Presentamos un muestra poética de Gustavo Adolfo Villalpando (Zacatecas, 1986). Es egresado de la Unidad Académica de Letras; ha pertenecido al taller de creación y crítica literaria de la misma institución, coordinado por Juan José Macías, y del taller de creación y crítica literaria coordinado por Mauricio Moncada León. Ha publicado en revistas regionales, publicaciones independientes y en la antología del congreso nacional de talleres de creación literaria ALTEXTO; participó en el festival internacional de poesía Dos Filos; Becario del Festival Interfaz-Issste 2014.
El gesto donde cumplo mi destino
es cierta forma de ponerme los zapatos
y abordar con indolencia el autobús
es la furia con que cruzo los jardines
y olvido los deberes inmediatos
No es el tedio que germina en esas horas
cuando en las playas nacientes se depura el porvenir
no es mi padre y su legado de quebrantos
su historia que perdura en los resquicios de mi degradación
Tiene que ver con ciertas voces sometidas al designio de la aurora
con tranvías que deambulan rezagados
a la espera de que amainen las tormentas
pero no con el misterio del sepulcro
pero no con la epopeya del dolor
tiene que ver en fin con esta dicha de saberme corrompido
Abdicación de la suicida
Ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe
Alejandra Pizarnik
Tú arrancaste las palabras y pusiste en cada herida una larva de silencio
la furia inapelable de lo que ha nacido
tú dijiste las sílabas fatales para que llorara el viudo
y arrojaste con ternura otro cadáver a los pies del penitente
conocías los sortilegios infalibles
las señales para revocar el alba
Estabas a la espera de que el tiempo aniquilara lo nombrado
que la vida se cumpliera más allá de tu lenguaje
y los juiciosos te admitieran entre ellos
por eso te encogías en azul nocturno de una lengua cercenada
por eso desdeñabas las verdades
e implorabas que tu cuerpo resistiera los embates de la ausencia
Tú sabías de los suplicios de la joven taciturna
de las voces obstinadas que crecían en su sigilo
Tú creías en un idioma que conduce a la ceniza
en las luces que naufragan con un rumbo definido
por eso te emboscabas tras la infancia
por eso hallaste el signo de aquello que no existe
No fluye el río, permanece en calma,
es la mirada la que siempre avanza,
vierte en las aguas del milagro herido,
su breve reino, la quietud del grito.
Todo está oscuro. Sobre la ventana,
como el inmóvil pescador del alba
alza las olas de un mar peregrino,
imaginamos la luz del vacío.
No quema el fuego, nuestras manos arden,
toman la forma fugaz del instante
donde calcinan la orilla del viento.
Así pasamos el hacer del tiempo:
la hoja mueve el aire en su caída,
sin rozar la inmensidad dormida
Pon de pie la palabra y el olvido,
porque el tiempo es el eco de la ausencia,
de las luces que fijan la distancia,
sobre el pretil del cielo prorrumpido.
Como al paso la sangre que perdura,
la letra que llegando se diluye,
permanece al morir en lo que fluye,
muy tarde y al final con amargura
en el horror de ser sin ataduras,
serás artífice que se destruye.
NOCTURNO DE LA AUSENCIA
Caemos arrastrados por un peso inasible,
rodando entre peldaños y sombras que laceran.
Detrás del precipicio nuestros cuerpos aguardan,
como una barca hundida, como el diván vacío.
Ah, bajar la escalinata para sentir un cuerpo
y al fondo, en el abismo, besar la boca amarga
de un fantasma que ha partido.
Si al menos esta noche,
si con paso pausado, como un tambor batiente,
como la joven muda que teme su silencio,
tocaras a mi puerta.
Si en la alcoba vacía donde tu voz me hiere,
las palabras no copiaran la forma de tu ausencia.
Qué perra y triste, despiadada suerte,
siento que la luna tiembla desgarrada entre tus dedos,
que de tu sexo brotan flores de mármol helado,
pájaros que migran, serpenteando, hacia el olvido,
y yo extraigo de esa sombra,
del hueco que dejaste desangrándose en la aurora,
una plegaria apenas, un sol desvanecido,
el presagio de unas manos que me escarban las entrañas.
Ay, hermana, me sangra en los costados la purulenta herida,
y corro hacia las calles huyendo de mí mismo.
Debajo de esta piel la mar se yergue y muere.
Detrás de mi esqueleto,
en un bosque de arterias,
donde la soledad corroe los senderos invisibles,
hay un loco que escribe las cifras infinitas,
un demente que llora y tiembla y gime y ríe
y hace girar la rueca que destroza mi destino.