra alcanzar las propias sílabas
adelgazarlas
hasta el mutismo
en su pañolón las motas encuentran
un collage de lluvias.
La posición de su asiento
está esculpida en el aire
y juntando las manos en un salmo
sabe esperar.
LILIANA MORENO MUÑOZ
(Bogotá, 1974)
…DEL SENTIDO
Marioneta lanzada al escenario en llamas,
mientras los niños dan a luz
desfiguradas sonrisas.
Se cierra el telón.
Mis cenizas buscan al titiritero.
MARÍA FERNANDA CEBALLOS
(Cali, 1978)
En este sur
En este Sur
Tan demolidos y caídos
Tan llenos de nuestro propio peso
y del peso de los otros,
de las culpas que nos cuelgan en las ojeras.
Vaya a saberse
en qué esquina la muerte nos espera.
En esta distancia tan vacía
Este tráfico de recuerdos y de ausencias.
El tiempo late como una predestinación,
como un aviso dicho y del que nadie se dio cuenta.
Vi tus manos hundirse en este naufrago,
en este barco anclado al abismo de tu sentido
Las huellas de mis manos quedaron fijas en tu cuello.
No me esperes porque seguramente el regreso se ha venido de vuelta.
En este Sur
las embarcaciones han cedido a nuestra quiebra
y han quedado sumergidos nuestros cuerpos
en el fuego de la lluvia.
BIBIANA BERNAL
(Calarcá, Quindío, 1985)
Pájaro de piedra
Ser de piedra y creerse pájaro
porque el viento propaga el polvo de las manos.
Verse ave en el reflejo,
aunque inmóvil sobre el asfalto,
abrasado por la luz de las cinco de la tarde.
Saberse nido
en un recodo del día que agoniza,
sin poder roer el aire.
Ser de carne y creerse hoja o pluma
y al final de la jornada ser quien cae.
Ser uno y creerse otro y otro y otro,
hasta anochecer sobre sí mismo
y volver al origen,
donde la arcilla no tenía rostro
y las alas no pesaban tanto.
PATRICIA SUÁREZ
(Bogotá, 1956)
Holladura
Recoge las oraciones de la noche
Lleva sus anuncios
Mira los delfines beber la luz del ensueño
No dejes brotar la hiel que precipita
Los espejos del mar
Crustáceo que rasgó arenas y latidos de piedra
roza con el perfil de la mano el infinito
la holladura
la nada
errante de la noche abre tu boca
deja que pase mi aliento
ÁNGELA GARCÍA
(Medellín, 1957)
Lo propio y lo ajeno
El idioma me rebota. La lengua quiere pensarme.
No tengo la palabra vernácula para vacío.
El diccionario a la mano como un llavero,
como un diario, como una lapicera,
como la comida, como el abrigo.
La vida me envuelve como el día.
Allá y acá me acompañan y me asedian
el íntimo y el forastero.
LUISA FERNANDA TRUJILO AMAYA
(Bogotá, 1960)
Conjuro
a través de una lente de aumento
busco en la piel un indicio que me calme
que me recuerde el olor del musgo
atrapado en la humedad
tanto sol
tanto hielo a la vez
han cuarteado sus escamas
alguien exhala sobre ellas
un aire tibio conjura su memoria y abre
caminos en sesgo que dibujan
un lenguaje parecido
al del amor
Renata Durán
(Bogotá 1950)
Aquí pasa el silencio vagabundo…
Aquí pasa el silencio vagabundo.
Aquí cae la lluvia de la tarde,
y humedece los ojos de cristal.
Es la ciudad mi cárcel.
Y eres tú mi verdugo.
En tus brazos de fieltro
me someto al suplicio
de tus besos de hielo.
Repites los gestos conocidos
y penetras mi cuerpo somnoliento.
No tengo alma que vuele,
cante o gima.
Para el amor he muerto.
CLARA MERCEDES ARANGO
(Bogotá, 1961)
Confesión
En el espejo hallarás
la memoria que dejaron
tus manos y las mías
cuando estuvieron en la piel.
Mírate y repite en sordina
mi nombre como una letanía
hasta que al fin
encuentres
el inicio
de tu desazón.
