Nilton Santiago: Premio Internacional de Poesía Vicente Huidobro

El poeta peruano Nilton Santiago, con su libro La historia universal del etcéteraes el flamante ganador del Premio internacional de poesía Vicente Huidobro en su primera versión.

El Premio, convocado por la función Vicente Huidobro, la vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la universidad de Chile y Valparaíso ediciones, tiene un incentivo de 10.000 (diez mil dólares), la publicación de la obra ganadora y la invitación al Festival internacional de poesía Vicente Huidobro que tendrá lugar la segunda quincena de noviembre de este año.

 

Tuvo una participación de 784 poemarios, correspondientes a 33 países.

 

 

Acta del premio

 

Con fecha 14 de marzo de 2019, los jurados del Premio internacional de poesía Vicente Huidobro 2018, señores: Marco Antonio Campos(poeta y ensayista mexicano, presidente del jurado), Rafael Courtoisie(poeta y ensayista uruguayo), Maribel Mora Curriao(poeta y representante de la universidad de Chile), Fernando Valverde(poeta y representante de Valparaíso ediciones), Armando Roa Vial(poeta y representante de la fundación Vicente Huidobro), han acordado elegir por mayoría de votos la obra La historia universal del etcétera, seudónimo Rrose Sélavy, correspondiente al poeta peruano Nilton Santiago, como vencedora del Premio internacional de poesía Vicente Huidobro 2018.

 

Entre las razones del fallo destacan:

-La historia universal del etcéteraes un poemario admirablemente múltiple. El libro de un melancólico que tiene una mirada irónica de la vida diaria, incluyendo la relación con la pareja. Como poeta, a diferencia de muchos, tiene algo que decir. Se mueve muy bien en el verso largo. Sabe combinar los juegos cultos con los hechos diarios que acaecen en varias partes del mundo. Con buena imaginación entiende bien que el río de la poesía tiene dos o más orillas para verse; el lector siempre mira esas dos o más orillas. (Marco Antonio Campos).

-Estamos condenados a pensar sin certezas, pero esa condena nos hace libres. La historia universal del etcétera  reflexiona implícitamente, con agudeza,  sobre  esa paradoja. Y lo hace valiéndose de la razón poética y de una rara serenidad en prosa (o en poema extenso) que se vuelve humor y profundidad. El libro resignifica “el oficio de Rimbaud”, reflexiona sobre el lenguaje, dialoga consigo mismo con soltura y suficiente humor como para que el goce de la lectura no trastabille, deslumbra sin encandilar, se detiene un momento pero enseguida se mueve, abre los ojos, establece prioridades para siempre: la inteligencia no debe pelearse con la belleza. (Rafael Courtoisie)

 

Nilton Santiago (Lima, Perú, 1979). Reside en Barcelona hace varios años. En poesía ha publicado El libro de los espejos (2º Premio Copé de Poesía 2003), La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad (Premio Internacional de Poesía Joven Fundación Centro de Poesía José Hierro, Madrid 2012), El equipaje del ángel (XXVII Premio Tiflos de Poesía, Visor Libros 2014) y Las musas se han ido de copas, con el que obtuvo el XV Premio Casa de América de Poesía Americana (Visor Libros, Madrid 2015). Para retrasar los relojes de arena (Vallejo & Co., 2015) es su primer libro de crónicas. Merecedor del accésit del Premio Adonáis de Poesía 2014. Parte de su obra ha sido recogida en las antologías A otro perro con este hueso (Editorial Casa de Poesía, Costa Rica 2016) y 24 horas en la vida de una libélula/24 часа в живота на едноводно конче, recientemente publicada en versión bilingüe búlgaro/español por la editorial Scalino.

Compartimos un poema del libro ganador que será publicado próximamente por Valparaíso ediciones.

 

 

 

ACABO DE METER LA CORBATA EN LA SOPA MIENTRAS ESCUCHABA MONK’S DREAM

 

“Una corbata limpia atrae la sopa”

(Dilema de las comidas antes de las reuniones de trabajo)

Monk se ha despertado por las risas de una cebra que acaba de descubrir

que, en realidad, es un animal negro con rayas blancas.

Monk ha ido a la cocina y ha visto varias teclas de un piano dentro de un vaso de leche.

Monk, supersticioso como todos los pianistas nacidos en Rocky Mount, Carolina del Norte,

no sabe cómo demonios han volado desde el piano esas teclas

que dejó bien atadas a sus sueños la noche anterior.

La noche anterior fue para Monk acostarse con Pannonica,

la baronesa que luchó contra los nazis a bordo de un avión de guerra,

y despertarse al lado de Nellie, que le traía el amanecer a la cama cada mañana.

Monk suele darles las llaves de su corazón a todos los espantapájaros que conoce,

sobre todo, a aquellos que lo visitaban cuando fue arrestado por la policía de Nueva York,

acusado de posesión de drogas

y todo por negarse a denunciar a su amigo, el también pianista Bud Powell.

Qué ingenuo es el poder: por esta tontería se le retiró el permiso para actuar en locales nocturnos en los que se sirviese alcohol (el “New York City Cabaret Card“)

como si se le pudiese quitar la licencia a un pájaro para volar.

Dicen que Monk padecía de una enfermedad mental que le hacía pensar

que era un pianista de Bebop en lugar de un ángel con un equipaje lleno de lágrimas de miel,

no obstante, Monk sabía perfectamente que, de vez en cuando,

hay que dejar que los pianos vayan a dar un paseo por el parque

y que arrojen un par de acordes, cual comida para aves,

a las palomas que se acerquen preguntando por él.

Esta tarde tengo una reunión con tres murciélagos de traje y corbata

que han venido para proponerme un atractivo descenso de trabajo,

esto es, más horas y más responsabilidades por el mismo sueldo,

pero yo sólo puedo pensar en Monk girando sobre sí mismo como un chalado,

también me lo imagino llevando la gabardina que usó su padre para susurrar al oído desu madre

que los pianos son la única cama posible para hacer la siesta

o para desplumar los corazones de los ángeles que se acercan

pensando de que se trata de un trozo de cielo.

Monk no tiene ni idea de que por intentar repetir la canción Blues Five Spot en el móvil por décima vez,

pedir la cuenta y voltearme a verle el fin de espalda a la camarera

(también por décima vez)

he metido mi corbata preferida en la sopa sin querer

(en realidad es la única que tengo)

Pero vaya, como los sueños de Monk, esto no deja de ser un hecho poético:

era una especie de sopa de letras donde había, ciertamente,

más poesía que en este poema que acaba de marcharse dándome un portazo.

 

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