Presentamos el texto que leyó Víctor Manuel Mendiola en la presentación de Dime dónde, en qué país, de Marco Antonio Campos, título que inaugura la colección Visor Libros México.
Visor México / Círculo de Poesía y Marco Antonio Campos
Cuando nace una editorial surge algo insólito en la cultura porque, junto a la actividad necesaria de construir una pequeña o gran organización, aparece también una Idea.
Las editoriales, es decir, los grupos de trabajo para producir libros son muchas cosas, pero representan antes que nada la ambición de hacer de la lectura un centro, un punto de coincidencia, un lugar de conversación y, aunque sea menos evidente y al mismo tiempo redundante, un sitio donde podemos soñar nuestros deseos, aquellos deseos que podemos cumplir y aquellos otros deseos que NO podemos realizar. En este espacio de lo que va suceder o de lo que nunca ocurrirá están las ideas con las que un editor se arriesga a proponer libros.
Pero todavía es más insólito cuando renace una editorial o cuando una casa de publicaciones viaja, no con maletas sino con todo su moblaje, y tiene varias patrias. Este el caso, ahora, de Visor México en las manos de Círculo de Poesía, es decir, en las manos de Mario Bojórquez y Alí Calderón. En ellos, un magnífico sello editorial vuelve a cobrar fuerza y anuncia la búsqueda de más lectores y la potencia y la frescura del sueño de alguien que no es de aquí, pero que sí es de aquí, que ya se volvió de aquí. Me refiero a Chus Visor.
Yo celebro esta afortunada renovación mexicana de los sueños e ideas de un editor español y digo afortunada porque cae en las manos de jóvenes y, además, de gente hecha y derecha. No me cabe duda de que algo importante está ocurriendo en la multiplicación de la cabeza de Chus, que es ya una multiplicación de libros en el testuz de Círculo de Poesía.
El modo cómo Visor salta al público lector mexicano también me parece afortunado. Uno de sus primeros libros es Dime, dónde, en qué país de Marco Antonio Campos. En esta reedición, dada a la luz hace unos pocos años en Madrid, Campos continua su exploración de una poesía hecha esencialmente de añoranzas: recuerdos de lugares, de personas cercanas, de mujeres queridas o imaginadas, de la familia y de los padres. Siempre los padres. Una materia desvanecida y recuperada en el acto de pesar las palabras. Campos desde luego nos revela pensamientos y nos hace ver como las aspiraciones son una voluntad que no cede, pero tanto sus reflexiones del instante como sus visiones del futuro están dominadas por lo que ya se fue y no retornará. La poesía, sobre todo la más auténtica, es memoria. En el acto increíble de volver a lo que se ha disipado, la poesía hace aparecer la parte más profunda de nuestro aquí y nuestro ahora. Casi podríamos decir que el mundo invisible del tiempo ido nos hace visibles. Así creo que podemos decir que no somos fantasmas porque la memoria nos da cuerpo. No sé qué piensa Marco Antonio Campos de los Fantasmas, pero sí sé que la tierra que él habita como un forastero es una región de intensas evocaciones, de alusiones sensuales y de una claridad lograda gracias a las reminiscencias indestructibles. Siempre me ha sorprendido y agradado cómo Campos pasó de su entusiasmo juvenil alrededor del mundo griego a una manera muy peculiar de comprender el sueño y el alma románticas. Campos ha sabido apropiarse, no sólo por sus muy buenas traducciones sino por su escritura directa –que le echa la luz a la noche inevitable–, de voces como la de Georg Trakl. En fin, lo que quiero decir es que el lector encuentra o encontrará en esta poesía una experiencia honda del recuerdo que empuja las palabras.
Felicito a Visor, felicito a Círculo de Poesía, felicito a Chus, Mario Borjórquez y Alí Calderón y felicito a Marco Antonio Campos. Todos juntos son un regalo de este instante, pero también serán, estoy seguro, un regalo de lo que no podemos olvidar y es memoria.