ANGYE GAONA
(Bucaramanga, 1980)
Jordán Sube
Un ser que parece loco a los demás es un ser que abre
caminos en la piedra
Quien vino a fundar este pueblo en el fondo del cañón pudo
parecer un loco
Hay poblaciones llenas de dementes, pero aún así les
instalan hoteles
Hay constancia de que la gente sube y baja por el camino
hasta enloquecer
Locos los que bajan y suben los riscos con el sol
perpendicular al rostro, sí
A cada paso heredan el verano
Locos los que ahogan vestidos nuevos en la alberca cuando
pasan turistas, sí
La libertad alista su aspereza
FÁTIMA VÉLEZ
(Manizales, 1985)
Sótano
que quieres quitar de ahí
las telarañas
las capas de moho
inténtalo
a ver si no aparece de pronto la olla
con el arroz pegado
los guantes amarillos
que protegen
del jabón quitagrasa que te agrieta la piel
y en el silencio
de quien lava platos y olvida poner música
el poema se tararea solo
como si tuviera pies
y quisiera hacer de ti un salto
es
no cabe duda
ese que dice
que se llegó al final de la carrera
y el premio es otra carrera
y si el premio es una pared
y si el premio es mugre coagulado en un sifón
y si todo fondo no es más que horas percudidas en la cortina de baño
la sala donde la luz pega directamente en el reflejo de la infancia
donde también el tema con la luz
es cosa seria
los niños
sus deseos
su canto de sirena
que tratan de arrastrarte
a la inacción
a no ser
otra cosa
que calor atemporal
su belleza
que crece
sobre filo
en tu garganta
raíz
que no se ve en ningún espejo
pero sabes
si no la cuidas
no la riegas
no la podas
recuerda
poner papel conciencia en las paredes
quien se ha cortado con papel sabe
lo que guarda en sus bordes el blanco
JENNY BERNAL
(Bogotá, 1987)
Sobre los oficios
Incluso para ser mendigo hay que conocer bien el oficio
saber cuál es la esencia de su infortunio
buscar de los callejones el mejor espacio para resguardarse del frío
reconocerse un ser vulnerable; vestir su fragilidad de trapos viejos
ver en la mirada del otro un espejo de sus miserias.
Incluso para amar hay que conocer bien el oficio
saber cuál es la esencia de su infortunio
buscar de los callejones el mejor espacio para resguardarse del frío
reconocerse un ser vulnerable; vestir su fragilidad de trapos viejos
ver en la mirada del otro un espejo de sus miserias.
Incluso para olvidar, perdonar…
hay que conocer el oficio.
ELVIRA ALEJANDRA QUINTERO
(Cali 1960)
Hotel con ciudad
San Telmo, Buenos Aires
La mujer que espera a su amor
en un cuarto de hotel de esta ciudad inmensa
sellada para el mundo
convencida de que existe la dulzura en los ojos del ausente
y sólo allí
su sueño tiene forma de historia real.
Leyó a Onetti, a Flaubert, a Wolf
pero erró su memoria
en aquellos recodos donde veía su propia sombra.
Una ciudad respira afuera, inmensa y desconocida.
Una ciudad cerrada para ella
como el amor, cerrada
como su amor, difícil e inconstante.
Todos en algún momento la convirtieron en una mujer que espera.
Todos fueron el hombre en su centro
el sentido secreto
el nombre de una ausencia.
Pero gira alrededor de su habitación una ciudad en rueda inútil
muda y secreta gira afuera
de ese cuarto donde yace su abandono.
TATIK CARRIÓN
(Chía, Cundinamarca 1985)
Extravío
Arrojo palabras al cielo que se vuelven pájaros.
Presagio colores
y ellos,
se tiñen de amaneceres
y tormentas.
En el paraíso de mis memorias
posándose sobre las breves angustias
de este territorio olvidado;
viajan hacia otras orillas
donde la herrumbre no sabe a pérdida.
Proclamo palabras en las tristes horas de este rostro,
ave que recorre los cielos
en busca
de mi extraviado canto.
ELA CUAVAS
(Montería, 1979)
Herencia
I
Muda la existencia del hombre
porque las palabras aún no corrían
por las raíces del árbol.
El hombre vagaba por el bosque
y recolectaba frutos,
y entonces fue verbo su alimento.
Él lo supo siempre;
por eso este lápiz con el que dibujo
los signos que me heredó el árbol.
II
Recuerdas la noche en que te fueron dadas las palabras.
Tú dormías junto al río y despertaste sediento,
y bebiste de la orilla, donde abundaban flores.
