La estirpe de los gladiadores. Sobre Enrique Vila-Matas

El poeta y ensayista español Andrés García Cerdán escribe sobre Impón tu suerte de Enrique Vila Matas. García Cerdán (Albacete, 1972) es doctor en Literatura por la Universidad de Murcia. Publicó los poemarios Los nombres del enemigo (Universidad de Murcia, 1997), Los buenos tiempos (C.R.,1999), La cuarta persona del singular (ERM, 2002), Curvas (Celya, 2009), Carmina (Nausícaä, 2012), La sangre (Valparaíso, 2014), Barbarie (Adonáis, 2015) y Puntos de no retorno (Reino de Cordelia, 2017).

 

 

 

 

 

 

La estirpe de los gladiadores

Enrique Vila-Matas: Impón tu suerte (Círculo de tiza, 2018)

 

 

Mi padre me enseñó que para escapar al fuego lo mejor era a veces encender un fuego. Imponer un perímetro de fuego a tu alrededor. Ser el fuego tú mismo. A la ordinariez y al desalmamiento generalizado, a la desacralización y al pensamiento único, fuegos terribles que amenazan cualquier signo de inteligencia, Enrique Vila-Matas impone en Impón tu suerte (Círculo de Tiza, 2018) la literatura en estado puro, sin domesticar, ígnea, fuego ella misma. Vila-Matas instila su veneno (delicioso, lisérgico, poético) al veneno para preguntarse “qué queda de lo real” en un mundo que se ha olvidado a sí mismo, en una “sociedad risible”, en una cultura domesticada, jabonosa, violenta, banal. Entretanto, nos invita a los dominios del riesgo, que es clave para la salvación (“Si no se atreve a todo, jamás será escritor”) o recuerda a Gustave Flaubert: “La estirpe de los gladiadores no ha muerto. Todo artista lo es”. A esa estirpe de la no renuncia pertenece René Char, cuya estela sigue: “Impón tu suerte, abraza tu felicidad y ve hacia tu riesgo”.

Contra la fatuidad y la inconsistencia, el escritor esgrime las palabras, sus palabras: “Uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quien quiera que las haya escrito”. Y entonces se posiciona críticamente y se acuerda de J.M. Coetzee: “Tengo que admitir que pierdo la paciencia leyendo ficción que no intenta hacer algo que no se ha intentado hacer nunca antes, preferiblemente con la ficción misma como forma de expresión”. Hay que intentar algo e intentarlo desde la rebeldía. Eso es lo que hace el barcelonés en este libro total, ficción sobre ficción, y nuestro cielo se inunda de luminosos que dicen: “Inténtalo a fondo”. La literatura es, desde los ojos reflexivos, vivos de Vila-Matas, ese viaje vertical: exploración radical, catábasis, abandono, resistencia, amor y un puñado de palabras salvajes e incendiarias y vitriólicas.

Es tan extrañamente incendiario, emocionante escribir sobre de Enrique Vila-Matas que uno corre el riesgo de envenenarse a propósito, de disolverse en entusiasmo. Sería en todo caso un riesgo axial, troyano, un peligro muy hermoso. Con todo, no es solo la emoción o el veneno lo que nos mueve en esta colección de ensayos dignos, furiosos y endiablados, textos difusos y fundamentales, artículos al borde, notas al filo de todo. La inteligencia de Vila-Matas es tan extensa, tan discontinua y, al tiempo, tan coherente, que hollar estos territorios de escritura se convierte en una aventura adictiva de conocimiento.

El editor, Jesús Fernández Úbeda, “con un criterio que sólo podía ser subjetivo”, agrupa los artículos en categorías referidas a la escritura, la lectura, la mirada o la idea. Una solución inteligente para acoger el impulso de estas notas autorreferenciales y eléctricas sobre las palabras, la literatura, el arte y el mundo. Por supuesto, tales consideraciones han de ser atendidas desde la condición del samurái. “La literatura -decía Bolaño- se parece mucho a la pelea de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura.”  Desde la curiosidad implacable del flâneur, Vila-Matas nos envuelve con mirada insondable en sus geografías y sus fes. Estos maltratados tiempos que corren para el gusto y la calidad, encuentran al flâneur solo, pero su mirada es cósmica, ámbar líquido.

Contra la mediocridad Vila-Matas sugiere en Impón tu suerte escuchar las singularidades en la caligrafía de unos pocos grandes hombres y mujeres. “Se trata siempre de aprender las palabras de un hombre”, nos recuerda en palabras de Cesare Pavese. Escuchar la diáfana vibración, la fuente que mana pura, salvaje, en orgía en Gombrowitz, Buñuel, Borges, Marguerite Duras, Tabucchi, Robert Walser, Kafka, Sophie Call, Bolaño. Lo hace defendiendo esa forma inapelable de realidad que es la ficción. “La ficción es el único espacio”. “Solo a través de la ficción se puede uno aproximar a la realidad”. La cualidad de ficción que se escamotea a nuestro mundo lo vuelve irrespirable. Ante la asfixia de las formalidades vacías, Vila-Matas enarbola la “literatura de frontera” o las “ficciones termitas”, la estructura libre o los fragmentos en que se adivinan capas y capas de sentido. Se refiere con placer a los dominios del ensayo narrativo (Pitol, Sebald) y a la disolución de los géneros, tan abundante en aperturas. Asistimos a las astillas de su pensamiento, a la apología de lo irregular, a la gratitud de reconocer en las palabras de alguien lo indecible, el secreto, el silencio. Un escritor de verdad debe cruzar la alta línea del funambulista, asomarse al abismo, abrir las puertas del lenguaje al lenguaje.

El hombre múltiple que somos solo cabe en una palabra múltiple. En un poema. Por sus aristas y sus profundidades, por sus huellas y sus derrumbes en la nieve, escapamos a la linealidad y a la simpleza. Nos abrazamos a una historia siempre en nacimiento, en movimiento perpetuo. No en vano, como Vila-Matas recuerda en palabras de Ricardo Piglia (que antes fueron de Cervantes después de haber sido de alguien que se ahogaba en el mar de Argel), “un cuento cuenta siempre dos historias”. Y, además, “lo más importante nunca se cuenta y la historia secreta se construye con lo no dicho”.

Hay en Impón tu suerte una canción de amor. Esta canción de amor invoca a las olas que en la ría llegan desde el mar al encuentro de las olas que llegan desde el río. Un amor que ni empieza ni acaba, sino que es y construye. La canción de amor que son estas páginas se desborda cuando Vila-Matas les pone cara y nombre y palabras y corazón a quienes fueron gladiadores o ángeles sobre esta tierra de nadie antes que él: Derrida o César Aira, Diderot o Sergio Chejfec, Dylan, Duchamp, Rilke, Dominique González-Foerster, Monterroso y la nada. Mucho veneno del bueno y mucha nada para que nada acabe nunca. Y Marc Chagall, por supuesto.

 

 

 

 

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