Florencia Lobo nació en Tucumán (Argentina) en 1984 y se crió en Ushuaia, Tierra del Fuego. Es editora y correctora. Trabajó varios años en la Editora Cultural Tierra del Fuego, de la que estuvo a cargo en 2015. Recientemente ganó una de las becas de creación del Fondo Nacional de las Artes de Argentina. El lento deambular de las tormentas (el suri porfiado, 2018) es su primer libro de poesía.
[Todos los poemas que siguen pertenecen a El lento deambular de las tormentas (el suri porfiado, 2018)]
Perros del invierno
Llegan noticias de mi ciudad.
Enloquecieron los perros
como enloquecen los vientos
o las flores que nadie mira.
Perros que quizá
una vez fueron Toby
o Negro o Lola
reunidos en las calles
mordiendo el aire
sus sombras
los cuerpos que atraviesan
el reino transparente del invierno.
En geografías lejanas
los hechos extraños duplican
la extrañeza.
¿Se acordará la gente?
¿Se acordará?
Hablo de un verbo en desuso:
acordarse es irse del olvido
y también despertar,
ponerse cuerdo.
Bandada
Rápida, con rumbo al norte
cruza el canal una
bandada de cauquenes.
No se tocan entre sí,
no se separan,
nada altera
el mecanismo del conjunto.
Son una arquitectura
trasladada en el tiempo,
una corriente exacta.
Un punto en el horizonte
que crece y decrece
según las estaciones.
Así,
como mi corazón
mordido por la niebla.
Fulgor en la tormenta
Como una luz de Herzog
surgiendo raramente
entre la niebla.
Como esa luna iluminando
“El sueño” de Rousseau,
retraída en el follaje,
con tigres encantados
por la visión de una mujer desnuda.
Así andaba la luz
en esa selva mansa,
alambique elemental,
fulgor en la tormenta.
Todo brillaba, el aire mismo,
la selva, los insectos,
y todo se desvaneció
como se fuga el rayo.
Nada quedó de eso
en todo este escenario,
no hay tigres, ni luces, ni doncellas.
Solo agua que cae sin gracia,
solo el río que transcurre
piadoso.
No hay nadie acá
más que el silencio
fabricando su escultura imposible
con las palabras nunca dichas.
Perspectiva
No se entierra al muerto
para no verlo más
sino para seguir mirándolo.
Lo que guardan los ojos
Una puesta de sol en Cambaceres
una luna colosal en Garayalde
los pálidos fulgores de un
fuego que duró toda la noche
el modo en que la luz se triza
contra la oscuridad de un árbol
una y otra vez en el verano
un río inexplicable
devorando las semillas
que una selva exuda al mundo
la llanura, ese otro mar
sus paquidermos lejanos
todo animal que ronda los caminos
un viaje, en fin,
un viaje en el que estoy
siempre llegando
me pesan los ojos
pero más pesa no ver
cuál es mi sombra
entre las sombras.
Archipiélago
Penetra surdamente no reino das palavras
Carlos Drummond de Andrade
Se entra en la palabra archipiélago
buscando islas
pero dice la etimología
que lo único hallable ahí
es el mar
no un tejido de orillas
un islario bordado
por la espuma y el tiempo
solo el mar, el mar inmenso,
el archimar
por lo demás, nada sorprende:
toda palabra es por fuera un borde
y en el fondo agua
siempre removida.
Mirando un sauce
Nadie le pregunta al sauce
por qué nace llorando
y hasta nos complacemos
al verlo esparcir su llanto
suave como el andar de las ballenas
o esos parajes tranquilos
adonde van a morir los barcos.
El sauce llora y el viento se demora
entre sus hojas
como queriendo beber de esa tristeza.
¿Y qué sabemos de esas garzas
que se pasan la vida
mirando el agua y en el agua
el reflejo del cielo y en el cielo
el pez que no aparece?
Es tan hermoso y sin embargo
nada sabemos de las garzas
ni de la tristeza de los charcos
ni del verde llorar de las iguanas
o de las lagartijas.
Nada sabemos y no importa
mientras podamos ver llorar el sauce
o esas aves quietas
que se pasan la vida
buscando el pez del cielo
el triste pez
que no aparece.
El tiempo
Parece decir febrero
que el tiempo
es un animal del aire
que se aleja
sin embargo
su sombra queda
y ahí se vive
en el levísimo abrigo que da
lo que ya no existe
y permanece.
Páramo
Con el último viento
se escaparon mis voces.
Silencio. Llanura.
Y andar como quien va
con su páramo a cuestas.
Tristamento
Vengo de enterrar mi cuerpo.
Yazgo ahora como una fuente rota
inútil como un surco
cavado en arena infecunda.
A pesar de haberlo sido todo
no pude brotar.
Yo, nacida flor
moriré tierra baldía.