Un pequeño grito de placer fue el primer indicio.
ANA MILENA PUERTA
(Cali, 1961)
ORACIÓN DE LOS INSACIABLES
Recuerdo haber dicho
que detesto los rompecabezas,
el tiempo que muere
mientras se arman,
y una vez concluidos
mirarlos
-tristemente-
como quien sabe que sus días
se escapan por una ventana
y no puede detenerlos.
Por eso pido
que la vida me llegue completa
que se me vierta el mundo,
que la luz me acose,
que tenga las manos tan llenas
y que su peso sea tan grande
que no pueda soportarlo.
Amén.
LUZ HELENA CORDERO VILLAMIZAR
(Bucaramanga, 1961)
Proyecto de un libro de poesía
Ha de ser vasto como el amor
Debe tener los folios salados
para devorarlo de un bocado
Tiene que ser suave y ofensivo
ancho y lleno de sustancia
Debe venderse por las calles
como los dulces o el agua
para que viaje en maletas escolares
y salga de paseo con los perros
Ha de tener ojos para ciegos
y espinas en las hojas
Debe reciclarse en los muladares
y pescarse en las cloacas
Imagino un libro como cirio en aquelarre
hecho canto o insulto
conejo en la levita de los magos
impertinente y súbito
volando por habitaciones estrechas
riéndose de los libros que yacen
en las estanterías del tedio
Un libro que suplante a Dios
en sus siete días de génesis
Para qué otro delirio pueden servir las palabras.
CAROLINA CÁRDENAS
(Bogotá, 1984)
Ciudad
A los falsos positivos
La luz con el pendular de las horas se desvanecía.
Cerrado el cielo, los ojos se nublaron
y la palpitación de cada hombre se desbocó.
El arribo de la oscuridad daba paso a otro mundo:
luces inmóviles, aferradas a cada esquina.
Desde el mundo subterráneo se elevaban
aullidos, pasos, silbidos y el chirriar de bisagras.
Hilos de lluvia se resbalaban por los tejados,
las paredes y las hendiduras de las alcantarillas.
Los disparos se escuchaban
como graznidos de buitres.
Hilos de sangre rodaban por el suelo
y sobre las cabezas de algunos cuerpos
que yacían encima de los escombros de las calles.
En ese instante en que los sonidos
y escenas mortuorias de la noche despertaron,
todo se hizo indivisible con las sombras,
se transformaron en eternidad,
pórtico sin salida y escena repetitiva en la memoria,
para los que observaban temblando tras las cortinas.
MARGARITA LOSADA VARGAS
(Neiva, 1983)
Lamento
la hoja trasciende en su viaje por el viento
y la rama
lentamente al partirse
astilla un pedazo de la memoria del árbol
¿qué es el corazón de un hombre
al lado del corazón de un pájaro?
MARIA CLARA OSPINA
(Bogotá)
Polvo de estrellas
Recuerdo
la tibia luminosidad
de un astro
que susurró calor
en mi atento oído.
Y
tenuemente
dejó polvo de estrella
sobre mi lino.
HANNAH ESCOBAR
(Titiribí –Antioquia, 1985)
Elegía funeral a una joven dormida
Rilke ha muerto
Orfeo ha abierto los ojos y tiene sed
El cuerpo de una joven blanca reposa sobre mi cama
Rodeada de flores, parece el otoño.
Le he preguntado a mi madre si habrá de quedarse mucho
A dormir,
Mi madre ha dicho que debemos preparar la mortaja.
He entrado a hurtadillas a mirarla
A hurtadillas como un ángel pequeño
Con el ardor de la infancia en el corazón
Con el brillo de la infancia en los ojos
Con la impaciencia de la infancia en las manos.
Le he preguntado a mi padre si la conoce
Su nombre, un nombre,
Mi padre ha guardado silencio.
Afuera las flores,
El olor a jazmín era insoportable.
ALEJANDRA LERMA
(Cali – Valle del Cauca, 1991)
Oscuridad en luz alta
La vida es un pasillo oscuro
En el que nuestra sombra enciende velas
Sonreímos
Y en el fondo hay violencia
Somos un dolor intermitente
Hemos llegado al mundo
Destrozando otro cuerpo
Para poder vivir hay muerte en abundancia
Dejamos nuestro rastro de caníbales
Perseguimos el oro y el fracaso
Estamos ciegos
Iluminados de angustia
Cansados de querernos
Todo es hermoso
Un río marchito que resuena en la mente
Jamás comprenderemos
La eternidad es silenciosa
Intentamos amar a los otros
Ver en la deformidad la belleza de Dios
La oscuridad es un pacto de la luz
Para podernos ver.
