Poesía mexicana: Carlos E. Higuera

Presentamos una muestra de Carlos Higuera (Morelia 1981). Cursó la licenciatura en Historia del arte (Universidad de Morelia), estudios de música en el Conservatorio de las Rosas y la licenciatura en Filosofía. Ha sido profesor universitario, ha publicado ensayos en diversos libros colectivos. En 2011 publicó una versión al español del poeta italiano Salvatore Quasimodo: Con la hierba sobre el corazón. Su poesía ha sido incluida en diversas antologías y traducida al italiano, además ha colaborado en los periódicos: La JornadaRevista Laberinto, Fili d`aquilone entre otros. Recientemente publicó el libro de cuentos colectivo: Todo esto pasó (2015), el libro de relatos La espera de las largas despedidas y el libro de poesía La última arquitectura del viento, 2015.

 

 

 

 

La irreconocible muerte

 

Pues escribes desde las venas 

Desde la garganta, desde el grito 

Infinito y largo de que no estés aquí 

Con el aliento de los muertos, 

Con la boca llena de fantasmas. 

 

Como si el mar se tuviera metido en los labios 

Como si tu cuerpo nunca 

Se lo fueran a comer los gusanos. 

 

Y en la noche… las uñas arañan al tiempo. 

 

Me arrepiento de no haber pronunciado con rabia 

Y flores sin aroma 

Templos infinitos, uvas secas y 

Pasto viejo. 

 

Bocanada. 

 

Estoy temblando de frío 

Manojo de nervios, afuera la ciudad 

Sin nadie que entienda 

Este dialecto de pájaros emigrando 

Al sur de la irreconocible muerte.

 

 

 

 

Manual para combatir la muerte

 

1

Para seguir hablando, deposite su cuerpo, para seguir llorando, la deseperación, el atajo hacia la muerte es la lectura prolongada y en secreto de este manual. 

No intente la vida eterna, ni siquiera la vida, lea el instructivo: no usar drogas, no correr cerca de los puentes, no tirarse de edificios, no se asome a las ventanas, no nade en el mar, tampoco es permitido intentar volar con alas de cera cerca del sol. No se lance, mucho menos de paracaídas, no viaje en avión, no sueñe cerca de los parques, ni debajo de los puentes, planifique su sueño, hay llagas que abren la piel. Use crema, báñese todos los días aunque no sea el Ganges, agua fresca de regadera y beba a sorbos sostituto de café amargo. 

No lance piedras a los lagos tranquilos, no fume, la cafeína deteriora los nervios, coma sano: de preferencias frutas y vegetales fresco, no hable con la boca llena de miseria, no intente subirse a los barcos si no sabe su dirección. Para sobrevivir y vencer a la muerte es mejor que no use amuletos, las limpias de los chamanes pueden empeorar sus convicciones, no ame hasta perder la cabeza, mantenga la saliva e las buenas costumbres limpias en las angostas casas. No pierda el corazón. No lo pierda, porque le puede costar que muera pensando en fronteras lejanas. No pierda la gloria. Ate sus manos a los manuales y allí vivirá entonces eternamente cuerdo. 

Si usted tiene hijos, piense en ellos como herederos, obedezca las señales de tránsito y no conduzca por lugares desconocidos. 

Es mejor comenzar a pensar en Dios, y no escupir en las tumbas, no llevar flores a los cementerios. 

Abre la puerta, no sientas la sangre como un cementerio. No tires su semen al aire, pueden nacer fantasmas que te devoren mientras duermes. 

No cantes canciones que no conoces, no levantes la voz para que te escuche Dios, en el mar, en las calles, en las plazas públicas.

 

 

2

A quién se dirige mi voz, no me preguntes buscando en mis ojos alguna respuesta, no veo más que los mismos árboles cediendo ante el aire oscuro, no tengo marcada ninguna señal en el camino, es desconocido, … no conozco más cuerpo que el que se abre esperando que tiemble y se desvanezca en el humo de cigarro. 

¿Vamos a ver nacer los arcoíris?, allá detrás de la lluvia, se escucha una música infinita, que recorre todas las calles. ¿Sabes qué ciudades son estás?, ¿recuerdas las palabras llenas de insomnio? no sé, te confieso, siento mis venas llenas de ceniza, escucho mis palabras, atadas a los muelles, a la sombra de los árboles. 

No hables más por favor, he cambiado, me he convertido en jaula abierta sin pájaros, no quiero que me veas así, por favor vete, cierra la puerta, aquí solo hay ecos, hay cementerios de voces, barruntos de río infinitos. 

Te digo que no me hables, ya no soporto el olor de fogatas, estoy solo sí, no me importa, las uñas llenas de tierra de la mañana. 

No puedo encontrar las voces que suenan en mi corazón, no puedo trepar los muros del aire, voy con el cuerpo muerto de Dios y una mujer desgarrada, con sombras de puñales en su vientre que le habla a los muertos, que grita para que la noche sea ceniza en su cara. 

Piso las tumbas, los abismos que cubren las hojas secas… camino buscando mi nombre, buscando mis años, mis días. 

Las estrellas metálicas se reflejan temblorosas en los charcos… 

Y si juego a inventarme, a preguntarle a la luna tu nombre, a resucitar mis muertos, ¿y si juego a buscar en las tumbas tu cadáver, a enterrar mi corazón en tu boca? ¿Y si jugamos a llenar el cuerpo de cicatrices y pierde el que tiemble? ¿el primero que lance un grito vertical, el que huela a trampa que se convierta en piedra, en estatua de rosas? 

Voy a poner mi nombre en cada árbol, voy a tatuar a cada mariposa con mi nombre, a levantar miles y miles de estatuas, a escribir en el agua el frío, porque en la ciudad no sólo es ruido de gente, también hay ausencias, hay rencor moviéndose.

 

 

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