Presentamos algunos textos del poeta y narrador Guillermo Garay (Puebla, 1981). Obtuvo el Premio Interamericano de Poesía Navachiste 2017 por el poemario Esta oscura danza de pájaros, publicado en la serie Ex Libris del Instituto Sinaloense de Cultura.
Crimen de cuervos
Las palabras son una negra parvada córvida
centenar de picos
ojos por arrancar
las palabras son garras que se aferran a la hendidura
huestes de plumaje violáceo
combativas
violentas
prestas a embestir
las palabras son bestias volátiles
acechantes
las palabras recogen la carroña sentimental
hieren sobre la herida
acarician las cicatrices del pensamiento
las palabras son el sueño oscuro de Platón
son urracas enfermas
kamikazes
las palabras son un crimen de cuervos
y a veces
también
las llamamos poesía.
Chácharas
si yo fuera Takeshi Kitano Roma sería Japón
Víctor Benítez
Tengo treinta y cinco años
una maldición en el nervio ciático
y veintitrés figuras de acción
que no provienen de mi niñez
tengo un nombre impuesto a la protección
nueve apodos a lo extenso de la vida
pocos seguidores en internet
hay en casa millares de libros
discos
una colección decente de películas pirata
amontonadas sin orden en la estantería de los recuerdos
donde deberían estar los cumpleaños de mis seres queridos
o fragmentos íntegros de Dostoievski y Kawabata
tengo un sistema de audio japonés
expulsando samuráis a 100 watts libres
estruendosa danza de katanas
tajan suave los desechos de mi existencia
luego
tengo que limpiar la sangre
sin acumularla
para que no me sorprenda la nostalgia del futuro
para que la mudanza no sea siempre temporal
para que mis aves negras se miren en la noche
tengo en la cabeza:
versos inoperantes
la cancioncita del gas
y un Prokofiev sobreexplotado al cliché
vehemente melodía del caballero
osando seducir a la dama
-que he tenido, permaneciendo
de alguna forma-
perdida luego en el laberinto del tiempo
que no tengo
aunque los instantes se acumulen
en atavíos del corazón
que tengo girando a treinta y tres rvm
desde hace más de tres décadas
apiñando una docena de muertos cercanos
tres dioses aferrados a mi cuerpo
trabajos
automóviles
muchos pares de tenis
con los que he recorrido los círculos del mundo
tuve una amiga que me reveló los secretos del baile
una bicicleta inmortal
tuve
alguna vez
una salamandra
de quien aprendí a vivir del fuego
quien me enseñó que lo que cazas en el mundo
debe estar aún vivo
quien comenzó un incendio en mi interior
tras su partida
tras darme cuenta que no puedo tener lo que tengo
sino que sólo puedo sumergirme a esperar
regenerando siempre aquello que no pensé tener
a veces tengo atisbos de fe
entonces escribo
mis palabras son pájaros oscuros que salen en bandada
honrando con su vuelo lo que guardo de ti
chácharas brillantes
acumulado fuego que tendré
hasta que todo se extinga.
De cómo los héroes volverán, olvidando la gloria, entre la lluvia al amanecer
La lluvia vio partir a los héroes. Ciudad en búsqueda de paz, ciudad esclava de ciudades. Enorme torre solitaria. Pueblo de fantasmas y piedras bajo tierra. Los héroes no volverán, serán intérpretes de lo imposible. Nadie les llora, sólo la lluvia. Parten con la seguridad que ofrecen los dados de los dioses.
Transcurren meses desde la partida. Los héroes sangran. Los héroes vencen, lastiman, aprenden. Por las noches suspiran. Durante el día son aves negras, son presa y sombra de demonios. Los héroes conquistan, vuelven a partir. Olvidan. Los héroes ahora son más héroes.
Los héroes vuelven entre el humo y la risa de los dioses. Los héroes traen armaduras, pero ya no hay guerra. Los héroes cargan oro que no pueden usar. Una gran plaza, la gente pasa junto a los héroes pero no los reconocen. Los héroes ya no son héroes. Atrás de ellos, hay magníficas estatuas suyas, pero ya no son ellos. Los héroes sonríen. Nadie les llora, sólo la lluvia.