Presentamos algunos textos de Mario Urquiza Montemayor (Estado de México, 1994). Ha escrito los poemarios: El canto y la casa (Capítulo siete, 2018), Deriva sueño, Visitaciones, Tremedal, Invasión de lo blanco, De pronto sin nombre, Piedra de toque, Frente a este tiempo, Los días fundacionales, Cuaderno No. 9, Caída en voz alta y Donde el aire se confunde con el viento.
Noviembre 5, involución…
Si en el constante andar del camino
se va revelando una pregunta tras de otra;
¿por qué el hombre se ha desinteresado en avanzar
si él es la respuesta total y finita?
Esto y aquello…
Esto y aquello, —deberías de decir—
es lo único que se nos ha dado
para este instante, que es de nadie
y para todos…
Caída en voz alta
Escribo estas líneas,
tal vez,
como un auxiliar para la memoria,
ejercicio de escritura,
requerimiento del instante,
promisión postergada
para evocar otro tiempo,
animo del vigor de
este instante que me permite
ver
y
buscar
en
los
otros,
y al final,
encontrar
un poco
de mí,
contrariedad de la palabra hablada,
contextura de este
tiempo finito,
contestación a una duda indefinida,
indeterminada,
pero total;
afirmación y negación,
palabras a contraluz,
presencia convulsa,
convite al fruto del día,
sucesión de palabras
líquidas,
allanamiento
de la muerte
de ayer
y del indómito
presente.
Indispensable memoria.
Busco el merecido instante,
instante propicio
para pronunciar tu nombre,
o mejor dicho, traerlo en palabra franca.
Estas tardes indispensables,
es una forma de vernos,
porque estamos viviendo los días esperados.
Por nada estamos mejor.
Antes de cumplir los 17 años,
no tenía ningún interés
en las letras
Soy la necesidad de
despedirse a diario
porque sé que estoy aquí,
yéndome.
Una necesidad nos invade;
el sueño se nos está vedado;
inmediatamente al despertar olvidamos
el sueño,
persiste la sensación de haberlo tenido,
de haber estado,
a veces, antes del mediodía desaparece,
ya no tenemos nada,
las imágenes se disipan.
En un momento yo quería saber:
qué es la poesía,
y he aquí mi error;
no se puede dar una sola respuesta,
esta sería frívola,
la respuesta es infinita y variable,
en algún momento fue la
angustia,
la enfermedad
y la muerte;
en otro,
es aquella
compañía
acallada
pero
grata,
la
hora
azul,
el
enrojecimiento
de los volcanes
al atardecer,
la imprescindible
belleza
de pronto
mostrada
o aquella
extraña
tristeza.
Somos seres
anhelantes, melancólicos,
porque el pasado es ahora,
se va en un trago
de agua, dejando
el vaso
como estaba
y como
no estará.