DANIELA PRADO
(Cali – Valle del Cauca, 1994)
Pienso en los niños que no nacieron y que pudieron ser mis amigos
Aprieto la tierra fuerte con las manos
beso a mi madre
beso a mi perro
Pienso en los niños que no nacieron
y que pudieron ser mis amigos
Abrazo el recuerdo que me da un árbol con su sombra
las cuerdas de un columpio roto
Quiero creer en los hombres
como pequeñas corporaciones que emplean gente
Quiero creer en los niños
como gotas de agua nueva
Lloro este siglo como si fuese el último
Temo mi vida como un suceso fracasado
Beso a una piedra y me aferro a ella
entre este mar de brea y sueño
Pienso en un indio milenario
que me bendice desde el pasado
Pienso en los hombres que fui y en las mujeres
y en ese animal extinto que me lee
mientras incinero este poema.
DIANA PATRICIA TORO ÁNGEL
(Filadelfia –Caldas, 1981)
Tango de pasos
El tac-tac-tac de sus tacones
siempre me obsesionó desde niña.
Recuerdo con amor,
como me sentaba a esperar esa música,
casi idílica, casi celestial de sus pasos.
No entendía su llegada
sin su taconeo constante
y mis oídos buscaban entre el ruido
a veces gris de la calle
el tango azul de sus zapatos.
Como el tacón sobre el pavimento,
muchas veces me imaginé
el perfecto tono de un tango,
y cuando entendí por primera vez alguno,
mi corazón latió desesperado
buscando entre montañas de sonidos
aquel baile de sus pasos.
No comprendo su llegada sin un tango,
y es que entre tantos caminos,
algo en mí se ha desquiciado
y he olvidado que los pasos son sólo pasos
y los tangos, sólo tangos.
NANA RODRÍGUEZ ROMERO
(Tunja 1956, Colombia)
Nutrientes
Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
Bukowski
Me dieron a masticar la sustancia del desierto
en grageas con excipiente sin registro
mientras en mi cuerpo crecían raíces aéreas
alfabetos de luciérnagas que iluminan la vigilia
Tengo el rostro del cincel, la risa que aparece
en las encrucijadas de la incertidumbre
cuando la presencia inerme de las sombras
que fueran mis testigos, apacentaban los corderos
al borde del abismo
No sé de profundas alegrías, de abrazos infinitos
en medio de la insaciable oquedad del mundo
mis actos de fe reposan en estanterías ocultas
donde duermen pájaros azules al acecho
GLORIA SUSANA ESQUIVEL
(Bogotá,1985)
Chelsea Market
Ciento cincuenta tenazas de langosta no quebraron los talones:
resistí con entereza el ataque crustáceo.
Desde entonces me rindo al ocio
sumergida en agua hirviendo
entre mantequilla y ampollas.
Ya la carne enrojecida no se cuece,
es coraza.
JENNIFER GARCÍA ACEVEDO
(Medellín, 1995)
El ritual
Son estos mismos soles,
los que tan generosamente
nos abrieron a la vida,
limpia la mañana, limpios los deseos,
limpio el corazón, limpios los pasos
antes de someternos a las estaciones
todo en nosotros
gozaba de una pulcritud cierta
luego vinieron los desconciertos
a empujarnos hacia la penumbra
desde allí blanco y negro
son la misma cosa
solo el ritual de las querencias
abre la posibilidad a una huida
GABRIELA S. ARCINIEGAS
(Bogotá, 1975)
El río
Recorremos Notre Damme
Tu corazón se salta un latido
Yo lloro
Caminamos a lo largo de “la Senne”
Nos detenemos en Pont Neuf
En la fila del Arco del triunfo
nos duelen los pies
El mismo dolor
La misma dicha
Tú desde tu calle
Yo por la mía
Qué ganas tengo
De atravesar corriendo la calle
Y tocarte
Entre tu calle y la mía
la Senne
Tu calle y mi calle son la misma
Pero el río que pasa es otro río.
TALLULAH FLÓREZ
(Barranquilla, 1957)
Fin de fiesta
Entonces di vueltas y dije en voz alta:
Yo, que combatí sin venganzas los horrores del día
tan ciertos,
que renuncié a descifrarme en el sol, en su tiempo,
que accedí a perpetuar el deber, la pereza.
Para cada trayecto una versión de mi rostro,
una conciencia suelta
que aprendí a brincar desde adentro
cuando puse los pies en la tierra.
Podré tener la noche?
Y traspasé con la mano una puerta.
Del otro lado
la puerta
con la sola esperanza sin ojos de cada nube negra,
adoré a mis demonios sintiendo el temor de tenerlos tan cerca.
Y así estuve presente en el silencio rojo
sin señas
de las cómodas sillas que no tienen regreso,
en el exilio suave, los bares que cuentan
que no es otra la historia:
mentiras en humo al final de la fiesta.
MARÍA CLARA GONZÁLEZ DE URBINA
(Bogotá, 1952)
Entre dos luces
Entre dos luces se vislumbra el encuentro
el párpado entreabierto anticipa
los archivos de forma el signo de las cosas
Amanece
Y ese otro que mira
que nos mira
desde el espacio inmóvil
se oculta.
En la pupila
el universo continúa su curso
mientras mira.
ANA MERCEDES VIVAS
(Cali, 1960)
El regreso
Habrá que levantar los muros
quemar la maleza de la huerta
y volver a trazar las huellas del camino.
Pasarán muchas lunas
antes de ver crecer los frutos.
¿Me estarás esperando
cada tarde
a la sombra del árbol,
como siempre?
Traeré flores
lo prometo.
FADIR DELGADO
(Barranquilla, 1982)
El último gesto del pez
¿Y quién eres?
El último gesto del pez
Una silaba que nadie usa
Las sobras de un abrazo
Un circo con ciegos trapecistas
La mueca del payaso
Un calendario de cuerda
Un puñado de alfileres
Una jaula para hormigas amarillas
Un pez que llegó a morir lejos del mar
¿Y tú quién eres?
El mar que vino a ver cómo mueren sus peces.
IVETHE NORIEGA HERAZO
(Purísima, Córdoba 1977)
El ángel amado
Tomas mi mano
y la mar lo disuelve
en el pacto de los pájaros.
Aunque
las alas sean de papel.
LAUREN MENDINUETA
(Barranquilla, 1977)
A la doble que soy
Hay fotografías en las que no me reconozco.
Mi yo cobarde al mirarlas
me obliga a pensar que existo en una sola
y no en la suma de quien soy
con esa otra que me suplanta en la imagen.
Cuesta creer que la desconocida también soy yo
esa mujer suspendida y fea
con un rostro que sin ser mío no es ajeno.
Entender el mundo bien puede ser eso:
aceptar que soy esa a quien desconozco.
PATRICIA IRIARTE
(Sucre, 1962)
Tiempo de mar
Miro el reloj:
han pasado treinta años.
No espero más
Renuncio a sentir
el ardor en medio de mi pecho.
Cansada,
pongo sobre mí el mar
como una manta.
DINA LUZ PARDO OLAYA
(San Marcos, Sucre, 1973)
El lamento de un acordeón
El lamento viene con el viento
vestido de acordeón
y llora cada nota en reposo
o cuando se estremece el corazón.
¡Ay!, cómo llora el acordeón en sus manos,
se turba la noche, se enfada el día
y la montaña pierde su equilibrio;
es un eco tan sublime
que viene de los confines del mar.
Cada melodía es una historia,
esta historia, una lágrima
y cada lágrima un hueco en el corazón.
¡Ay, corazón!,
corazón de mis silencios y mis alientos
reposados en la gaviota del adiós.
Dolió tu partida al son del tambor,
del “wiro”, la caja y la armónica.
Ellos, junto al acordeón de tus sueños,
guardan un espacio que esparce
tu esencia en mi memoria.
Yo sin ti… yo sin ti soy
lo que este acordeón es
sin el viento de tus besos.
¡Ay!, Cómo llora el acordeón…
sin tus manos, sin tu canto.
LILIANA GASTELBONDO BERNAL
(Ibagué, 1978)
El padre
Era el padre
de la desilusión
del error.
Solía alumbrarme
con su sonrisa ebria
o acariciar mi pelo
en espirales a la nada.
Luego estropeaba la calma
con un grito
al seguir el dictamen
de su enredada visión.
El padre cantó a pesar
de que el planeta no tuvo
oídos para su voz.
Perdido y confuso
al parecer como mi canción
compuesta por el desvarío.
ESTEFANÍA ANGUEYRA
(Bogotá, 1992)
The Falling Man
Doscientas personas
saltaron de las altas torres
De todas ellas
sólo nos interesará
un hombre
Su vuelo sostenido
hace olvidar
que el tiempo existe
que el suelo existe
Qué reconfortante pensar en un muerto
que flota para siempre.
IRINA HENRIQUEZ
(San Juan Nepomuceno, Bolívar, 1988)
Sólo un destino poseo.
A Lucía Estrada
Solo un destino poseo
(Y la sospecha
de que resbala de mis manos
sin poderlo reclamar)
Sólo una contracción espiritual
ante este espejo que nada dice.
(Y la certidumbre
de que la araña existe
a pesar de su belleza inútil)
Unas manos precursoras,
estos ojos temerosos de la noche
y unas cuantas vidas aplazadas
tan sólo poseo.
MARÍA PAZ GUERRERO
(Bogotá, 1982)
Descarga su peso sobre las horas
como si el atardecer
torbellino,
como si la vista desde el piso octavo
lo acercara a Marina
79 años
se desploma contra el césped
se parte los dientes.
En al ascensor Marina
le agradece a Dios
y tapa su boca mueca
*
Desde el piso octavo busca historias:
Antes, la sangre de Marina era
el ciclo solar de su cuerpo.
Ahora la mano temblorosa
arranca un diente
y esta nueva sangre
le recuerda cómo la carne
-no solo el iris, ni el tiempo-
también se parte
LAURA CASTILLO
(Bogotá, 1990)
Desplazamiento
A las tejedoras de Mampuján
Tras el golpe de omisión
en el vientre de la tarde
Mampuján anochece
con un terco afán de dormir.
No hay tiempo,
susurran doce cuerpos en los labios,
hay que cargar hamacas y vasijas,
hay que dejar que la hierba seca
sea el huésped que habite la casa,
hay que silenciar.
Lejos,
en lo profundo de una habitación,
una mujer peregrina aguarda
entre hilos y retazos que convergen en sus manos.
Tejer es su forma de nombrar
la ausencia de arraigo
en la punta de los dedos.
AMALIA MORENO
(Medellín, 1988)
Poema de amor 2
Tus restos en una bolsa negra.
Volver al mundo como si nada.
Lavarse las manos
lavar la camisa limpiar la casa
mejorar de genio por no generar sospecha
hacerse de día en día el pendejo
pasar por vivo que por muerto
pasar por encima del hecho en concreto
y volver al mundo como si nada.
Cargar con tu muerte con tu cadáver
con tu cuerpo en una bolsa negra.
El amor nos cambia.
ALEJANDRA BECERRA
(Bogotá, 1992)
Un velero suelta la noche
El marinero con tristeza en los labios
bebe alcohol y en el infinito todos sus años desaparecen.
Grita su silencio y toda la lluvia regresa a los párpados,
agita las páginas de aquel diario que no escribe
y abandona el recuerdo arponeando de lejos la incoherencia de las olas.
Trae de a tanto una red,
dos zapatos y un ballenato
que ha dejado la contemplación del fondo para correr en los cauces de los mercados vecinos.
Se conmueve el espacio agua hombre y surge el adiós del alba con sus manos.
Bebe otra bocanada de ron
recoge aquel instante y encuentra en el aire un tono ante las voces que interrogan lo que su muerte desconoce.
Será otro día en la playa buscando el comienzo de la vida, será otro día y la noche en que la boca surja de la arena
para contradecir el vacío de estos párrafos.
MARTHA CECILIA ORTIZ QUIJANO
(Tumaco, Nariño)
El parque
Las horas se esconden de las sombras
le cuchichean a la noche
para no ser acribilladas por el miedo.
Los gatos salen a hacer guardia,
el parque no hila más historias de amor.
Se han quedado solas sus bancas.
Luisa Fernanda Jaramillo
(Riosucio, Caldas)
Morirse.
Morirse es desmentir el tiempo.
Morirse a pedazos
a deshoras
a palabras
a sueños.
Morirse sin ganas
sin destino
sin proezas
sin presagios.
Morirse de prisa
de amor
de angustia
de miedo.
Pero morirse…